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A 110 años de los Batallones Rojos, ¿qué lecciones nos deja a la clase obrera?

Fuentes: Rebelión

El 17 de febrero de 2025 se cumplen 110 años del pacto que firmó la Casa del Obrero Mundial (COM) con el Gobierno Constitucionalista encabezado por Venustiano Carranza. En dicho pacto, se acordó que los obreros tomarían las armas con el fin de acelerar el triunfo de la Revolución, y a cambio, Carranza se comprometió a prestar toda la ayuda posible en la formación de sindicatos y a mejorar, a través de leyes apropiadas, la condición de los trabajadores. Este acuerdo asimétrico y desventajoso para la clase obrera, que surgió bajo circunstancias de conflicto al interior de grupos revolucionarios que se disputaban el poder, tendría serias implicaciones para el movimiento obrero mexicano hacia las décadas siguientes.

Para hacer efectivo el acuerdo, la COM se trasladó a Orizaba, desde donde organizó los Batallones Rojos, unidades militares al servicio del constitucionalismo. El entusiasmo no faltó, los obreros se afiliaban a los sindicatos creados por la Casa en los estados donde esta llegaba, y desde ahí, participaban activamente en la guerra revolucionaria. Al grito de ¡Muera Villa! contribuyeron de manera decisiva al derrocamiento de villistas y zapatistas ¿Qué lecciones nos deja este episodio?

La Casa del Obrero Mundial

La Casa del Obrero Mundial fue fundada en 1912, por exiliados españoles con ideas anarcosindicalistas; Juan Francisco Moncaleano y Eloy Armenta, pero también por obreros mexicanos como Jacinto Huitrón, Pioquinto Roldán y Luis Méndez. Su importancia, siguiendo a Córdova, radica en que “jugó el papel de una gran central obrera que dirige y orienta la lucha cotidiana de los trabajadores, pero, sobre todo y ante todo, en el proceso ulterior de la Revolución Mexicana”.

Su línea era de acción directa cimentada en las huelgas y el sabotaje, y de acuerdo con Marjorie Clark “fue el primer factor coordinador del movimiento obrero y escuela de adiestramiento de los primeros líderes”.

Dos años mantuvieron su línea de acción antes de virar radicalmente hacia otra estrategia, en la que “acordaron suspender la organización gremial sindicalista y entrar en distinta fase de actividad, en vista de la necesidad apremiante de impulsar e intensificar la Revolución que más se acerca en sus ideas a la aspiración unánime de mejoramiento económico y social…” Según declaró el manifiesto del comité de la casa, tres días después de la firma del pacto con Carranza.

Sin embargo, esta decisión generó una fuerte oposición. Los sectores más consecuentes del movimiento obrero, incluidos anarcosindicalistas españoles, principalmente Eloy Armenta, y miembros de la Industrial Workers of the World (IWW) consideraron el pacto una traición. Entre los opositores más notables se encontraban los ferrocarrileros influidos por Ricardo Flores Magón, los petroleros afiliados a la IWW, Díaz Soto Y Gama, y los obreros que habían participado en la huelga de Río Blanco quienes también se negaron a sumarse a la alianza con Carranza.

Las razones de apoyo a Carranza

El giro que tomó la Casa del Obrero Mundial no fue sin resistencia, la hubo. No obstante, antes de ello, la estrategia sagaz de ganarse al sector obrero que puso en marcha Álvaro Obregón, obsequiándoles un edificio, el antiguo convento Santa Brígida, para que estos pudieran reunirse; aunado a una declaración de Carranza de apoyo a los obreros seguida de entrega en dinero en efectivo a los trabajadores más necesitados, y una resolución favorable a los huelguistas en el conflicto del Sindicato Mexicano de Electricistas en contra de la Compañía Telegráfica y Telefónica de México, contribuyó de manera decisiva, de acuerdo con Córdova, a que estos se sintieran tomados en cuenta, y, por ende, dispuestos a apoyar al gobierno.

De manera general en el propio manifiesto publicado por la casa se aluden los motivos, de los que se deduce que fue una decisión en la que pesaba la aspiración económica, por lo anteriormente narrado también se sigue esa conclusión; sin embargo, está otro elemento presente, y es el nacionalismo virulento que se manifestó incluso antes, con un hecho clave: la ocupación estadounidense del puerto de Veracruz el 21 de febrero de 1914, que suscitó un fuerte sentimiento nacionalista y motivó “que una organización laboral, la de los mecánicos, enviara una misiva al presidente en la que le declaraba que los 784 miembros del sindicato estaban dispuestos a formar un grupo de infantería si llegaba a ser necesario para defender al país”. (Clark, 1979)

Este antecedente nacionalista se trasladó al pacto con los constitucionalistas. En ambos se evidencia no solo un fuerte patriotismo, sino la ausencia de una conciencia de clase y de un programa político independiente que les permitiera identificar con claridad a su verdadero enemigo. Un escenario distinto habría sido posible si la COM hubiese promovido una alianza con los campesinos, como lo proponía Soto y Gama. En cambio, tuvieron un triunfo efímero que concluiría, aún en el gobierno de Carranza, con el desmantelamiento de la Casa del Obrero Mundial, y la subordinación de los sindicatos al Estado. Como resultado, el movimiento obrero quedó debilitado y los trabajadores enfrentaron mayores obstáculos para organizarse y mejorar sus condiciones laborales.

Reflexiones finales

Desde sus inicios el movimiento sindical en México ha estado estrechamente vinculado al gobierno, lo que ha generado un proletariado pobre en conciencia de clase, en internacionalismo proletario, y en luchas obreras independientes. Es fundamental que las organizaciones socialistas incorporen en sus agendas el impulso de un sindicalismo auténtico, que contribuya a desarrollar la conciencia de clase de los obreros. Los sindicatos pueden llegar a ser valiosas escuelas de formación proletaria, no obstante, en la actualidad siguen cooptados por empresas y gobiernos.

No sorprendería que, ante una situación de emergencia nacional, -como podría suscitarse en el contexto actual con nuestro vecino del norte-, resurjan nuevos “batallones rojos” utilizados por la burguesía nacional para traicionar los intereses de la clase trabajadora. El peligro es real. Por ello urge un activismo socialista auténtico dentro de los sindicatos, que promueva la organización masiva de los obreros, y un programa socialista que contemple la toma del poder en México.

Por último, una de las lecciones clave de este episodio en la historia nacional es la importancia de que las bases sean vigilantes de sus dirigentes. Los líderes sindicales deben ser cuadros probados, salidos de la propia clase trabajadora, con un compromiso firme en la lucha proletaria. La historia de los batallones rojos nos muestra que, sin un liderazgo consecuente y una verdadera conciencia de clase, los trabajadores nos encontramos susceptibles de ser manipulados para actuar en contra de nuestros propios intereses. Hoy más que nunca es imprescindible que el sindicalismo mexicano se fortalezca desde las bases y se blinde contra la cooptación estatal y empresarial. Contribuyamos a ello.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.