Ante la crisis del llamado “Vacunatorio Vip”, la Liga Argentina por los Derechos Humanos declara que un derecho que es para pocos no es un derecho, sino un privilegio. Repudiamos todo privilegio basado en el poder económico, nacional, político o de género.
Ante el estallido del escándalo denominado “Vacunatorio Vip” corresponde, como organismo de derechos humanos que somos, con más de ochenta años de lucha inclaudicable contra todas las formas de violación a los derechos humanos, repudiar con toda la fuerza el aprovechamiento de relaciones personales, institucionales, sociales, económicas o políticas para recibir –por fuera de las disposiciones gubernamentales que fijaron una secuencia de prioridades- la vacuna contra el Covid 19. Esta enfermedad ya ocasionó más de 51 mil muertos y más de 2 millones de infectados.
Poniendo en relación, al día de hoy, los muertos/millón son 1.132; más que los treinta mil de la dictadura (sobre unos 27 millones de habitantes, unos 900 por millón). Para repudiar tales prácticas corresponde contextualizarlas, desde la perspectiva de nuestro pensamiento humanista: La decisión de quienes facilitaron la vacunación y de quienes la pidieron, la aceptaron o decidieron aprovechar “la oportunidad”, expresa un quiebre cultural, una derrota del ideario colectivo construido a través de más de un siglo de luchas populares. Rechazamos toda idea individualista de “sálvese quien pueda”. O nos salvamos juntos o no se salvará nadie. Es importante denaturalizar las prácticas clientelistas, la política basado en “favores” y “privilegios” para algunos, no solo para los grupos económicos que lo logran en base a su poder monopólico (Macri, Vicentin, Molinos Río de la Plata, Ledesma, etc.) y de las que muchas veces son parte algunos sectores provenientes de organizaciones sociales, barriales o sindicales.
Desnaturalizarlas para criticarlas cuando suceden, pero también para reconocer a la inmensa mayoría de los y las militantes y organizaciones populares que ejercen la solidaridad en cada una de sus acciones, que se pusieron al hombro la difícil situación sanitaría y económica de nuestro pueblo y que hoy garantizar en gran medida el éxito de la campaña de vacunación. La autonomía que reclamamos no es un lujo exótico, sino una imperiosa necesidad para un pueblo que solo con autonomía organizativa, cultural y política podrá superar los desafíos de romper el espinazo a un modelo de dominación colonial, que ha mostrado capacidad de supervivencia más allá de las derrotas electorales. La soberbia mostrada con el episodio de la vacunación muestra un elitismo que hay que enfrentar con más y mejor democracia: ¿Por qué no hay Comisiones Populares para enfrentar la Crisis Humanitaria originada en el Macrismo y la Pandemia? ¿Por qué la democracia sigue siendo tan estrechamente liberal que solo concibe el ser humano – urna y no al pueblo organizado para enfrentar los desafíos que la historia le ofrece?
Solo el pueblo salvará al pueblo, sigue siendo la divisa política más genuina de la tradición de luchas revolucionarias desde San Martín y Belgrano. La supervivencia obscena del Lawfare, la continuidad de una matriz distributiva de la riqueza que condena a los pobres a ser más pobres cada día y más lejos del acceso universal, garantizado de los derechos inscriptos en las leyes y la Constitución Nacional, la persistencia (aumentada en algunas provincias) de la violencia policial y de los crímenes contra las mujeres por su condición de género, el dominio casi absoluto de las derechas de los medios de comunicación conforman un cuadro que sin dudas continúan la negación del Estado de Derecho que perpetraron Macri y sus secuaces. La crisis de confianza provocada por el “Vacunatorio Vip” exige un debate que vaya más allá del hecho coyuntural que no es otra cosa que una muestra descarnada de cuánto nos falta aún para derrocar al neoliberalismo.
Como dijimos no hace tanto, no alcanza con ganarle a Macri, hay que ganarle al macrismo. Y para eso, debemos garantizar no solamente la eliminación de los privilegios en la distribución de vacunas, sino que es inmediato e imprescindible discutir una reforma judicial, que termine con el Lawfare, así como sobre la necesaria nueva Constitución Nacional, que configure el modelo de país hacia el cual dirigir los esfuerzos populares en los próximos años. Es necesario tener un horizonte nuevo, que no sea la gastada promesa de “culminar el tránsito a la democracia” que ya lleva 38 años de esperanzas y frustraciones. Como organismo de derechos humanos elegimos siempre estar al lado del pueblo, viviendo como él y sin aceptar el más mínimo privilegio. Nos sentimos parte del movimiento popular y a sus derechos y necesidades nos debemos. Nada más y nada menos.