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La «Libra» no salió gratis

Fuentes: Rebelión

En días en que el ritmo de la información se mueve entre lo vertiginoso y lo abrumador es oportuno acercarse a significados profundos de la estafa financiera desencadenada el viernes 15 de febrero y a las posibilidades de respuestas eficaces a la misma de parte de trabajadores y pobres.

El miércoles 19 de febrero por la tarde se pudo ver una vez más a fuerzas de “seguridad” federales en actitud de intimidación y represión frente a la movilización habitual de les jubilades.

Esta vez parece que la presencia callejera fue más grande que otras veces, a través en parte de trabajadores de la salud en conflicto y militancia solidaria de organizaciones sociales y partidos de izquierda. Hubo manifestantes gaseados y golpeados. También un par de detenidos.

Algo destacable es que además de las reivindicaciones específicas estuvo allí la protesta contra la estafa financiera tan denunciada y analizada en estos días. Las dos cuestiones están conectadas. Resulta irrisorio que mientras millones de personas tienen que lidiar con ingresos de nivel de indigencia, el presidente de la nación se ocupe de negocios millonarios en el universo financiero digital.

Amén de la justeza del reclamo hay que subrayar que la impugnación al insólito auspicio de Javier Milei a una inversión más que dudosa comienza a ganar el espacio público. Y queda asociada a los mayores agravios a la población acumulados durante este último año.

La revelación de los múltiples vínculos entre el presidente y su entorno con personajes oscuros que mueven millones de dólares no es un tema tan ajeno a las preocupaciones populares, tal como algunos analistas afirmaron en un comienzo, con el argumento de que las inquietudes mayoritarias están centradas en la inflación y otros aspectos acuciantes de la existencia cotidiana.

Si nos dirigimos a una perspectiva más amplia, este último episodio es la enésima muestra de la distancia entre quienes dirigen el aparato del Estado y la inmensa mayoría de la sociedad.

La legitimidad de origen proporcionada por el voto ciudadano pierde espacio ante un ejercicio del gobierno que cada vez está más marcado por el poder económico. Sea en el núcleo de ese poder o a través de personajes más bien marginales como en este caso. Lo hemos visto muchas veces en las últimas cuatro décadas, ahora tiene una agudización.

El peor momento

La mayoría de los analistas coincide en que la gestión de Javier Milei atraviesa hoy el peor momento desde su inicio. Su capacidad de respuesta frente a la crisis experimentada ha sido vacilante y algo lenta.

La confusión tuvo como principal exponente al propio jefe de Estado. Destacó en ese campo la contraproducente entrevista con un periodista “amigo” el día 17. Allí sus respuestas no tuvieron un mínimo de claridad y firmeza. Y para colmo quedó al descubierto que los términos del reportaje estaban arreglados de antemano a través de la intervención luego “filtrada” de Santiago Caputo.

Dicha entrevista sumió más aún en la oscuridad a toda la cuestión, sobre la que Milei sólo atinó a alegar ingenuidad o un “optimismo tecnológico” que suena a irresponsable. Y casi al mismo tiempo explicó como “capitalismo de casino” o “ruleta rusa” a lo que 72 horas antes había presentado como una iniciativa a favor de las pequeñas empresas y del crecimiento de la economía

Todo se agravó cuando el curso de las investigaciones periodísticas puso de manifiesto el compromiso del presidente y su hermana con la maniobra. Y aireó la participación de Milei en varios negocios en el mundo de las criptomonedas, si bien anteriores a su asunción presidencial.

Esos supuestos negocios tuvieron ruinosas consecuencias posteriores para quienes siguieron sus recomendaciones. Sugerencias que él reconoció que eran pagadas por los empresarios interesados en obtener ganancias a costa de incautos.

Para colmo de males el gobierno trata de desviar la atención hacia periodistas supuestamente corruptos y a dirigentes políticos hoy en la oposición como Horacio Rodríguez Larreta. En plena vigencia de lo que algunos ya llaman el “libragate” esas acusaciones se vuelven sobre el presidente y sus allegados, colocado bajo sospecha por hechos similares a los que imputan a otros.

El panorama en los últimos días en las redes sociales y otros espacios de la web resulta elocuente: Los comunicadores “libertarios” han perdido el despliegue de ofensiva permanente que habían mantenido hasta ahora, con pocas excepciones.

Memes, videos hechos con inteligencia artificial y sobre todo miríadas de mensajes críticos o satíricos hacia el presidente han invadido el mundo virtual. Como suele ocurrir, el bando contrario ha adquirido las destrezas que el hasta entonces vencedor en ese campo creía poseer en exclusividad.

¿Por qué se metió en esto?

Cabe el señalamiento de factores ideológicos, de “batalla cultural”. Sin que eso implique descartar la existencia de negocios personales o de grupo entre las motivaciones para la imprudente exposición presidencial que ha generado el entuerto,

El presidente quiere expandir en el sentido común que la especulación financiera es un dignísimo modo de andar por la vida, con promisorios beneficios individuales que luego “derramarán” sobre ámbitos más amplios (el supuesto crecimiento de la economía argentina que mencionó en su pieza de publicidad digital).

 Procuró dar una demostración práctica de sus afirmaciones habituales de que la codicia privada coincide más temprano que tarde con el bien de la sociedad. Y como corolario el refuerzo de una prédica: Cualquier acción colectiva desde la sociedad civil o toda medida del Estado no enfilada a ampliar los beneficios de los capitalistas es empobrecedora y perjudicial para los intereses generales.

El resultado fue el contrario, quedó bajo la presunción de que encubrió con pretextos altruistas el beneficio de un pequeño grupo de especuladores.

Toda la secuencia constituye un ejemplo de cooptación de las máximas autoridades de un gobierno por zonas oscuras del capital financiero. Que operan en los bordes de un sistema en el que el conocimiento tecnológico juega como herramienta decisiva en la obtención de ganancias.  Y es objeto de una especial deferencia que tiende a desligarlo de problemas y atropellos y considerarlo casi omnímodo a la hora de traer soluciones.

Lo urgente, lo importante y las respuestas

En los primeros días después del escándalo una de las apuestas del gobierno pareció ser que el mero paso del tiempo diluya el factor de desprestigio que lo aqueja.  Además se propuso algunas medidas distractivas.

Entre ellas la de responsabilizar a su asesor “estrella” del desaguisado en la entrevista del lunes y la reconducción de la discusión a qué había pasado allí, en búsqueda de alejarla del foco central.

El miércoles 19 el Boletín Oficial reflejó lo que asimismo puede tener un propósito de dispersión. Pero esa finalidad está lejos de agotar sus objetivos. Nos referimos al decreto que propone la transformación del Banco de la Nación Argentina en una sociedad anónima. Lo que abre el camino para el ingreso del capital privado, en seguimiento de las previsiones iniciales del Decreto 116/2025.

Es pertinente el señalamiento, que no es digresión, que desde su fundación en 1891 bajo la presidencia de Carlos Pellegrini, el Banco siempre fue estatal. “Estatismo” desplegado durante la supuesta “época de oro” del liberalismo económico que fue de 1880 a 1916. Tal como el presidente la alude a menudo en sus discursos.

Así el gobierno amaga a retomar la ofensiva estratégica en un sentido privatizador y desregulatorio. Con la correlativa redefinición o supresión de todo organismo estatal que pueda tener fines siquiera algo divergentes con los de ese “libre mercado” que lo es todo menos abierto y competitivo.

En parecido sentido van los anuncios de que ya es inminente la conclusión del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (F.M.I), el que comprendería la ampliación del endeudamiento del país y el condicionamiento de su política económica. El tan buscado y elogiado “superávit fiscal” tendrá íntegro destino de pago de deuda.

Todo de la mano del ministro de Economía Luis Caputo, quien ya mostró sus “habilidades” en la materia durante el gobierno de Mauricio Macri.

Frente a la estafa financiera diversas corrientes de la oposición han efectuado desde el primer momento denuncias ante el poder judicial, pedidos de juicio político, propuestas de formación de una comisión investigadora en el Congreso..

Son acciones necesarias, y sin embargo insuficientes. Cualquiera de esas vías requiere de mucho tiempo para producir efectos. Sí podrían servir para apuntalar que toda la cuestión sea llevada al espacio público. Que germine en la movilización callejera y la autoorganización.

Y que asocie lo coyuntural del entuerto financiero con lo estructural del sometimiento absoluto al gran capital, la también estafadora deuda externa, el avance del capital financiero sobre el aparato bancario oficial.

De allí se desprende el esclarecimiento del enlace de esa estrategia gubernamental con la pérdida de ingresos populares, la clausura de buena parte de las políticas sociales, las facilidades para el saqueo de los bienes comunes y un largo etcétera.

El trazado desde abajo de una estrategia de lucha y mayor visibilidad masiva de los atropellos puede establecer conexión con la crítica general al capitalismo, el planteo de alternativas socioeconómicos y la búsqueda de una democracia auténtica de nuevo signo. Asentada en la más amplia incidencia popular, tanto en el diseño institucional como en la toma cotidiana de decisiones.

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De vuelta al comienzo, no sería la primera vez en la historia del país que jubiladas y jubilados marcan un sendero a otros sectores. Ya fue así en la década de 1990.

El camino puede ser el de más unidad en la acción y en las propuestas, mayor conciencia sobre las verdaderas causas de los padecimientos populares. Y de la organización y presencia pública que debe tener ese grado de conciencia como base.

La peor semana del gobierno “libertario”, puede volverse un precedente de mejores semanas para el movimiento popular.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.