Un libro publicado en la capital argentina revela la información que los grandes diarios latinoamericanos con acceso a los cables secretos obtenidos por Wikileaks decidieron no publicar porque era contraria a sus propios intereses. «Wiki Media Leaks», escrito por los periodistas Martín Becerra y Sebastián Lacunza, contiene la información referida a la relación entre las […]
Un libro publicado en la capital argentina revela la información que los grandes diarios latinoamericanos con acceso a los cables secretos obtenidos por Wikileaks decidieron no publicar porque era contraria a sus propios intereses.
«Wiki Media Leaks», escrito por los periodistas Martín Becerra y Sebastián Lacunza, contiene la información referida a la relación entre las empresas periodísticas de la región y Estados Unidos a través de sus embajadas.
«Muchos medios han sido vehículo de las filtraciones, pero en contadísimas excepciones se atrevieron a publicar documentos diplomáticos que pudieran perjudicarles, o menos aún, que tan solo aludieran a ellos», destaca el libro.
Cientos de miles de comunicaciones diplomáticas secretas, confidenciales y sin clasificar de Estados Unidos fueron obtenidas por Wikileaks, organización sin fines de lucro, y entregadas en 2010 a grandes empresas periodísticas para su publicación.
El período cubierto por esos cables va desde diciembre de 1966 hasta febrero de 2010, pero la gran mayoría corresponden al lapso 2008-2010.
Lacunza, colaborador de IPS y licenciado en ciencias de la comunicación, contó que la idea surgió al ver que medios con acceso a esos cables «eran reactivos a informar sobre algunos muy jugosos que hacían referencia a ellos mismos».
Del total de 251.287 despachos del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos y de sus embajadas en el mundo que cayeron en manos de Wikileaks, hay unos 32.000 originados en América Latina. De ese total, entre cinco y 10 por ciento aluden a medios informativos, estimó Lacunza.
Entre los hallazgos se destaca la «moderación» que se observa entre los embajadores frente a «las osadías tremendas e ilegales que proponen las élites mediáticas», dijo Lacunza a IPS.
Según el libro, «la diplomacia estadounidense ha sido, en determinadas circunstancias, menos agresiva, más contemporizadora, y prefiere opciones menos radicales que las élites locales».
El texto arranca con un panorama de los medios de comunicación en la región y detalla cuáles tuvieron acceso privilegiado a los cables filtrados por la organización liderada por el australiano Julian Assange en los distintos países.
A lo largo de toda la investigación queda de manifiesto la fuerte concentración de medios periodísticos en la gran mayoría de los países de la región, un tema que, según resaltan los autores, no siempre forma parte de las preocupaciones principales de Washington.
La publicación tiene un capítulo específico sobre Argentina, que echa luz sobre los choques entre las principales empresas periodísticas y el gobierno centroizquierdista de Cristina Fernández. Luego otro que engloba las estrategias de la embajada estadounidense en Buenos Aires con países amigos, como Perú, Colombia y Chile.
Más adelante se pone el foco sobre los países con relaciones más conflictivas con Washington, como Bolivia, Ecuador, Venezuela y Honduras, y finalmente analiza el caso de Brasil y México, las economías más grandes de la región.
El libro de Lacunza y Becerra, doctor en ciencias de la información, revela que hay países como Argentina y Brasil donde prestigiosos columnistas de diarios y televisión van a protestar contra los gobiernos nacionales a las embajadas estadounidenses en busca de respaldo a sus argumentos de oposición.
Luego, esos argumentos expresados en los medios, son recogidos por las sedes diplomáticas y enviados al Departamento de Estado como parte de sus análisis en un círculo que Becerra describe como de «endogamia informativa».
Uno de los columnistas señalados en el libro es el argentino Joaquín Morales Solá, del diario La Nación y conductor de un programa de un canal para abonados del consorcio Clarín, y otro es el brasileño William Waack, de TV Globo. Ambos son citados por los embajadores «para evitar que los cables sean puramente subjetivos», dice el libro.
Lacunza comentó a IPS que la práctica de apelar a las embajadas, mientras los gobiernos procuraban avanzar en leyes sobre comunicaciones más progresistas, se reveló como «una estrategia fallida» de los medios, «propia de décadas pasadas».
En el capítulo argentino, el ahora exembajador estadounidense en este país Earl Anthony Wayne dice que el grupo de medios Clarín «no siempre es manejado del modo responsable que nos gustaría» y también sostiene que el diario de igual nombre, buque insignia del consorcio y el de mayor circulación en el país,»puede voltear gobiernos».
«El gobierno (de Fernández) tiene alguna razón acerca del grupo Clarín, pues este tiene una enorme influencia por su presencia dominante en la prensa, en la televisión, cable y radio», refiere el diplomático. También destaca que en Argentina hay «bastante libertad de prensa».
Wayne cuestiona la labor periodística cuando dice que los medios en Argentina «tienden a poner el foco en rumores y afirmaciones no chequeadas».
Respecto de Perú, Colombia y Chile, los cables estadounidenses son magnánimos, pero no exentos de críticas a los medios de esos países.
Consideran «sensacionalistas» diarios de Perú que hicieron campaña contra el ahora presidente Ollanta Humala.
En Colombia, la embajada sostiene que los medios «están alineados estrechamente con el gobierno» de entonces de Álvaro Uribe (2002-2010), antecesor de Juan Manuel Santos, y se muestran moderados ante su enfrentamiento con el mandatario venezolano Hugo Chávez.
Con Bolivia, Venezuela y Ecuador, las embajadas son, en general, más críticas de las políticas de medios de comunicación, pero no evitan cuestionar también la falta de rigor o de independencia de estos, que se embanderan con la oposición política.
«El presidente (de Bolivia, Evo) Morales está en lo cierto cuando dice que las ricas familias son propietarias de los medios y que en general tienen una perspectiva conservadora, pronegocios y no comparten las posturas políticas» del gobierno, afirma un cable.
En Ecuador, la entonces embajadora estadounidense Heather Hodges reconoce que hay «una pizca de verdad» en las observaciones del presidente de ese país, Rafael Correa, «de que los medios juegan aquí un rol, en este caso, de oposición», señala un despacho.
«Muchos dueños de organizaciones periodísticas vienen de la élite, de los negocios, se sienten amenazados y defienden sus propios intereses a través de los medios» ecuatorianos, explica la diplomática.
Sobre Venezuela, la embajada revela su sorpresa ante la visita de Miguel Henrique Otero, director del diario El Nacional, que pide financiamiento a Washington para neutralizar lo que considera un «bloqueo publicitario» del gobierno.
Y sobre Honduras, el libro pone de manifiesto que el embajador Hugo Llorens habló desde el primer día del «golpe de Estado» perpetrado el 28 de junio de 2009 contra Manuel Zelaya, y criticó a los medios radicalizados contra el gobierno y la democracia en ese país.