M.H.: Nos referíamos al aniversario del nacimiento de Güemes, caudillo salteño, en relación a la situación que se está viviendo de la muerte de niños de la comunidad Wichi. ¿Qué vinculación tiene la muerte de estos niños con las casi 80.000 hectáreas de bosques desmontados en Salta en los últimos 4 años?
E.B.: Gran parte de la zona desmontada era territorio Wichi que fueron desplazados por hacendados. Detrás de esto hay un tema, la Argentina nunca tuvo una política para las comunidades indígenas. Desde los discursos la “Argentina no necesita de los indios” hasta Sáenz Peña, que fue el único que planteó una integración de los indios porque los necesitaba como mano de obra barata para los obrajes del norte. De modo que esta no es la causa. La desforestación y el desplazamiento de sus tierras ancestrales obviamente es una causa, pero no es la primera. La primera causa es la Argentina actuando siempre como un país blanco al que le molestan los indios. Entonces si molestan hay que esconderlos, ponerlos debajo de la alfombra, dejarlos morir de hambre. Hacer cualquier cosa. Y verlo dentro de ese marco histórico de la deuda que la Argentina tiene con sus pueblos originarios que es más importante que la deuda con el FMI, por supuesto.
M.H.: Leyendo días pasados declaraciones de Medardo Ávila Vázquez, pediatra y coordinador de la Red Universitaria de Ambiente y Salud, sostenía que lo único que hizo el Estado era fomentar el agronegocio y dice “los indios son un problema, una carga por eso quieren que se vayan para la ciudad. Pero estos indios (refiriéndose a los Wichi) no se van. A diferencia de otras culturas más avanzadas de pueblos originarios estos nativos del monte tienden a quedarse esperanzados de volver a conseguir un espacio donde puedan vivir”.
E.B.: Hay un escritor brasileño, Ailton Krenak, que es indígena que plantea que frente a la noción de ciudadanía hay que hablar de la noción de florestanía, floresta es selva en portugués, y que los hombres y los pueblos que tienen la noción de florestanía piensan que el mundo no tiene por qué ser una masa de cemento sino que tienen una relación completamente distinta con su entorno y entre sí y que hay que respetar esa florestanía así como uno plantea respetar la ciudadanía. Creo que es una idea interesante como para empezar a hablar de esto.
El sistema del agro negocio no soporta la ciencia
M.H.: Yo estaba recomendando ir a ver el documental sobre Andrés Carrasco “Ciencia Disruptiva”. ¿Qué reflexión le merece una personalidad como la de Andrés Carrasco?
E.B.: Básicamente Carrasco ha sido un hombre y un científico íntegro, honesto. Como cualquier científico formado en nuestro sistema académico fue a buscar datos y los encontró. Los datos que Carrasco encontró evidenciaban que el glifosato, el plaguicida más usado en el país, provocaba nacimientos deformes en embriones de distintos animales acuáticos.
El CONICET, las Universidades, el Ministerio de Ciencia y Tecnología se escandalizaron, lo censuraron, le prohibieron publicar, lo echaron de todos lados. Carrasco lo único que hizo fue hacer experimentos científicos y mostrar los resultados. Esto nos lleva a que el sistema del agro negocio no soporta la ciencia, porque está basado en una publicidad que habla de ciencia pero una vez que alguien hace ciencia de verdad se les cae la careta.
M.H.: En más de una oportunidad hemos hablado sobre el glifosato, hoy lo volvemos a hacer en relación al Dr. Carrasco. Pero me veo en la obligación de profundizar la información y he descubierto que hay un plaguicida mucho más peligroso que el glifosato que es el clorpirifos.
E.B.: Claro, el clorpirifos es un insecticida, el glisfosato es un herbicida. Los herbicidas matan plantas y los insecticidas matan insectos, como nosotros estamos mucho más cerca de un insecto que de una planta, un insecticida es mucho más peligroso para nosotros que un plaguicida.
M.H.: Insecticida que ha sido prohibido en EE UU y creo que en enero ya fue prohibido en Europa.
E.B.: Está en marcha la prohibición en la Comunidad Europea, si el lobby de las empresas no consigue postergarlo un poco. Pero hay una conciencia pública en los países del norte de que no hay por qué utilizar una sustancia que hace daño.
El Clorpirifos destruye el sistema nervioso de los insectos y aunque la apariencia nuestra sea muy distinta a la de los insectos, por suerte, los mecanismos fisiológicos no son tan distintos. Entonces el Clorpirifos es neurotóxico también para los seres humanos. Lo que se ha notado son problemas en el desarrollo mental y motriz de niños afectados por el clorpirifos, inclusive afectados en el vientre materno y en adultos también, problemas de distintos tipo de daño neurológico y muscular en el sentido de problemas en la movilidad muscular provocadas por afectación de los nervios que mueven esos músculos. De modo que no hay razones para seguir con un producto que solo le sirve al vendedor.
M.H.: ¿Cómo se explica entonces que en la campaña sojera bonaerense se apliquen 6 millones de litros al año?
E.B.: Se explica porque a nosotros nos preocupa si los plaguicidas matan gente, a los insectos no les preocupa en absoluto que los plaguicidas maten a sus congéneres. Lo que hacen los insectos es crear una nueva generación de insectos resistentes al clorpirifos, cómo reacciona la industria, les echa el doble de clorpirifos, se mueren casi todos, pero quedan algunos que desarrollan más resistencia, entonces al año siguiente le echan cuatro veces más. Es un círculo vicioso. Cada vez se utilizan más sustancias tóxicas y hay más riesgo sobre las personas y ni qué hablar sobre los ecosistemas.
M.H.: Fue el insecticida más utilizado en el año 2017, se importaron más de 270 millones de kg.
E.B.: En EE UU hasta hace muy poco, principios del Siglo XXI, se permitía que se utilizara en los domicilios y luego fue prohibido.
M.H.: Para matar cucarachas.
E.B.: Para matar cucarachas lo mejor es la zapatilla. Pero el problema es poner en el interior de un domicilio sustancias que están evaporando continuamente compuestos neurotóxicos. Es absolutamente criminal.
Necesitamos es una política pública de aprobación o rechazo de sustancias químicas
M.H.: Las consecuencias de la exposición a este neurotóxico: ataca al sistema nervioso provocando desde incordinación motora hasta muerte por asfixia, también puede causar retraso en la maduración embrionaria, deterioro del crecimiento y la reproducción, cambios comportamentales y neurológicos, deformidades y mortalidad a largo plazo. Es considerado además un peligroso cancerígeno porque genera daños a nivel del ADN. ¿Qué hacemos con esto?
E.B.: Obviamente hay que sacarlo del medio. Pero además no hay que caer en la trampa de las empresas de discutir producto por producto. Hay miles de sustancias tóxicas que nos han metido en todas partes, en el agro, en cosméticos, en alimentos, limpiadores, en la cubierta de los televisores, en todas partes. Entonces lo que necesitamos es una política pública de aprobación o rechazo de sustancias químicas.
En el caso de los plaguicidas, la manera de aprobación es así: la empresa presenta una carpeta en la que da su versión de los hechos, obviamente que es una maravilla, que no produce daño a la gente, que la toxicidad es mínima, etc. Y lo sustenta en una serie de trabajos que cita los títulos pero no los presenta porque dice que son confidenciales, propiedad intelectual de la empresa y no se pueden mostrar. Entonces el Ministerio de Agricultura de cualquier gobierno aprueba esos plaguicidas no solo por lo que dice la empresa, sino por trabajos pretendidamente científicos que la empresa no muestra y que no están publicados.
Necesitamos que el sistema científico público, que el INTA, el INTI, las Universidades, hagan un control de las calidad de los productos químicos antes de que se manden al mercado. Y la discusión es porque significa un lucro cesante para las empresas, pero lo contrario es un daño o un riesgo de daño sobre la salud de la gente si admitimos que se sigan utilizando esas sustancias que no sabemos qué efecto tienen sobre la salud de la gente. Esperamos a sumar casos de cáncer para luego sacarlo.
M.H.: Dentro de las cosas que leí sobre el tema también encontré que hay una científica de la Universidad de Hurlingham, Melina Álvarez, Dra. en Biología, que dice “no puede ser que estemos comiendo constantemente residuos de agrotóxico, hay que cambiar la matriz productiva, gastamos millones en tratamientos oncológicos, porque los pool de siembra aplican lo que quieren sin control”.
E.B.: El INTA hizo una cantidad de ensayos de agroecología en distintos campos experimentales y comparó los rendimientos de estos, con los rendimientos de los pool de siembra del modelo de las grandes empresas y llegó a la conclusión de que los rendimientos agrícolas eran muy parecidos en toneladas por hectárea, pero que el costo de producción era mucho menor por el enorme costo de los plaguicidas, entonces era más rentable no usar plaguicidas que sí usarlos. Esto por supuesto no aparece en los suplementos rurales de los grandes diarios ni en el Canal rural.
M.H.: Esto lo conversamos en el programa anterior y publicamos la nota de la entrevista, y me sorprendió porque la leyó muchísima gente. En una de las páginas que se publicó tiene alrededor de 900 me gusta. Yo me tomé el atrevimiento de titularla haciendo referencia al menor costo que tienen los cultivos sin la aplicación de tóxicos. Pero pasan situaciones como en la localidad de Sastre, en la Provincia de Santa Fe, de 6.000 habitantes donde han logrado un triunfo en la pelea judicial en contra de los pesticidas y en defensa de su salud, que significa limitar el uso terrestre de agroquímicos a una distancia de 800 metros de los límites urbanos. Porque los llenaban de agrotóxicos. Los vecinos cuentan que les dicen a los empleadores que los echen de sus trabajos, boicotean sus negocios, han perdido amigos, se han roto familias, porque los productores no quieren ver alternativas para dejar de envenenarlos y envenenarse. En la zona todos tienen un familiar muerto de cáncer.
E.B.: Siempre, desde que se inventó el capitalismo, las empresas manejaron grupos de choque, mafiosos, pistoleros que intimidaban a la gente, forma parte del modo de producción capitalista. Al Capone duró tanto justamente porque financiaba rompehuelgas, entonces se podía tolerar que extorsionara a las barberías de Chicago y estuviera en el negocio del licor clandestino, mientras ayudara a las empresas a romper las huelgas. De modo que conductas mafiosas es lo previsible. En todo caso hay que trabajar sobre la conciencia pública diciendo que no todos son buenos, que no todo el mundo actúa de buena fe y que este sistema capitalista necesita de conductas mafiosas. Es el último argumento, cuando se acaba todo lo demás.