El 24 de junio de 1976, cuando tenía 4 años, Alejandro Rossi fue secuestrado junto a su madre Ramona Cristina Galíndez de Rossi (27) en las inmediaciones del Parque Sarmiento. Ambos fueron trasladados alcampo de concentración La Perla. A los pocos días, él fue restituido a su familia, mientras que Cristina permanece desaparecida. Alejandro es […]
El 24 de junio de 1976, cuando tenía 4 años, Alejandro Rossi fue secuestrado junto a su madre Ramona Cristina Galíndez de Rossi (27) en las inmediaciones del Parque Sarmiento. Ambos fueron trasladados alcampo de concentración La Perla. A los pocos días, él fue restituido a su familia, mientras que Cristina permanece desaparecida. Alejandro es querellante en la causa Romero que investiga los secuestros y asesinatos de 107 víctimas.
«Es algo que no se te borra más. De esa situación tan dolorosa recuerdo que en la zona del Dante, pararon varios autos y se bajaron unas personas. Mi mamá corrió y perdió un zueco en la barranca. Nos agarran a los dos, a ella la meten en un auto adelante. A mi me toman del abrigo que me había regalado mi abuela paterna y me introducen en otro, atrás. Los dos llorábamos, pero me preocupé por el zapato perdido y por que le saltó el botón a mi camperita».
De esta manera, Alejandro Rossi le contó a Prensared la traumática experiencia que le tocó vivir junto a su madre el 24 de junio de 1976, cuando con apenas cuatro años, ambos fueron secuestrados en las inmediaciones del Parque Sarmiento para luego ser trasladados al campo de concentración La Perla.
A los pocos días del secuestro, Alejandro fue restituido a sus familiares, pero su madre Ramona permanece desaparecida y precisamente su hijo es querellante en la «causa Romero», que investiga los secuestros y asesinatos de 107 víctimas.
Hoy, padre de familia, Alejandro es secretario gremial del Sindicato Argentino de Televisión y militante de la agrupación H.I.J.O.S.
En su relato de aquel estremecedor momento, Alejandro manifestó que se despertó en ese lugar desconocido. Preguntó donde estaba y le dijeron que en una «guardería» pero él puso en duda esa respuesta porque «no había banquitos ni mesita».
Le dieron sopa y estuvo en una oficina, dentro de la cuadra, en la zona de los baños. No sabe exactamente cuántos días permaneció hasta que se despertó en la casa de sus abuelos, en Villa El Libertador.
Hace seis años volvió a entrar al lugar ya convertido en espacio de memoria. Como si fuera ayer lo identificó. Uno de los guías le dijo que no podía ser. Luego se comprobó que era como el decía.
Cuando la abuela comenzó a preguntar dónde estaba su hija a quien apodaban Negrita fue amenazada. De inmediato, lo enviaron junto a su tía, una niña de 14 años, a la casa de unos parientes en Despeñaderos. «Mi vida fue la de un chico sin padres y nunca más se habló del tema», resumió.
Uno de los testigos, Piero Di Monti, confirmó en sede judicial la presencia del niño, hijo de Cristina Galíndez de Rossi. «Tita (Buitrago) nos contaba que había una criatura. A la madre la pusieron detrás de los biombos, pero había sido torturada; al chiquito lo llevan con los parientes, este era el único caso en el que había una criatura…»declaró. (1)
Patricia Astelarra, sobreviviente y testigo, pudo verlos en el campo de concentración y dio cuenta de la situación en sus testimonios. «Negra brava ya vas a ver», recordó que le dijo el torturador Luis Alberto Manzanelli al descubrir que en su cartera tenía un recibo de pago de alquiler y le pegó una trompada en la boca.
«Jamás olvidaré que cuando nos tuvieron en la oficina para llevarnos en el camión, la puerta se abrió un momento y pude ver a Cristina, contra la pared de un hall de ingreso junto a otros dos (cautivos). Estaba atada de pies y manos, amordazada y vendada. Intentaba gritar algo que, por la mordaza, no se entendía. Una imagen y un gemido que voy a llevar clavado en mí hasta el día que me muera», explica, Astelarra, en el libro La Perla de Ana Mariani y Alejo Gómez (2)
La espera
Cuando se hizo grande sintió la necesidad de procesar lo vivido porque además mantenía intacta la esperanza de que ella regresara. «Creo que aún no hice el duelo por la pérdida y en ese proceso encontré un lugar donde calmar mis ansiedades. Empiezo a participar en HIJOS, donde sigo con más ausencias que presencias por mi trabajo y mis responsabilidades», afirmó.
Después de las leyes de Punto final y Obediencia debida pensó que la impunidad seguiría para siempre. Pero la lucha siguió y el gobierno tomó la decisión política de hacer justicia. «Voy a estar eternamente agradecido por lo que hizo Néstor Kirchner y seguramente la historia dirá que le dio una bocanada de justicia a la patria», analizó.
El dirigente sindical quiere dejar sentado que no hubo una guerra. «Fue un genocidio que el estado llevó adelante mediante un plan sistemático de exterminio de militantes populares, no de subversivos como dicen los represores «, señaló.
Celebró la decisión del gobierno de impulsar a los derechos humanos como una política de estado. «No hablo solo de los delitos de lesa humanidad sino de los derechos a la salud, la vivienda, la educación y la inserción de todos los sectores expulsados del sistema. Es por lo que lucharon mis padres y uno tiene la obligación moral de entender este momento histórico», opinó.
Patriotas, no subversivos
Creció sin su padre que fue abatido en 1972 en Buenos Aires. Había nacido en Zárate, militaba en la Juventud Obrera Católica. En los setenta se vino a vivir a Córdoba junto al cura tercermundista Víctor Acha, en Villa Libertador. Allí la conoció a Negrita, modista y militante barrial con quien se casa. Ambos militaban en Montoneros.
Ahora, que los responsables de la desaparición de su madre serán juzgados, se siente tranquilo porque lo acompañan su familia, el colectivo Tiempo latinoamericano, con Vitín Baronetto a la cabeza, a quien sus nenas llaman Nono; sus compañeros de Hijos y del gremio.
«Mis hijas son muy chicas, preguntan y sienten que va a haber justicia por su abuela y en eso mucho tiene que ver mi compañera Sandra, un bastión que me banca y me acompaña», afirma.
«Para mí, mis padres son héroes porque lucharon pensando en los demás. De grande lo comprendí», comenta y al toque recuerda que durante la pubertad pensaba ¿Para qué me trajeron al mundo? Ahora que sus hijas le reclaman más presencia confía en que lo entiendan después. «Mis padres lucharon por una patria justa, libre y soberana. Cuando pienso en eso, se me infla el pecho de orgullo. Mis padres no eran subversivos, eran patriotas», concluye.
Se reanuda el juicio
Desde el martes y hasta el jueves se completará la última semana del año del Juicio La Perla, que tras la feria judicial se retomará en febrero de 2013. Se prevé que en este tiempo se concluya la lectura de la acusación a los imputados: policías, militares y espías, que en total suman 45.
Notas:
1- http://www.pparg.org/pparg/carceles/cordoba/cordoba_capital/…
2- La Perla, Historia y testimonios de un campo de concentración, Ana Mariani y Alejo Gómez Jacobo. Cap. Una vida de 80 mil dólares (Pag.59) Editorial Aguilar, 2012.
Fuente: http://www.prensared.org/10090/mis-padres-lucharon-por-una-patria-justa-libre-y-soberana