El fenómeno Wikileaks ha acaparado numerosos análisis y reflexiones sobre el futuro de la información, Internet y la participación ciudadana en la difusión de las noticias. El debate se ha limitado entre quienes presentaban como un problema y una irresponsabilidad la distribución de información secreta, y quienes defendían su libre circulación y apoyaban a Wikileaks. […]
El fenómeno Wikileaks ha acaparado numerosos análisis y reflexiones sobre el futuro de la información, Internet y la participación ciudadana en la difusión de las noticias. El debate se ha limitado entre quienes presentaban como un problema y una irresponsabilidad la distribución de información secreta, y quienes defendían su libre circulación y apoyaban a Wikileaks. En mi opinión se trata de una simplificación, y el modus operandi del propio Wikileaks ha demostrado que el asunto es más complejo. Una prueba de ello ha sido la forma en que ha difundido los 250.000 documentos que recogían comunicaciones de la diplomacia y la Administración central estadounidense. Quienes parecía que subvertían las formas de comunicación del siglo XXI optaron por ofrecer en exclusiva y de forma privilegiada la documentación a cinco grandes medios de comunicación mundial: The New York Times, The Guardian, Der Spiegel, Le Monde y El País. Días después de que las direcciones de estos periódicos los tuvieran en su poder, los ciudadanos seguimos sin poder acceder a los documentos en la Web de Wikileaks.
Por su parte, los cinco periódicos se organizan en un cártel -como bien ha denominado Juan Carlos Monedero- y se coordinan. Según han reconocido, «hay un acuerdo sobre la publicación simultánea de los mismos documentos de relevancia internacional y las fechas de su difusión». Afirman que «tienen autonomía para decidir sobre la selección, valoración y publicación de las comunicaciones que afecten a sus países», es decir a cinco países del bloque occidental, toda la información referente al resto del mundo está filtrada por ellos. «Únicamente se publicarán aquellos papeles que consideremos que no representan una amenaza para la seguridad de personas o de países», han afirmado. En concreto El País reconoce que «ha decidido aceptar los compromisos a los que The New York Times llegue con el Departamento de Estado para evitar la difusión de determinados documentos».
La connivencia entre Wikileaks y el cártel de los cinco es absoluta. Desde su twitter, Wikileaks ya se remitía a ellos asumiendo que su página quedaría fuera de servicio. Y lo que anuncia en la red social son enlaces a las páginas de los periódicos.
No sé si el origen de Wikileaks era limpio y honesto, lo que sí parece claro es que se está convirtiendo en un sujeto domesticado. Hasta el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha afirmado que los documentos dan la razón a su gobierno en la valoración de la amenaza iraní.
No debemos descartar que, ante la pérdida de credibilidad de la información que hacen pública los gobiernos, se esté recurriendo a formas imaginativas que, bajo una aureola de espontaneidad, filantropía y mitificación de Internet, no sea más que el mismo perro con distinto collar. Que, por ahora, la única iniciativa concreta contra el fundador de Wikileaks sea algo tan peregrino como acusarle de una violación, resulta bastante pintoresco.
Pascual Serrano es periodista. Acaba de publicar el libro » Traficantes de información. La historia oculta de los grupos de comunicación españoles». Foca. Noviembre 2010
Fuente: http://www.elperiodico.com/es/noticias/internacional/20101130/cartel-medios/602586.shtml
rCR