Mientras continúa el show mediático de la elección presidencial, los candidatos se dan hasta con la cubeta y se prodigan todo tipo de ataques, insultos e injurias con tal de arrancarle los tan codiciados y cotizados votos a la población. Obviamente sin faltar el rosario de promesas y de buenas intenciones que supuestamente habrán de […]
Mientras continúa el show mediático de la elección presidencial, los candidatos se dan hasta con la cubeta y se prodigan todo tipo de ataques, insultos e injurias con tal de arrancarle los tan codiciados y cotizados votos a la población. Obviamente sin faltar el rosario de promesas y de buenas intenciones que supuestamente habrán de cumplir y ejecutar una vez pasada la elección.
Una serie de acontecimientos se desplegaron en el entorno pos-debate del 6 de mayo. Desde los escándalos de corrupción de gobernadores identificados con los partidos políticos, como en el caso del PRD y del PRI, hasta la detención de generales del ejército presuntamente vinculados con el crimen organizado.
Por sus efectos mediáticos, más que por su efectividad, se dio la irrupción de sectores de las clases medias adineradas de escuelas particulares que se movilizan y manifiestan su apoyo explícito o implícito al candidato de las autonombradas «izquierdas» y articulan un movimiento antipriísta -que hasta ahora se define como «Yo soy 132» nacido en una universidad propiedad de jesuitas y que se ha extendido a otras más, incluyendo públicas como la UNAM, IPN, UAM-.
Se origina de una visita que el candidato del PRI realizó el 11 de mayo a la Universidad Iberoamericana y donde un grupo de jóvenes -se rumoró que muchos de ellos estaban encabezados por alumnos identificados con el candidato de las «izquierdas»- manifestó su rechazo, le profirió insultos y lo tildó de corrupto, ratero y asesino. A pesar de que ese grupo ha manifestado ser «apartidista y plural «, sin embargo hasta ahora con su propaganda, declaraciones, panfletos y actitudes de alguna manera manifiesta su apoyo al candidato de las llamadas «izquierdas». Este apoyo se desprende de la propaganda, declaraciones, consignas y carteles que se exhiben en manifestaciones públicas y, «casualmente», esta línea política antipriísta y pro «izquierdista», también coincide con la de la candidata del partido de Estado (PAN) a quien, por cierto, no le lanzan ni una crítica a pesar de ser parte del aparato del gobierno neoliberal en turno que ha sumido al país en una profunda crisis económica y social, en un estado prácticamente de virtual guerra que ya arroja un saldo de más de 60 mil muertos y profundizado, como nunca, las políticas neoliberales que azotan con furia y deterioran las condiciones de vida y de trabajo de la gran mayoría de la población.
En una «asamblea» que se realizó en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, el movimiento «Somos Más de 131» en su Declaración de Tlatelolco (27 de mayo) resolvió oponerse al candidato del PRI-PVEM, pero de la que se deslindó un grupo llamado Yo Soy 132 que es parte del mismo movimiento, pero del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) arguyendo que no se oponen a ningún candidato presidencial y que centran su acción en la democratización de los medios de comunicación, en aumentar la competencia y la apertura de otros canales televisivos: «…la principal bandera del colectivo de universidades es la democratización de los medios de comunicación, la libre competencia en la televisión, buscar un voto informado para el presente proceso electoral… consideramos que debemos ser apartidistas… podemos estar o no de acuerdo con un candidato pero consideramos que éste no es el objetivo central del movimiento (El universal on line, 28 de mayo de 2012).
Es sintomático que, al igual que la línea política seguida por el candidato de las autonombradas «izquierdas» de no tocar ni con el pétalo de una rosa al actual gobierno neoliberal encabezado por el PAN, la Declaración de Tlatelolco de ese movimiento «Más de 131» -que debe leerse dirigida específicamente contra el candidato del PRI por lo que se puede leer como Declaración Antipeña y Antitelevisa- tampoco lo haga, al mismo tiempo que responsabiliza y hace recaer todo el peso de las problemáticas y calamidades del país en un gobierno y en un partido (PRI) que dejó el poder hace 12 años, obviando que la problemática criminal y la crisis económica, social y política del país es en buena medida responsabilidad del gobierno en funciones que es el del Partido Acción Nacional(PAN). De un plumazo borraron la pequeña historia del capitalismo dependiente mexicano transcurrida bajo el gobierno neoliberal y conservador del Partido Acción Nacional (2000-2012).
Por lo pronto, lo que ya se vislumbra es una diferenciación -si no es que escisión- en el propio movimiento Yo Soy 132 entre quienes se oponen al PRI y a su candidato y «coinciden» con el de las «izquierdas» -y aún con la candidata del PAN- y los que no manifiestan preferencia por alguno de ellos y, más bien, se concentran en la demanda de la apertura de los medios de comunicación y de canales televisivos como demandas centrales.
Obviamente que en tanto que el sistema vaya neutralizando las demandas de estos grupos como ocurrió cuando una de las televisoras acusadas de promover la candidatura del PRI informó que transmitirá en uno de sus canales de proyección nacional el debate presidencial del 10 de junio, el movimiento se irá desinflando y/o orillando a definirse y reducir su acción en apoyo a un determinado candidato.
Aunque se intente trasladar la lucha de clases y de intereses divergentes a la cómoda «neutralidad» del ciberespacio y de las invisibles redes sociales, todo indica que la contradictoria y cruda realidad del capitalismo y de la sociedad burguesa mexicana contemporánea, con su cúmulo de desigualdades y contrastes sociales, pervivirá más allá de la contienda electorera y de quien resulte triunfador en los comicios. Esperemos, pues, que estos sectores que se han «insurreccionado» contra una parte del sistema no regresen a sus confortables casas y a sus lujosas universidades en espera del próximo proceso electoral que deberá de ocurrir dentro de 6 años.
Estos sectores, que en 2006 fueron calificados peyorativamente de «pirrurris» por el candidato de las «izquierdas», han enarbolado un «pliego petitorio» un tanto confuso y ambiguo que se dio a conocer públicamente y que, en síntesis, demanda: a) la «democratización de los medios de comunicación» (¿?) y, b) que se transmita por cadena nacional el próximo debate presidencial del 10 de junio. Coincidiendo con las que enarbola el candidato de las «izquierdas», obviamente estas demandas difícilmente se sustentarán una vez que culmine la elección presidencial y disminuya la fiebre electoral.
Consideramos que dichos sectores no constituyen de ninguna manera un «movimiento social», a) porque nacen a la sombra de la coyuntura electoral y de las prerrogativas y consignas de uno de los candidatos a la presidencia identificado con un presunto movimiento «progresista»; b) carecen de demandas propias y de un sujeto histórico protagónico que, en todo caso, resulta difuso, abstracto y metafísico (la «juventud», «los estudiantes», «las redes sociales», etcétera); c) no tienen una organización específica que los acuerpe y les de sustento, al mismo tiempo que perfile un manifiesto de lucha y demandas propias.
Una característica relevante de todo movimiento social es su capacidad de hacer historia propia. ¿Pero qué tipo de historia se puede hacer cuando un movimiento nace específicamente dentro de una coyuntura político electoral y bajo las prerrogativas y vicisitudes unilaterales de alguno de los candidatos en contienda?
Habría que preguntarse qué entroncamiento tienen estos sectores de clase media que han enarbolado un movimiento emanado en una universidad privada con el movimiento que otorgó la autonomía universitaria en 1929; con el de las grandes jornadas de lucha del movimiento estudiantil-popular de 1968 y 1971; con el movimiento estudiantil de la UNAM de 1986-1987 que demandó la realización de un Congreso Universitario y la democratización de la UNAM, es decir, de sus órganos de gobierno y que, por cierto, fue negociado a espaldas de la población estudiantil con el entonces rector de la UNAM (Jorge Carpizo) desde arriba y al margen de la voluntad mayoritaria de los estudiantes por los entonces «dirigentes» del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) identificados con las corrientes cardenistas y hoy prominentes perredistas y obradoristas; con el movimiento estudiantil de 1999-2000 que encabezó el Consejo General de Huelga (CGH) contra el aumento de las cuotas en la UNAM y la privatización de la educación y que, después de 10 meses de exitosa huelga estudiantil, fue reprimido por la Policía Federal Preventiva (PFP) a instancias de su intervención en la institución violentando la autonomía universitaria a petición del entonces Rector Juan Ramón de la Fuente que fue impuesto por el presidente Zedillo para doblegar y controlar al movimiento.
El resultado fue la represión de la huelga y el encarcelamiento de centenares de jóvenes y de quienes fueron identificados como «dirigentes» del movimiento por el único «delito» de haber luchado por la educación pública, gratuita, laica y popular. Por cierto, ese rector hoy fue mencionado e integrado para ser el futuro Secretario de Educación Pública del gabinete del candidato de las autonombradas izquierdas en caso de que éste resulte electo el 1 julio.
Quizás este movimiento de lucha estudiantil encabezado por el CGH ha sido uno de los que más han sido vituperados, criticados, amenazados, cercados, desprestigiados y reprimidos no sólo por una televisora, sino por todos los medios de comunicación y de difusión, por la mayoría de los intelectuales y partidos políticos de todo signo y color y, por cierto, por el Estado que ejerció sus funciones de ser el garante del «orden social» mediante la represión, la componenda y el chantaje. En particular hay que recordar que en la disolución de la huelga y en la represión desencadenada por el gobierno federal, desempeño un papel fundamental el PRD y sus agrupaciones universitarias bajo la dirección de la que en aquél entonces era la jefa de Gobierno del Distrito Federal, la señora Rosario Robles, otrora presidenta nacional de ese partido y hoy, por cierto, prominente base de apoyo de la campaña del candidato del PRI que no ha tenido empacho en manifestarle su apoyo públicamente.
Por cierto en esa ocasión de la lucha del CGH y de la represión nadie, absolutamente nadie, exigió al gobierno y a los propietarios de los medios la tan mencionada: «libertad de expresión», o la «democratización de los medios de comunicación». (Existe una abundante literatura relativa a este último movimiento estudiantil que se puede consultar en bibliotecas, hemerotecas y en Internet. En particular, véase mi libro: Neoliberalismo y Educación, La huelga en la UNAM a finales de siglo, Ediciones El Caballito, México, 2000. Para el origen, discusión y tratamiento del concepto movimiento social y sujetos sociales, véase: Irene Sánchez Ramos, «Sujetos sociales: historia, memoria y cotidianeidad» en: y Irene Sánchez y Raquel Sosa (Coordinadoras) América Latina: los desafíos del pensamiento crítico, El Debate Latinoamericano, UNAM-Siglo XXI México 2004, páginas 219 -238).
Lo curioso, lo que llama la atención, es que estos sectores de clase media, cuyos padres de familia llegan a erogar hasta 100 mil pesos anuales por concepto de costos en la educación de sus hijos en las universidades privadas, se han montado en el movimiento que ocurrió en 2006, en Atenco, ubicado en el Estado de México, y que fue reprimido violentamente por el gobierno federal y estatal, contra la comunidad campesina que se opuso a la construcción en sus terrenos del aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Y digo curioso, porque ni una palabra se ha dicho, y mucho menos manifestado apoyo, por ejemplo, a la reciente lucha del movimiento estudiantil de Michoacán reprimido por el gobierno estatal de extracción priista de esa entidad, y que llevó incluso al encarcelamiento de varios compañeros y dirigentes que exigían al gobierno realizar mejoras en las Casas del Estudiante.
Obviamente que se escogió el caso de Atenco por ser un movimiento que ocurrió, no en Michoacán, sino en el Estado de México; y no en mayo de 2012, sino en mayo de 2006, precisamente porque es el Estado de donde es oriundo el candidato priísta que va puntero en las encuestas y que está en el interés de los candidatos de las «izquierdas» y «derechas» derrotar, arguyendo que su regreso significaría un «retorno al pasado» -lo que es cierto e incuestionable después de 71 años de permanencia de ese partido en el poder-, pero ocultando, sin embargo, que la permanencia durante dos sexenios del actual gobierno panista, o un virtual triunfo del candidato del llamado movimiento progresista, también significan una continuidad de las políticas económicas del capitalismo articuladas con los intereses de las clases dominantes y del capital privado nacional y extranjero que opera en el país.
Como ejemplo de lo anterior tenemos que mientras que hace seis años el candidato de las izquierdas (AMLO) caracterizó a los banqueros como parte de la «mafia del poder» hoy se refiere a ellos elegantemente y con respeto como «élite del poder» (quizás remembrando un título de un libro de Wright Mills) y les rindió pleitesía, como ocurrió en la 75 Convención Nacional Bancaria que se celebró el 18 de mayo de 2012 en Acapulco, Guerrero -donde también comparecieron los otros candidatos y en la que la del PAN fue la más aplaudida y vitoreada por los empresarios del capital financiero- y les urgió a sumarse a su proyecto porque, aseguró, su participación es fundamental para el «desarrollo» del país. La prensa informó que el candidato de las autodenominadas «izquierdas» «invitó a los banqueros a hacer equipo para sacar adelante al país». Por cierto en el mismo evento se encontraba el presidente de la República al que seis años atrás el candidato de las izquierdas acusó de haberle arrebatado la presidencia mediante un «fraude electoral» que lo orilló a autoproclamarse «presidente legítimo» y a calificar a aquél de «presidente espurio». ¡Qué cosas!, como dice la canción: ¡…la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida!, ¡ay, dios!…
En el contexto de la crisis más profunda que experimenta el sistema capitalista mundial y mexicano, se desarrollan el proceso electoral y las campañas presidenciales sin que se advierta siquiera el efecto que dicha crisis tiene sobre las clases populares del país. Al repunte de la inflación, sobre todo de los precios de los productos básicos que consume la gran mayoría de la población, la devaluación de la moneda nacional que lógicamente incide tanto en variables macro como microeconómicas; el repunte del desempleo, del subempleo y la informalidad que ya rebasa el 60% de la Población Económicamente Activa (PEA), se suma una crisis social y política de dimensiones impredecibles que se manifiesta, entre otros hechos, en la detención de generales del ejército mexicano vinculados al narcotráfico y a la corrupción; las cotidianas vejaciones y masacres criminales de civiles en varios Estados del país perpetrados por las bandas del crimen organizado, etc.
Todos estos hechos prácticamente están ausentes en las agendas e intereses de la partidocracia mexicana que, más bien, se entretiene en autoliquidarse políticamente con tal de ganar votos y obtener el codicioso y jugoso botín de la silla presidencial para los próximos seis años (2012-2018).
La política mexicana, nutrida por los partidos políticos, los medios de comunicación y el gobierno, se caracteriza por la simulación, la manipulación y la tergiversación de los hechos que ocurren en la realidad. Esto quiere decir que lo que se presenta, lo que se dice, lo que se hace y lo que se ve es parte de un teatro previamente programado dirigido a una audiencia denominada «opinión pública» que es conceptualizada de acuerdo con los intereses de los dueños de cada uno de los medios de comunicación y de las televisoras.
Antes del debate del 6 de mayo todas las expectativas estaban centradas en el seguro descalabro del candidato del PRI que se mantenía puntero en las encuestas. Resulta que los partidos y candidatos opositores venían destinando en sus campañas electorales una serie de propagandas, spots, recursos millonarios y declaraciones en relación con las limitaciones de oratoria y, en general, de cultura que presentaba dicho candidato. En realidad, hubo sorpresa ya que en el mismo debate respondió y, al mismo tiempo, esbozó sus propuestas (por más que estas se asemejen a las de sus contrincantes), aún en el limitado tiempo de que se disponía y dado el carácter rígido y acartonado del formato del debate que todo mundo aceptó. Como resultado, prácticamente, después de este debate y transcurridas tres semanas, los números y tendencias de las encuestas permanecieron igual, con ligeras alteraciones.
De esta forma, se ha construido un escenario donde aparece un puntero (PRI); en segundo lugar la candidata del PAN que no crece y paulatinamente se desfonda; en tercer lugar, el de las «izquierdas» que compite con ésta por el segundo lugar creciendo, sin embargo, marginalmente hasta ahora. Por último, al final figura un candidato, que le pone el postre al show, supuestamente «ambientalista» que los medios han consagrado como el más «inteligente», el de las «mejores propuestas», aunque represente a uno de los partidos políticos registrados (PANAL) creado por una de las lideresas más corruptas del sindicalismo mexicano como su franquicia.
Evidentemente que la apreciación de cada uno de los candidatos respecto a su posición en las encuestas varía en función del lugar que ellas les asignen. Es así como, el de las «izquierdas», las desecha por estar «encopetadas», «cuchareadas» -es decir, manipuladas- a favor del candidato puntero que es el del PRI. Y lo mismo podemos decir de la candidata del PAN que, en un tono más discreto, también comparte la misma posición como si previamente se hubieran puesto de acuerdo.
El siguiente cuadro recoge el promedio de las encuestas elaboradas por las principales casas encuestadoras del país. Se aprecia que entre los meses de abril y mayo de 2012 los números y tendencias permanecen prácticamente igual, con leves modificaciones, y no alteran los resultados generales sino, más bien, los ratifican: el puntero permanece en promedio veinte puntos por encima del tercer y segundo lugar ocupados por los otros candidatos que disputan este último.
Encuesta Mitofsky
-
Peña Nieto (EPN)
Vázquez Mota (JVM)
López Obrador (AMLO)
Abril
Mayo
Abril
Mayo
Abril
Mayo
50.1
47.2
26.9
25.0
22.3
25.5
Promedio de varias encuestas
Abril-mayo de 2012
-
EPN
JVM
AMLO
Abril
Mayo
Abril
Mayo
Abril
Mayo
49.0
45.5
27.3
24.8
22.7
26.3
Fuente: Casas encuestadoras: Mitofsky, Excélsior, Organización Editorial Mexicana, Reforma, Milenio, El Universal y UnoTV.
Si bien, como dijimos, estos resultados elaborados por las principales casas encuestadoras del país -y que pueden ser consultados en internet- son tildados de manipulados y falsos, sobre todo por el candidato de las «izquierdas», sin embargo, cuando se trata de la jefatura de gobierno de la capital de la República (Distrito Federal) el mencionado candidato y sus estrategas guarda silencio y acepta los resultados de las encuestas cuando se trata de las mismas que le otorgan alrededor de 60% de los votos efectivos a su candidato, que también es del «movimiento progresista» que él encabeza: aquí tanto los dirigentes de ese movimiento como sus candidatos no dice ni una sola palabra y se apoyan en estos resultados para orientar sus acciones.
Por otro lado, el sistema se esmera por inculcar la idea de la «diversidad» y la «pluralidad» existentes entre los partidos y sus candidatos a la presidencia de la República a partir de nimiedades temáticas que pretenden ser propuestas de campaña. Por ejemplo, en materia de empleo -lógicamente ¡crear más empleos!- combatir el crimen organizado, garantizar la seguridad de la población, implementar programas asistencialistas, es decir de caridad (por cierto recomendados por los tecnócratas del Banco Mundial para disminuir los brotes de descontento e insurgencia social); mejorar la educación (¿?), el medio ambiente (¿?), etc. Y se ocultan los intereses (económicos, políticos y de clase) que representan y defienden los partidos políticos y sus candidatos.
Desde esta perspectiva para nosotros los cuatro partidos en campaña son parte del bloque de poder encaminado a garantizar la continuidad de las políticas capitalistas, en algunos casos enfáticamente neoliberales, para lo que se esmeran encarnizadamente por sellar alianzas y compromisos con la clase en el poder: empresarios, jerarquías eclesiásticas, oligarquías y cacicazgos regionales y, por supuesto, cuidando su imagen ante el omnipresente poder del imperialismo norteamericano que también tiene su voto (oculto) y su candidato.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.