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Entrevista a Nicolás Caropresi del Movimiento de Trabajadores Excluidos

Pensar la época: «En Argentina el consenso es echarle la culpa a los lúmpenes»

Fuentes: Agencia Tierraviva

Nicolás Caropresi integra el Movimiento de Trabajadores Excluidos, organización creada por cartoneros que se amplió luego a cooperativas de construcción y textiles. Analiza cómo miran la derecha y el peronismo a los trabajadores informales, apunta a las responsabilidades de ex funcionarios para la llegada de Milei y resume un sentir de época: «Es más fácil odiar al que tenés enfrente que al que tenés arriba».

Nacido en Salta y criado en Misiones, Nicolás Caropresi es una de las principales voces del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). Llegó a la ciudad de Buenos Aires hace veinte años para estudiar antropología, pero una vez aquí las organizaciones sociales le tiraron más que la academia. Se embarcó así en un aprendizaje incierto, el de crear, junto a los cartoneros del MTE, un modelo de cooperativas de reciclado que hoy convenian su trabajo con el Estado. Más tarde, su organización puso en marcha otro proceso en el que la economía popular trabajó con apoyo estatal, urbanizando barrios populares. En ese camino, Caropresi ha participado de las negociaciones con todos los gobiernos de la última década y de las luchas que las hicieron posibles. Es un observador privilegiado de la relación entre movimientos sociales y dirigencias políticas.

El MTE tiene una práctica de trabajar de a pares, que llaman del “café con leche”. ¿Qué es y de dónde viene?

—Viene de una idea que compilamos de los mapuches, que tenían dos categorías políticas: el huerquén y el huaychafe. El rol del huerquén era ser traductor en la interacción con el mundo huinca (no mapuche), y el huaychafe era el guerrero, la autoridad reconocida desde abajo. Huerquén es el más cara pálida; huaychafe el más de barrio, el compañero del trabajo. Nosotros decimos que la tarea del huerquén es acompañar el proceso político del huaychafe. La idea de esta práctica es que la militancia debe acompañar el proceso de empoderamiento de los sectores populares. Cuando en el MTE hacemos algo, tiene que haber dos cabezas, una de base, del trabajador, y un militante que acompaña. ¿Por qué? Porque para concretar las decisiones muchas veces hay que hacer procesos administrativos u otras cuestiones que lleva un tiempo aprender. Por ejemplo, cuando arrancamos con las cooperativas cartoneras, eran los cartoneros quienes decían lo que querían hacer y a eso había que ponerlo en un convenio, en la discusión con un contador o con los administrativos del gobierno de la ciudad.

¿Lo aplican a todas las situaciones?

—Sí, y es algo más amplio, porque como MTE decidimos mantener nuestra identidad de organización gremial, no queremos ser una herramienta política electoral, no somos lo mismo que el Frente Patria Grande. Es decir, creemos que lo gremial y lo político tienen que mantenerse separados porque las negociaciones de un ambiente no son las mismas negociaciones del otro, aunque el horizonte pueda ser el mismo.

Entrevista Nicolas Caropresi. Entrevista al dirigente del MTE.
Foto: Prensa MTE

Este criterio del café con leche ¿qué les aportó?

—Yo podría hablar por mi experiencia particular. Antes de entrar al MTE militaba en la universidad, daba clases en el Centro Universitario de Devoto, después en un bachillerato popular, después abrimos una cooperativa para pibes en situación de calle… y era más ideologizado. Por ejemplo, tenía la idea de la economía social y buscaba cómo crear unidades productivas en las que la gente pudiera ir a trabajar. Cuando entré al MTE eso cambió porque encontré que la gente ya estaba trabajando (en el cartoneo). Yo no tenía noción de cuáles eran los problemas a resolver, no había un libro de Marx, ni de Perón, ni de nada que me explicara la cotidianidad de la economía popular, entonces no me quedaba otra que correr detrás de los problemas que me iban planteando los compañeros cartoneros. El objetivo principal de trabajar así,con un huerquén y un huaychafe, juntos, es no alejarnos demasiado en términos simbólicos, ideológicos, de lo que realmente está viviendo el proceso de la economía popular.

La teoría y la realidad, la desocupación y la economía social

Hay mucha distancia entre lo que pasa en la economía popular y las ideas que tenemos sobre cómo funciona…

—Cuando estudiaba antropología había una definición, la del indio hiperreal, que aludía a que existía una conceptualización de lo indígena tan perfecta que se había vuelto una categoría irrealizable en la realidad. Eso nos pasó con la economía popular: para poder llevar adelante una política para nuestro sector, vos te ves empujado a vender la idea de la autonomía, de que vamos a generar cooperativas que en algún momento van a lograr sustentarse y no van a necesitar de la presencia del Estado para funcionar… pero esa no es la regla, sino sólo los casos excepcionales… Es como ser manager de fútbol y estar buscando todo el tiempo un Maradona o un Messi. ¡A un Maradona lo vas a encontrar cada tanto! La economía popular es una economía de subsistencia, de gente que quedó afuera del mercado laboral y que de alguna manera salió a resolverse la vida. Lo que tenemos que hacer es garantizar que esos trabajadores tengan derechos, la única manera de garantizar derechos es a través de la justicia social y la única manera de garantizar la justicia social es con el poder popular. Ni la derecha ni la izquierda están actualizadas doctrinariamente sobre la economía popular, por eso ejecutan políticas que son una curita o que están alejadas de lo que realmente pasa en los barrios.

En el libro «El subsuelo de la patria«, que cuenta la historia del MTE, plantean que se constituyeron con características distintas a las organizaciones piqueteras por haber nacido en la ciudad de Buenos Aires y haber tenido que negociar con la gestión de Mauricio Macri como jefe de gobierno porteño (y no con el peronismo). ¿Cómo era esa derecha? ¿Qué ideas tenía el macrismo que permitieron que los cartoneros lograran ser reconocidos y trabajar para el Estado?

—Más que ideas, había una situación. Cuando asumió Macri (como jefe de gobierno de CABA) había habido una explosión de cartoneros. La ciudad tenía dos problemas centrales: uno era el de los camiones que entraban por Puente Alsina y La Noria; otro que en la calle había acampes, porque para venir a CABA desde Fiorito el cartonero tenía que pagarle a un camionero y los fletes eran (son) caros, no podía ir y volver todos los días, entonces lo que hacían era venir a CABA y hacer un acampe. Había acampes cartoneros en Plaza Almagro, por donde está la ex Escuela Mecánica de la Armada, en Palermo, en Recoleta… El macrismo decía “vamos a terminar con esos acampes que son cuevas de ladrones”. Desde la perspectiva del cartonero, su problema era que la recolección de residuos era ilegal porque regía una ley de la dictadura que decía que la basura era propiedad de la empresa que recolectaba. ¿Cuál era la interlocución con el Estado para el cartonero? La policía. Y la policía te cobraba coimas. Si no pagabas, te secuestraban el camión entero, un camión con la mercadería de 20 o 30 cartoneros. La organización surgió alrededor de ese reclamo concreto, “devuélvannos la mercadería”. Era marchar a la comisaría, tomar la comisaría… así empezó la discusión con el Estado, que fue violenta, con represiones, con presos, porque se cortaba el Puente Alsina y el Puente de la Noria casi todos los días, se tiraba toda la basura por las calles, se iban generando intentos de generar una negociación.

Entrevista Nicolas Caropresi. Entrevista al dirigente del MTE. Ciudad de Buenos Aires: Cartoneros y cartoneras realizaron la clasificación de residuos a mano y a cielo abierto en la puerta del Congreso al presentar el proyecto de Ley de Envases con Inclusión Social.
Foto: Fernando Gens / Télam / CBRI

¿En qué momento el macrismo aceptó que los cartoneros se dieran una organización?

—Cuando entendieron que era imposible prohibir el cartoneo, porque los cartoneros iban a seguir estando. Había una necesidad real y genuina de la gente de venir a buscar la basura acá. Buenos Aires, para un cartonero, es Potosí. O sea: una hora de trabajo en Buenos Aires rinde seis veces lo que te rinde una hora de trabajo en cualquier lugar del conurbano. Entonces, lo que vio el macrismo fue que se podía ordenar ese proceso, y de lo que nosotros convencimos al macrismo es que estábamos ofreciendo un servicio a la ciudad, que iba a estar más ordenada y que iban a desaparecen los acampes. Eso tenía un costo, pero comparado con los valores de recolección que había entonces, era un costo bajo. El proceso fue yendo de a poco, de a poquito. Empezamos con la recolección diferenciada y seguimos con el transporte. Para la ciudad era una ilegalidad que la gente viajara en la caja de los camiones, y para los compañeros era un peligro porque se caían, se lastimaban. Entonces la ciudad aceptó pagar un camión y un colectivo: en el camión se cargaban los carros y en el colectivo iban los compañeros desde Fiorito hasta la ciudad. Juntaban, agarraban los bolsones y los volvían a llevar a la casa.

Ahí pasamos a la discusión sobre el trabajo infantil. Había mucho trabajo infantil, que no era trabajo… en realidad era que los cartoneros traían a sus hijos porque no los podían dejar en sus casas. Empezamos a plantearle al Gobierno que tenía que haber un ingreso más en la familia que le permitiera pagar una niñera, o que tenían que crearse lugares de cuidado, que hiciéramos una guardería con el Gobierno. Logramos las dos cosas. Primero un incentivo, que para mí fue la semillita de lo que después fue el salario social complementario. Ese incentivo establecía que los compañeros tenían que venir a trabajar por lo menos tres días a la semana, que tenían que usar uniforme, que no podían consumir alcohol, que no tenían que romper bolsas para buscar material y que no podían venir con menores en el colectivo. A cambio de eso, todos los meses cobrabas el incentivo. En segundo lugar, abrimos una guardería subvencionada por el Gobierno de la ciudad.

Así fue el proceso, de a pasos. Quisieron privatizar el sistema varias veces, pero ya teníamos capacidad de resistencia, nos tenían miedo porque teníamos una capacidad de generar caos grande, cada vez que queríamos cortábamos todos los accesos a la Capital. Fue un proceso de aprendizaje de los tres lados, por un lado la militancia, por otro lado los cartoneros y por otro lado el Gobierno, que puso gente que quiso trabajar con más o menos seriedad. Fue un proceso largo.

Derechas y peronismos

Es paradójico que hayan podido avanzar con la derecha más que lo que se pudo hacer con gestiones peronistas.

—Es que hay negociaciones que sólo íbamos a poder hacer con la derecha, porque al peronismo no se lo hubieran permitido. Por ejemplo, hacer el registro de Barrios Populares, que implicó una enorme expropiación… (el registro de Barrios Populares inscribió en un listado oficial a esos barrios, en un 99 por ciento nacidos de tomas y ocupaciones, y prohibió que fueran desalojados). De esa ley (la de Barrios Populares), firmada por Elisa Carrió, Nicolás Massot y Mario Negri, y llevada adelante por el gobierno de Macri no se quejó nadie. Si la hubiéramos hecho con Cristina hubieran dicho que éramos unos comunistas de mierda o que queríamos robar tierras.

¿Qué impresiones te quedaron de negociar con gobiernos peronistas y con gobiernos macristas?

El peronismo cree que tiene la receta de todo, en cambio el macrismo lo encara más por el lado de “resolverme el problema”. Con el gobierno de Alberto Fernández tuvimos también tropiezos por la política de la foto: si todo el tiempo querés anunciar cosas, aunque todavía no las estés ejecutando, se generan problemas en procesos que están en gestación. Terminás acusado de cosas que ni siquiera empezaste porque era más importante sacarse la foto y subirla al Instagram y decir “acá estamos pensando como vamos a hacer para expropiar 50.000 quintas productivas”.

Otra situación paradójica es que los dirigentes del peronismo le desconfíen a las organizaciones sociales, incluso a las que son sus aliadas.

—Consideran que fortalecer una organización social es un problema a la hora de discutir el armado de una lista. No quieren engordar cosas que después se le rebelan. Esos eran los problemas que tenían en el peronismo con el Movimiento Evita. En el momento en que fundamos la CTEP, allá por 2010, nosotros éramos muy anti kirchneristas. Veíamos que siempre nos habían cagado, que siempre la política se había pensado de manera liberal… y ellos, a su vez, nos acusaban a nosotros de liberales!

Por otro lado, muchas organizaciones sociales creen que sólo pueden construir si tienen el manejo de los recursos económicos. Yo creo que no es tan así: en el caso del proceso de la cooperativa «El amanecer de los cartoneros», casi nunca, como organización, tuvimos acceso a recursos. Lo único que hicimos fue intermediar entre el problema —la angustia y la supervivencia de los cartoneros— y los problemas de la política, las necesidades de los que querían convertir esta ciudad en París o no sé en qué cosa… pero no manejábamos los recursos, al punto de que a la contaduría de la cooperativa la llevaban funcionarios de la Dirección de Reciclado,hasta en ese nivel tratábamos de no meternos, porque creemos que lo que tenemos que hacer es organizar el trabajo. Nuestro roles ver cómo ordenamos, qué es lo que necesitamos, qué es lo que tenemos que pedir para que funcione. Nosotros empezamos a trabajar con recursos del Estado mucho más tarde (que las organizaciones piqueteras), con el Programa de Trabajo Autogestivo, que era un salario social complementario para trabajadores de fábricas recuperadas, por primera vez ahí empezamos a solicitar algunos recursos nacionales.

Planta de seleccion y reciclado de residuos domiciliarios en Ecopunto de la Municipalidad de Avellaneda. Cooperativa gestionada por el MTE, Movimiento de Trabajadores Excluidos.
Foto: Pepe Mateos / Télam

De lo local a lo nacional

En 2011 el MTE era una organización de cartoneros y su alcance era la ciudad de Buenos Aires. De 2011 a 2015 desarrollaron la Federación de Cartoneros, Carreros y Recicladores, es decir crecieron hasta ser una organización nacional. Y de 2015 a 2019 dieron otro salto.

—Se dio un proceso donde se incorporó mucha militancia universitaria y se armó una organización nacional con varias ramas: la rama textil, «Vientos de Libertad», la rama de construcción, la rama rural, que después tuvo una ruptura. Fue un proceso de expansión y a la vez de desarrollo de la teoría de la economía popular, que nosotros discutimos bastante. Tratamos de construir una teoría del sector.

¿Por qué se expandieron?

—Nos fue empujando el movimiento, nos llamaban cartoneros que buscaban organizarse. Habíamos encontrado más o menos cómo organizar el reciclado y se empezó a correr la bola. Después cuando los universitarios empezaron a sumarse, esa bola también se fue corriendo en la militancia, entonces te llamaba uno,’me encontré con un grupito acá, ¿por qué no armamos algo?’ Ya empezábamos a entender cómo obtener los recursos nacionales, empezábamos a buscar otros caminos… armamos polos textiles, después encontramos una agrupación de trabajadores rurales. Teníamos muchos compañeros que laburaban de albañiles, changueaban, aunque a la rama de la construcción le empezamos a dar bola después de hacer el Registro Nacional de Barrios Populares, cuando vimos que podía ser posible el desarrollo de cooperativas de construcción.

En 2019, cuando Alberto Fernández ganó la presidencia, pasaron a gestionar políticas: quedaron a cargo de la urbanización de los barrios populares y de la dirección de Reciclado. ¿Cómo vivieron ese salto?

—Nosotros ya habíamos hecho los planes del buen gobierno, teníamos programas. Habíamos visto que la política no tenía planes de gestión para resolver las necesidades de los excluidos, como lo fueron después nuestro plan de integración de barrios populares, o la Ley de Envases, o la Ley de Comedores y Merenderos. Ahí también se planteó la cuestión del café con leche, porque cuando necesitas una política pública no podés revolear el tema y esperar que lo resuelva el actual mercado democrático en la Argentina. También formamos compañeros y compañeras, tanto de la villa como militantes, en la administración pública, para que conozcan qué es un expediente, cómo se arma, cómo se audita, cómo se rinde. Es decir que hay que armar las dos cosas, las propuestas y la burocracia para concretarlas, porque para llevar adelante una política necesitas un cuerpo administrativo. Nuestra premisa fue que a ocupar cargos en la estatalidad fueran compañeros, o sea, si la política pública era para cartoneros, tenía que quedar al frente alguien del sector de los cartoneros, si era de integración urbana, alguien de los barrios populares (alude a que como directora de Reciclado asumió María Castillo, una cartonera, y como secretaria de Integración Sociourbana, Fernanda Miño, que es vecina de un barrio popular). Después, en la Secretaría de Economía Social (que dirigió Emilio Pérsico, del Movimiento Evita) tuvimos otro tipo de problemas porque el Ministerio estaba muy fraccionado, loteado, costaba mucho mixturar la política, digamos.

Entrevista Nicolas Caropresi. Entrevista al dirigente del MTE.
Foto: Nicolás Pousthomis

Los planes y los cuestionamientos

En los últimos meses del gobierno de Alberto Fernández el plan Potenciar Trabajo fue desacreditado por el propio Frente de Todos. Las denuncias de irregularidades fueron utilizadas para dirimir su interna.

—El Potenciar Trabajo permitió que las organizaciones sociales capitalizaran a sus ramas de trabajadores. Cada organización funcionaba como una Unidad de Gestión, que recibió fondos para invertir en las cooperativas. Nosotros planteamos un proyecto para generar mayor transparencia en el Potenciar. Se lo presentamos a Juanchi Zavaleta (ministro de Desarrollo Social), después a Tolosa Paz… Era un esquema de página web con toda la rendición pública, donde se podía ver cada Unidad de Gestión (del Potenciar Trabajo), qué recibió y la foto de las obras que ejecutó. Es decir, tener la trazabilidad de cada proyecto. Pero nadie quiso generar herramientas que lo permitieran.

¿Por qué?

—Porque les daba miedo que se vieran los grandes números. El tema es que si el control no se hace bien, luego eso se usa para recortar los programas. Cuando nosotros hicimos el sistema de reciclado con inclusión social en Capital Federal, el cuerpo administrativo de la cooperativa El Amanecer de los Cartoneros quedó a cargo del Estado, lo hacía la Dirección General de Reciclado. Para nosotros es fundamental estar bien auditados. Cuanto mayor sea responsabilidad el Estado la ejecución cotidiana del trabajo de nuestro compañero, mejor para nosotros. No es que le desconfíe a mi compañero, sino que tiene que haber una lógica donde vos le puedas explicar a los demás compañeros, también a un periodista o cualquier ministro cómo se ejecuta esa tarea.

¿Ese fue el punto débil del Potenciar Trabajo?

—Mi opinión es que al Potenciar Trabajo lo arruinó el ingreso multitudinario que hubo durante la gestión (de Alberto Fernández). Una política que desde nuestro punto de vista era de fortalecimiento del trabajo se convirtió en una política de transferencia de ingresos. Era necesaria una política para transferir ingresos, pero debieron haberla hecho por separado.

¿Hablás del crecimiento del Potenciar Trabajo por la pandemia?

—Un poco por la pandemia y otro poco por el Partido Obrero. No lo digo despectivamente: el Partido Obrero tiene una definición, ‘el capitalismo es injusto, deja gente afuera y el Estado tiene que darle plata a esa gente para que sobreviva’; para ellos esa plata fue el Potenciar Trabajo. Ellos incluso nos decían a nosotros precarizadores, nos acusaban de «obligar a la gente a trabajar por dos monedas». Nuestra discusión es justamente esa: la gente trabaja, lo que le falta son derechos; uno de esos derechos es la mejora de los ingresos; para mejorarles los ingresos nosotros habíamos impulsado la creación del salario social complementario.

Entrevista Nicolas Caropresi. Entrevista al dirigente del MTE.
Foto: Télam

A eso se agregó que existieron los IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) y un montón de otras cosas, que se dieron como si fueran lo mismo que un Potenciar. Y ese mecanismo es algo que nunca se acaba, porque lo que hacía el Polo, lo que hacía toda la Unidad Piquetera era marchar para conquistar nuevos cupos de Potenciar Trabajo. Eso va desgastando a un Gobierno. ¿Cuál fue la respuesta del Gobierno a ese desgaste? No fue buscar una solución, sino empezar a tirarle mierda al programa, y a impulsar causas en la Justicia por extorsión de las organizaciones sociales contra los titulares del Potenciar o lo que encontraran.

Nosotros éramos un sector que había crecido mucho, no en términos de números pero sí en términos políticos, porque ya existía la Secretaría de Integración Urbana, ya había una serie de políticas públicas, el Presidente hablaba de economía popular. Y al mismo tiempo había un crecimiento de la pobreza, una caída del consumo. Pasó como siempre que hay problemas: en Argentina el consenso es echarle la culpa a los lúmpenes.

Entonces, el Gobierno ni solucionó los cortes de calle ni mejoró la política pública. Siguieron repartiendo planes para evitar los cortes de calle y en el último tramo se dejaron apretar por un fiscal como Marijuán. Entonces, en lugar de mejorar el programa,lo que se hizo fue demonizarlo, eso es lo que hicieron los propios funcionarios públicos. Fue un prólogo a lo que estamos viviendo hoy, porque en lugar de ordenar política pública, en lugar de sentarse con Belliboni y hacer una política de asistencia, por ejemplo a través del Anses, salieron a estigmatizar, a gritar a los cuatro vientos que los nuestros viajaban al exterior, que viajaban en yate, que habían ido al Mundial, que compraban dólares… imaginate cómo cayó eso en una barriada, donde ya existe la bronca del que no cobra contra el que cobra. El vecino miraba al que tenía un Potenciar y decía ‘este es un hijo de puta, no labura, cobra, hay que hacerlo mierda’. Y encima la ministra (Tolosa Paz) diciendo, ‘compran dólares, viajan en yate’. Es más fácil odiar al que tenés enfrente que al que tenés arriba. Eso generó la destrucción del programa.

Entrevista Nicolas Caropresi. Entrevista al dirigente del MTE.
Foto: Télam

Milei, autocrítica y capitalismo

Cuando llegó Milei, directamente rompió todo, construcciones que había llevado años armar.

—Y las sigue destruyendo. A todos los emprendimientos comunitarios los hicieron pelota, hoy se sostienen a duras penas.

Mirando para atrás. ¿Cuál es la autocrítica?

—Yo hubiera discutido un poco más cómo utilizar mejor el Potenciar Trabajo. El Potenciar era, y siempre fue, un programa con contraprestación laboral. Tenías que cumplir las condiciones de vulnerabilidad, pero era un programa que exigía una contraprestación laboral. Después, no coincido con algunas definiciones de Emilio (Pérsico) sobre que de la economía popular va a salir la nueva economía. La economía popular es una economía de subsistencia a la que le tenemos que garantizar derechos. Yo no quiero que todo sea economía popular, porque es inviable un país con solamente economía popular. Lo que sí es cierto es que la economía popular tiene el mismo rol que tienen las Pymes en el mercado formal de trabajo. Entonces, creo que no fuimos contundentes en separar la paja del trigo. Las organizaciones sociales tuvimos una solidaridad orgánica entre los del sector, que es entendible, pero al mismo tiempo corroímos las bases de nuestro propio planteo, porque se incorporó al Potenciar Trabajo un montón de gente no como trabajadores que cobraban un salario social complementario, sino como personas que cobraban un plan social. El Gobierno lo hizo para contener la conflictividad, entendiendo la situación de crisis económica, era necesario tirarle unos mangos a mucha gente, pero ahí estuvo el error fundamental.

A esto se lo planteamos a todos los ministros de Desarrollo Social, a los de Obras Públicas, a los de Producción. El problema es que los funcionarios no entienden la categoría de economía popular. Cualquier político debería tomarse un día para ir a ver de qué se trata la economía popular organizada, porque tienen ideas erróneas y prejuicios. Deberían darse cuenta de que no han podido revertir el proceso de pérdida de puestos de trabajo formales. La única que puede decir que más o menos revirtió el proceso es Cristina (Fernández de Kirchner), porque en los primeros ocho años de los gobiernos kirchneristas eso pasó, yo vi como los colectivos que antes traían 800 cartoneros a trabajar pasaron a llevar 30. Igualmente, incluso en los gobierno de Néstor y Cristina siguieron habiendo unos dos millones de trabajadores de la economía popular. Y en ese momento no había políticas para el sector, porque su idea era que iba a ser una cuestión pasajera, pensaban ‘terminamos de mejorar la economía y esos dos millones entran al toque’.

Entrevista Nicolas Caropresi. Entrevista al dirigente del MTE.
Foto: Prensa MTE

Pero lo cierto es que la economía popular existe, sigue creciendo, hoy son cinco millones de personas. La política no lo acepta, no puede enunciarlo, no puede decirlo, le da vergüenza, no sé qué le pasa, pero no pueden decir que va a haber un sector que va a necesitar de la asistencia del Estado para volver a vivir más o menos dignamente. Y una asistencia en esos términos, porque la forma del trabajo no es la que el peronismo quisiera que sea, no es la que la CGT quisiera que sea, no es esa. Ojalá algún día logremos eso, pero mientras tanto garanticemos un nivel de vida a esos compañeros. Yo creo que las principales fatalidades para que este Gobierno nos haya hecho mierda tan rápido fueron responsabilidad de quienes estuvieron en los cargos más jerárquicos de la ejecución de la política pública.

Y después, sí, que no logramos ponernos de acuerdo en algunas cuestiones discursivas con el Movimiento Evita. Lo veía a Emilio (Pérsico) diciendo “no se puede vivir de subsidios”. Yo estoy de acuerdo con la imagen de inteligencia artificial de ese razonamiento, con la utopía de un país «de fifty y fifty», como discutía sobre la productividad Perón en los años 60, pero la verdad es que no veo que eso pueda volverse posible en el mediano plazo. La economía popular hoy existe a lo largo y a lo ancho del globo, en mayor o menor proporción, la tendencia del mercado es esa, por eso Elon Musk propone el salario básico universal. Desde su motivación, claro, que es la necesidad que tiene de que la gente consuma porque si no su sistema se cae. No estamos aislados de esa realidad.

Yo lo viví en Misiones, cuando mi viejo trabajaba en Alto Paraná, que tenía un sector de motosierristas y 4.500 empleados en la provincia más otro montón de puestos de trabajo: apareció una máquina que corta el pino a la mitad, le saca las ramas, y donde antes laburaban 50 motosierristas ahora hay un tipo con una computadora y nada más. Y esos trabajos no se reconvirtieron, la mayoría de aquellos motosierristas hoy son parte del MTE. En mi pueblo, un montón de personas que trabajaban como motosierristas hoy trabajan en las cooperativas de alimentos del MTE. Y no aparecieron otros puestos de trabajo. Son sectores que se organizan con nosotros, además, porque algunos sindicatos aceptaron condiciones de semiesclavitud en la zafra, en la cosecha. Eso es el capitalismo. Podemos no mirarlo, o decir ‘nosotros vamos a construir las inversiones y el desarrollo industrial para que todos tengan trabajo’, pero ¿dentro de cuánto?

En el fondo, es lo mismo que dice Milei, que te promete ser Irlanda dentro de cuarenta años. (El exministro de la Producción, Matías) Kulfas, cuando hizo su mamotreto sobre la productividad y la creación de empleo con una tasa de crecimiento del cuatro por ciento durante diez años, prometía generar 500 mil puestos de trabajo en una década. ¿Y mientras tanto? Si todas las estadísticas te dicen que va a haber gente que va a seguir acá. ¿Cuál es el plan para esa gente?

Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/pensar-la-epoca-en-argentina-el-consenso-es-echarle-la-culpa-a-los-lumpenes/