En Argentina hay señales positivas y hechos concretos en el camino de la transición energética para abandonar el petróleo, pero se corre el riesgo de innovar sin atacar el problema de fondo. Una clave es debatir para qué se necesita la energía: ¿para satisfacer la gigantesca demanda de la sociedad de consumo o con la […]
En Argentina hay señales positivas y hechos concretos en el camino de la transición energética para abandonar el petróleo, pero se corre el riesgo de innovar sin atacar el problema de fondo. Una clave es debatir para qué se necesita la energía: ¿para satisfacer la gigantesca demanda de la sociedad de consumo o con la aspiración de cambiar de matriz energética y de modelo de sociedad, buscando consumir menos? El debate recién comienza.
En la matriz energética argentina más del 90% de la energía es de origen fósil, esencialmente gas, petróleo y un pequeño volumen de carbón mineral. La electricidad se genera principalmente vía combustión (usinas térmicas), 30% de represas, 6% nuclear y menos del 2% por fuentes renovables, según datos de la Secretaría de Energía.
De acuerdo con la Asociación Argentina de Energías Renovables y Ambiente, ese «menos de 2%» producido con renovables representa 553 Mw instalados, de los cuales 427 Mw se generan con minicentrales hidroeléctricas, 65 Mw con parques eólicos, 58 Mw con biomasa (leña), y sólo 1.2 Mw con paneles solares.
La ley 26190, aprobada en diciembre del 2007, declara de interés nacional la generación de energía eléctrica a partir del uso de fuentes de energía renovable y establece que para el 2016 el 8% del consumo de electricidad nacional deberá ser abastecido con energías renovables.
Carlos Saint James, fundador y presidente de la Cámara Argentina de Energías Renovables, dijo en declaraciones a Noticias Aliadas que se siente «claramente optimista, por la abundancia de recursos que tenemos en nuestro país. Si miramos un mapa mundial del viento, todo el viento está en nuestra Patagonia. Si buscamos energía solar, el noroeste argentino tiene un altísimo potencial».
Para alcanzar la meta del 8%, Saint James indica que «en cinco años deberían invertirse US$5.5 millardos», y considera que se crecerá en lo eólico, porque «la rentabilidad allí es muy alta».
Ejemplos de renovación energética
Para Sergio Vera, investigador de la Universidad de General Sarmiento e integrante del Equipo de Investigación de Heladeras Solares -proyecto compartido por esta universidad, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y el Movimiento Campesino de Córdoba-, «la realidad es que la crisis energética es fuerte y nos faltan muchos años en Argentina para desarrollar las energías limpias. Si nos comparamos con la situación en otros países o con otras legislaciones a nivel mundial, nos falta mucho, pero hay caminos iniciados».
Ya se pusieron en marcha programas como el Proyecto de Energías Renovables en Mercados Rurales (PERMER) y Generación por Energías Renovables (GENREN). El primero tiene como objetivo principal el abastecimiento de electricidad a un significativo número de personas que viven en hogares rurales, y a aproximadamente 6,000 servicios públicos de todo tipo (escuelas, salas de emergencia médica, destacamentos policiales, etc.) que se encuentran fuera del alcance de los centros de distribución de energía. El segundo, busca promover la adjudicación de contratos a 15 años de abastecimiento de energía eléctrica a partir de fuentes renovables por un total de 1,015 Mw de potencia. Los proyectos presentados por 22 empresas superan en 40% la potencia solicitada y corresponden a energía eólica, térmica con biocombustibles, solar fotovoltaica, pequeños aprovechamientos hidroeléctricos, biomasa y biogás.
Hay muchos otros ejemplos de proyectos de energía renovable que ya se encuentran en marcha en el país.
En una planicie patagónica cercana a la ciudad de Neuquén se levantan, separados por pocos metros, diversos prototipos de aerogeneradores pequeños y medianos. Es un parque de pruebas donde unos 20 fabricantes independientes ponen a prueba sus creaciones, con apoyo técnico del Estado. En poco tiempo más, las mejoras detectadas e implementadas les permitirán una mayor penetración en el mercado.
En la provincia de La Rioja funciona el Parque Eólico Arauco, el más grande del país. La primera fase del proyecto ya cuenta con 12 aerogeneradores, con una potencia instalada de 25.2 Mw. Para principios de 2012 estará habilitada otra línea de 12 molinos que duplicará su capacidad generadora de energía, con una potencia total de 50.4 Mw.
Un grupo de campesinos del norte de Córdoba trabaja codo a codo con investigadores universitarios y técnicos del Estado instalando flamantes prototipos de heladeras solares y así lograr mantener fría la leche de cabra en las zonas donde la red eléctrica no llega.
Un tanque negro de 3 m de altura por 3 m de ancho hace suponer un depósito de agua, pero se trata del cuerpo central de un generador de biogás. Acumula en su interior desechos orgánicos que al descomponerse liberan gas metano, que luego circula a través de una red y finalmente es aprovechado para las necesidades de calefacción o cocina. Generadores de este tipo se van multiplicando por el territorio argentino, tanto en ámbitos privados como públicos.
En la provincia de San Juan, sobre la cordillera andina, se encuentra el primer parque generador de energía solar del país, un proyecto iniciado en el 2009 sin precedentes en América Latina que genera 1.2 Mw a través de sus casi 5,000 paneles sobre 6 Ha de superficie.
Pero al mismo tiempo, dentro de la Estrategia Energética Argentina de la Secretaría de Energía, se ha reactivado el Plan Nuclear Argentino y el consiguiente crecimiento en energía atómica, lo que es criticado por sectores ambientalistas que piden abandonar la generación de energía nuclear, máxime frente a lo ocurrido en la central nuclear de Fukushima, Japón, tras el tsunami de marzo pasado. El movimiento antinuclear argentino no es nuevo. En 1990 se descartó la construcción de un basurero nuclear en Gastre, provincia del Chubut, gracias a la resistencia mostrada por quienes se oponen al desarrollo de este tipo de energía en Argentina.
Debate necesario
Argentina va dando pasos adelante en un nuevo camino energético limpio y renovable; sin embargo, hay quienes sostienen que para lograr un cambio real habría que pisar más a fondo.
«Pero para avanzar de verdad hay que meter el dedo en la llaga», dice a Noticias Aliadas Roque Pedace, magíster en Política y Gestión de la Ciencia y la Tecnología e investigador de la Universidad de Buenos Aires
«Si uno quiere hacer una transición, van a tener que afectarse intereses muy fuertes, como la industria automotriz o la minería, que es un principal consumidor. La Argentina que proponemos los que hablamos de energías renovables no sería la misma que ésta. No se trata de que lo mismo que se producía quemando combustibles fósiles pase a producirse con energías renovables y listo».
Pedace señala que en Argentina sería posible bajar a cero las emisiones de CO2 hacia el 2050 y vivir con renovables combinando con medidas de manejo de suelos, reforestando y aumentando la cantidad de carbono incorporada a las áreas agrícolas, por ejemplo, con inversiones nada imposibles y en función de otros objetivos sociales también, como apoyar la agricultura familiar y mejorar la soberanía alimentaria.
Pero para él como para muchos otros que aspiran a cambiar de matriz energética junto con cambiar de modelo de sociedad buscando consumir menos, la sociedad argentina debería evaluar cuáles son sus necesidades reales, lo cual implicaría un debate muy amplio y seguramente una serie de conflictos.
«Para que la transición sea justa, algunos consumos van a tener que disminuir. Pero más importante que eso es el cambio en el patrón de producción y consumo. Desgraciadamente las políticas públicas siguen apuntando a que la gente siga comprando más autos», concluye Pedace.
Fuente: http://www.noticiasaliadas.org/articles.asp?art=6469