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Una revista de la izquierda internacionalista

Cuadernos políticos (1974-1990): las armas de la crítica

Fuentes: Rebelión

La crítica no es un bisturí anatómico… sino un arma

Karl Marx, 1844

A Neus, in memoriam

Una revista de la izquierda internacionalista

Este año se cumplen 35 años de la última aparición de la revista Cuadernos políticos (CP) en México, a decir del historiador Carlos Illades, la revista teórica-política más importante de la izquierda latinoamericana de aquel entonces (2018); el año pasado se cumplieron 50 años de su primera aparición. Integrado por una pléyade de intelectuales de México y exiliados políticos de América Latina y de la Guerra Civil Española, el consejo editorial abrió un espacio de discusión sobre algunas de las cuestiones sociales más apremiantes para la izquierda latinoamericana en la segunda mitad del siglo XX. Además, en sus páginas contaron con la colaboración de varias de las figuras más representativas del marxismo crítico latinoamericano y occidental.

Inicialmente, el consejo editorial estuvo integrado por Neus Espresate (Barcelona, 1934-México, 2017), Rolando Cordera (México, 1942), Arnaldo Córdova (México, 1937-2014) Carlos Pereyra Boldrini (México, 1940-1988), Adolfo Sánchez Rebolledo (México, 1942-2016), Bolívar Echeverría (Ecuador, 1941-México, 2010) y Ruy Mauro Marini (Brasil, 1932-1997), aunque estos dos últimos aparecieron como parte del consejo hasta el número 17 (1978), debido a que constitucionalmente está prohibida la participación de extranjeros en asuntos políticos del país.

Inspirado por los cuadernos cubanos de aquella época y el diseño vanguardista de la Bauhaus, el artista Vicente Rojo (Barcelona, 1931-México, 2021) le dio a la revista una sobria y austera forma rectangular, casi cuadrada. Tanto en la portada como en los interiores, privilegió siempre la letra sobre la imagen; impresa en papel cultural bond y la portada en cartulina sulfatada, cada número tenía un color distinto, con un total de 84 páginas (regularmente), se publicaron sesenta números de la revista entre 1974 y 1990; en su mejor momento tiraron hasta 4 mil ejemplares, que se distribuyeron fundamentalmente en la Ciudad de México, aunque también alcanzaron a llegar a otras partes del país y de América Latina, gracias a los canales de distribución de Ediciones Era.

Una voz crítica latinoamericana

Neus Espresate fue la editora de la revista, quien había fundado con sus hermanos (Jordi y Francisco), Vicente Rojo y José Azorín (todos ellos exiliados de la Guerra civil española), Ediciones Era (acrónimo de sus apellidos) en 1960, que se llegó a constituir como una de las editoriales de la izquierda más importantes en América Latina. En retrospectiva, ella recuerda que en aquellos años hubo una creciente censura, por parte de los gobiernos autoritarios y las dictaduras militares, contra las revistas teórico-políticas de la izquierda en América Latina, por lo que “debía existir una voz crítica” aunque fuese en forma de revista (S. Gandler, 2007). Además del relevante trabajo de Neus Espresate, el consejo editorial estuvo integrado, recuerda Ruy Mauro Marini, por “un grupo de brillantes intelectuales formados al calor del movimiento del 68” (“Memoria”), quienes, desde sus respectivas disciplinas, construyeron un espacio de reflexión y discusión que tuvo como terreno común al marxismo crítico, es decir, no dogmático.

Rolando Cordera, economista por la UNAM y el London School of Economics and Political Science, contribuyó a la discusión del consejo editorial, apunta la historiadora Olivia Gómez, introduciendo el “análisis de las posibilidades económicas reales de la transformación en México” como venía trabajando en el Taller de Análisis Socioeconómico en la Escuela Nacional de Economía, y algunas de las discusiones del marxismo y la nueva izquierda inglesas, con las que se familiarizó cuando realizó sus estudios de economía en Londres (2022).

Arnaldo Córdova —de formación jurídica (Universidad Michoacana) y en ciencia política (UNAM), además de militante político de izquierda desde su juventud hasta su muerte— introdujo en el consejo editorial algunas de las discusiones y autores del marxismo italiano, al que conoció de primera mano cuando realizó sus estudios de posgrado en la Univestità degli Studi de Roma, además de que con su obra realizó, agrega C. Illades, “la mejor disección del sistema político mexicano.”

Carlos Pereyra, por su parte —quien cursó estudios en economía y filosofía (UNAM)— fue un destacado teórico de la historia y de filosofía política, periodista, analista político y militante de diversas organizaciones de izquierda. Se opuso a la sacralización de Marx y consideró que había que leerlo como un clásico, es decir un pensador que nos permita pensar críticamente la modernidad capitalista e imaginar una alternativa a la misma. Entre sus contribuciones de la revista de CP, están las relevantes discusiones del estado, la democracia y la izquierda. Participó en el consejo editorial desde la fundación de la revista hasta su repentina muerte en 1988.

Nacido en el seno de una familia de exiliados republicanos, Adolfo Sánchez Rebolledo (hijo del filósofo marxista Adolfo Sánchez Vázquez) se compenetró desde niño con “el ideal republicano” y “la moral antifranquista”, (O. Gómez, 2022); fue parte de una izquierda que logró conjuntar compromiso político e intelectual, por lo que se avocó a construir un espacio público crítico mediante diversos proyectos editoriales, (libros, periódicos y revistas), entre los que se encuentra CP. Fue miembro del consejo editorial de la revista hasta 1984, momento en el que siguió su propio camino político, más próximo a la socialdemocracia. (C. Illades, 2018).

El sociólogo y economista brasileño Ruy Mauro Marini también supo vincular, como pocos, compromiso político y reflexión teórica, razón por la que fue detenido y torturado durante el golpe militar en Brasil en 1964; exiliado en México ese mismo año, más tarde fue acusado de incitar al movimiento estudiantil en 1968, por la cual tuvo que salir de México hacia Chile en 1969. Allí militó en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR); acompañó el triunfo de la Unidad Popular y también su derrota (1973); al mismo tiempo, continuó con sus investigaciones en las que cuestionó la teorías del desarrollismo, surgidas en los años sesenta en Estados Unidos y Europa, a las que acusó de ser un instrumento «de domesticación de los pueblos oprimidos del Tercer Mundo» y un arma ideológica del imperialismo contra “los procesos de descolonización.” (“Memoria”). De regreso en México, con las armas de la crítica ya bien afiladas, se reincorporó como docente en la UNAM y fue parte fundamental del proyecto fundacional de CP, donde enriqueció el debate con sus reflexiones de la teoría de la dependencia.

En sus memorias, Marini recuerda que CP nació por el “impulso de Neus Espresate”, quién puso “lo mejor de su entusiasmo, inteligencia y notable sensibilidad» en este proyecto. El comité de la revista se reunía semanalmente y con sus discusiones, que se prologaban hasta altas horas de la noche, hicieron de la revista un producto realmente colectivo. Naturalmente, surgieron también múltiples diferencias, pero los miembros del comité encontraron siempre la formula adecuada para «el buen funcionamiento del grupo» y una auténtica puesta en práctica de “una convivencia democrática.” Lo cual, además, fue facilitado por N. Espresate, «cuya firmeza de principios se unía con una excepcional delicadeza en el trato.» En definitiva, concluye: «Cuadernos supo ser un órgano estimulante y flexible, que abrió espacio a nuevas ideas y a nuevos autores, ventilando el clima intelectual de la izquierda mexicana.» (“Memoria”). Y latinoamericana, es posible agregar.

Traductor, crítico y teórico de la modernidad, Bolívar Echeverría jugó igualmente un papel central en CP. Formado en filosofía en a la Universidad Central de Ecuador, en la Universidad Libre de Berlin y en la UNAM, donde estudió también economía, introdujo en las discusiones del consejo editorial algunos de los debates del marxismo crítico y la Teoría crítica. Fue parte del movimiento estudiantil berlinés en los años sesenta, donde fue miembro de la Asociación de Estudiantes Latinoamericanos de Alemania Occidental (AELA), misma que se vinculó al grupo de Rudi Dutschke, figura del movimiento estudiantil, y juntos formaron un círculo de discusión sobre los movimientos de liberación nacional en el Tercer mundo, la obra de Frantz Fanon y de Karl Marx, de Georg Lukács y el Che Guevara, entre otros. Después de la represión del movimiento estudiantil alemán y el atentado contra Dutschke en 1968, Echeverría migró a México, en plena efervescencia del movimiento estudiantil, donde se estableció y continuó con sus estudios en filosofía y en economía. La contribución de Echeverría a CP fue sustancial, pues a decir de Neus Espresate, no sólo participó desde el primero hasta el último número de la revista, sino que se convirtió en “la cabeza teórica de la redacción.” (Gandler, 2007).

Melancolía de izquierda

En la Presentación del número 1 de CP, el consejo editorial declara que tras la derrota de la Unidad Popular en Chile de 1973 se hace necesario “eslabonar la lucha revolucionaria con un nuevo y más alto nivel de reflexión teórica.” Expresaban la convicción de que la ruptura con el dogmatismo y el impulso de las fuerzas revolucionarias a nivel global en aquellos años le habían devuelto al marxismo «su carácter de teoría crítica integral.» Consideraban además que, a partir del triunfo de la Revolución cubana (1959), los pueblos latinoamericanos se constituyeron como sujetos revolucionarios y, por tanto, de su historia, pues supieron romper con el viejo antimperialismo, cuyas tesis teóricas no podían dar cuenta de la especificidad económico-social de nuestros pueblos y ofrecer una alternativa real a los mismos. En este sentido, vieron a la Revolución cubana como la respuesta práctica a la necesidad histórica de darle un nuevo impulso a la revolución y romper, al mismo tiempo, “con el pasado liberal positivista.»

Sin embargo, advirtieron que la vuelta a la teoría social de Marx demandaba la superación de «la caricaturización dogmática» del marxismo de aquel entonces que había petrificado su potencial crítico-explicativo de lo concreto; que sólo a partir de «la experiencia acumulada, el conjunto global de los éxitos y fracasos», se hacia posible la renovación “de los principios del materialismo histórico” y la construcción de un modo de trabajo basado en la discusión colectiva y la puesta en práctica de la crítica. En este sentido, se propusieron contribuir a elaborar “los instrumentos teóricos que permitan forjar esa teoría general…”. En suma, el objetivo primordial del consejo editorial de la revista era hacer de la “derrota” un incentivo para la reflexión teórico-crítica que abriera un nuevo horizonte de expectativa.

Una revista crítica e independiente

Diez años después de la publicación del primer número, los editores recordaban que CP surgió como “el proyecto de una revista marxista independiente”, es decir, independiente respecto del Estado, los partidos y de las corrientes de opinión que había hecho del marxismo “un dogma estrecho y sectario.” (CP. 41, “En este número”, 2). Sobre el particular momento que atravesaba la izquierda social en América Latina, recuerdan que fue el contexto de los golpes militares en Brasil (1964) y Chile (1973), así como la derrota sucesiva de los movimientos populares, hechos que crearon un clima de zozobra en el subcontinente americano. Además, México era un país que intentaba recobrarse del impacto de la represión contra el movimiento estudiantil de 1968 y dónde la izquierda se esforzaba por forjar «los medios para reencauzar su actividad» (universidades, medios de comunicación y organizaciones políticas), mientras el movimiento popular se volvía a reincorporar (sindicalismo). Por otra parte, a México llegaban frecuentemente exiliados políticos, con “sus experiencias y reflexiones, así como sus miedos y sus rencillas…” Y también, con voluntad inquebrantable de contribuir a una transformación social.

En este contexto se formuló el proyecto de CP, cuyo ámbito de trabajo fue el marxismo, perspectiva desde la que se propuso reflexionar sobre la amplia problemática de América Latina y México, sin perder de vista el contexto mundial que la sobredetermina. Bajo la convición de que nada debe ser ajeno al marxismo, en sus páginas se dio espacio a discusiones filosóficas, económicas, políticas, también a los «percances de la vida cotidiana» y las reivindicaciones sindicales, así como los problemas de la ciencia y la cultura.

No obstante, se propusieron franquear cierta lógica del marxismo de aquellos años y optar en cambio “por las exigencias de la historia viva, del movimiento concreto de lo real.” Con lo que se procuraron un “acercamiento a las fuerzas sociales y políticas que, desde el seno de nuestros pueblos, luchan por un futuro mejor.” Cuestionaron que en América Latina “el marxismo ya no puede limitarse a preconizar tan sólo la alternativa del socialismo como forma superior de organización económica (estalinismo), sino que debe ligarla estrechamente a la cuestión de la democracia.” Cuestión que se ha planteado con la derrota de la Unidad Popular, se volvió a plantear en Nicaragua y que la lucha contra las dictaduras ha vuelto a poner sobre la mesa.

Sobre la forma de trabajo apuntan que, cada semana el consejo editorial se reunía y aprendió que un proyecto de este tipo implica todo un reto “respecto a la democracia interna, la práctica del pluralismo y el respeto mutuo: intelectual y personal.” Las “reglas del juego” que se establecieron para las reuniones semanales posibilitaron “la experiencia de la libertad y la diversidad que el marxismo propicia, y, …el fijarle a esa experiencia los límites sin los cuales se puede naufragar en el relativismo teórico y la permisividad política.” En suma, el producto de la revista “corresponde a un momento del desarrollo teórico y político de México, de América Latina y del marxismo. Este momento se caracteriza por la fragmentación de la izquierda y la necesidad de elaborar respuestas tanto a nuevos como viejos problemas.” El mérito de la revista radica en haberse sobrepuesto a tal fragmentación y que las diferencias no le impidieron que las respuestas a los problemas se busquen “mediante el diálogo fraterno y la práctica solidaria.” En definitiva, CP no fue sólo un proyecto editorial de teoría-política, sino una experiencia colectiva, crítica y libertaria ejemplar.

No obstante, a partir de ese número Córdova y Sánchez Rebolledo abandonaron el consejo, ya antes lo había hecho Cordera, y se incorporaron Olac Fuentes (México, 1943-2024), filósofo (UACH) y pionero en la investigación crítica del sistema educativo en México; Rubén Jímenes Ricárdez (—), politólogo y marxista, quien se avocó al estudio del movimiento obrero y campesino en México y Colombia, Asa Cristina Laurell (Suecia, 1943-), médica y socióloga, naturalizada mexicana, reconocida como una de las figuras de la medicina social y Héctor Manjarrez (México, 1945-), ensayista y escritor; quienes le darían un nuevo impulso a la revista.

¿1989, el final de la utopía?

En los siguientes números se continuó con la discusión del marxismo y los movimientos sociales, temas económicos, sociológicos, educativos, geopolíticos, citadinos, histórico-teóricos, culturales, de salud, así como las cuestiones del capitalismo, el socialismo y la democracia; se abordaron también hechos político-sociales como el movimiento estudiantil del 86 en México, la Unión Soviética y la “sorpresiva” caída del muro de Berlín.

En el último número de la revista, publicado hace 35 años, (CP, 59/60, “En este número: 1989”), Bolívar Echeverría reflexiona sobre la significación que el año de 1989 iba adquiriendo con la caída del muro de Berlín. Asumiendo una actitud de sospecha, se pregunta si la caída del socialismo real no es sólo «un paso de un proceso más profundo», esto es, la reconstitución del dominio histórico de Europa. Y por tanto, si lo que está en juego en este hecho histórico es «el destino de la utopía socialista» o la pugna «del poder planetario.» Con agudeza, señala que no sólo el socialismo real ha fracasado sino también el capitalismo, incluso este último ha sido mayúsculo, pues se trata del fracaso del proyecto de modernización ya centenario sobre “la vida civilizada del planeta”; el del socialismo en cambio sólo alcanzó una expresión particular, de no más de setenta años, la de la “figura despótica peculiar de gestión económica política”, que corresponde al socialismo soviético.

Advierten que, cierta prosperidad del capitalismo en lugares muy determinados ha servido para intentar borrar de la conciencia social la magnitud de la catástrofe a la que ha conducido el mismo capitalismo y disipar de la conciencia cotidiana la actualidad del proyecto emancipatorio. Sin embargo, si nos preguntamos por la actualidad de “la perspectiva socialista”, ésta se encuentra en la crítica persistente del «estado de cosas organizado por el capitalismo», esto es: 1) la crítica de la racionalidad destructiva del capitalismo que media la relación entre el ser humano y la naturaleza; 2) el cuestionamiento de la socialización capitalista, que polariza y consolida la estratificación social (técnicas, nacionales, étnicas, culturales, etc; 3) finalmente, la crítica del papel nefasto que el capitalismo tiene sobre la vida política de la sociedad, pues opaca y disminuye las posibilidades abiertas a la democracia: “la toma de decisiones popular soberana”; e impone la dictadura del capital, haciendo uso una y otra vez de regímenes autoritarios, mostrando su fobia democrática y su filia al “funcionamiento oligárquico de la toma de decisiones políticas.”

Según esto, en el terreno teórico, la crítica del capitalismo que formula “la perspectiva socialista” sigue siendo actual, aunque en el ámbito de la práctica parece no haber nada más extemporáneo que la política socialista. Esto se debe, en buena medida, al efecto que han tenido los hechos concretos en la opinión pública, es decir, donde se afirma que el derrumbe del socialismo real no sólo es la prueba de lo irrealizable del socialismo, sino que el capitalismo pese a todo es el mejor de los mundos posibles. Y sobre todo a que, la experiencia histórica del socialismo ha “afectado al nombre y la vigencia histórica del socialismo.” Señala entonces que, no debemos olvidar que el socialismo ha sido “el proyecto histórico que en la práctica y en el discurso se ha afirmado con mayor coherencia como una alternativa crítica a la modernidad capitalista.” Empero, tampoco debemos obviar que el socialismo ha compartido con el capitalismo una serie de premisas que conforme avanza el tiempo histórico se han vuelto más problemáticas, como su concepción básica acerca de la política, mismas que tienen que someterse a la crítica corrosiva, si es que quiere volver a ser “una alternativa política viva.”

Al final del último número, anunciaban a sus lectores, suscriptores y anunciantes que la revista entra “en un periodo de reestructuración” indeterminado, con el que se proyecta una nueva época. Ésta nunca llegó, no obstante, la experiencia colectiva, plural, democrática y libertaria de este proyecto editorial puede servir para alimentar la posibilidad y aún más la necesidad de la crítica, aleccionada por la experiencia histórica, que contribuya a abrir un nuevo horizonte utópico en plena era del desencanto.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.