Lo que hemos aprendido de la cruzada anti-Zohran del New York Times
Ryan Cooper
El New York Times está en contra del candidato demócrata a la alcaldía de Nueva York, Zohran Mamdani. Eso quedó claro después de que el consejo editorial del periódico anunciara en agosto del año pasado que ya no daría su respaldo a nadie en las contiendas políticas locales, sólo para dar marcha atrás y formular el 16 de junio un equívoco respaldo a un acosador sexual como Andrew Cuomo. Resulta que este editorial lo escribió David Leonhardt, que ni siquiera vive en la ciudad de Nueva York. Curioso.
Cuando Mamdani derrotó de todos modos a Cuomo, el Times redobló la apuesta. La semana pasada, publicaron otro artículo (además de un alud de cobertura crítica complementaria) en el que se le acusaba de identificarse como afroamericano y asiático en una solicitud de ingreso en [la Universidad de] Columbia. Lo que implicaba claramente era que Mamdani fingía ser negro para aumentar sus posibilidades de admisión.
Lo que ocurrió en realidad fue lo siguiente: en la sección de la solicitud relativa a raza y etnia, Mamdani -que nació en Uganda, donde pasó sus años de pequeño, y que también vivió en Sudáfrica durante otra parte de su infancia- marcó esas casillas, pero escribió también «ugandés». Como puede atestiguar cualquiera que viaje al extranjero, las categorías raciales norteamericanas resultan profundamente extrañas para los forasteros y directamente disparatadas para alguien como Mamdani. Además, a pesar de que su padre era profesor titular en Columbia, no le aceptaron. Esto no tiene nada de noticia.
Mucho más interesante que la noticia era su fuente: Jordan Lasker, que consiguió los datos de Columbia por medio de un hacker. El Times le identificó en principio sólo como «Crémieux», su nombre de usuario en Twitter, describiéndole como «especialista académico y contrario a la discriminación positiva» e incluso con un vínculo a su Substack (increíblemente racista). Pero el nombre de Lasker no sólo lo había publicado ya The Guardian en un artículo acerca de un congreso sobre «natalismo» llena de racistas (intuyendo aquí un tema), sino que uno de sus pocos artículos publicados -otra pieza de racismo «científico»- fue tan atroz que hizo que despidieran a su coautor, Bryan Pesta, entonces profesor titular de la Universidad Estatal de Cleveland.
The Chronicle of Higher Education informó de la noticia en 2022. Pesta publicó el artículo «Global Ancestry and Cognitive Ability» (“Ascendencia global y capacidad cognitiva”), que escribió junto con Lasker, en el primer número de una nueva revista de la que era redactor en jefe. Todo el número no era más que pseudociencia racista, pero peor aún, resultó que Pesta había obtenido los datos para su artículo mintiendo a los Institutos Nacionales de Salud sobre lo que pretendía hacer. Por eso lo despidieron, y merecidamente. Hay una razón por la que la «ciencia» de la raza está al margen del mundo académico: es una completa insensatez, el apartado de los bichos raros, los mentirosos y los fracasados.
Nada de esto aparecía en el artículo del Times. O bien los autores y editores lo sabían y optaron por encubrir a un trol racista, o bien no investigaron en absoluto su única fuente, tal vez porque les preocupaba que Chris Rufo les pisara la primicia. Su única concesión consistió en un añadido furtivo señalando que Lasker «escribe con frecuencia sobre coeficiente intelectual y raza». ¿Ah, sí? ¿Y qué escribe exactamente?
El incidente es revelador no solo de la profunda podredumbre institucional del Times -por no mencionar su honda vena racista-, sino también de la crisis general de la democracia norteamericana. En un momento en que la administración Trump va estableciendo un estado policial y una red de campos de concentración, el periódico más importante del país está trabajando mano a mano con un racista de alcantarilla, junto con numerosos intereses adinerados y donantes multimillonarios de Trump con el fin de desprestigiar a un candidato socialista democrático a la alcaldía. Hay que concluir que consideran que una amenaza es mayor que la otra.
Siempre que se ha criticado al Times por su pésima cobertura de Trump, por restar constantemente importancia a sus escandalosos abusos y a su mente en decadencia, u otorgando un sesgo masivamente positivo a sus “victorias”, los principales reporteros y directivos del periódico se escudan en todo momento en el mito del Periodismo Objetivo. «La independencia periodística exige voluntad de seguir los hechos, aun cuando te alejan de lo que suponías que era verdad», declaró el año pasado el director del Times, A.G. Sulzberger, en una respuesta a los críticos.
Su cruzada anti-Mamdani deja al descubierto que se trata de un fraude transparente. La cúpula del Times sabe perfectamente cómo llevar a cabo un ataque político: Se publican todas las historias críticas posibles que se puedan imaginar, un día tras otro y otro, día, dañando la reputación de su objetivo y creando una impresión de escándalo, aunque eso signifique ignorar las directrices mismas del diario sobre fuentes anónimas, que advierten explícitamente sobre la necesidad de considerar sus motivaciones. Cuando parece que una historia hace sangre, encargas entonces más artículos que informen sobre un relato que pretendes no haber creado. “Mamdani afirmó en una ocasión que era asiático y afronorteamericano. ¿Tiene eso importancia?” (el pie de foto de esa noticia afirmaba falsamente en principio que Mamdani había afirmado ser negro).
Si no quieres que una historia se convierta en un escándalo -como cuando el ex jefe de gabinete de Trump, John Kelly, afirmó que Trump es un fascista que admira a Hitler- entonces te niegas a publicarla, o si te preocupa que alguien más se apropie de la historia, la publicas en las últimas páginas y sigues adelante. El Times siguió una rutina similar buscando apoyo spara la guerra de Irak en 2002-2003, blanqueando la propaganda de la administración Bush con llamativos titulares de portada, mientras enterraba su propia información de que la propaganda no era cierta.
Un contexto interesante para este desbarajuste es que una parte considerable de la clase dirigente demócrata de Nueva York ha respaldado o al menos ha aceptado a Mamdani como candidato. La Fiscal General, Tish James, el vicegobernador Antonio Delgado, and Rep. Jerrold Nadler fiscal general Tish James, el vicegobernador Antonio Delgado y el congresista demócrata Jerrold Nadler le han respaldado. Hasta la gobernadora Kathy Hochul le defendió con firmeza de los ataques de Trump. «No me importa que seas el presidente de los Estados Unidos, si amenazas con perseguir ilegalmente a uno de nuestros vecinos, te estás buscando pelea con veinte millones de neoyorquinos, empezando por mí», es lo que publicó en Twitter/X.
Hochul es uno de las personas con peor ojo que yo haya visto en política. Y si una gobernadora que no puede aprobar a un candidato judicial de su propio partido puede ver en qué dirección sopla el viento, debe tratarse de una brisa bastante fuerte. Dejando a un lado todo lo demás, llevar a cabo una histérica campaña de desprestigio de semanas de duración contra un tipo, supuestamente porque quiere abrir algunas tiendas de comestibles gestionadas por la ciudad y eliminar las tarifas de autobús, todo ello mientras Trump intenta consolidar una dictadura fascista supone, vamos a decir, una falta de prioridades. La cruzada del Times está dejando pasar claramente las amenazas de Trump de despojar de nacionalidad y deportar a Mamdani, que en una sombría coincidencia es exactamente lo mismo que el psicótico dictador ugandés Idi Amin le hizo a su padre, Mahmood Mamdani.
Creo que los directivos del Times -junto con Andrew Cuomo, Eric Adams, el ex gobernador de Nueva York, David Paterson, diversos ejecutivos del sector inmobiliario de Nueva York, etc.- son muy conscientes de lo que está en juego con lo que está haciendo Trump. Pero no les importa. Lo que sí les importa, como sostiene Cooper Lund, es preservar la actual estructura de poder de corrupción y clientelismo que define la política neoyorquina. Mamdani luchará denodadamente por conseguir que se apruebe su programa, pero si triunfa, eso significará que ya no tendrán acceso automático a la alcaldía (quizá con algunos billetes de avión en mano), ni a los amplios resortes de poder que controla el alcalde.
Y para ello habrá que aplastar la incipiente revuelta que bulle en las bases demócratas, las cuales, a diferencia de 2017, se encuentran profundamente descontentas con su clase dirigente. El propio Mamdani es la prueba de que se puede sacar provecho de esa ira. Así que hay que pararlo a cualquier precio, aunque eso signifique que un vergonzante acosador sexual [Cuomo] o un titular en el cargo escandalosamente corrupto, dos a los que tiene Trump en el bolsillo, termine como alcalde en su lugar.
En otras palabras, la dirección del Times y sus aliados en la cruzada anti-Mamdani serían perfectamente felices como oposición controlada en una dictadura de Trump. Forman parte del podrido establishment que permitió el ascenso de Trump al poder, y hay que derrotarlos para que pueda alzarse una nueva generación de líderes -como Zohran Mamdani- para luchar contra él.
The American Prospect, 9 de julio de 2025
The New York Times se equivoca con Zohran Mamdani
Nick French
Pocos habrían predicho hace un año que, a una semana de las primarias demócratas de Nueva York, un miembro de la asamblea del estado, un socialista democrático de treinta y tres años llamado Zohran Mamdani tendría a tiro la alcaldía de la ciudad, y le pisara los talones al ex gobernador neoyorquino, caído en desgracia, Andrew Cuomo. Pero es aquí en donde estamos. Ahora que Mamdani ha acortado distancias con Cuomo -una encuesta reciente muestra incluso al asambleísta en cabeza-, el periódico de referencia de la clase política, el New York Times, se ha pronunciado. En su «Consejo a los votantes en una carrera angustiosa por la alcaldía de Nueva York», el consejo editorial afirma que «no cree que Mamdani merezca tener un lugar en las papeletas de los neoyorquinos».
Por otra parte, el consejo editorial se muestra bastante circunspecto en sus críticas a Cuomo. Tras elogiar al ex gobernador por disponer «del historial político más sólido» de todos los candidatos, sus directivos aseveran que tienen «serias objeciones a su ética y conducta», debido a las numerosas acusaciones de acoso sexual que pesan sobre él, «aunque sería mejor para el futuro de Nueva York que Mamdani».
Nada de esto resulta exactamente chocante, viniendo de un pilar del statu quo como el Times. Pero merece la pena profundizar en los detalles del caso del Times. El periódico de referencia se preocupa sorprendentemente poco por el lamentable historial de gobierno de Cuomo y no capta la promesa que hace la campaña de Mamdani: la promesa de una forma fundamentalmente diferente de hacer política para la mayoría de la clase trabajadora de una ciudad que se enfrenta a una crisis descontrolada del coste de la vida.
Veamos, en primer lugar, la cuestión del historial de Cuomo. El legado del ex gobernador, tal como escribió recientemente Branko Marcetic en Jacobin, es de escándalo tras escándalo tras escándalo, algo que se menciona, pero no se explora en detalle en el artículo del Times.
Irónicamente, la propia ciudad fue una de las principales víctimas de Cuomo durante su mandato de 2011 a 2021 como gobernador de Nueva York. Sometió a la ciudad de Nueva York a una dura austeridad, privando a las escuelas públicas de financiación y recortando Medicaid en múltiples ocasiones, incluso durante la pandemia del COVID-19. El Times reconoce de refilón que Cuomo no financió el transporte público de Nueva York durante años, degradando la calidad de uno de los mejores sistemas de metro del mundo.
Ni siquiera menciona los diversos escándalos de corrupción, su responsabilidad bien documentada en la muerte de miles de ancianos neoyorquinos cuando obligó a las residencias de ancianos a admitir a personas infectadas por COVID, o los intentos de su administración de encubrir el número de víctimas mortales resultante, un escándalo de proporciones verdaderamente escandalosas que, en un mundo cuerdo, no sólo escandalizaría a los neoyorquinos, sino también a los no neoyorquinos.
O, por supuesto, las creíbles acusaciones de acoso sexual contra Cuomo, que se cuentan por dos dígitos. Tampoco se trata de mencionar las descaradas tramas de corrupción de las que se le acusó -y que parece dispuesto a reanudar en caso de ser elegido alcalde, a juzgar por el gasto masivo en su nombre del super PAC de personas y empresas que actualmente hacen negocios con la ciudad o lo intentan.
Los editorialistas del New York Times saben que no se puede escribir sobre la campaña de Cuomo sin tener en cuenta estos escándalos, y que tales escándalos son tan atroces que una institución que dice valorar el buen gobierno no puede respaldar a un candidato con semejante historial.
Por eso el periódico no respalda oficialmente al gobernador, pero le hace un guiño, y una inckinación de cabeza, debido a su abrumador desdén por la alternativa, Mamdani. Una de las líneas de ataque es que el asambleísta respalda un enfoque supuestamente desacreditado de la seguridad pública que «minimiza la importancia de la labor policial». Mamdani, según acusan los redactores, «muestra poca preocupación por los desórdenes de la última década».
Pero el aumento de los delitos violentos en la ciudad que denuncian los editores parece haber formado parte, en gran medida, de una ola de delincuencia impulsada por la pandemia a escala nacional, que ha ido remitiendo desde entonces. Y el argumento del consejo editorial de que la «gestión progresista de la ciudad» es la culpable del aumento de los índices de delincuencia no resiste la prueba del algodón.
El Times señala al alcalde de Chicago, Brandon Johnson, como ejemplo del mal enfoque progresista frente a la delincuencia, pero en realidad han disminuido los delitos violentos bajo el mandato de Johnson, y los asesinatos y robos de este año van camino de alcanzar sus niveles más bajos en varios decenios.
El consejo afirma también que el «enfoque más moderado» del actual alcalde de Nueva York, Eric Adams, «ha frenado el declive en algunas zonas» del que es responsable su predecesor, Bill de Blasio. Sin embargo, la tendencia de la delincuencia en Nueva York desde que Adams asumió el cargo parece notablemente peor que la del resto del país, ya que los delitos violentos han aumentado durante la mayor parte del mandato de Adams y se mantienen muy por encima de los niveles anteriores al COVID. Esto contrasta notablemente con la situación general de los Estados Unidos, que ha experimentado un descenso de este tipo de delitos hasta situarse en niveles anteriores a la pandemia. La realidad de la delincuencia en Nueva York y en otros lugares desmiente la narrativa simplista del Times de «los progresistas son malos, los moderados son buenos».
La descripción del propio Mamdani que hace el periódico resulta igualmente injusta. Lejos de «mostrar poca preocupación» por la delincuencia, la seguridad pública ha sido una parte destacada de su programa. El ambicioso plan de Mamdani de crear un Departamento de Seguridad Comunitaria se compromete a ampliar los servicios sociales y la atención a la salud mental para ayudar a abordar humanamente las causas profundas de la delincuencia. Y Mamdani ha roto de modo notable con la retórica de desfinanciar o abolir la policía, que tan destacada ha sido en partes de la izquierda. En su lugar, insiste en que «la policía tiene un papel fundamental que desempeñar» y que el desarrollo de la red de seguridad de la ciudad la dejará libre para hacer mejor su trabajo.
«El 65% de los delitos del primer trimestre de este año siguen sin resolverse», afirmó Mamdani en el debate sobre la alcaldía celebrado la semana pasada. «Tenemos que asegurarnos de que la policía puede centrarse en esos delitos, y de que contamos con profesionales de la salud mental y trabajadores sociales para abordar y resolver la crisis de salud mental y el problema de los sin techo».
La despreocupación del Times por las propuestas de Mamdani en materia de seguridad pública no tiene nada que ver con su negativa a analizar seriamente su programa o sus logros como joven asambleísta. Los editores escriben que el plan de Mamdani de congelar los alquileres de las viviendas de renta estabilizada restringiría la oferta de viviendas y las haría menos asequibles para los recién llegados a la ciudad. Sin embargo, investigaciones empíricas recientes no apoyan ese argumento (el favorito, por supuesto, de los propios propietarios) de que el control de los alquileres disminuye la oferta de nuevas viviendas. Y el Times simplemente ignora el resto del programa de vivienda de Mamdani, que incluye planes para potenciar el desarrollo público de viviendas asequibles -con el objetivo de construir 200.000 nuevas unidades en la próxima década- y flexibilizar las restricciones urbanísticas para facilitar también el desarrollo del sector privado.
El Times también se burla de la propuesta de Mamdani de que haya tiendas de comestibles que sean propiedad de la ciudad: «como si el servicio al cliente y las ventas al por menor fueran puntos fuertes del sector público», viene a mofarse. Por decir algo evidente: la única razón por la que Mamdani hace de esta propuesta un elemento clave de su campaña es porque el libre mercado no ha conseguido ofrecer alimentos asequibles a la clase trabajadora. Más allá de eso, parte del objetivo de Mamdani con esta propuesta y otras (acerca de la seguridad pública, la vivienda y la atención infantil gratuita) consiste en desarrollar las capacidades del sector público y desafiar el sentido común dominante, tras décadas de neoliberalismo, de que el sector privado resulta mejor para proporcionar bienes y servicios. La imaginación política necesaria para apreciar la ambición del programa de Mamdani parece escasear en el Times.
Los directivos arremeten contra Mamdani por su falta de experiencia y un historial supuestamente deficiente como asambleísta estatal en su tercer mandato. Sin embargo, el historial de Mamdani como legislador estatal, de alguien que lleva en el cargo poco más de cuatro años, resulta en realidad bastante substantivo, tal como resumió Zephyr Teachout en un hilo de Twitter/XT. En 2021, desempeñó un papel importante ayudando a los taxistas de Nueva York, víctimas de los vendedores de licencias de taxi y prestamistas depredadores, a obtener 450 millones de dólares para enjugar su deuda. En 2022, ayudó a detener la construcción en Astoria de una central eléctrica de gas de fracturación altamente contaminante. También ayudó a aprobar la Ley de Construcción de Energías Públicas Renovables, que faculta a la autoridad pública neoyorquina para desarrollar energías renovables, y trabajó para ampliar las guarderías y el servicio de metro y autobús.
Mamdani es, en efecto, muy joven y carece del extenso currículum de Cuomo. Pero este argumento resulta válido en ambos sentidos. Cuando el ex gobernador atacó a su rival más joven por su falta de experiencia en el debate de la semana pasada, Mamdani replicó:
“Señor Cuomo, yo nunca he tenido que dimitir y verme desacreditado. Nunca he recortado Medicaid. Nunca he robado cientos de millones de dólares de la MTA [el sistema de transporte neoyorquino]. Nunca he acosado a las trece mujeres que han formulado acusaciones creíbles de acoso sexual. Nunca les he exigido su historial ginecológico, y nunca he hecho esas cosas porque yo no soy usted, señor Cuomo”.
Estas elecciones a la alcaldía plantean una dura elección a los neoyorquinos. Podemos apostar por un político joven, relativamente inexperto, pero ambicioso, que quiere romper con la política de siempre. O podemos apostar por Cuomo. Lamentablemente, sabemos exactamente cómo sería una alcaldía de Cuomo: más regalos corporativos de dinero público, más corrupción, más austeridad, mayor miseria para la clase trabajadora de la ciudad.
Dado el papel del New York Times como defensor del statu quo, no resulta sorprendente que prefiera esta perspectiva al enfoque favorable s los trabajadores representado por Mamdani. Pero para la mayoría de los neoyorquinos de a pie que luchan con crisis solapadas relativas al coste de la vida, el deterioro de los servicios públicos y el autoritarismo trumpiano, una alcaldía de Mamdani que promete abordar realmente estas crisis parece cada vez más la única opción sensata.
Ryan Cooper es redactor jefe de la revista The American Prospect. Fue con anterioridad corresponsal nacional de The Week.
Nick French es editor asociado de la revista Jacobin.
Fuente: Varias