En medio de la catástrofe libertaria que parece no tener fin, recientemente se publicó un nuevo libro sobre Malvinas titulado ‘Recuperar Malvinas. Las disputas por los significados de la guerra y su tardía inclusión en el campo de los derechos humanos’. Su autor es el Juez Federal en lo Criminal y Correccional de La Plata Alejo Ramos Padilla, de reconocida trayectoria en causas ligadas a los derechos humanos y firme antagonista de la corporación judicial predominantemente conservadora y antiperonista.
Nos detendremos en el texto pues intenta, como señala el título, aportar una mirada generalista sobre el significado de la guerra del ’82 y sus consecuencias en el plano político y cultural. Su postura representa a toda una corriente dominante en los ’80 en los ámbitos académicos ´productores de sentido’. Años después, la mayor parte de ese grupo conformó el ala liberal-progresista que se integró al kirchnerismo a partir del 2003. Su tesis principal, que tantas veces han criticado diversas organizaciones de Veteranos de Malvinas, consiste en sostener que la guerra fue un hecho inescindible de la dictadura oligárquica del Proceso y que ‘el relato épico patriótico’ -así lo llama despectivamente- fue fabricado apenas concluidos los combates con el propósito de legitimar a esa dictadura en retirada. De acuerdo con esta postura, la contienda militar fue antes que nada un enfrentamiento desigual entre oficiales y suboficiales y soldados maltratados, y no una batalla anticolonial del país contra el bloque imperialista encabezado por Gran Bretaña y secundado por EE.UU. Expresiones tales como ‘gesta patriótica’, ‘lucha anticolonial’, ‘unidad latinoamericana’, ‘identidad nacional’, ‘afirmación de derechos y no agresión’, etc, no fueron más que fórmulas grandilocuentes de un lenguaje encubridor que emplearon los ‘mariscales de la derrota’ con intenciones auto-exculpatorias. Naturalmente, esa corriente avala las conclusiones del Informe Rattenbach de 1983 que caracterizó a la recuperación de las islas como ‘una aventura militar’ y proponía la pena de muerte a los responsables de esa decisión. En otro tramo del libro Ramos Padilla cita una presentación ante la Comisión Interamericana de Derechos Humano (CIDH) de una organización de veteranos a la que asesora en temas jurídicos (el Cecim La Plata) que califica a la guerra como ‘ilegal e ilegítima’. Dicha presentación concluye con el pedido de que ‘esos hechos ignominiosos’ nunca más se repitan y reclama reparaciones para las víctimas del ‘terrorismo de Estado’ que supuestamente se practicó en Malvinas. Hasta la convocatoria y movilización de los soldados a los pocos días de la recuperación de las islas podría ser definida, se dice, como ‘una forma de ataque sistemático contra una población civil’.
Las citas anteriores, y otras que omitimos para no abrumar al lector, retratan con claridad el rechazo visceral del sector que encarna Ramos Padilla (el progresismo liberal centroizquierdista) a la lucha antiimperialista que puso de pie al pueblo argentino y latinoamericano el 2 de abril. Quienes resaltamos el significado objetivamente anticolonial de la gesta patriótica (el autor debería saber que así la definieron innumerables veces Néstor y Cristina Kirchner) y planteamos la necesidad cada vez más urgente de reivindicarla no en la retórica vacía de las efemérides sino mediante propuestas concretas de defensa de la soberanía avasallada por el usurpador, perteneceríamos a la tradición del ‘nacionalismo autoritario’ filo procesistas. Salta a la vista la incomprensión del autor respecto de lo que fue la dictadura oligárquica, su razón de ser, su naturaleza y su misión histórica impuesta por los grupos de poder nacionales e internacionales, y la contradicción de fondo de esa dictadura con Malvinas, es decir con el enfrentamiento del país con la alianza anglo-norteamericana, que había sostenida a la dictadura desde el ’76 al ‘82. El estallido de esa contradicción explica la salida democrática de 1983 bendecida por EE.UU., que algunos llamaron agudamente ‘democracia de la derrota’ y que nosotros denominamos ‘democracia desmalvinizada’.
Una línea igualmente hostil a Malvinas es la que sostuvieron siempre las élites antiperonistas que conforman el estrato ideológico ‘oficial’ de la Argentina liberal-oligárquica. Sus plumas más sofisticadas escribieron páginas memorables sobre 1982, como aquella Declaración del 2012 en la que piden lisa y llanamente que los argentinos nos presentemos con la cabeza gacha en la embajada británica para confesarnos arrepentidos por el pecado de recuperar nuestras islas en 1982 y reclamemos su piadosa disculpa. Algunos nombres de esa tribu intelectual, suscriptores del documento citado, fueron Fernando Iglesias, Jorge Lanata, Beatriz Sarlo, Santiago Kovadloff, Roberto Gargarella, Juan José Sebreli, Daniel Sabsay, Luis Alberto Romero, etc. Casi todos zigzaguearon en la última década entre el macrismo militante y el ‘apoyo crítico’ al gobierno de Milei, movidos por un rabioso odio al kirchnerismo y al peronismo. Precisamente dos de esos firmantes, Vicente Palermo y Luis Alberto Romero, junto con Jorge Ossona, publicaron un ensayo en el suplemento Ideas de La Nación del sábado 07/06. En él se reiteran las posturas anti-Malvinas clásicas del establishment cultural vernáculo, que buscan infructuosamente desde hace décadas quebrar el sólido apoyo popular a la causa soberana mediante el uso de un palabrerío insustancial sobre las bondades del ‘pluralismo’ en las relaciones con el otro (los kelpers) frente al ‘unanimismo’, ‘esencialismo’ y ‘territorialismo’ de quienes sostienen una convicción monolítica e inmodificable (Malvinas Argentinas!). El llamado al diálogo con los británicos radicados en las islas lo realizan a poco de cumplirse 2 siglos de dominio colonial inglés, caracterizados por la negativa pertinaz y ‘unanimista’ de la potencia ocupante de abrir cualquier forma de negociación, tal como plantea año tras año el Comité de Descolonización de la ONU con el apoyo de todos los países, a excepción de EE.UU., la propia Gran Bretaña e Israel. Es de destacar que, emulando al bufón presidente, el texto que comentamos se dirige a los británicos que habitan las islas con el cálido apelativo de ‘malvinenses’, comunidad esta que, según dicen, en las últimas décadas habría reforzado su ‘identidad’ y ‘autoconfianza’ merced a las jugosas regalías de la pesca, es decir, gracias a los recursos robados a nuestro país. Deberían saber los doctos autores de la nota que una identidad construida sobre la base de la usurpación colonial es, en sí misma, frágil y contingente, pues se funda en el uso despótico de la fuerza militar y no en una genuina legitimidad histórica cimentada en un largo período histórico. Allí está a la vista, como ejemplo dramático de lo anterior, la necesidad del Estado de Israel de perpetrar cada vez más crímenes aberrantes para exterminar la resistencia del pueblo palestino. En síntesis, un texto enteramente dedicado a dinamitar la voluntad popular de recuperar nuestras islas y sus zonas aledañas (¡más de un tercio del territorio argentino!), en momentos en que el Atlántico Sur se convierte en una región clave en el marco de la guerra mundial en desarrollo.
La tercera forma de desmalvinización es quizás la más nociva para el colectivo de Veteranos de Malvinas pues se nutre de un lenguaje en apariencia patriótico, pero, en la práctica, tan etéreo e insustancial como la niebla en el amanecer. La Patria es, en esta concepción, una entidad metafísica vacía de sustancia. Quien encarna este ‘nacionalismo de salón’ es la Sra. Villarruel, acompañada por una camarilla de ex oficiales procesistas ya bien entrados en años. Sus sedicentes proclamas malvineras conviven en un extraño y conflictivo maridaje con el gobierno de Milei, el más anti-malvinero de la historia, a quien contribuyeron a ungir en el 2023. Si conservaran algo de dignidad -si es que alguna vez la tuvieron- deberían ofrecerles sus disculpas a los miles de veteranos y familiares que, confundidos por el peso sofocante de la retórica, votaron a la fórmula Milei-Villarruel. A sabiendas del papel central que juega la Argentina de Milei en la geopolítica antichina de Trump, el pasado 2 de abril en Ushuaia Villarruel le propuso al magnate unas Malvinas libres de potencias extracontinentales, procurando reflotar la añeja doctrina panamericanista practicada por EE.UU. hace un siglo, en tiempos de ofensiva contra sus rivales europeos en Sudamérica. Un disparate extemporáneo que recuerda los torpes intentos de Galtieri de obtener apoyo yanqui frente a la Thatcher. Todo lo que tiene Villarruel para ofrecerles a sus adeptos es un pavoroso silencio frente a las escandalosas agachadas de su jefe y una tolerancia infinita a sus desplantes, seguramente a la espera de su derrumbe económico, político o psicológico, que la colocaría como relevo al frente del barco.
En suma, la guerra del ’82 conmovió los cimientos de la Argentina dependiente diseñada por la clase terrateniente de Bs. As en alianza con la Corona Británica hacia fines del S XIX, reformada pero no desmantelada por los dos grandes movimientos nacionales del SXX (el yrigoyenismo y el peronismo). Enseñó que nuestro destino como nación soberana estaba en el Sur que nos apoyaba y no en el Norte que se coaligaba para agredirnos. Un curso acelerado de geopolítica para los cultores civiles y militares del occidentalismo y la modernidad semicolonial. Frente a tales lecciones, el sistema de poder puso en marcha una intensa ofensiva en el campo de las ideas con el propósito de imponer su relato derrotista, sea en clave derechohumanista, falsamente ‘pluralista’ o hipócritamente ‘pacifista’, según las circunstancias. Una auténtica ‘guerra de posiciones’ diría Gramsci. Bajo esas formas diversas el denominador común siempre fue, y sigue siendo, el intento de desarmar ideológicamente al país para imponer un modelo de sometimiento pasivo a los grandes poderes mundiales.
Pero en el universo nihilista de sujetos aislados, alienados en su individualidad, sin pasado ni futuro, sin legados compartidos, que nos propone la cultura del capitalismo en su etapa actual de decadencia, la memoria de los caídos en la gesta del ‘82 podría convertirse en una guía para desarrollar una nueva perspectiva liberadora.
Fernando Cangiano es exsoldado combatiente de Malvinas y autor del libro ‘Malvinas, la cultura de la derrota y sus mitos’ Ed. Dunken, 2019
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