Una tormenta perfecta ha caído sobre el gobierno nacional. En una acumulación de errores forzados y no forzados en menos de dos meses el proyecto mileista hizo aguas, dejó al descubierto todas sus falencias, debilidades y vicios de origen: un gobierno llegado al poder por la sumatoria de fracasos de los gobiernos anteriores (Mauricio Macri CAMBIEMOS 2015 -2019, Alberto Fernández FRENTE DE TODOS 2019 – 2023), el hartazgo y enojo social, la seducción ante un discurso anti política y anti casta con una alta carga de agresividad en sintonía con el humor social, una fuerza política intrínsecamente débil y pequeña en lo cuantitativo y en lo cualitativo disimulado con ingentes recursos de dudosa y desconocida procedencia y un discurso supuestamente disruptivo aunque con cierto nivel de contenido político económico muy bien amplificado y ensalzado por los grandes medios. En menos de dos años quedó al descubierto el desatino más grave de la democracia en sus cuarenta años ininterrumpidos de funcionamiento.
La crisis de representación, eufemismo que esconde un cuadro ciertamente muy grave de carencias en las fuerzas políticas de proyectos y referentes aceptados por la sociedad, creó este personaje ya estrafalario que desde los medios potenció su discurso como candidato y una vez ganada las elecciones desplazando primero a la coalición de derecha Juntos por el Cambio y después al frente progresista Unión por la Patria, no cambió su tónica, la profundizó en su modos y estilo. En lo político intentó forzar la rendición incondicional de aliados y adversarios convertidos en enemigos declarados, saltó leyes, normas y a la misma Constitución Nacional con la aquiescencia de sectores políticos alegando garantizar gobernabilidad y a los que les respondió con indiferencia y más desprecio. Afinó su lado represivo de la mano de la inefable Patricia Bullrich, que desplegó todas las fuerzas de seguridad para frenar las protestas callejeras. Lo paradójico fue la gestión económica. Desde el primer momento antes de la asunción como presidente se vio la ausencia de un equipo económico ni de proyecto alguno, así se terminó imponiendo la figura de Luis Caputo, ex ministro de Macri responsable del mayor endeudamiento del país con el FMI. Lo claro fue que no había ningún plan, modelo ni proyecto que no sea la desregulación estatal como fin en sí mismo, el anarcolibertarismo, la promoción a precio vil de inversiones de capitales para la explotación de los recursos naturales (energéticos y mineros) con el R.I.G.I. (Régimen de Incentivo para las Grandes Inversiones) que poco incentivó al gran capital. Así el país se descapitalizó, lo que funcionó fue el régimen de incentivo de fuga de capitales, la vieja bicicleta financiera llamada ahora “carry trade”, rulos financieros, pura especulación sin inversiones que llevó a la caída de la producción, el consumo, la actividad económica, el empleo.
El autodenominado “experto en crecimiento sin dinero” empujó a Argentina a una nueva crisis financiera y antes del año y medio de gobierno corrió a pedir auxilio al FMI ¡dos veces en el mismo año! No sin antes recurrir en el medio a otro salvataje con dólares del BID. El segundo salvavidas político del Fondo es un enigma tan nebuloso como turbio, el posible SWAP del Tesoro de Estados Unidos. En total estamos hablando de casi 30.000.000.000 de dólares (treinta mil millones) solo por este gobierno y en cuestión de pocos meses. El primer préstamo ya se esfumó por la canaleta de la timba y la fuga de capitales. El cuadro descripto se explica nuevamente por la voracidad de esta verdadera casta, que no es sino la fracción predominante de las clases dirigentes.
Esto no es sino otro cuadro de la larga película de un modelo implantado por la dictadura militar con Martínez de Hoz a la cabeza. Y que impuso a esta fracción económica social como hegemónica. Desde entonces y fortalecida por el impulso dado por el gobierno justicialista de Carlos Menem, mantiene su base de poder intocable y con una codicia cada vez mayor, se devoró el gobierno de amigos de Mauricio Macri, luego la moderación del fernandismo tampoco sirvió, se los llevó puesto dejándole en bandeja a Milei que va a la deriva ya antes de la mitad de su mandato. Hoy se conjugan dos elementos: esta voracidad intrínseca de la clase dominante argentina y el otro elemento es la ausencia de un plan concreto integral del gobierno. Improvisados, ignorantes, dogmáticos y alienados de la realidad compleja de los mecanismos de gobierno, de administración y planificación creyeron que bastaba con entrar a los gritos y golpes como una banda de maleantes (que lo son) en una película clase B. destruyen pero desconocen como edificar.
Milei voló otra vez (y van…) a Estados Unidos esta vez urgido por un rescate inmediato ante el próximo escenario electoral de octubre, pero es mucho más que eso. Ante la necesidad de acumular reservas el gobierno tomó una medida claramente demagógica desesperada, para forzar la liquidación de granos al exterior, derogó en forma transitoria las retenciones a la exportación agrícola. A partir de allí todo se volvió un sainete de torpezas, tropiezos y gags que si fueran de otra película de comedia resultaría digna del estilo “La pistola desnuda” pero, otra vez, se trata del gobierno argentino. Haciendo gala de su postulado “anarco liberal”, de libre mercado, etc., libera la exportación de las retenciones, vuela a rendir honor a su servidor Donald Trump quien no le promete nada, solo un cartón (otro más) de una impresión de un tweet de elogio a Milei que él mismo consiguió para que Trump se lo entregue casi como en un acto formal y después en el colmo de la humillación a la diplomacia y los intereses nacionales, exhibe como logro… un fibrón con el que le firmó su libro. Lo que sí consiguió es el enojo del Secretario del Tesoro norteamericano (ministro de economía de allá) por el tema retenciones. Obligó a restablecerlas de inmediato, 72 horas después de sacarlas ¿la causa? La queja de los “farmers” yanquis porque con esa medida habían perdido ventas en beneficio de la soja argentina, además de la caída del precio en el mercado mundial.
Resulta que los campeones del libre mercado son también férreos sostenedores del postulado “haz lo que yo diga, no lo que yo haga”, el Estado norteamericano es un gran interventor en la protección de sectores básicos de su economía y aplicó en numerosas ocasiones el “dumping” (venta de productos a un precio menor de lo que establece el mercado o a pérdida, que en estos casos lo hacen bajo subsidio del Estado). Caputo en sumisión total obedeció y para disgusto de los productores locales, las ganancias quedaron en pocas manos, las de siempre, la de los grupos exportadores y si faltaba la frutilla del postre fue que la mayor parte de la compra de los granos fue realizada por la China comunista (el chiste se cuenta solo). Pero no fue lo único, Trump hizo otro gesto que marcó el fin del proyecto mileista, si existió algo así en la práctica. Le impuso a Macri como aliado obligatorio. Fin.
Milei entregará el mando político después del 26 de octubre, ya lo hizo a EE.UU., y luego lo compartirá con el macrismo; lo hace o su gobierno cae, recordemos que Macri había anunciado que después de esa fecha el PRO sería oposición u ahora presiones mediante Milei se vio obligado a llamar y reunirse con el ex presidente como condición para recibir más ayuda financiera: ampliar su base de apoyo, salir del auto aislamiento causado por sus malos modos y buscar acuerdos parlamentarios. En definitiva, si persiste en su estilo y rumbo el gobierno tiene pocas chances de llegar al 2027, si por el contrario cambia su forma sobrevivirá a cambio de sacrificar su esencia. En ambos casos es el fin del mileismo.
El cuadro económico y social que está construyendo (destruyendo sería el término más apropiado) es de una gravedad que dejará a Argentina en un estado igual o peor al del 2001 o 2019 y esto es un riesgo mayúsculo para la ya muy deteriorada calidad democrática. Pero no olvidemos que por arriba de estos actores políticos juega el poder económico enquistado ya como un poder superior fuera de control. Estamos en el umbral de una nueva crisis orgánica.
Antonio Gramsci describe una crisis orgánica como el momento en que “los partidos tradicionales con la forma de organización que presentan, con aquellos hombres que los constituyen, representan y dirigen ya no son reconocidos como expresión propia de su clase o de una fracción de ellas”. Esto origina una “crisis de autoridad” que tiende a reforzar “la posición relativa del poder de la burocracia (civil y militar), de las altas finanzas, de la Iglesia y en general de todos los organismos relativamente independientes de las fluctuaciones de la opinión pública”. Esta crisis de autoridad pone al gobierno en estado de disgregación y freno a su potencial proyecto, por un lado llevará a un reacomodamiento de las fuerzas políticas orgánicas de las clases dominantes, potencialmente puede llegar a abrir una nueva crisis de hegemonía donde se disputará el predominio de las fracciones dominantes para tomar el control del Estado y redirigirlo hacia su modelo.
Esta crisis arrastra al conjunto de la representación política del sistema argentino. Los sectores subalternos fueron integrados a la dinámica de reformas progresistas sin alterar el curso de acción del modelo estructural más allá de la búsqueda de una recomposición de equilibrios entre una imposible burguesía nacional y el capital financiero, así la experiencia fallida del Frente de Todos con kirchnerismo que ya no puede ocultar su límite de construcción y crisis de liderazgo, la dispersión y debilidad del conjunto de las fuerzas populares. Hasta aquí el estado de repliegue defensivo se mantiene a pesar de ciertos números electorales y la perspectiva de la debacle libertaria. Las clases dominantes lograron en la etapa final del gobierno de Cristina Fernández conformar una fuerza política propia, orgánica de alcance nacional que superó la ausencia de representación después de cien años y subordinó a la UCR y otros partidos a su proyecto; de este modo recompuso esa carencia que fortaleció el vínculo entre la fracción con predominio económico y las fracciones auxiliares y sus aliados. No obstante el proyecto de CAMBIEMOS (PRO, UCR, CC) chocó con las pretensiones del capital financiero que impuso al gobierno y a los otros sectores límites de gestión ante la debilidad o anuencia consciente de las otras fracciones que no están desapegadas de la dirección orgánica y por el contrario prestan apoyo a partir de las ramificaciones en los campos de inversión y producción.
El ascenso violento de La Libertad Avanza fue desde un primer momento una incógnita negativa, un discurso anti Estado, anti política y escasas ideas de un programa concreto de gestión. El apoyo de amplias franjas sociales transversales y del “establishment” permitió al gobierno avanzar justamente en la faz de desarticulación del Estado, liberalización extrema pero sin un plan de desarrollo económico. Así llegamos a este punto donde el malestar y la desconfianza de los factores de poder se hacen sentir día a día, la sensación de vacío de ideas y soluciones se expresa en manifestaciones concretas de estos: condicionamiento de ayuda financiera según el resultado electoral hoy incierto, requisitos de gobernabilidad, acuerdos y gestión. El escenario es de crisis y el gobierno no posee herramientas, arriesgo que tampoco capacidad para sostener la etapa final hacia 2027, eso lo entienden desde los círculos de poder que buscan rodearlo: el gobierno de Estados Unidos tomó las riendas del curso económico, empujó a buscar acuerdos políticos, Macri potencial opositor y real adversario es ahora un aliado crucial no tanto para el gobierno como sí para el poder económico y para el gobierno norteamericano. En definitiva el proyecto mileista murió; murió porque nunca fue un proyecto ni cercanamente acabado ni siquiera improvisado, no hubo tal cosa, ese accidente político que es ya una tragedia, fue producto de los fracasos sucesivos y de un fin de ciclo que amenaza con repetir formas y fórmulas que agravarán el sistema en tanto no se rompa con el predominio del sector que impone la especulación por sobre la producción, la dependencia sobre la autonomía. En definitiva la debacle política es la consecuencia de la falta de capacidad para frenar la voracidad de los grupos financieros y junto a ellos los sectores formadores de precio apoyados en el modelo de oligopolio y economía transnacionalizada.
El tan mentado “mercado” ha tomado a la democracia como rehén de sus intereses y el consenso sobre el que se sostiene el sistema se derrumba día a día. El fracaso de dos gestiones liberales en versiones parecidas y de un gobierno progresista marca el grado de injerencia en el control político que ejercen las fuerzas económicas y la van a seguir ejerciendo si no se toman medidas drásticas para doblegarlas. La impericia notable de este gobierno que rifó el apoyo social y de los factores de poder abre una disputa entre los partidos conservadores, cuya resolución llevará un tiempo y formas que pueden ser aprovechadas por el campo popular y la izquierda; no obstante, esto no significará un apoyo efectivo de las mayorías desencantadas, por lo que en el futuro cercano en ese rio revuelto hasta el reordenamiento político de las representaciones, las propuestas de salida girarán entre la restauración (salida autoritaria reaccionaria) y la reforma (nuevo acuerdo sobre el modelo impulsado por las clases dominantes) que a la larga no resolverá el problema estructural de la economía argentina, lo que augura un ciclo de crisis continua.
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