«…y como decía el Che el hombre debe estar siempre dotado de una gran ternura revolucionaria, que es la que le hace amar profundamente a sus hermanos y es la que le hace odiar tenazmente a sus enemigos y a sus explotadores. Bajo esta insigne presencia revolucionaria y latinoamericana del Che, nosotros como trabajadores, ante […]
Agustín Tosco
La pregunta ¿Qué hacer? ha rondado históricamente por cuanta persona se ha sensibilizado ante las injusticias de nuestra realidad y ha circulado con igual énfasis en aquellas que optaron por organizarse para transformarla. Se trata de una pregunta movilizante que se renueva una y otra vez en la trayectoria de nuestro pueblo. El interrogante instalado explícitamente por Lenin, allá cerca de la revolución de octubre, ha provocado que millares de personas intenten darle respuesta de una u otra forma, quedando siempre irresuelto. Pero ya lo diría el queridísimo Dalton: en ese escrito Lenin no hizo más que un análisis concreto a partir de una situación concreta. Enseñanza que nos permite trascender el calco y copia, las traspolaciones, las recetas mecánicas. Aprendizaje que nos sirve de guía para ensayar respuestas posibles y necesarias, ancladas en nuestras identidades, recuperando aciertos y desechando errores, resignificando propuestas de acción y organización.
Las burguesías locales furgón de cola del imperialismo
Nuestra situación concreta está atravesada por la reactualización de una iniciativa que se ha presentado en otros momentos de nuestro país y es la de ser «granero del mundo» en el marco de una nueva crisis mundial. Este escenario remozado invita a pensar nuevamente en el carácter dependiente de nuestros países capitalistas, con el desafío de superar la tan nombrada dicotomía entre las contradicciones capitalismo/socialismo- imperialismo/nación. Entendidas estas de manera separada o excluyente, orientaron hacia lecturas reducidas que, lejos de contribuir a un esclarecimiento en la línea política y organizativa a seguir, ha propiciado la profundización del mayor déficit de la izquierda en nuestro país y es el de no haber podido/sabido construir un organismo político de masas tendiente a la liberación de nuestro pueblo. Nosotrxs sostenemos que esa división es falaz ya que no podemos analizar los contextos latinoamericanos por fuera de dichas contradicciones. En otra oportunidad1 hemos planteado que tanto el Che como Mariátegui señalaban que las burguesías locales han sido parasitarias, cortoplacistas y con ausencia de una visión nacional, por su propia constitución histórica, siendo desde su origen aliadas del imperialismo. Estas burguesías se conformaron a partir de los beneficios que el rey de España concedía a los «nobles» conquistadores, generando latifundios en base al robo de la tierra y al genocidio de nuestros pueblos originarios. Actualmente, la burguesía local forma parte de las multinacionales, que invierte en soja, especula con el capital financiero y saquea nuestros bienes comunes. Estamos hablando de Techint, Pérez Companc, Grobocopatel, Aceitera General Deheza, Dreyfus, Roggio, etc. En este sentido sostenemos que es inviable cualquier proyecto que involucre una alianza con estos sectores como son las propuestas del Frente para la Victoria y también, aunque intenten disfrazarlo, el Frente Amplio Progresista. El Che planteaba que en los países latinoamericanos la lucha antiimperialista se resolvería con el socialismo «No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución»2. Pero entonces ¿qué hay a la izquierda de esos proyectos?
Nuestra América
A la izquierda están los partidos troskistas con su propia propuesta frentista: el Frente de Izquierda de los Trabajadores. Un esfuerzo invalorable de unificación de estos partidos que tanto han abonado el último tiempo sobre nuestro suelo . Sin embargo, no deja de ser un acuerdo entre cúpulas, quedando por fuera un montón de expresiones que se fortalecieron al calor de la lucha, fundamentalmente las del 2001. Expresiones de un pueblo que viene acumulando experiencia organizativa que -recreando una nueva cultura militante- vuelve a las calles por sus reivindicaciones. Aquí se establece un nuevo reto: trascender la discusión estéril acerca del sujeto motor de la revolución que enfrasca anquilosadamente al obrero industrial como único actor válido para vehiculizar la transformación de nuestra sociedad. Este planteo surge del análisis marxista acerca del lugar de lxs trabajadores en el proceso productivo. Marx planteaba que aquello que está valorizado en el capitalismo y aparece naturalizado no ha sido siempre así. Refiere que cuando producimos cosas necesarias para la reproducción cotidiana de nuestra vida se trata de valores de uso, pero cuando estas cosas no se producen para utilizarlas sino para venderlas, se convierten en valor de cambio, se intercambian por el dinero. El capitalista considera todos los elementos del proceso productivo como mercancía, pero Marx señala una diferencia fundamental: la conjugación de los insumos y las herramientas para producir algo se realiza con nuestra potencia, es decir, con la fuerza de trabajo de las personas. Esta fuerza de trabajo es comprada por el capitalista quien la utiliza todas las horas que está bajo su poder, por lo cual el trabajador produce más de lo que sería necesario para su propia reproducción. Esa parte «de más» que no se le paga al trabajador es apropiada por el capitalista, quien le roba el plusvalor. Entonces la clase que tiene la capacidad de parar la producción, poniendo freno a la acumulación capitalista, es la clase trabajadora. Esta -en tanto sujeto colectivo- a través de un proceso de concientización que le permita trascender sus propias reivindicaciones, es quien tiene las condiciones para pensar y hacer un nuevo proyecto de país. De ahí su potencialidad para motorizar el proceso revolucionario. En dicha concepción están considerándose tanto las condiciones objetivas como las subjetivas. Partiendo de esta noción transitemos ahora por Nuestra América. En el primer plano, no podemos desconocer que las formaciones sociales latinoamericanas se han caracterizado por una convivencia articulada entre relaciones pre capitalistas y capitalistas. Se pasó de las sociedades comunales-tributarias a una sociedad híbrida inserta de manera dependiente en el mercado mundial capitalista3. Esto generó una super explotación de nuestros pueblos que ha sido sufrida por diversos sujetos sociales. Tanto Mariátegui como el Che señalaron la importancia de esos «otrxs» sujetos sociales de Nuestra América que constituyen aliados directos de la clase: el campesinado y el indio. En el plano subjetivo, la orientación hacia la creación del hombre y la mujer nueva no puede hacerse sin considerar esas otredades que, junto a la clase trabajadora, han movilizado procesos de transformación en esta tierra fecunda. Esa nueva subjetividad implica la conversión del yo al nosotrxs reconociéndonos sujetxs históricos fondeados en un lugar social y cultural, por lo tanto el aporte de cada unx de esxs «otrxs» sujetxs sociales es imprescindible para la construcción de otro tipo de sociedad, la sociedad socialista. Pero ¿cómo caminamos hacia allí? ¿Qué propuesta hacemos al conjunto de nuestro pueblo para que aquella idea sea tangible en el hoy? Estamos convencidxs que en nuestro presente se actualiza más que nunca la iniciativa del Frente de Liberación Nacional y Social.
Una experiencia para re-significar
Una de las referencias históricas que reivindicamos de nuestro país es la del Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS) ya que nos ha dejado algunas enseñanzas que pueden dar pistas para reinventar un proyecto político de lxs trabajadores y el pueblo. El FAS fue un boceto impulsado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) tendiente a la conformación de una organización política de masas. En su V congreso realizado en 1973, participaron unas 12.000 personas y al año siguiente en el VI, estuvieron presentes más de 25.000 militantes. Su programa y estatuto4 rezan «Deben contemplarse en él los obreros industriales, los obreros de talleres, usinas, ferrocarriles, puertos, caminos, los albañiles, los mineros, los hacheros, los choferes, los peones rurales, los trabajadores independientes, los artesanos, los pequeños comerciantes, los campesinos pobres y medios, los colonos, los aborígenes, los profesionales, los estudiantes e intelectuales progresistas, los maestros, los empleados; todos los explotados y los oprimidos, que son la base social y humana que, unida como un puño cerrado, puede alcanzar la ansiada meta de la liberación, derrotando a los explotadores u opresores». Tuvo la singular capacidad de convocar a distintos actores de nuestra sociedad provenientes de diversas corrientes ideológicas: marxistas, peronistas combativos, cristianos revolucionarios, progresistas, bajo una dirección obrera, en una perspectiva antiimperialista y con el socialismo como meta final. La unidad estaba basada en la recuperación de los distintos programas de la clase obrera que, trascendiendo el espacio sindical de reivindicación, se constituyeron en metas a alcanzar por el organismo político de masas. Así rescataron aquellas primeras consignas anarquistas, pasaron por las peronistas de Huerta Grande y La Falda, siguieron por el 1º de mayo de la CGT de Los Argentinos, continuaron por las del movimiento clasista que resurgió con el Cordobazo y se cristalizó en la experiencia de Sitrac-Sitram, para llegar a elaborar un programa propio que contemplaba las reivindicaciones y propuestas de transformación de los distintos sectores involucrados. Sus máximos dirigentes fueron sujetos de su tiempo que pudieron reflejar la voz de lxs trabajadores y el pueblo en tanto condiciones objetivas y subjetivas lxs atravesaron intrínsecamente. Así escuchamos a un Tosco que prefería honra sin sindicatos que sindicatos sin honra convocando al Che en lo esencial de su propuesta: El compromiso para la liberación, certificando su responsabilidad de clase para construir la nueva y hermosa sociedad, la sociedad socialista. Percibimos la legitimidad del dirigente Toba que agrega «Compañeros nosotros los indígenas no vamos a tranzar nunca hasta que se nos de siquiera un pedazo de nuestro terreno que fue usurpado». Sentimos al padre Ramondetti que pregona que los cristianos son discípulos de un maestro asesinado por una minoría de privilegiados entregada al imperialismo de turno «…por eso no podemos contentarnos con ser solamente antiimperialistas, tenemos que ser como cristianos, profundamente anticapitalistas…» Distinguimos a Armando Jaime que exclama que se apunta a construir un frente bajo la hegemonía de la clase obrera. Creemos en Alicia Eguren que convoca al sector revolucionario del peronismo refiriendo «No se podrá hacer la revolución sin el peronismo pero tampoco sólo con el peronismo…» Comprendemos a Salomón que llama al sector obrero a dirigir este proceso, a los estudiantes a «claseobreizarse», a los artistas a llevar adelante un arte popular, a los profesionales a ponerse a disposición de las necesidades del pueblo. La propuesta insiste en interpretar la realidad y expresar las necesidades de los sectores explotados y oprimidos para hacerlos transitar hacia «…las profundas transformaciones democráticas revolucionarias socialistas a través de las medidas transitorias que vayan señalando los cauces mismos de la lucha concreta».
Los desafíos de la construcción hoy
Mucha agua ha pasado bajo el puente desde aquel ejemplo frentista que fue el FAS. Hoy, después de la dictadura y la aplanadora que fueron los años 90, no tenemos aquellas organizaciones revolucionarias fuertes como eran el PRT y Montoneros, sino más bien una gran dispersión de pequeñas organizaciones que en este tiempo han desarrollado, en una terrible soledad, una inmensidad de tareas reivindicativas, sociales y políticas. Dichosamente, en estos últimos años se ha empezado a sentir la necesidad de dar una respuesta política a la realidad que nos toca vivir. Así es que surgen espacios como COMPA, COB- LA BRECHA, HUMAHUACA y otros, que poco a poco se van convirtiendo en la puerta de salida de la marginalidad política de una izquierda sumergida en los movimientos sociales. Estas expresiones vienen recorriendo un camino de confluencia que se inició premonitoriamente en la calle, luchando por nuestras reivindicaciones y hoy se van acercando en el espacio 20 de diciembre, lo cual puede llegar a ser un germen de ese FAS. Pero con esto no basta, falta mucho y la tarea no es pequeña. Ante nuestro renovado ¿Qué hacer? ¿Cómo? y ¿Con quiénes? las luchas que se están dando en la actualidad en Nuestramerica se convierten en faros luminosos que orientan el camino. No podemos pensar la organización de la economía en función de las necesidades del pueblo, que involucre un trabajo desalienante y liberador sin considerar ese incipiente sindicalismo clasista que desde las bases lucha contra la burocracia; No podemos apuntar a la soberanía alimentaria de nuestro pueblo promoviendo una reconexión con la tierra y su biodiversidad, sin tener en cuenta a lxs campesinos que pelean contra las multinacionales y se resisten a utilizar sus paquetes tecnológicos; No podemos diseñar modos de producción que incorporen una cosmovisión de la pachamama, sin tener en cuenta las luchas contra la megaminería, las poblaciones que se movilizan defendiéndose de las fumigaciones, lxs ecologistas que ponen la voz en alto sobre la transgenización de los alimentos, los pueblos originarios que protegen sus tierras de megaemprendimientos; No podemos potenciar una cultura del pueblo sin contar con la experiencia de miles de centros culturales que día a día se desviven por una cultura de liberación, sin incluir ese estudiantado que se ha puesto de pie asumiéndose sujeto histórico en su proceso educativo; sin convocar a intelectuales y artistas que apuestan a una socialización del arte; No podemos construir nuevas relaciones humanas sin incorporar a ese feminismo inconveniente y a las organizaciones LGTTBI que combaten el patriarcado y a los movimientos de niñxs y jóvenxs que deconstruyen el adultocentrismo.
Un Frente de Liberación Nacional y Social con meta final hacia el socialismo, que convoque a los distintxs sujetxs de nuestro pueblo con hegemonía de la clase trabajadora, que desarrolle un programa político con propuestas de transformación para los diversos sectores involucrados, que permita transitar desde las propias necesidades y realidades de lxs trabajadorxs y el pueblo hacia transformaciones democráticas revolucionarias; es una herramienta estratégica que los sectores revolucionarios tenemos pendiente. Herramienta que, junto al partido revolucionario, se retroalimentarán en el camino de hacer no solo necesario sino posible un proceso revolucionario en la Argentina.
Paola Gaitán. Miembro de la Cátedra Che Guevara Córdoba.
Notas:
1 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=129312
2 Guevara, Ernesto. Crear dos, tres… muchos Vietnam es la consigna. Obras Completas. Tomo I. Ed. Argentinas. Bs As. 1973.
3 Kohan, Néstor. «La concepción de la revolución en el Che Guevara y en el guevarismo». Cuadernillo Nº2
Cátedra Che Guevara. Colectivo AMAUTA.
4 Folletos del V y VI Congreso del FAS. Extraído del DVD interactivo que incluye la publicación de Daniel De Santis. «La historia del PRT-ERP. Por sus protagonistas» A formar filas Ed. Guevarista. Bs As 2010.
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