La huelga se inició el pasado 5 de noviembre, el primer lunes del mes. No es una acción cualquiera: es una huelga de hambre. Son siete trabajadores los que la están realizando. Es praxis obrera arriesgada. Con indignación, con mucho corazón y con cabeza desde luego. En el momento en que escribo esta nota están […]
La huelga se inició el pasado 5 de noviembre, el primer lunes del mes. No es una acción cualquiera: es una huelga de hambre.
Son siete trabajadores los que la están realizando. Es praxis obrera arriesgada. Con indignación, con mucho corazón y con cabeza desde luego.
En el momento en que escribo esta nota están en su -en nuestro si se nos permite- noveno día de huelga. Los apoyos, afortunadamente, cada día son mayores. No sólo desde ciudades y pueblos de España. No sólo desde centros de trabajos. También desde Universidades e institutos.
Mañana, el día de la huelga general, estamos convocados todos a las 11 de la mañana al lugar donde la están realizando, en la sede del comité de empresa de Telefónica de Barcelona, en calle del Marqués de Campo Sagrado. En el número 22, planta tercera.
Los motivos son conocidos: un trabajador, Marcos Andrés (también otra trabajadora de Madrid) es despedido en febrero de 2011 por bajas de enfermedad justificadas -«usted ya no es rentable», se afirma en la carta de despido-, aplicando retroactiva y anticonstitucionalmente una ley aprobada por el gobierno PSOE de aquel entonces -¡no del PP!- en
septiembre de 2010.
Una juez da la razón, en primera instancia, a la protesta del trabajador y habla de DESPIDO NULO en su sentencia. La empresa tiene que readmitirlo. Telefónica, la gran multinacional de Alierta (el amigo del Rey), Urdangarin (el yerno del Rey) et alteri, recurre, lo recurre todo. El Tribunal Superior de Justicia de Catalunya afirma también por su parte que el trabajador tiene razón, que el despido es ilegal, que no admisible, pero cambia la denominación: no es un despido nulo sino improcedente (No está demostrado dicen -¿y eso cómo se demuestra?- que sea por persecución o discriminación sindical). La empresa puede hacer entonces lo que le vine en gana: o lo readmite o lo despide con indemnización. Hace lo que le viene en gana. No hace falta indicar la decisión empresarial. Se colige con necesidad e infamia empresarial.
No ha habido forma de hablar hasta el momento con el responsable de Telefónica en Catalunya, un tal Kim Faura. El ejecutivo KM -están hechos en general de esa pasta- no se relaciona con la plebe. Recurrir al Constitucional es tiempo perdido. Nunca se han admitido a trámite casos como el que comentamos.
Finalmente: o nos aguantamos o emprendemos una acción distinta, pensaron los trabajadores telefónicos. Lo segundo les pareció más justo, más razonable, más solidario. Lo es… y no es cualquiera cosa la decisión que tomaron: ¡UNA HUELGA DE HAMBRE!
Hasta el momento, ¿hemos oído algo sobre ella en algún medio radiofónico? ¿En algún medio televisivo? ¿Hemos leído algo en algún diario en papel tipo El País, La Vanguardia, El Mundo, La Razón,…? No existe la huelga para ellos, no tiene «trascendencia» informativa. ¿Por qué? Miedo a Telefónica, temor a que la gran corporación retire su publicidad en esos medios.
Manda quien manda. ¿Está claro quien manda? ¿Dónde está entonces el derecho ciudadano a una información veraz?
¿No importa, no nos importa a todos y a todas, que siete trabajadores estén en huelga de hambre defendiendo algo tan esencial como que las empresas no puedan hacer lo que les venga en gana con sus trabajadores y trabajadoras? ¿Tiene más importancia informativa la última tontería o barbaridad de Mas o Rajoy que una acción reivindicativa de estas características?
Pero hay otras medios para difundir la información, la protesta y la indignación. También nosotros y nuestra solidaridad jugamos un papel.
El boca a boca en la red o sin red puede ayudar. Y mucho. No hace ningún daño y extiende las informaciones críticas entre los trabajadores y ciudadanos desfavorecidos que están o pueden estar interesados en ellas.
¿Nos ponemos en ello? También nosotros debemos ser agentes de la información que abona nuestra concepción del mundo y nuestras opiniones y acciones. No todo es «derecho a decidir», «España nos explota» e «interdependencia» como dice Mas el nuevo Moisés.
Por cierto, ¿el president de la Generalitat no tiene nada qué decir sobre esta agresión a trabajadores catalanes?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.