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Una primera lectura de la derrota del gobierno nacional

Fuentes: La Arena

Nobleza obliga: independientemente de que Poliarquía sea una consultora estrechamente vinculada con el establishment partidario y mediático, hay que decir que acertó en rasgos gruesos con su pronóstico electoral. El 7, 14 y 26 de junio, a pedido de «La Nación», esa empresa sostuvo que Unión PRO ganaría en la mayor provincia argentina. El vocero […]

Nobleza obliga: independientemente de que Poliarquía sea una consultora estrechamente vinculada con el establishment partidario y mediático, hay que decir que acertó en rasgos gruesos con su pronóstico electoral. El 7, 14 y 26 de junio, a pedido de «La Nación», esa empresa sostuvo que Unión PRO ganaría en la mayor provincia argentina.

El vocero de la Sociedad Rural, planteaba en su edición del viernes 26: «Elecciones 2009 / Las últimas encuestas de Poliarquía. De Narváez le saca 2,5 puntos a Kirchner. Con proyección de indecisos, el candidato de Unión Pro llega a 37,9%; el ex presidente, a 35,4%, y Stolbizer queda con un 16,7%».

Aunque esos porcentajes no resultaran exactos porque atribuían a los dos primeros candidatos más de tres puntos respecto a su real cosecha, en lo esencial acertaron. Y ese fue un mérito grande, teniendo en cuenta que la mayoría de sus colegas siguieron afirmando que el ex presidente se impondría al empresario colombiano.

Como este cronista se hizo eco de esa mayoría de sondeos, quiere reconocer que Poliarquía estaba en lo cierto, al margen de esos puntos de más. La exactitud es algo que algo que los sondeos de opinión generalmente no logran.

Admitido el fallo, el cronista quiere matizarlo. El sábado 27, en esta columna se escribió: «El domingo se sabrá. En una de esas tenía razón Poliarquía porque no siempre las opiniones mayoritarias detentan la verdad».

Una de dos. O el resto de las consultoras no hizo un trabajo científico y midió de más en la población del conurbano donde la cosecha kirchnerista del domingo llegó a superar el 40 por ciento, con excepción de Lanús y zona norte, donde perdió. O encuestaron bien en todas las zonas representativas de la provincia, también en las profundidades del interior sojero y ciudades grandes como La Plata donde la clase media hablaba pestes de los Kirchner, pero sus encuestados tuvieron un voto vergonzante (iban a votar por De Narváez pero no se animaban a decirlo públicamente).

Lo que menos importa son esas razones del déficit de pronóstico de las encuestas y la forma de responder de sus entrevistados. Lo grueso es que candidatos de primer nivel, comenzando por Kirchner y su ladero Daniel Scioli cerraron su campaña en el Mercado Central afirmando que ganaban sin castigar. Si así de desenfocados estaban en este tema, ¿por cuánto estarán errando en otros tópicos que hacen a la gestión de gobierno y no se dan cuenta o sí lo notan pero dicen lo contrario? Por supuesto, no es que la lista kirchnerista perdió frente a un diputado de tercera clase, como se dijo por allí. Perdió ante una vasta coalición estilo menemista, que en lo social nucleaba a las capas altas y bajas, con el medio pelo feliz y sobre todo con el aporte decisivo de las entidades ruralistas. Todo ello fue amplificado por los grandes medios y la gran fortuna del colombiano y sus sponsors, que se jugaron el resto.

Primeras bajas

La renuncia de Kirchner a la titularidad del Partido Justicialista y su pedido de que Scioli asuma ese cargo, fue la primera baja de peso tras la derrota. Podría discutirle ese lugar la renuncia de la ministra de Salud, Graciela Ocaña, pero esta salida ya era vox populi hace tiempo, al margen de la elección.

Que el PJ quede en manos del gobernador bonaerense, un hombre de centro-derecha ligado a la embajada norteamericana, el mundillo empresario y la cúpula de la iglesia, podría ser un dato de que los Kirchner dan un paso atrás y se despiden de sus últimas aspiraciones de «renovación política». Están poniendo el justicialismo en poder de un dirigente cuya política no es muy distinta de la que puede recomendar De Narváez y el propio Eduardo Duhalde.

Habrá que ver si Scioli se carga esa mochila al hombro. En caso que lo haga, se afirmarán sus chances de ser el candidato justicialista a la presidencia en 2011. Tal hipótesis implicaría poco menos que la clausura del ciclo kirchnerista que sus defensores rechazaban que se hubiera producido y que la derrota del 28 da un indicador de que esto puede estar ocurriendo.

Mauricio Macri ganó en la Capital por medio de Gabriela Michetti, pero obtuvo varios puntos menos que los previstos porque apenas superó el 31 por ciento (le daban 6 puntos más en la previa). En la fiesta que armaron los de Unión PRO en Costa Salguero, onda boliche, abundaron las remeras con «Mauricio 2011» y los jóvenes entonaron «Se siente, se siente, Mauricio presidente».

Que esa es la aspiración de Macri, no hace falta ni comentarlo. Pero habrá que ver si puede concretarla, porque tiene tres contras posibles al día de hoy (mañana pueden ser más).

Una es que De Narváez estudie con sus abogados cómo invocar los pactos internacionales de derechos humanos para sortear la imposibilidad legal de aspirar a entrar en Balcarce 50. Si desde sus teléfonos se llamó cuatro veces al rey de la efedrina y no compareció ante el juez, ¿por qué pensar que es imposible aquella gambeta al requisito de la nacionalidad?

Con poco resto

La otra traba que afecta los planes de Macri viene del justicialismo no kirchnerista. Carlos Reutemann, vencedor en Santa Fe en ajustada final contra las huestes socialistas de Giustinianni-Binner, seguramente saldrá a pista en 2011. Y el ex corredor de F1 y productor sojero luce hoy en condiciones de poder armar un frente más ancho que el macrista para competir por la presidencia. Dentro y fuera del PJ puede atraer a más aliados; incluso a De Narváez se le podría hacer muy cuesta arriba en Buenos Aires enfrentar a una entente justicialista como la de Reutemann.

Finalmente, el otro escollo para el jefe de gobierno porteño se llama Julio Cleto Cobos, reactivado tras ganar por 25 puntos al justicialismo mendocino. Roma no paga traidores pero Mendoza y los radicales sí lo hacen. Claro que una candidatura como la del cuyano no alborotaría tanto los planes de Macri como los de Elisa Carrió, pues aquél y ésta son «del mismo palo».

La matrona del Acuerdo Cívico y Social quedó con la cara marcada después de la confrontación de este domingo, casi tanto como Kirchner. Pero en sus declaraciones, en vez de admitir sus errores que llevaron a su lista a entrar tercera del lado de adentro de la General Paz, se dedicó a pontificar que su espacio fue el que «más creció». Eso sólo tiene la apariencia de verdad, pues acumulará 10 diputados más el 10 de diciembre.

Pero tales legisladores no son suyos. Los que fueron incrustados por la Mesa de Enlace en sus boletas de La Pampa, Chaco, Entre Ríos, Córdoba y Formosa, se reportarán a sus «jefes naturales» Eduardo Buzzi, Hugo Biolcati y Mario Llambías.

A propósito, el mal llamado «campo» (léase productores enriquecidos por la soja) logró introducir once legisladores y que ninguno sea Alfredo de Angeli suena a un tonto consuelo. Ellos ya están preparando la revancha contra el gobierno que se atrevió a proponer mayores retenciones al poroto.

Contarán para ello con el aval de los distintos partidos de la oposición. Reporteado por «La Nación» y preguntado sobre cuáles puntos debería contener la agenda política, el ganador en Buenos Aires declaró: «debe incluir, como puntos prioritarios, el conflicto del campo». Entre otras urgencias, mencionó la independencia del Consejo de la Magistratura y las leyes de seguridad, amén de que Néstor Kirchner debe «retirarse prontamente».

Desde el punto legislativo, el gobierno se verá debilitado para resistir esas ofensivas del centro derecha y la derecha lisa y llana luego de perder 21 diputados nacionales y entre 4 y 6 senadores.

En ese aspecto parece tener poco resto, apenas como para llegar a 2011 siempre y cuando las campañas destituyentes no quieran apurar el final con antelación.

De todos modos el gobierno tiene lo suyo: es primera minoría en ambas cámaras y tiene la mayor parte de las gobernaciones. Y, aunque ha visto enajenado el voto de la clase media y alta, conserva buena parte del apoyo popular. ¿Habrá alguna voluntad política en los Kirchner para resistir, ensanchar ese voto de las barriadas más humildes del conurbano y mejorar un «modelo» que hasta el domingo consideraban virtuoso y ganador?