Andrea lleva ocho meses laborando en la empresa Wrangler, en Coahuila. Ella aspiraba a tener estabilidad laboral para asegurar el bienestar a sus hijas, pero eso no será posible. Su trabajo concluirá el 13 de septiembre, día en que la empresa cerrará sus operaciones. Mientras tanto, continúa su labor normal, que consiste en coser las bolsas de los pantalones. Esta actividad la realiza en dos máquinas al mismo tiempo: una a su izquierda y otra a su derecha, lo que es muy desgastante, ya que, durante toda la jornada laboral, Andrea permanece de pie y debe mantenerse concentrada para evitar accidentes. Ella comentó al Informador Obrero:
“Tengo que terminar los dos lados con los tiempos establecidos para uno. Son entre 10 y 12 minutos para terminar un bulto con un aproximado de 60 piezas. Entonces hacemos 120 piezas en el mismo tiempo porque trabajamos en dos máquinas. Termino con hinchazón en los pies, los brazos entumidos y demasiado cansados”.
Andrea es madre soltera de tres hijas de 10, 14 y 15 años, a quienes tiene que proveer de sus necesidades básicas; aunque precario, el salario que obtiene de Wrangler le permite cubrir algunas, por lo que el cierre de la empresa la ha dejado consternada:
“Yo como mamá, ¿qué voy a hacer?, ¿dónde voy a encontrar trabajo con prestaciones? Aquí también trabajan mujeres embarazadas, que lo van a tener más difícil; sus incapacidades estaban previstas para septiembre y octubre”, lamenta.
José, otro trabajador, comparte su incertidumbre:
“Ya tengo más de veinte años trabajando; aquí hice mi vida. No sé qué voy a hacer después, pero por mi edad no me aceptan en cualquier lado”.
El cierre de Wrangler y el impacto que tendrá en trabajadores como Andrea y José no son casos aislados. Forma parte de la lógica del capitalismo mundial: relocalizar empresas para abaratar costos, extraer más plusvalía y revitalizar la tasa de ganancia, aunque esto signifique dejar desempleados a miles de obreros.
La extracción de plusvalía de acuerdo con el orden mundial
El Dr. Mateo Crossa, investigador del Instituto Mora, en el libro Honduras: maquilando subdesarrollo en la mundialización, señala tres etapas de la internacionalización de la industria textil.
Primera etapa (1940-1960). La producción se traslada a Asia, teniendo como fin una motivación política, de contrainsurgencia en el contexto de la Guerra Fría y el triunfo de la Revolución China.
Segunda etapa (1960-2001). La producción se traslada a países subdesarrollados y se fortalece con los tratados de libre comercio. En Honduras con la Iniciativa de la Cuenca del Caribe en 1984 y en México con el Tratado de Libre Comercio en 1994. En esta segunda etapa llegó a México Inditex (Zara, 1992), Wrangler (1996), Nien Hsing (Levi Strauss and Co, Abercrombie 1998), Mex Mode (Nike, Timberland) 1999 y Delta Apparel Inc (1999), entre otras.
Tercera etapa (2001 a la actualidad). Coincide con un menor dinamismo en nuestro país y un decremento de su contribución al Producto Interno Bruto (PIB), pasando de 131 mil 395 millones de pesos en ese año a 115 mil 750 millones de pesos en 2019. En 2020 se da un agravamiento debido a la pandemia del Covid-19. En 2023 el PIB de la industria textil y de la confección disminuyó 8.4 por ciento, según información de INEGI, 2024.
En tiempos actuales, en 2024 y durante 2025 hemos presenciado disrupciones en el escenario mundial, como las políticas arancelarias del presidente estadounidense, Donal Trump, y, en México, la pasividad y sumisión de nuestro Gobierno ante dichas políticas.
Esta tercera etapa se caracteriza por el aumento de explotación en la confección, que sigue sin automatizar sustancialmente sus procesos laborales. A esta obedece el recorte de personal en 2024 y 2025 de algunas empresas que llegaron a nuestro país en la segunda etapa y el cierre de otras como lo es el de Wrangler.
A diferencia de la producción de telas, donde hubo una automatización generalizada de los procesos productivos, en la industria de la confección no ocurrió lo mismo, por lo que la productividad aumentó a costa de la superexplotación de los trabajadores de los países subdesarrollados.
La relocalización de las empresas en estas etapas trajo como consecuencia natural, por un lado, la desindustrialización de Estados Unidos, que dejó de crear valor interno; por otro, el saqueo de plusvalía de los trabajadores de los países periféricos. Como bien señala Crossa, aunque el valor se produce en México y Centroamérica, se realiza en EE. UU. y Europa, donde se consumen los productos finales.
Lo anterior es muy relevante, porque entonces la reposición de la fuerza de trabajo en los países dependientes no es necesaria para que el capital complete su ciclo de valorización, lo que deja a los obreros vulnerables a una mayor precariedad.
Por todo lo anterior, no podemos ver lo que ocurre en Wrangler como un hecho aislado: los salarios, los derechos laborales y las condiciones de vida de millones de obreros latinoamericanos están subordinados a esta lógica del capitalismo mundial.
Wrangler en Coahuila
En Coahuila, Wrangler cuenta con cuatro plantas ubicadas en Torreón, Coyote, la Rosita y San Pedro, que emplean a más de 2 mil trabajadores. La marca llegó al estado norteño en 1996, en lo que se llamó la segunda ola de relocalización de empresas, y tras casi tres décadas de extraer plusvalía de los obreros coahuilenses, se comenta que se trasladará a Bangladesh.
No hay un sindicato que abogue por los trabajadores ante el cierre. La Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), que anteriormente administraba el Contrato Colectivo de Trabajo, ni siquiera lo legitimó. El abandono sindical ante estos fenómenos es evidente.
Por otro lado, el Gobierno anunció que instalaría módulos de atención en conjunto con la empresa para asesorar legalmente a los trabajadores y mediar cualquier inconformidad. Así también informaron que la Secretaría de Trabajo y Previsión Social organizaría ferias del empleo para facilitar la reinserción laboral de los obreros. No obstante, al momento eso no ha ocurrido y el cierre de la empresa es inminente. José nos comenta: “Ninguna dependencia nos ha asesorado y hasta ahora no ha habido ninguna feria del empleo. Aquí todos tenemos desconocimiento, ni siquiera sabemos cuánto, legalmente, nos deberían dar de liquidación”.
El salario de los obreros es de 288 pesos diarios. Un contraste brutal con las ganancias del consorcio y con el precio de los productos que confeccionan: un pantalón Wrangler se vende en México entre 1,000 y 1,800 pesos en tiendas departamentales. El valor de un solo pantalón equivale a cuatro y seis días del salario de un obrero, mientras ellos fabrican miles de prendas en apenas una jornada de 8 horas.
Kontoor Brands (Wrangler)
Kontoor Brands, de capital estadounidense, forma parte del oligopolio mundial de la mezclilla. Agrupa a Wrangler, Lee, Vans y, desde 2025 a Helly Hansen. El consorcio es un gigante en el sector textil. Sus acciones cotizan en la bolsa de valores, las cuales en 2024 tuvieron un valor total de aproximadamente 3 mil 300 millones de dólares. En el segundo trimestre de 2025 reportó ingresos totales de 650 millones de dólares, superando con creces las previsiones de ganancias, según información de investing.com. Solo la adquisición de Helly Hansen, se estima que genere entre 425 y 455 millones de dólares.
La empresa ocupa el sexto puesto de las acciones más valoradas entre sus pares en el sector de fabricación de prendas de vestir, según investors.com. Mientras tanto, Andrea, José y otros miles de obreros enfrentarán el desempleo y la incertidumbre.
México en la nueva crisis del capital
El cierre de Wrangler es solo un eslabón de una larga cadena. En lo que va de 2025, al menos 13 empresas maquiladoras y manufactureras han comunicado su salida del país, la mayoría relacionada con la fabricación de prendas de vestir.
El impacto es claro: hay un desempleo creciente que engrosa el ejército de reserva, es decir, una parte de la población que es desempleada permanente, y que ayuda a mantener las condiciones laborales precarias. La economista Ollin Vázquez, en Buzos de la noticia, señala: “Este ejército de reserva alcanza aproximadamente 45.5 millones de personas. Esta masa laboral precarizada ejerce presión a la baja sobre los salarios, situación que se agrava por la cooptación de los mecanismos de defensa laboral (como los sindicatos) por intereses ajenos a la clase trabajadora”.
Es decir, el desempleo constante permite a los patrones ofrecer las condiciones laborales mínimas, precarias. Los trabajadores las aceptan, porque, de lo contrario, serían reemplazados por otros que también necesitan empleo.
Así, la degradación de las condiciones laborales es generalizada. Lo hemos documentado en Tamaulipas con Nien Hsing, en San Luis Potosí con General Motors, lo vemos hoy en Coahuila con Wrangler, y todo indica que ese panorama seguirá latente.
Trabajadores de Wrangler, trabajadores de México, trabajadores de Latinoamérica: todos enfrentamos al mismo enemigo, el gran capital. Solo con la concientización de los trabajadores sobre su situación de clase, con su organización y con su unidad podremos detener no solo la superexplotación a la que estamos expuestos, sino que podremos virar hacia un modelo económico más justo y humano. Un modelo económico socialista.
Fuente: https://informadorobrero.com/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.