Cuando aun no se han terminado de escrutar el 100% de los votos de las elecciones legislativas del domingo 28, las novedades no son buenas para los trabajadores y el pueblo. Los precios en las góndolas de los supermercados, que vienen superando entre un 25 y un 35% los índices inflacionarios difundidos por el Indec, […]
Cuando aun no se han terminado de escrutar el 100% de los votos de las elecciones legislativas del domingo 28, las novedades no son buenas para los trabajadores y el pueblo.
Los precios en las góndolas de los supermercados, que vienen superando entre un 25 y un 35% los índices inflacionarios difundidos por el Indec, serían liberados poselectoralmente. Los cálculos más optimistas ubican la nueva suba, hacia finales de julio, entre un el 5 y el 10 % . Nadie descarta que los aumentos sean superiores, sobre todo, teniendo en cuenta el aumento de tarifas, fundamentalmente el gas, y los combustibles líquidos que ya aumentaron entre el 5 y el 12%.
Hugo Moyano, que mantuvo hasta ahora un silencio cómplice con el oficialismo, intentando demarcarse de los derrotados, acomete con el reclamo del 25% de incremento salarial para sus camioneros. Pero las empresas, justificadas en la crisis y agrandadas por el triunfo de uno de los suyos, pretenden mantener congelados los salarios hasta el mes de diciembre.
Exultantes por los resultados que dieron el triunfo al Pro y a otras variantes de derecha, Techint marca la cancha y va mas a fondo en contra del poder adquisitivo de los trabajadores, ofreciendo una rebaja salarial de 15% a cambio de no trabajar un día o un congelamiento sin fecha de los sueldos de sus trabajadores.
El llamado obligado, que el kirchnerismo realiza para que «la oposición respete la gobernabilidad» después de su desastre electoral, pasa por la confección de Consejo económico social, que para las patronales tiene el carácter de un chantaje sobre los derechos obreros. A los capitalistas este consejo sólo le sirve si se termina con la negociación salarial y de los convenios colectivos en paritarias.
Ya desde el año pasado la complicidad entre el oficialismo la patronal y la burocracia sindical, llevo a una fuerte merma de las negociaciones colectivas. Las patronales privadas y del estado pretenden que las negociaciones salariales salgan de escena para que, como se alerta, la crisis la paguen los trabajadores: «Desde enero hasta junio – del año en curso- se firmaron 88 acuerdos colectivos salariales homologados o en proceso de homologación, correspondientes tanto al sector privado como al sector público». .. «la crisis se manifestó en el ámbito de la negociación salarial, puesto que el año pasado durante el primer semestre se firmaron cerca del doble de convenios, aunque también es cierto que durante crisis anteriores las paritarias desaparecían de escena». (Pagina/12)
El famoso «plebiscito» kirchnerista, sólo ha servido para poner a la ofensiva a las patronales «nacionales y populares» que ahora reclaman un ajuste más resuelto y repugnante en las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo basándose en los resultados electorales que la mostraron vencedora.
Elección: crisis política y económica
El kirchnerismo puede devanarse los sesos en la incomprensión de su derrota electoral o lanzarse a una caza de brujos en contra de los popes del conurbano vendidos al mejor postor; pero tiene problemas mas urgentes que resolver si no quiere que el resultado del «plebiscito» lo obligue a un nuevo adelantamiento electoral, esta vez para las presidenciales.
Sucede que la economía nacional esta entrando en un cuadro de terapia intensiva cuyo pulmotor lo encuentra en incrementar el ajuste de los llamados gastos sociales.
En principio todas las obras públicas prometidas quedarían congeladas, con el inevitable incremento de la desocupación que, según algunos consultores autorizados ya registra un 11,8 % de trabajadores activos (1.928.000 personas, 565.000 más de los que dice el Indec).
En segundo lugar, el kirchnerismo se enfrenta a un problema central que puede terminar con su gobierno mucho antes de lo esperado, que de por si ya es antes del 2011, la falta de financiamiento y la fuga de capitales. Más de 20 mil millones de dólares anuales se disparan del país, a un promedio de 1500 millones mensuales, que hacen peligrar los poco más de 46 mil millones, que aunque nadie vio, el gobierno afirma que figuran en el Banco Central.
De hecho, el gobierno tiene compromisos de deuda por cerca de 20 mil millones a corto plazo; 6000 en un plazo brevísimo con el Club de París si quiere acceder a financiamiento internacional; lo cual lo coloca en una situación absolutamente incierta y como rehén de los organismos internacionales de crédito que tienen el poder de disparar una corrida bancaria especulativa que terminaría con el gobierno de Cristina en pocas horas.
La burguesía y el gobierno no se ha puesto de acuerdo aun en que precio debe tener el dólar, pero todos afirman que hacia fin de año el billete verde puede andar rondando los 4,50 pesos, lo cual representaría una devaluación brutal para el salario de los trabajadores.
El kirchnerismo fantasea que el superávit comercial le permitirá contener el incremento del dólar, pero lo que escamotea es que este superavit es producto de una merma en las importaciones de insumos industriales y agro industriales porque el país ha entrado en recesión; «este saldo comercial podría resultar exiguo frente a la demanda de divisas en concepto del pago de deudas, del giro de dividendos y, fundamentalmente, de la fuga de capitales» (Clarín económico).
El debate entre unas y otras de las fracciones de la burguesía, no está en donde descargar el peso de la crisis, eso lo tienen claro, el debate es en cuanto al ritmo de esta descarga sobre las espaldas de los trabajadores.
La fracción encolumnada detrás de De Narváez prefiere que el trabajo sucio se haga antes de la asunción de los nuevos legisladores. Kirchner es conciente de que este trabajo sucio terminaría con todas sus expectativas para las presidenciales del 2011 y que si siguiera los «consejos» de acelerar los ritmos no sólo la gobernabilidad, sino él mismo terminaría como un desecho en el museo De la Rúa.
Lo que la izquierda debería entender, antes de sacar balances derrotistas que llamen a «dejar atrás los viejos vicios diluyentes y atomizantes, y encarar de una vez por todas la construcción de una opción de masas» es que el fenómeno de esta crisis es dinámico y que el resultado de estas elecciones no la han cerrado sino que, por el contrario, la han llenado de tensión. Cualquier otra postura es rendirse ante el fetichismo del Sufragio Universal.