A 10 años de la desaparición del peón rural Daniel Solano.
***
M.H: Diez años de la desaparición de Daniel Solano, un tema que te toca muy de cerca.
V.Z.L.: Así es. Tengo un recuerdo y un dolor en la medida de que la situación no pudo esclarecerse por más que las pruebas son abundantes que fue la policía de la provincia de Río Negro quien lo secuestró y seguramente lo asesinó.
Me comprometí mucho en esa situación, como son a veces las cuestiones también del destino porque yo estaba en la provincia, recorriéndola a partir de una invitación del sindicato de docentes, UNTER, capacitando en Derechos Humanos y justo había estado en Choele-Choel cuando nos enteramos de las primeras gestiones que los trabajadores estaban haciendo sin ninguna repercusión.
Me fui a Choele-Choel y con la ayuda del sindicato de docentes organicé la primera marcha que se hizo pidiendo por la aparición de Daniel Solano. Luego llegaron el papá y dos hermanitas muy jovencitas que armaron en el medio de la plaza pública con nylon negro y unas maderas una precaria piecita a pesar del frio, no era pleno invierno pero ya en esa zona en el otoño hace frío, y allí estaba ese padre sin saber qué hacer contando con el apoyo de un joven sacerdote de la parroquia.
Recuerdo que hicimos lo más que pudimos en esa situación que a la vez, si se me permite decirlo, me trajo como una angustia mayor porque la desaparición de Daniel se da en el mismo lugar donde nació y se crió Rodolfo Walsh porque su padre era el encargado de ese establecimiento de frutas, de esa plantación de manzanas.
Cuando llego ahí me fue muy difícil ingresar porque la empresa responsable de la situación no dejaba entrar pero pude hablar con el ministro de Derechos Humanos de la provincia y me hizo una cita con el gobernador.
Recuerdo que la hija de Rodolfo Walsh y Osvaldo Bayer habían querido entrar el año anterior y la empresa de capitales belgas les había prohibido la entrada. Como la situación ahora estaba más alborotada por la denuncia, el gobernador y el ministro de Derechos Humanos de la provincia me permitieron entrar y pude hablar con los compañeros de trabajo de Daniel Solano.
La situación era muy dolorosa porque allí donde había pasado la infancia Walsh, desaparecido durante la última dictadura cívico militar, ahora, a menos de cien metros, dentro de esa finca gigante, había desaparecido un trabajador muy humilde de los pueblos originarios de la cultura Qom que todos los años los traen con unos ómnibus viejos todos destartalados o con camiones desde Salta hasta Río Negro para recoger manzanas y trabajar un poco en la construcción de los cajones donde empacan las frutas.
Toda esa situación, después las denuncias, las búsquedas, todo lo que se hizo y el convencimiento absoluto de que lo secuestró la policía, que lo mató y sin duda está enterrado debajo de la comisaría misma y que a pesar de todo lo que se intentó, el juez no dio la orden, porque la única forma de saberlo era demoler la comisaría de Choele-Choel y el juez insistió que había que tener más pruebas para hacer semejante acto en el lugar.
Más pruebas no había, solo que lo habían visto de noche con otros compañeros, que había discutido con la policía y que la policía los había golpeado, que algunos se fueron, que él se quedó y nunca más lo volvieron a ver.
Pero también recuerdo y fue muy importante el hecho, escribí en la época y hablé por la radio todo lo que humanamente pude, y tal vez la tragedia se acentuó y lo tenían ya marcado porque Daniel había completado la escuela secundaria, sabía leer, escribir, sumar, restar. ¿A dónde voy con eso? Es que precisamente la liquidación de los salarios eran prácticamente estafas que le hacían los dueños de los frutales de la empresa a sus trabajadores. Y que en la medida que cuando él llega y ve cuánto les liquidan como antiguamente se hacía, parte le pagaban, pero la mayor parte eran vales para un supermercado que estaba adentro del propio establecimiento, hacían compras que pude comprobar eran 100 % más caras que en cualquier otro establecimiento del lugar, con esa antigua costumbre de expoliación de los trabajadores que las patronales en el campo siempre han estado haciendo como una marca de identidad, de avaricia, de maldad.
Daniel protestaba porque sabía leer, escribir, sumar y restar, sin gritos pero con constancia, que a él y a los demás trabajadores los estaban robando y es en esa circunstancia que el sábado quieren un poco de diversión, como todo trabajador, toman algunas copas, la policía que tenía como un retén dentro del propio establecimiento viene a decir basta de gritos, basta de fiesta que es un sitio de trabajo.
Era un sitio de trabajo pero era un lugar donde ellos vivían asignados. Ahí viene toda la pelea con la policía, nada grave en principio, los disuelven y todos se van, pero Daniel se fue para la muerte y el tormento porque nunca más apareció.
Eso es más o menos, a boca de jarro, los recuerdos que me vienen y la tristeza que también me viene porque otra vez más, como en las películas, ganan los malos.
M.H: Quiero preguntarte a vos, “Pepino” Fernández, ¿qué podés comentar sobre la desaparición de Daniel Solano?
P.F: Bueno esto pasa constantemente en el norte para diferentes cosechas, van comunidades indígenas, como este muchacho que era de Charenta un lugar que está en Tartagal, en la provincia de Salta, y así pasa en todos lados. Hay gente que no vuelve al pueblo, originarios que no vuelven. Estos muchachos eran trabajadores golondrinas y después se insertaron en la UTD de Mosconi.
Cerca de 50 testigos viajaron a Choele-Choel para declarar sobre el momento de la fiesta como dice Vicente Zito Lema. Incluso han llevado un equipo de perforación para tratar de ver en las profundidades qué había en los pozos porque posiblemente su cuerpo estaba ahí. Pero esto pasa con muchos muchachos que se van de diferentes lugares tanto de Salta como de Jujuy.
Más allá que son explotados, actualmente siguen siendo explotados, no tienen un régimen de trabajo, no les pagan las obras sociales ni nada. Estos muchachos declararon todo eso que dice Vicente.
V.Z: Lo escucho a “Pepino”, un valeroso referente de la lucha y también nombro, que me parece muy justo, al Dr. Heredia con quien también colaboré, hizo un trabajo abnegado enfrentando a esos jueces sin cobrar nada, viajando él mismo desde Salta para ayudar a la familia y merece el reconocimiento y el recuerdo. También hizo un documental que se estrenó, donde yo estuve con él, en la sede de ATE Capital con el apoyo del sindicato y la secretaría de Derechos Humanos de ATE.
También los docentes de UNTER colaboraron mucho, me ayudaron a mí para poder quedarme en aquellos días para que pudiera colaborar. Y tengo ahora que los recuerdos van llegando, pareciera una novela, un guión, esa noche de lluvia y el papá de Daniel y sus hermanitas muy jóvenes que apenas hablaban en un gran silencio y bajo la lluvia en la plaza firmes y hablando con el padre dijo: ‘yo ya no quiero nada, solo quiero que me den el cuerpo de mi hijo para enterrarlo en Salta’.
No quería ni castigo ni nada se conformaba nada más con eso. Cuando me lo dijo recuerdo que me emocioné mucho, el dolor de ese hombre parco, silencioso allí en el medio de la lluvia apenas cobijándose con unas bolsas de nylon negro.
Así como los docentes se comprometieron, también es cierto que mucha gente de Choele-Choel que está ligada a esa gran empresa de frutas cuando nos movimos para tratar de conseguir apoyo la verdad que no fue tanto el apoyo.
La realidad es que muchas luchas de los Derechos Humanos se pierden precisamente porque no todos colaboran en la medida que deberían hacerlo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.