El acuerdo del FMI con el gobierno de Alberto Fernández es exactamente igual a otros acuerdos que el FMI ha hecho con países debilitados.
A principios de marzo, el gobierno de Argentina llegó a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por 45.000 millones de dólares para apuntalar sus tambaleantes finanzas. Este acuerdo estaba motivado por la necesidad del gobierno de pagar una cuota de 2.800 millones de dólares de un préstamo stand-by del FMI de 57.000 millones de dólares contratado en el mandato del ex presidente Mauricio Macri en 2018. Este préstamo —el mayor de la historia de la institución financiera— agudizó las divisiones en la sociedad argentina. Al año siguiente, el gobierno de Macri fue derrocado en las elecciones por la coalición de centro-izquierda Frente de Todos, que hizo campaña con un fuerte programa contra la austeridad y el FMI.
Cuando el presidente Alberto Fernández asumió el cargo en diciembre de 2019, rechazó el último tramo de 13.000 millones de dólares del paquete de préstamos del FMI, una medida aplaudida por amplios sectores de la sociedad argentina. Al año siguiente, el gobierno de Fernández logró reestructurar la deuda de 66.000 millones de dólares en manos de los ricos tenedores de bonos y abrir conversaciones con el FMI para retrasar el pago de la deuda contraída por el gobierno de Macri. Pero el FMI fue rígido: insistió en el reintegro. Ni el préstamo de Macri ni el nuevo acuerdo del presidente Fernández resuelven la lucha a largo plazo de Argentina con sus finanzas públicas.
El término «deuda odiosa» se utiliza para describir el dinero que deben las sociedades cuyos gobiernos han sido antidemocráticos. El concepto fue elaborado por Alexander Nahum Sack en su libro The Effects of State Transformations on Their Public Debts and Other Financial Obligations (1927). “Si un poder despótico contrae una deuda no por las necesidades o en interés del Estado, sino para fortalecer su régimen despótico, para reprimir a su población que lucha contra él, etc.», escribió Sack, «esta deuda es odiosa para la población del Estado». Cuando ese régimen despótico cae, entonces la deuda cae.
Cuando los militares argentinos gobernaban el país (1976-83), el FMI les prestó generosamente dinero, lo que hizo que la deuda del país pasara de 7.000 millones de dólares en el momento en que los militares tomaron el poder a 42.000 millones de dólares cuando fueron derrocados. Claramente, la provisión de fondos del FMI a la junta militar argentina —que mató, torturó y desapareció a 30.000 personas— puso en marcha el horrible ciclo de deuda y desesperación que continúa hasta hoy. El hecho de que esas «odiosas deudas» no se anularan —al igual que no se anuló la deuda del apartheid en Sudáfrica— nos dice mucho sobre la terrible realidad de las finanzas internacionales.
El acuerdo del FMI con el gobierno de Alberto Fernández es exactamente igual a otros acuerdos que el FMI ha hecho con países debilitados. Durante la pandemia, el 85% de los préstamos del FMI a los países en desarrollo venían con condiciones de austeridad que agudizaron sus crisis sociales. Tres de las condiciones más comunes de estos préstamos del FMI son los recortes y la congelación de los salarios del sector público, la introducción y el aumento de impuestos sobre el valor añadido y los profundos recortes al gasto público (sobre todo en los subsidios al consumo). Mediante su nuevo acuerdo con Argentina, el FMI inspeccionará las operaciones del gobierno cuatro veces al año, convirtiéndose de facto en un supervisor de la economía argentina. El gobierno ha acordado reducir el déficit presupuestario del 3% (2021) al 0,9% (2024) y al 0% (2025); para lograrlo, tendrá que recortar grandes áreas de gasto social, incluidos los subsidios a una serie de bienes de consumo.
Tras alcanzar el acuerdo, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, señaló las grandes dificultades a las que se enfrenta Argentina, aunque estas dificultades no mejorarán por el plan del FMI. Argentina sigue enfrentándose a desafíos económicos y sociales excepcionales, como una renta per cápita deprimida, elevados niveles de pobreza, una inflación elevada y persistente, una pesada carga de la deuda y escasos márgenes de maniobra externos», dijo. En consecuencia, Georgieva señaló que «los riesgos para el programa son excepcionalmente altos», lo que significa que un nuevo incumplimiento es casi seguro.
Unas semanas antes de que Argentina llegara a un acuerdo con el FMI, el presidente Fernández y el presidente de China, Xi Jinping, celebraron una reunión bilateral en Beijing en la que Argentina adhirió a la Iniciativa del Cinturón y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés, también conocida como Nueva Ruta de la Seda), liderada por China. Argentina es el vigésimo primer país de América Latina que se adhiere a la BRI. También es la mayor economía de la región en unirse, Brasil y México aún no han solicitado su adhesión. En Argentina creció la expectativa de que la BRI pueda proporcionar una vía para salir de las garras del FMI. Esto sigue siendo una posibilidad, incluso cuando el presidente Fernández regresó al FMI.
Nuestro equipo en Buenos Aires ha estado estudiando detenidamente los crecientes vínculos de China con América Latina y el Caribe. Estas investigaciones han dado lugar a nuestro más reciente dossier no. 51, Mirando a China. La multipolaridad como oportunidad para los pueblos de América Latina (abril de 2022). La tesis principal del dossier es que la aparición de programas como la BRI ofrece a países como Argentina opciones para la financiación del desarrollo. Si Argentina tiene más libertad para elegir sus vías de financiación, estará mejor posicionada para rechazar las duras ofertas de ayuda stand-by del FMI que vienen con condiciones de austeridad. La posibilidad de estas opciones abre la puerta a que países como Argentina desarrollen una auténtica estrategia de desarrollo nacional y regional que no esté escrita por el personal del FMI en Washington, DC.
El dossier es bastante claro al afirmar que la mera entrada de la BRI en América Latina y el Caribe no es suficiente. Se necesita proyectos más profundos:
Es posible que la integración con China fomente el «desarrollo del subdesarrollo» si los proyectos estatales latinoamericanos producen una nueva relación de dependencia con China mediante la mera exportación de productos primarios. Será mucho mejor para los pueblos de la región si la relación se basa en la igualdad (multipolaridad), así como en la transferencia de tecnología, la ampliación de los procesos productivos y la integración regional (soberanía nacional y regional).
El desembolso anual de fondos de la BRI ronda los 50.000 millones de dólares, y las proyecciones sugieren que, para 2027, el gasto total será de unos 1,3 billones de dólares. Estos flujos de capital se centran principalmente en inversiones a largo plazo en infraestructura y no en rescates a corto plazo, aunque nuevos estudios sugieren que China ha ofrecido liquidez a corto plazo a varios países. Entre 2009 y 2020, el Banco Popular de China celebró acuerdos bilaterales de intercambio (swaps) de divisas con al menos 41 países. Estos intercambios de divisas tienen lugar entre la moneda local (el peso argentino, por ejemplo) y el renminbi (RMB) de China, con la moneda local como garantía y el RMB utilizado para comprar bienes o adquirir dólares. La combinación de las inversiones de la BRI y los intercambios de divisas en RMB ofrecen a los países alternativas inmediatas al FMI y sus exigencias de austeridad. En enero de 2022, el gobierno de Argentina pidió a China que aumentara su intercambio de 130.000 millones de yuanes (20.600 millones de dólares) con 20.000 millones de yuanes adicionales (3.140 millones de dólares) para cubrir el pago del FMI. Unas semanas más tarde, el Banco Popular de China proporcionó el intercambio necesario al Banco Central de Argentina. A pesar de esta infusión de efectivo, Argentina siguió acudiendo al FMI.
La respuesta a por qué Argentina tomó esa decisión quizá pueda encontrarse en la carta escrita por Martín Guzman (ministro de Economía) y Miguel Pesce (presidente del Banco Central) a Georgieva del FMI el 3 de marzo de 2022. En la misiva, Argentina promete «mejorar las finanzas públicas» y contener la inflación, que son posturas directamente ortodoxas. Pero luego hay una obligación interesante: que Argentina ampliará las exportaciones y atraerá la inversión extranjera directa para «allanar el camino hacia un eventual reingreso en los mercados internacionales de capitales». En lugar de aprovechar la oportunidad que ofrecen los canjes de divisas de la BRI para desarrollar su propia agenda nacional y regional, el gobierno parece ansioso por utilizar cualquier plataforma posible para volver al statu quo de la integración en el mercado capitalista de las finanzas dominado por Wall Street y la City de Londres.
El 12 de abril de 2022, el Comité de Acreedores de la Deuda Interna (CADI) anunció que el pueblo de Argentina se niega a cargar con la deuda del FMI. El pueblo no debe pagar ni un solo peso: los que se quedaron con los miles de millones que Macri pidió prestados al FMI deben ser los que paguen el precio. Hay que suspender las leyes de sigilo bancario para elaborar una lista de quienes se llevaron ese dinero y lo escondieron en paraísos fiscales. El hashtag de la campaña de CADI es #LaDeudaEsConElPueblo. Hay que pagarla al pueblo, no cobrársela.
Como escribió el poeta argentino Juan Gelman (1930-2014) durante el período de la Junta Militar, estos son «tiempos oscuros/luminosos». Esta frase resuena incluso ahora:
tiempos oscuros/luminosos/el sol
cubre de sol la ciudad partida
por súbitas sirenas/la policía busca/cae la noche y nosotros
haremos el amor bajo este techo
Gelman, comunista, luchó contra la dictadura, que mató a su hijo y a su nuera y dañó la columna vertebral de su país. Incluso los tiempos oscuros, escribió, haciéndose eco de Brecht, son luminosos. Son momentos duros en la historia del mundo, pero incluso ahora siguen habiendo posibilidades, sigue habiendo gente reunida en las calles de Buenos Aires y Rosario, La Plata y Córdoba. Su consigna es clara: No al pacto con el FMI. Pero la suya no es solo una política del «no». Es también una política del «sí». Sí a aprovechar las nuevas aperturas para conformar una agenda para el bienestar del pueblo argentino. Sí, también sí.
Fuente: https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/criss-deuda-argentina/