El jefe de Estado argentino hará dos salidas al exterior casi consecutivas. La primera a EE.UU y la siguiente a España. No irá a encontrarse con gobernantes sino a ver compañeros de intereses y de ideas.
El presidente Javier Milei ya nos tiene acostumbrados a viajes internacionales que no tienen que ver con la ejecución de una política internacional, sea cual fuera su orientación.
El mandatario suele ausentarse del país para periplos que apuntan a la atracción de empresarios que inviertan en el país. O bien para la proyección de su imagen como líder internacional de la derecha radical.
No hay que apurarse a desvalorizar los resultados de los recorridos presidenciales. El líder de La Libertad Avanza realiza sus itinerarios no con el interés de cumplir una agenda oficial de entrevistas con sus pares u otros altos funcionarios. Busca sobre todo captar la atención de representantes del gran capital internacional.
Y también va al encuentro de sus correligionarios, dirigentes de corrientes de ultraderecha, a cuyos eventos internacionales acude a lucir su papel de “primer presidente liberal libertario de la historia de la humanidad”, tal como se autodenominó luego de ser elegido.
Primera escala: Estados Unidos.
Milei saldrá primero en camino a Los Ángeles, para tomar del Foro del Instituto Milken, un encuentro que reúne a empresarios, banqueros, fondos de inversión y altos ejecutivos. Algunos la denominan “conferencia mundial de inversores.” El presidente buscará allí la seducción de grandes corporaciones para que busquen ganancias por medio de inversiones en nuestro país.
Complementará esa acción con una nueva entrevista con Elon Musk, potencial gran inversor en tecnología, comunicaciones y minería, un personaje que al parecer tiene fascinado al presidente. Y como agregado, tendrá una reunión con Gianni Infantino, de FIFA, para departir sobre la conversión de clubes futbolísticos en sociedades anónimas. Mercantilizar es la tarea.
Con respecto al viaje a Estados Unidos habría que apartarse de la calificación anticipada de los discursos presidenciales como un “papelón” que provocaría sólo rechazo o asombro.
Habría que juzgar a la eficacia de las alocuciones presidenciales por las reacciones de la audiencia que realmente le importa. Está demostrado que los grandes empresarios, quienes, por lejos son los que más le interesan a Milei, siguen con complacida atención sus decisiones prácticas y asimismo al discurso con que las defiende.
No se trata de que el capitalismo a escala mundial se juegue entero a la opción ultraliberal que el mandatario encarna. Sí que, como mínimo, considera su gestión un modo de conducir la política económica muy favorable a sus intereses inmediatos, de maximización de la ganancia y favorecimiento de la acumulación y concentración de capitales.
Está por verse, los grandes empresarios lo saben, la sustentabilidad social y política de esa orientación. Y también pertenece al terreno de la especulación si estamos frente a un experimento aislado o ante el comienzo de la instauración de un “modelo” capitalista susceptible de ser “exportado” a otras latitudes.
Lo cierto es que Milei interpela al capital internacional con una propuesta de mercantilización de todas las relaciones sociales y de instauración de un verdadero culto al gran capital, presentado como gran benefactor del conjunto de la humanidad.
Mientras tanto, una amplísima desregulación, un régimen en extremo favorable a la inversión externa y el propósito de echar para atrás los derechos laborales, configuran un combo de medidas concretas muy atractivo para el gran capital.
La otra escala, España.
En el viaje a España que seguirá a la breve estadía estadounidense, el presidente argentino no se reunirá ni con el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, ni con el rey Felipe VI. Nada de actos oficiales ni agenda diplomática.
El objetivo de su visita será la asistencia a una concentración del partido ultraderechista Vox, en la que será orador principal. La presencia en un acto de la derecha radical hispánicaencaja con la autopostulación de Milei para el rol de líder mundial de la extrema derecha.
Vox se encuentra al frente de una coalición ultraconservadora internacional que en su momento se expresó con la declaración de principios llamada “Carta de Madrid”. El mandatario argentino adhiere a los postulados y aspira al reconocimiento de esa coalición. Y a exhibir su estrecho entendimiento con Santiago Abascal, máximo dirigente de la extrema derecha española.
Por lo pronto afiches que muestran juntos al jefe de Estado argentino y a Abascal tapizan los muros de Madrid y anuncian que el argentino va a “sacudir a los zurdos”. Chabacanería política a ambas orillas del Atlántico.
Casi en vísperas del viaje a la península, la desafortunada declaración de un ministro de esa nación que atribuyó “ingesta de sustancias” al mandatario argentino llevó a un cuestionamiento desmesurado dirigido al jefe de gobierno español.
Desde la oficina del presidente se exhortó a Pedro Sánchez a ocuparse de los presuntos actos de corrupción de su esposa y se condenó a sus políticas, configurando una intromisión inadmisible en los asuntos de un país extranjero.
Se endilgó al actual gobierno de España que “ha puesto en peligro a la clase media con sus políticas socialistas que solo traen pobreza y muerte» y también haber «puesto en peligro la unidad del Reino, pactando con los separatistas y llevando a la disolución de España».
Las inflamadas consignas de la oposición ultraderechista son así asumidas como propias por el gobierno argentino, con flagrante desconocimiento de las más elementales formas de la diplomacia y del respeto a la soberanía de otros países. Por supuesto, vino la réplica en tono de condena del jefe de gobierno Pedro Sánchez.
Lo que pudo ser una contestación mesurada a una declaración irrespetuosa y merecer gentiles excusas del gobierno español, se convirtió en un incidente internacional. Por obra y gracia de los modos imperantes hoy en las esferas oficiales de nuestro país.
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Más allá de estas improvisaciones y desaciertos, no parece adecuada la frecuente afirmación de opositores políticos y analistas acerca de que el presente gobierno nacional carece de política exterior.
Tiene definido de modo terminante un eje para sus relaciones internacionales: Alineamiento incondicional y entusiasta con la política exterior estadounidense y de sus aliados más estrechos. Y en el caso particular de Israel, un apoyo a todas las acciones de ese Estado, que ni siquiera acompaña los débiles reparos que le presenta el propio gobierno norteamericano a la barbarie desatada en Gaza.
El actual gobernante se pone en línea con la política internacional de su admirado antecesor, Carlos Saúl Menem: Abandono de todo vestigio de neutralidad y “relaciones carnales” con la primera potencia mundial.
Y lo festeja con sus compadres de la derecha internacional, como la española en este caso, mientras todos ellos aguardan con entusiasmo un segundo gobierno de Donald Trump en la gran potencia del norte.
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