«Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa» Carlos Marx (En su libro El 18 de Brumario de Luis Bonaparte) Coincidencias, trágicas coincidencias, este año recordaremos […]
Carlos Marx (En su libro El 18 de Brumario de Luis Bonaparte)
Coincidencias, trágicas coincidencias, este año recordaremos dos sucesos de la historia argentina separados por 30 años. El primero, acaecido durante la dictadura encabezada entonces por el dictador Agustín Lanusse; el segundo, durante el gobierno transicional de Eduardo Duhalde. Pero las analogías entre uno y otro, nos ponen ante la evidencia que el viejo Marx no se equivocaba. Y sí, la historia, según podemos constatar en este país, se repite una y otra vez como tragedia y como farsa, o, invirtiendo las proposiciones, como farsa y como tragedia. Quizás convenga decir que la repetición tiene que ver con la puesta en marcha de un modelo social, político, económico y cultural el 28 de junio de 1966 y que perdura hasta nuestros días, contándose los muertos asesinados que dejó esa historia de tragedias que sacudieron a nuestro país. Sin embargo, y a pesar de ver cómo el modelo ha salido triunfador, también debemos sopesar en la balanza del haber, las grandes manifestaciones de los sectores populares en el enfrentamiento contra las clases privilegiadas, en la defensa de los derechos.
A 40 años del Quintazo, pocos recuerdan a Víctor Villalba
Allá por 2007, cuando nos enterábamos del vil asesinato del docente neuquino Carlos Fuentealba, yo escribía acerca de las analogías de nuestra historia [1]. Allí exponía negro sobre blanco los recuerdos de los viejos militantes setentistas sobre las instancias del asesinato del estudiante salteño, Víctor Villalba:
«Carlos Zamorano, dirigente del Partido Comunista de Argentina, era un joven abogado recién recibido, cuando en junio de 1972 daba comienzo el Tercer Tucumanazo. «Ya en el año ’72 si no me acuerdo mal, en junio de ese año ’72, había un grave problema, creo recordar, con el comedor universitario, pero en el sentido de las luchas por las plazas del comedor universitario, y tuvo epicentro en una quinta que era la facultad de Agronomía y zootecnia». Al testimonio de Zamorano, Juan Ferrante, un ex sacerdote tercermundista acerca el relato del asesinato de Villalba. «Yo me acuerdo que ahí, creo que fue ahí donde lo mataron a Villalba y ahí me fueron a buscar a la noche… a Villalba… para tratar de rescatar el cuerpo, y me acuerdo que tuve un fuerte cruce con, como se llamaba… con el que estaba a cargo del operativo, un comisario que no me acuerdo como se llamaba, hicimos una misa ahí, en la avenida, y después creo que marchamos. Marcos Taire, periodista y ex militante del FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo) suma detalles sobre la muerte del estudiante salteño: «un fin de semana, no me acuerdo si era viernes o sábado, se desata una gran represión contra la gente que ocupaba la Quinta agronómica, y ahí en una escuela cercana a la Avenida Roca y Bernabé Araoz, asesinan a un estudiante salteño que se llamaba Víctor Villalba».
«Víctor Villalba estaba acostado en el suelo y con su cabeza casi pegada al suelo entonces desde un lugar más elevado le hacen un disparo que estalla exactamente en su cabeza, con una granada enorme de gran peso como es la granada de gases lacrimógenos y le destruye el cráneo, de modo que fallece de inmediato», relata con gran precisión Carlos Zamorano.
«Esto fue jueves o viernes. Nosotros desde la Asociación de Prensa, más algunos pocos sindicatos que tenían conducción bastante combativa y en esto no me puedo olvidar de un gran dirigente que se llamaba Juan Alberto Pacheco del sindicato gráfico, que fue un hombre combativo como pocos en esos años, junto a los compañeros de la Unión Tranviario Automotor y uno que otro que en este momento no recuerdo, impulsamos la realización de un plenario de la CGT», recuerda Taire. «Se hizo un plenario, la conducción de Damián Marquez y compañía lo convocó a regañadientes, como para decir que se hacía, pretendían sacar una declaración y con eso dar por terminado todo y me acuerdo que la importancia que tuvo esto, que se hizo en el Salón de Actos de la FOTIA; ellos no calcularon que nosotros estábamos muy vinculados con el movimiento estudiantil y cuando empezó el plenario como a las 10 u 11 de la noche, llegó una enorme caravana de dirigentes y militantes estudiantiles que se apostaron como barra alrededor del lugar donde se estaba haciendo el plenario, entonces cuando nosotros propusimos, yo lo hice personalmente, que se hiciera un paro activo en repudio al crimen de Villalba y a la represión indiscriminada que se estaba desatando contra el pueblo tucumano, al ver que había dos o tres gremios que apoyaban, que estaba esa barra que cantaba a favor de la realización del paro no le quedó otra cosa que aceptarlo y se hizo».
El Quintazo fue, ante todo, una expresión más de la respuesta obrero – estudiantil a los avasallamientos de la dictadura de los derechos, a las imposiciones de la misma a sangre y fuego de las políticas ultraliberales. Fue una respuesta desde la dignidad y por la dignidad, esa que no se pierde por más que 40 años de historia hayan procurado solaparla detrás de las «derrotas del movimiento».
Porque de las enseñanzas de la lucha se aprende que en la unidad de los sectores populares y en la solidaridad de clase es posible poner a parir otro mundo, por más que entre el establishment y los medios hegemónicos nos digan lo contrario. El Quintazo, como los tucumanazos anteriores, triunfó en las enseñanzas que nos dejaron. Y la historia de las luchas populares habría de continuar pese a la ferocidad de la dictadura que siguió al periodo transicional 1973 – 1976, y continuó luego del 83, cuando la sacha democracia que siguió también debió recurrir a la represión de la protesta social.
Maxi y Darío, en el recuerdo de Víctor
Exactamente 30 años después del Quintazo, en otra geografía y en otro contexto político, los sectores populares siguieron resistiendo los embates del Estado capitalista burgués. Quedó demostrado entonces que el régimen ya no necesitaba de sus mandamases vestidos de verde oliva para imponer el «orden» por medio de la sangría. Los 33 asesinados bajo la administración de Antonio De LaRúa y la masacre en el puente Pueyrredón, es el claro ejemplo de esto que afirmamos. Una marcha y un piquete pusieron en jaque una vez más al Estado, cuando miles de manifestantes cortaban uno de los principales accesos a la capital federal. Entonces otra vez la sangre rebelde corrió tras la represión policial. Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, dos jóvenes militantes fueron asesinados a sangre fría, recordándonos el asesinato de Víctor Villalba 30 años antes en Tucumán.
Recordar estos crímenes es recordar a los militantes, pero además es poner en discusión la idea que procura instalar la actual administración kirchnerista sobre la «novedad» de la militancia juvenil. Villalba, cientos de los 30.000 desaparecidos en la última dictadura militar, Maximiliano y Darío, Mariano, todos ellos jóvenes, militando cada uno en su tiempo y cada uno dejando la vida en la militancia. Seamos claros: en la historia argentina la derecha pone las balas y la izquierda el cuerpo; la derecha propone sistemas perversos hacia el conjunto social, la izquierda los resiste, tanto en dictadura como en democracia. En Tucumán, cuando el próximo martes 26 de junio marchemos para recordar a Darío y Maxi, tendremos que mencionar a Víctor, no hacerlo sería faltar a nuestra propia historia, aquella que incluso algunos partidos de izquierda intentan hacernos olvidar, solapando las grandes luchas locales a «grandes» procesos nacionales.
No comprender las particularidades de nuestra historia local o provincial, es faltar a la verdad histórica y olvidar es sí, contribuir a una historia de omisiones y olvidos en los que la derecha siempre procuró solapar sus «nuevos crímenes» cada vez que los ha cometido. Y la historia debe servirnos para eso, para aprender y aprehender de lo que fue, pero sobre todo, para la transmisión generacional de la experiencia sobre lo que sí y lo que no debe hacerse. Porque si bien es cierto que desde antaño se nos machaca como pueblo que la lucha conduce inexorablemente al fracaso, la lectura crítica y seria del proceso político nos lleva a comprender que esto es falso: la lucha y la unidad en la lucha puede conducir a triunfos de los sectores populares. La experiencia setentista demuestra eso, que solo en la unidad de todos los sectores populares será posible conseguir triunfos y ganarle al sistema. Con la actual fragmentación de la «izquierda» no solo seguimos a merced del Estado burgués y sus recurrentes ciclos de represión, sino que nunca seremos capaces de consolidarnos como fuerza capaz de disputar el poder, que en definitiva es de lo que se trata. Un esbozo, si, es el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, pero todavía, ese FIT que muchos de nosotros apoyamos en octubre del año pasado, no deja de ser una comunidad imaginada que avanza más lento de lo que debiera. Esto, volviendo a lo local, se traduce en que el Frente NO existe, mal que le pese a algunos, en provincias como Tucumán, donde sus componentes marchan en veredas separadas. La constitución del FIT puede ser una herramienta, y esto ya lo he escrito en otras oportunidades, pero si no volvemos nuestra mirada al pasado, construir en este presente, esa unidad tan necesaria, será imposible. Insisto, en la marcha del 26, omitir los 40 años del Quintazo, sería una omisión, por izquierda, grave.
La crisis causó dos nuevas muertes, o la coherencia editorial de Clarín
La prensa canalla existió siempre. Medios hegemónicos que llaman al sostenimiento del orden establecido cumplen con la función de acallar a las conciencias rebeldes y poner todo su aparato a la orden del sistema. Ya en dictadura, ya en democracia. Y Clarín, como medio hegemónico por excelencia es un buen ejemplo de la repetición de la historia narrada desde el establishment, aquella que se narra por primera vez como tragedia y la segunda como farsa.
Un hallazgo entonces muestra que en junio de 1972, el medio porteño ponía en su portada la cuestión del Quintazo titulando: «Tucumán: Se registraron nuevos disturbios. Un estudiante muerto». ¿En que consistían esos «disturbios» para Clarín? Y en todo caso, ¿eran «los disturbios» los que habían ocasionado la «muerte» del estudiante? 30 años después y ante el horror por la masacre en el puente de Avellaneda Clarín titularía: «La crisis causó dos nuevas muertes», en clara referencia a la crisis institucional que vivía el país desde diciembre de 2001.
Lo que en 1972 eran disturbios, en 2002, era una crisis, responsable de la «muerte» de dos jóvenes militantes. En ambos casos nunca la policía con su criminal accionar habían sido los culpables. Es curioso ver las vueltas de historia pues parece que el viejo Carlos Marx no se había equivocado entonces. El periodista Mario Aldonate escribía años después del Quintazo un libro en el que detallaba la crónica de las instancias del asesinato de Víctor Villalba a manos de la policía tucumana, titulando su libro: «Autores anónimos» en clara alusión a las investigaciones judiciales que no habían logrado determinar quién había sido el autor material del joven salteño. Un documental producido años después de la masacre del Puente Pueyrredón, daba cuenta de la tergiversación de Clarín sobre el asesinato de Darío Santillán, documental titulado justamente «La crisis causó dos nuevas muertes» en el que se desmenuza la rutina periodística de Clarín. Clarín, como todos los medios hegemónicos en Argentina, siempre hicieron un guiño al aparato represivo del Estado. Llamaban subversivos a quienes enfrentaban a la dictadura, llamaban y llamaban revoltosos a quienes resisten los embates del sistema de producción capitalista, llamaban y llaman criminales a quienes cortan una ruta o camino para visibilizar lo que los propios medios se encargan de invisibilizar. Pero ya conocemos las relaciones entre los poderes públicos (legalmente constituidos o no) y ese otro cuarto poder que es la prensa mediática hegemónica.
Lo interesante en todo caso es ver cómo ciertas continuidades en la historia se pueden rastrear aún cuando entre la dictadura de Lanusse y el gobierno de Duhalde habían transcurrido 30 años. Yo me arriesgaría entonces a decir que desde entonces a la fecha poco o nada ha cambiado en lo profundo de un modelo que al que, desde el poder, siguen llamando a profundizar. Seamos claros: el proceso político, social, cultural y económico abierto tras el golpe de Onganía el 28 de junio del 1966, y del que se cumplirá un nuevo aniversario justamente en este junio de 2012 también, sigue siendo el mismo, por otros medios, eso es más que evidente, pero es el mismo, eso que eufemísticamente algunos han denominado «neoliberalismo» y que yo llamo «capitalismo» sin más. Volvamos una vez más al viejo Marx, que sobre la caracterización del modelo tendría hoy mucho que decir.
Epílogo para una historia argentina de la lucha obrera
Pero ¿para qué volver sobre la historia una y otra vez? Quienes nos dedicamos al estudio de la historia y su transmisión desde un compromiso con el cambio social, creemos que la historia puede ser una poderosa herramienta que contribuya, entre otras cosas, con la transformación social. Aquí no hay lugar ni para el positivismo de viejo cuño ni para el conservadurismo que gobierna los claustros universitarios. Nuestro quehacer como historiadores camina por otros senderos. Y esos senderos nos llevan una y otra vez a la historia del movimiento obrero, a sus luchas, a sus triunfos y a sus derrotas. Revisitar los 70 con ojo crítico implica escuchar «esas voces que nos llegan del pasado» y a las que deberíamos ser capaces de escuchar. El asesinato de Villalba vuelve a nosotros en la versión moderna de los crímenes de Kosteki y Santillán. La protesta obrero estudiantil de los 70, con sus diferencias, vuelve sobre la protesta obrero estudiantil del nuevo siglo. Ser capaces de escuchar las experiencias de los 70 nos permitirá descubrir que tenemos ante nosotros las herramientas analíticas para ver qué se hizo bien y qué se hizo mal para no repetir viejos errores y preservar, ante todo, la vida de cada uno de nuestros militantes actuales.
Digo esto, sobre todo, en la necesidad de revisitar la historia MUY reciente de nuestro país donde el crimen político sigue vigente como estrategia del Estado burgués. Mariano Ferreyra es un buen ejemplo de ello. Pero además la lectura del pasado nos debe servir para sacar como conclusión que solo en la unidad será posible cantar más victorias que derrotas. Mientras caminemos separados los disturbios o las crisis seguirán provocando nuevas muertes. Si caminamos juntos y en unidad, será difícil al aparato represivo doblegarnos. La historia de la clase obrera argentina está a nuestro alcance para poder aprender de ella las lecciones sobre el «qué hacer», no tenerlo presente será un error estratégico y pronto deberemos lamentar más muertos por parte de los sectores populares porque ya sabemos, a este Estado no le temblará la mano para disparar su bala asesina sobre los cuerpos militantes. Desde Víctor a Darío, Maxi y Mariano, es posible trazar una elipse donde, como bien lo apuntaba Marx, la historia argentina se repite, una vez como tragedia, otra como farsa. Yo agregaría entonces: aquí, la historia, en esa elipse siempre, pero siempre, se repite como tragedia. De la unidad obrero estudiantil conseguiremos transformar la historia en la victoria de la clase y la transformación final del modelo y podremos decir, quizás, soñando un poco, que por fin hemos podido transformar la historia de tragedia a comedia, la comedia de sentir que los destinos están en nuestras manos como trabajadores. Recuperar esa confianza en nosotros mismos es lo que se torna urgente y necesario, más allá de las disquisiciones teóricas.
Nota:
[1] Fuentealba, Villalba, Rodríguez: Tres asesinatos. Analogías de la Historia Argentina: http://www.deigualaigual.net/es/cultura/23-historia/834-fuentealbateresarodriguezdocentemuertoneuquen
Fuente: http://www.deigualaigual.net/es/especiales/quintazo-40/5645-victor-maxi-y-dario