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Una fuerte tormenta y la duda sobre los botes

Fuentes: Huella del Sur

Resulta ya una obviedad la afirmación de que el gobierno se encuentra en un escenario creciente de crisis. Hasta ahora trató de contrarrestarlo con acciones riesgosas e ineficaces. Una pregunta a hacerse es si tendrá lugar alguna operación de salvataje desde arriba. O bien se encuentre frente a un nivel de conflictividad ya inmanejable.

Luego de vivir dos semanas terribles, el gobierno de Javier Milei muestra la obstinación en todos los planos como principal respuesta. El desastre electoral bonaerense, la fragilidad extrema de la política económica y la seguidilla de derrotas en el congreso de la nación han sido a duras penas suficientes para que admita la necesidad de algún cambio.

Sin embargo, los intentos de maquillaje fueron tan inverosímiles que carecen de todo efecto ¿A quién puede importarle si Lisandro Catalán es vicejefe de gabinete para interior, como antes de las elecciones, o ministro del interior, como se lo titula ahora?

Nadie podría tampoco conmoverse porque “Lule” Menem, seguidor de Karina Milei, sea reemplazado en el armado de la campaña electoral, por Pilar Ramirez, asimismo seguidora de la hermana del presidente.

En cuanto a la proclamada “autocrítica” es difícil imaginar personas tan reacias a una actitud de ese tipo que el presidente y su hermana. Los dos siguen imbuidos de su “misión” y si se los deja librados a su lógica, tratarán de arrasar con todo a su paso.

Los partidos políticos argentinos están en la picota desde hace tiempo. El radicalismo convertido en una federación de partidos provinciales. Pro se halla sepultado debajo de una alianza desigual y humillante con el oficialismo. Y La Libertad Avanza (LLA) empieza a sentir la amenaza de la descomposición antes de constituirse en plenitud. Una corrosiva lucha interna le dificulta el ejercicio de la iniciativa política.

El peronismo en cambio transcurre la alegría de una victoria electoral de un margen bastante por encima de sus prevvisiones. Ello no equivale todavía a una reconstrucción de puentes dinamitados por los odios internos.

Ya circulan versiones de que sectores opositores piensan en algún modo de acortar el mandato del actual presidente. Nada sólido aún, se sostiene sólo entre rumores y off the record. Igual alcanzó para que algunos medios de comunicación conservadores enarbolen la denuncia de actitudes “destituyentes” y hasta de “pactos infames” para desplazar al actual presidente. No hay tal cosa, más bien especulaciones comprensibles frente a la gran fragilidad del gobierno.

Un mar de gente que no se sabe si alcanza

El último miércoles se asistió a una masiva marcha en defensa de la universidad. Esos mismos días el presidente acudió a un raquítico acto proselitista en la capital cordobesa. LLA casi no existe en las calles. Y casi todo le sale mal dentro del palacio.

Habrá que estar atento al desenvolvimiento de las protestas sociales. Sin duda se tornan más diversas e intensas, sin prisa y sin pausa. La duda que subsiste es si tienen un sustrato político y organizativo que les permita sostenerse en el tiempo e incrementar su potencial.

Por ejemplo algunos observadores han señalado que, siendo que desde que asumió Milei hubo tres grandes marchas universitarias, el movimiento estudiantil continúa sin adquirir relieve en la esfera pública.

Son más bien los sindicatos docentes y no docentes los que asumen protagonismo mediante medidas de fuerza y concentraciones sectoriales. Habrá que ver si esto se modifica y se llega a constituir un movimiento universitario con vocación de permanencia. Y que los estudiantes recobren el papel que supieron jugar durante la mayor parte del siglo XX.

Por el contrario están tomando volumen y resonancia los conflictos sindicales, tanto en el sector privado como en el público. El movimiento de jubilados y jubiladas, con un acompañamiento social variopinto sigue firme. Apoyado en las marchas de los miércoles, que sustentan desde hace muchos años y hoy han adquirido una fuerza renovada.

Nada de esto modifica la postura contemplativa de la dirigencia de la Confederación General del Trabajo. Sus dirigentes parecen con más miedo de que la conflictividad se les desborde que a cualquier agresión que parta de la cima del gobierno sin mucho aviso previo.

La abultada derrota electoral del oficialismo y los reiterados triunfos parlamentarios frente a los constantes vetos presidenciales constituyen un estímulo de magnitud para el conjunto de los sectores contestatarios.

Ahora habrá que calibrar la reacción frente a los mecanismos dilatorios del poder ejecutivo. Éste acaba de disponer la suspensión de la vigencia de la ley de emergencia en discapacidad porque no especifica las fuentes de financiamiento.

En una paradoja chirriante, desde las oficinas presidenciales se hizo el anuncio de la reducción a cero hasta el 31 de octubre de las retenciones a todos los granos. Para favorecer a los grandes exportadores y proveerse de dólares no hay requisito de especificación de con qué fondos se suplirá la consiguiente merma de la recaudación .¿Desesperación? Sí ¿Espíritu de clase? También.

El gobierno demuestra una vez más su intransigencia y su consideración de que los mecanismos de la democracia liberal son formalidades vacías de sentido. La respuesta más indicada sería una intransigencia en espejo, respaldada en la ocupación sostenida del espacio público.

El presidente Milei ha hecho una cuestión de principios del redoble de la apuesta ante cualquier resultado adverso. Si se le permite este contraataque llevará otros adelante respecto a toda insistencia frente a vetos o a la invalidación de cualquier decreto.

Aún más allá, hay que contemplar que si el mandatario no se contrapone de modo explícito a la democracia representativa no es por convicción propia sino porque sabe que no es una idea popular hacerlo.

Si pensara que tiene respaldo suficiente, difícilmente se abstuviera, por ejemplo, de clausurar el congreso de la nación, que tanto lo ha incomodado desde hace un tiempo. Claro que con la economía con visos de derrumbe y un capital político muy disminuido, no puede lanzarse hoy a una aventura de ese tipo.

El salvavidas del norte y los manejos en el sur

La esperanza de un salvataje financiero piloteado por Scott Bessens, secretario del tesoro de EE.UU es una carta que juega hoy el gobierno. Con el sólo objetivo de tener más dólares para emplearlos en calmar a las fieras que presionan sobre el precio de la divisa estadounidense. Es sabido que el resultado más concreto de un auxilio de este tipo sería aumentar el peso del endeudamiento. Lo que a su vez equivale a la procura de recursos cuyo destino sería….el pago de la deuda.

Entretanto que el primer mandatario viaja a EE.UU en búsqueda del aval de Donald Trump para el préstamo del Tesoro, el ministro de Economía ha lanzado la peregrina afirmación de que se venderá hasta el último dólar, con tal de sostener el tipo de cambio.

La reacción fue la previsible, una nueva subida de la moneda estadounidense y el “riesgo país” el viernes 19. Casi no es necesario escribirlo: Cuando un gobierno fanático de todo beneficio para “los mercados” encuentra que el mundo financiero le da la espalda, está en graves problemas.

De todos modos, no hay que dar por “muerta” a la actual gestión. No lo estará mientras continúe su dispensa de beneficios para el gran capital en sus expresiones locales y extranjeras. Será funcional mientras siga en esa senda, hasta tanto no se produzca un grade de conflictividad social e institucional que haga peligrosa o incluso contraproducente su continuidad.

La actual crisis ha abierto una ventana de oportunidad para el pretendido “centro”. El que no es otra cosa que un posible polo de atracción para la derecha tradicional. Su aspiración podría definirse como la continuidad de las reformas regresivas que lleva adelante la actual gestión. En todo caso podría aplicarlas a menor velocidad y con algún recorte de sus aristas más agresivas.

Por lo demás, el programa de núcleos como el de los seis gobernadores que forman “Provincias Unidas” no es otro que el de continuidad de la tarea del gobierno de LLA.

Con claro encuadre en los objetivos históricos del neoliberalismo y pleno sustento en las grandes empresas Allí está la Fundación Mediterránea, que sin duda vería con beneplácito el encumbramiento en el aparato del Estado nacional del “cordobesismo” del tres veces gobernador Juan Schiaretti.

Las facilidades para los grandes inversores; el fracking desembozado, la explotación de los bienes comunes hasta el límite del agotamiento, estarían a buen recaudo. Y de seguro no habría sorpresas en lo que respecta a la reducción selectiva del aparato estatal. Ni al avance de la triple reforma laboral, previsional y administrativa que el Fondo Monetario Internacional y los multimillonarios locales y foráneos buscan hace tanto tiempo.

En cuanto a la reducción del gasto público y el pago de la deuda, pondrían todo el empeño disponible.

De todos modos, el poder real está en condiciones de no apresurarse. Por ahora tienen en la cúspide del Estado nacional quien los sirva hasta la exageración. Sólo cuando se convenzan de que el experimento “libertario” no da para más encararán las maniobras necesarias para su reemplazo. No puede profetizarse cuál será el momento preciso para la bajada de pulgar definitiva ni dar seguridad de que esta sobrevenga.

Un triunfo todavía provisorio

En cuanto al peronismo no cabe duda que la victoria bonaerense lo tonificó. En especial a los sectores que se desenvuelven en la órbita del gobernador Axel Kicillof.

Se ha manifestado por enésima vez que cuando se trata de enfrentar las ofensivas neoliberales millones de argentinas y argentinos buscan amparo en el campamento del peronismo. Así sea en la actitud contradictoria de darle el voto a corsarios del neoliberalismo envueltos en las banderas justicialistas.

Es más que explicable que esto ocurra ahora, cuando se perfila como futuro candidato alguien que propone retomar las banderas históricas después del triple “sapo” del sufragio sucesivo por Daniel Scioli, Alberto Fernández y Sergio Massa. Una vez recorrida esa secuencia que abarcó casi una década, el apoyo al mandatario bonaerense puede parecer una panacea.

Claro que las internas continuarán y habrá que ver la tendencia que marquen los próximos comicios de octubre. Está por verse si sobreviene otra caída aplastante del oficialismo. Y qué efectos tiene ese resultado u otro sobre el reparto del poder interno. Es previsible que se asista a la persistencia de las rajaduras, sin que se llegue al límite de partirse en dos trozos irreconciliables.

Incertidumbres y respuestas

Como ya hemos escrito más arriba, una variable más que importante será la magnitud y sentido de la movilización popular de ahora en adelante. Se necesita que se pase de las “minorías intensas” al peso de las multitudes. Un requisito para que esto ocurra es la intervención activa y masiva del movimiento obrero. No ha ocurrido hasta ahora, más allá de focos de combatividad que se han esforzado en defensa de los intereses de los trabajadores y trabajadoras.

El horizonte está plagado de otros interrogantes. ¿Cómo llegará el gobierno a las elecciones legislativas? ¿Se repetirá o ampliará el contraste del 7 de septiembre o habrá un resultado que habilite el argumento de que LLA ha mejorado su papel?

En caso de naufragio ¿habrá cuajado ya el pretendido “centro” o se abrirá una etapa de máxima incertidumbre? Todas las posibilidades están abiertas. En tanto no haya una alternativa de verdadera transformación, el “círculo rojo” y sus tentáculos políticos, mediáticos y culturales encontrarán el modo de reacomodarse.

En ese caso, no habrá otro horizonte para la mayoría popular que la continuidad de las políticas depredadoras. O una incierta alternancia con algún sendero de supuesta “humanización” del capitalismo.

A fuerza de hartazgo con la repetición esto debería cambiar. Sin embargo por ahora el producto del desencanto y el cansancio apunta más hacia la apatía y la abstención que al carácter masivo de la resistencia con espíritu de contraofensiva.

Vivimos una crisis aguda. De todos modos, la salida no está predeterminada. Se trata del ensanche del resquicio hacia la esperanza. El mismo que tiene su asiento en la demostrada voluntad de lucha. Y su contracara en las demoras para la articulación y continuidad de esfuerzos que por el momento padecen cierta dispersión.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.