Alberto Fernández cumplió su primer año de gobierno habiendo liderado un desafío inédito y otro que estaba en agenda, bajo el acoso permanente de una derecha que no se ha resignado a perder el poder político y trata por todos los medios de precipitar el caos para destituirlo. La incapacidad para lograr sus objetivos los está dividiendo. Los cambios regionales apuntalan la consolidación de la alternativa progresista en Argentina.
Renegociar las deudas externa e interna en virtual default era el primer gran desafío trazado para la gestión del gobierno del Frente de Todos. Una condición necesaria pero no suficiente para encarar la esperada reactivación económica después de la pandemia macrista y su secuela de feroz industricidio y empobrecimiento colectivo.
Pero, sobre llovido, mojado. Apenas días después de haber asumido y mientras el equipo de salud se dedicaba a conjurar una revivida epidemia de sarampión producto de la desidia vacunatoria de la anterior gestión, la noticia de la nueva pandemia puso en estado de alerta y movilización a todos los recursos del estado nacional, para tratar de conjurar una posible avalancha de muertes que desbordase el sistema sanitario nacional; desborde que no ocurrió.
Ese fue el primer gran objetivo logrado, más allá de que con el correr de los meses la percepción colectiva fuese virando del miedo a morir a causa del coronavirus a la preocupación por sobrevivir en el día a día. En un tiempo record se puso en marcha la producción nacional de casi todos los insumos médicos requeridos para afrontar la pandemia, desde respiradores hasta equipos de protección personal, mientras se importaba lo requerido para solventar los faltantes.
Si la pandemia tuvo un lado positivo fue poner en evidencia las fortalezas nacionales en investigación científica y en producción de insumos para la atención de la salud. La calidad profesional y humana de nuestros trabajadores de la salud se descontaba, no que tuviésemos capacidad de autoabastecernos de casi todo lo requerido en la emergencia. Y con desarrollos propios en muchos casos.
Con ampliación de la escala de elaboración, reconversión de actividades existentes o inicio de nuevas, en seis meses el país logró fabricar 67 productos considerados esenciales por nuestras autoridades sanitarias. Y esa producción local satisface el 90 % de la demanda. Esto se logró con una fuerte articulación público – privada y la movilización de muchos recursos del Estado. El camino está ahora abierto para su desarrollo futuro como resultado virtuoso de la emergencia. Se trata de sostenerlo y ampliarlo en el tiempo con un plan de expansión de mediano y largo plazo.
Sin embargo, no se pudo impedir la difusión del virus en todo el territorio nacional. Ello fue por varias razones. Entre ellas el sabotaje activo de la derecha a las medidas de cuidado colectivo. No ocurrió sólo entre nosotros, sino en todo el mundo llamado occidental. La apuesta al caos, sanitario en este caso, es una estrategia extrema a la que están recurriendo de modo asiduo como forma de preservar sus privilegios.
También dijimos que muchos tuvieron que salir a trabajar para sobrevivir. Pero además, al inicio de la cuarentena nos preguntábamos cuánto podíamos contenernos los argentinos tan pasionales de besarnos, abrazarnos, de compartir una comida con parientes y amigos. Duró lo que se pudo. El desborde del funeral de Maradona mostró los límites de nuestras posibilidades emocionales. En una cultura en la que la trasgresión es la norma, mostramos colectivamente una disciplina extraordinaria.
Ayudó a eso la decisión política de Alberto Fernández de mostrar una actitud compartida entre los gobiernos de los diferentes signos ante la adversidad. La consulta permanente y la articulación real trasmitieron el concepto de que todos debían arremangarse y tirar para el mismo lado frente a este infortunio. El pronto inicio de un operativo masivo de vacunación vuelve a mostrar al gobierno nacional liderando de modo confiable la crisis y permite cierto pronóstico optimista de que sea posible evitar una segunda oleada de contagios.
Las deudas de Macri
Del mismo modo que el poder económico y la derecha macrista sabotearon las medidas de resguardo sanitario, trataron por todos los medios de hacer fracasar la renegociación de la deuda externa con los acreedores privados. Sin embargo, no pudieron. Este gran logro de la conducción económica nacional, se fue dando en paralelo a la resistencia exitosa hasta al momento a una persistente corrida especulativa contra el peso, promovida por los mismos intereses. Entre tanto se reprogramó la deuda en pesos que había defaulteado el macrismo en su última etapa.
La otra deuda gigantesca del macrismo, la del hambre y la pobreza de enormes sectores de nuestro pueblo, se comenzó a contener desde el primer día de la gestión. Más de un millón y medio de grupos familiares con tarjetas Alimentar, la expansión del número de beneficiarios de la AHU, los tres IFE para 9 millones de personas, los ATP destinados a sostener puestos de trabajo en medio de la crisis, hicieron en conjunto un formidable dispositivo de contención social, insuficiente por la magnitud de los problemas, pero extraordinario para las capacidades heredadas del estado nacional.
Ese esfuerzo se erosiona con una escalada de precios en los productos de la canasta alimentaria familiar que muestra la voracidad de los grupos monopólicos que controlan la producción de alimentos, insensibles al drama social que padecemos. Es un accionar propio de la guerra de clases que libran contra el conjunto del pueblo. El gobierno debe tomar nota de que la misma legitimidad de la democracia está en juego, cuando se torna insostenible la supervivencia.
Nuestra historia tiene la marca de la protección social en torno del empleo formal. Recuperarlo con la reactivación buscada, no resolverá en lo inmediato las carencias de muchos porque la crisis también acentuó la informalidad laboral. Por largo tiempo tendrán que acompañarse las diferentes estrategias de efectivización de derechos sociales, que despectivamente la derecha descalifica llamando a sus titulares “planeros”, con la generación de empleos.
Halcones y palomas
La desgraciada opinión de Soledad Acuña sobre los docentes mostró que la fractura supuesta entre halcones y palomas en el PRO tiene mucho de operación publicitaria. Precisamente la que necesita el alcalde porteño para intentar conformar una alternativa electoral competitiva de cara a las elecciones nacionales del año próximo y, luego, en las presidenciales de 2023.
Acuña fue respaldada por Macri y Bullrich, pero también por Larreta, en cuyo equipo de gobierno permanece. Además su pensamiento fue congruente con otras expresiones de referentes del PRO, tanto supuestos halcones como supuestas palomas. Además de Macri, que no tuvo la suerte de “caer en la escuela pública”, Vidal estaba segura de que los “pobres no van a la Universidad” y pretendió reemplazar docentes en huelga con activistas voluntarios para sabotear su lucha. El desprecio que sienten es doble. Por la educación pública y por la militancia gremial docente que la ha defendido ante cada ofensiva neoliberal padecida desde la dictadura genocida.
El tema puede parecer secundario en un momento que hay muchas urgencias, empezando por la crisis sanitaria que todavía atravesamos y la económica que parece empezar a resolverse. Sin embargo es crucial para pensar el país que necesitamos construir para alcanzar desarrollo e inclusión social. Por eso interesa cómo se han partido las aguas en Juntos por el Cambio.
Si el PRO cerró filas detrás de Acuña, sin distinción de bandos supuestos, los otros socios no hicieron lo propio. Pocas adhesiones públicas se conocieron desde el radicalismo y algunas más desde la fuerza de Carrió. ¿Una golondrina no hace verano? Es cierto. Dos pueden anticipar una tendencia. El impuesto extraordinario a las grandes fortunas sumó los votos del radicalismo jujeño. ¿Se seguirán viendo gestos en ese sentido? La puesta en marcha del Consejo Regional del Norte Grande en Chaco podría ser otro.
Del mismo modo, la sobreactuada victimización del Jefe de Gobierno porteño ante el ajuste de los aportes nacionales extraordinarios a lo estrictamente necesario para financiar la policía transferida, lo fortaleció en el PRO pero desnudó el creciente divorcio que tienen con la UCR. Los gobernadores radicales firmaron con el gobierno nacional el nuevo pacto fiscal, dejando en soledad a la Ciudad Autónoma en sus reclamos de fondos.
La búsqueda de consensos
Cuando Cristina en su carta famosa volvió a señalar la necesidad de un acuerdo nacional para escapar de la trampa del bimonetarismo, lanzó en los hechos una invitación al diálogo político. Un ejercicio que demanda la actividad de los partidos, más allá de la agenda parlamentaria y de las responsabilidades de gobierno. Ese problema que ella señaló como pertinaz obstáculo a la gestión de nuestros asuntos y que, en sus palabras, “no es de izquierda ni de derecha”, requiere de consensos mucho más amplios que los demandados por una coalición de gobierno y que se expresen en todo el cuerpo social.
Hay muchos temas semejantes en la agenda de las fuerzas democráticas, por eso varios están expresados en la letra constitucional, como la llamada “cláusula del progreso”. Se han forjado a lo largo del siglo XX y deben reactualizarse a la luz de las exigencias actuales. Desde la ampliación del derecho al voto, hasta la reducción progresiva de las desigualdades, el rol rector del estado en la economía y la necesidad de asegurar la soberanía nacional, entre otros tantos. Por caso, ¿quién puede negar la importancia de la seguridad ciudadana?
Superada la etapa más ardua de la pandemia, el gobierno retomará su agenda y lanzará el demorado consejo económico social para proyectar la hoja de ruta de la superación de la doble crisis padecida. Los sectores sindicales y sociales se han esforzado en recuperar el debate programático y han acercado propuestas de reinvención de la Argentina productiva. Todo eso por supuesto y otras muchas iniciativas, suman en dirección de dejar la grieta de lado sin olvidar las diferencias. Pero en una sociedad democrática, son los partidos los que deben tomar la palabra en última instancia.
Por eso el episodio de Acuña importa. No por lo que se dijo, sino por los que callaron, que fueron la mayoría de los dirigentes radicales. El ataque a la educación pública no forma parte de su historia. Por supuesto, se requiere de más para desbloquear una coalición que todavía se percibe con potencial ganador. Pero cuando el valor de sus acciones empiece a caer, es probable que muchos se apresuren a vender su cuota parte. Sobre todo si eso permite recuperar protagonismo e identidad.
Las diferencias en el Frente de Todos
Toda coalición supone diferencias. También las hay en el oficialismo. La actitud ante el poder judicial, mediático y económico que opera sistemáticamente para sabotear el proceso de recuperación popular, divide aguas en el Frente de Todos. Muchos esperaban una conducta en espejo con la del macrismo que “opere” sobre el Poder Judicial a favor de las posturas propias. Olvidan que así serían tan ilegítimas como las de la “mesa judicial” famosa. La confirmación vergonzosa de la condena a Boudou realizada por la Corte Suprema tiene en ese contexto casi el carácter de una provocación intencional. No caer en ella no puede ser sinónimo de quedarse de brazos cruzados.
De igual modo, la renuncia a tener una política de medios y comunicacional activa, deja al gobierno a merced de los monopolios mediáticos, convertidos en la conducción política de la fracción más recalcitrante de la derecha. ¿Cómo sortear ese obstáculo sin quebrantar las reglas republicanas? Ese es un dilema que no tiene clara respuesta en el oficialismo por el momento.
Más allá de estilos de personalidad diferentes, que la misma Cristina enumeró en su carta, la ilusión de convencer al poder económico de actuar en beneficio colectivo y de un capitalismo moderno es un espejismo peligroso como lo evidenció la violenta reacción desatada en el caso Vicentín. El rechazo del poder económico no fue por el rescate estatal de una empresa quebrada, sino por la amenaza de poner la lupa sobre los negociados ilegales que se realizan con el comercio exterior, una de las fuentes de la fuga continua de capitales que padece el país. Muchos quedaron desilusionados en la base del Frente de Todos con la reacción del gobierno, que se confesó impotente para enfrentar a esos poderes que socaban la posibilidad de una democracia viable en nuestro país. ¿Si no puede con ellos, qué expectativa de transformación puede abrigarse?
Un vecindario más habitable
Fernández se anotó un logro personal con el retorno del MAS al gobierno en Bolivia. Su defensa de la integridad personal de Evo Morales y Álvaro García Linera, y el asilo otorgado a ellos y demás dirigentes del MAS en nuestro país, estuvo en línea con las mejores tradiciones nacionales y con la necesaria solidaridad activa entre los pueblos de nuestra América. Pero además rápidamente le proveyó un aliado en una región en la que nos encontrábamos bastantes solos, aunque soplen nuevamente vientos de cambio que la recorren de sur a norte.
La diferente percepción respecto de la actitud ante Venezuela y su proceso político también ha exhibido grietas en el Frente. Pero en lo sustancial no hay debate. El derecho de los venezolanos a decidir sin intromisiones externas sus propios asuntos es un punto de acuerdo, que gravita para refrenar la ofensiva golpista que todavía promueve el agónico trumpismo norteamericano. Con Biden cambiarán los modos, pero no el objetivo de reasegurar el control del hemisferio en la disputa estratégica con China.
Fernández ha mostrado su decisión de no dejarse entrampar en un falso dilema para los intereses nacionales. Argentina debe procurar relaciones de beneficio mutuo y respeto tanto con China como con Estados Unidos. No es más que una actualización de la doctrina de la tercera posición, a tono con los tiempos que corren. La cercanía política con los gobiernos europeos y la estratégica colaboración del Papa Francisco a la distancia, le dan densidad a esa apuesta, finalmente también necesaria para cerrar una reprogramación de la deuda con el FMI y el Club de Paris, que sea acorde con las necesidades de retomar un sendero de crecimiento económico con inclusión social, como lo formuló en su momento Néstor Kirchner. Retomar su legado se vuelve impostergable.
Gerardo Codina. Psicólogo. Instituto del Mundo del Trabajo Julio Godio – UNTref. Ex Secretario General de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA), Miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.
Fuente: https://www.tesis11.org.ar/1-ano-del-gobierno-balances-en-debate/