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A 22 años de iniciada la huelga más larga de la historia de la UNAM

A 21 años de violencia a una huelga estudiantil

Fuentes: Rebelión

Ya se cumplen 21 años del rompimiento de la huelga más larga en la historia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La huelga es rota de forma violenta con la entrada de la Policía Federal Preventiva (PFP) estrenada en esa represión al movimiento estudiantil del Consejo General de Huelga (CGH), quienes ya llevaban más de nueve meses en huelga en todos los planteles de la Máxima Casa de Estudios de México.

El movimiento estudiantil que derivó en huelga tuvo como causa el intento de privatización de la educación superior a nivel nacional, primero a través de cuotas. Esta fue una medida planeada hacía años en gobiernos anteriores, pero que se fue estructurando desde 1998, a lo que el movimiento estudiantil incipiente respondió con paros movilizaciones y una huelga.

Como cada final de sexenio gubernamental hay modificaciones a las leyes para lograr privatizaciones que vayan acordes con el modelo neoliberal, para poder dejar el campo preparado al siguiente gobierno. Eso fue lo que pretendía el gobierno de Ernesto Zedillo (del PRI) al dejarle el camino libre al nuevo gobierno de Vicente Fox (del PAN).

El caso del actual gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, le han dejado sus reformas iniciadas como la energética, laboral, sistema de pensiones y de salud; esta última que ha desmantelado en parte al sistema de salud pública y que ha sido un desastre durante la actual pandemia que se vive a nivel mundial. El gobierno de Felipe Calderón dejó sus reformas y su desastre de violencia y el nuevo gobierno las continuaría con la legitimidad que le otorga su popularidad. Así han sido los casos de cada final e inicio de gobierno. Ese fue el caso del aumento de cuotas a la educación superior, profundizar el neoliberalismo.

Con el gobierno de Ernesto Zedillo se da el intento de aumentar las cuotas en universidades principalmente en la UNAM, que es la más importante para así, avanzar paulatinamente a otras y otros niveles, pero el movimiento estudiantil surge casi de la nada, incipiente pero muy activo. Así, surge de una generación que los medios de comunicación llamaron Generación X, ninguneándola como la que menos importaba y que no eran capaces de importarles nada. Se equivocaron pues esa generación resultó ser de las más combativas y radicales de su historia.

La primer manifestación masiva ocurrió el 25 de febrero de 1999 donde empezó el movimiento surgido desde sus bases con rotación de representantes y asambleas por cada escuela y Facultad, sin líderes que pudieran encabezar dicho movimiento y que por esa razón ni las autoridades universitarias ni el gobierno pudiera cooptar a dirigentes y traicionar vendiendo una huelga, lo que la llevaría a ser la más larga y que también fuera motivo para buscar la salida represiva constantemente a lo largo de esos más de 9 meses.

La razón que orilló a estudiantes desde el bachillerato a licenciatura y posgrado fue las reformas al Reglamento General de Pagos (RGP), creando nuevas cuotas elevadas para estudiantes venidos de sectores de escasos recursos. Se creó una polarización entre estudiantes que podían pagar y los que no podían al grado de la confrontación. Las autoridades argumentaban que no afectaría a los que ya estaban inscritos, lo que indignó aún más a la mayoría de estudiantes y profesores pues creaban elites estudiantiles, lo que motivó a una lucha por la educación no solo para ellos sino para las nuevas generaciones y su derecho a la educación universitaria.

Los estudiantes se organizaron en lo que primero sería la Asamblea General y después conformarían el Consejo General de Huelga (CGH). Desde un inicio harían llamados a las autoridades a dialogar sobre las cuotas pero estas no creyeron necesario hacer caso y pusieron oídos sordos lo que motivó impulsar paros consecutivos sin tener respuestas. Se puso un ultimátum para ser atendidos hasta el 20 de abril de 1999, día que se propuso como estallamiento de huelga general.

Siendo rector Francisco Barnés de Castro, dijo que estaba preparado para una huelga larga, retando al estudiantado ya organizado. Y así la llevó, alargando cada vez más para el desgaste, lo que no ocurrió. Al rector ni al gobierno le interesaba dialogar y menos negociar algo que venía desde hacía tiempo como unos planes de imponer las políticas neoliberales de los organismos financieros internacionales con los que México tiene deudas.

Desde mediados de los años 80 iba cambiando el panorama político y económico en el mundo, había planes programáticos con determinados acuerdos para los países en vías de desarrollo lo que fue derivando en una serie de conflictos sindicales, laborales, de salud, de maestros, de campesinos y estudiantiles. Con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) en 1994 surge el levantamiento armado de la guerrilla del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ELZN) y los conflictos sociales se agudizan. Un contexto social de mucha movilización y transformación que es ignorada por los gobiernos.

Se habían hecho reformas que intentaban regular las cuotas y la permanencia de los estudiantes dentro de la UNAM en 1986 como una política de “austeridad”, en el año 1992 se intenta de nuevo imponer cuotas, en 1997 se hace una reforma a nivel bachillerato para reducir de cuatro a dos turnos en los Colegios de Ciencias y Humanidades (CCH). El 11 de febrero de 1999 el Consejo Universitario publica el documento “Universidad Responsable, Sociedad Solidaria”, pero es el 15 de marzo de 1999 cuando el Consejo Universitario aprueba el Reglamento General de Pagos aumentando la cuotas sin haber escuchado las demandas estudiantiles lo que hizo aglutinarse al movimiento tanto estudiantil como académico.

Las autoridades universitarias desde el inicio hicieron oídos sordos y recurrieron siempre a la represión y aislamiento del movimiento, de esta manera convocaban a clases extramuros, hacían llamados a recuperar las instalaciones con grupos de choque, hacían propaganda en medios de comunicación para que la sociedad aceptara las cuotas en la universidad, siendo que en el Artículo 3º, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece el derecho a la educación en todos sus niveles y de manera gratuita.

El rector Barnés de Castro al hacer la declaración de que estaba “preparado para una huelga larga” estaba aceptando que no estaba dispuesto a dialogar y si a imponer el Reglamento General de Pagos a costa de lo que fuera y con la represión si era necesario; primero quisieron desacreditar al movimiento y después golpearlo con los aparatos del Estado y eso ocurrió en cada manifestación callejera que hubo.

Para evitar la represión se dieron propuestas de negociación de los estudiantes que siempre fueron rechazadas; sin embargo, hubo propuestas de académicos muy afines a la rectoría a las que se les llamó “fórmulas de salida” a las modificaciones al Reglamento General de Pagos entre las que estaban La propuesta de la Comisión Plural de investigadores, la propuesta de la Comisión de Encuentro de Rectoría, la propuesta del CCH Naucalpan (un caballo de Troya dentro del movimiento), la propuesta de los profesores Eméritos, la propuesta del Partido Obrero Socialista (POS), la propuesta de la directiva del Sindicato de la UNAM (STUNAM), la propuesta de las cinco escuelas (que buscaban la negociación a oscuras), la propuesta de la Comisión de Contacto y por último la propuesta institucional y el Plebiscito.

En el transcurso de los meses ante la incapacidad del rector Barnés de dialogar y el crecimiento del movimiento estudiantil que tomaba vertientes sociales y muchas organizaciones se les sumaban como la CNTE de los maestros, el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME); el rector renunció y en su lugar fue designado Juan Ramón de la Fuente, un personaje oscuro y de métodos agresivos y autoritarios.

Todas las propuestas anteriores recibieron la discusión crítica de los estudiantes y no pasaron; solo la última es la que usó la rectoría para desprestigiar al movimiento del CGH y justificar la represión mediáticamente de forma manipulada. Después de la firma de acuerdos mínimos para la negociación el 10 de diciembre, se rompe el dialogo el 11 de diciembre con la represión en una manifestación frente a la embajada de los Estados Unidos.

Los acuerdos sostenían dos puntos fundamentales: 1.El diálogo es la única vía para la solución del conflicto y 2. La agenda para el diálogo son los seis puntos del pliego petitorio con la redacción entregada por el CGH el primero de diciembre. Se demostró que las autoridades no respetaron el acuerdo firmado.

Hubo acusaciones de ambas partes, pero lo cierto es que rectoría usó esa manifestación frente a la embajada para romper los acuerdos. Lo que vino después fue el desgaste natural por las fiestas decembrinas y una desmovilización temporal para dar paso a una nueva etapa empezando enero del 2000 de parte del CGH. Pero la rectoría de Juan Ramón de la Fuente tenía su plebiscito y salida represiva en curso, les urgía por la cercanía de las campañas electorales hacia la presidencia de ese año y querían mantener el control de que no pasaba nada.

Basta analizar a lo largo de la huelga los casos de represión que se fueron presentando para entender que las autoridades universitaria nunca buscaron un dialogo ni una negociación de ningún tipo, se agredió a estudiantes que trataban de impedir las clases extramuros por ser ilegales; por la marcha sobre el Periférico que hasta fue transmitida en directo por las televisoras y radiodifusoras; las constantes agresiones con policías y grupos de choque a los planteles universitarios para intimidar a los huelguistas; la represión de la embajada norteamericana.

Todo ello con el apoyo sistemático del gobierno federal del entonces presidente Ernesto Zedillo, y del gobierno de la supuesta izquierda de Cuauhtémoc Cárdenas y de Rosario Robles que participaban de la represión; además del apoyo descarado de las televisoras Televisa y Tv Azteca y demás medios de comunicación como Canal 40, Radio Red, periódicos como Milenio, Reforma, La Crónica, La Jornada y la revista Proceso. Todo con una campaña de medios para desacreditar al movimiento estudiantil y desprestigiar al ala radical que llamaron “ultras” con el mismo propósito. Las televisoras y medios crearon dirigentes para buscar cabezas visibles e intimidar, además de ridiculizar.

La idea fue quitar de en medio a los grupos estudiantiles que buscaban una solución de fondo, una transformación democrática en la UNAM, es decir, para las autoridades era mejor encarcelar a la “ultra” para negociar con el ala moderada, esa ligada al Partido de la Revolución Democrática (PRD, que hoy militan en el partido del presidente AMLO, MORENA), y que fueron haciendo alianzas con los grupos de derecha de donde surgieron “las mujeres de blanco”, grupos empresariales que siempre han visto a la educación como un negocio gigante.

La campaña de medios tuvo por objetivo desgastar, desmoralizar, golpear, al movimiento estudiantil y justificar la represión en cada caso, además de convencer y manipular desinformando con mentiras a la sociedad, de que los estudiantes estaban equivocados y aceptar la privatización de la educación como fin último. Una articulación de medios-gobierno-autoridades universitarias que se usó como laboratorio para futuras manifestaciones.

El escenario comenzó después del plebiscito del rector De la Fuente el cual tuvo inconsistencias y cifras maquilladas, después vino una propaganda mediática sobre la supuesta intransigencia de los estudiantes; una entrega pactada con grupos moderados del CCH Naucalpan y de la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia (ENEO) como formas de presión psicológica para doblegar al movimiento.

El paso siguiente fue la entrada de la Policía Federal Preventiva (PFP) a la preparatoria 3 con cientos de detenidos sin órdenes de aprensión, golpeados y vejados, que fueron usados como rehenes para el intercambio de instalaciones por liberarlos. Le siguió las amenazas en las negociaciones en la antigua Escuela de Medicina de la UNAM el día 4 de febrero en las que el CGH buscaba detener la embestida de las autoridades. Quien dirigía la reunión fue José Narro Robles posterior rector de la UNAM.

En esa reunión de supuesta negociación asisten miembros que no fueron elegidos representantes para ese día, pero aun así, las autoridades no iban a negociar sino a imponer la entrega de las instalaciones, como no hubo acuerdos José Narro, quien llevaba la mesa dio un manotazo y un grito como amenaza junto al rector De la Fuente, se pararon de la mesa, pero al darse cuenta que una estudiante graba la reunión intentaron detenerla pero fue protegida por sus compañeros y sacada del lugar.

Ya en plena sesión de asamblea general se discutían como punto principal la detención de compañeros, amenazas y la anunciada represión y toma de la Ciudad Universitaria, entre otros puntos que seguían incluyendo el pliego petitorio. Ya había los rumores de la entrada de la policía a la Universidad, sin embargo, no se tomaron las medidas necesarias de seguridad debido a discusiones que distrajeron del asunto y es a las 6:30 que se escuchan a compañeros gritar que ya habían entrado a las instalaciones.

Con lujo de violencia y a diferencia de los medios que pregonaron un “operativo quirúrgico”, si entraron con armas de fuego, encapuchados, vestidos de negro y gris que en realidad eran militares y no simples policías; seguidos de agentes de Gobernación y del Centro de Investigación de Seguridad Nacional (CISEN) quienes documentaban, registraban a los estudiantes y señalaban a los supuestos dirigentes.

La televisión hizo una transmisión en directo durante la mañana del domingo 6 de febrero. Los locutores de la televisión alardeando como Joaquín López Doriga, sus reporteros buscando armas y droga que justificara la represión gubernamental, donde solo halló herramientas, mostrando una ridícula información buscaban hacer un montaje, lo mismo hicieron los demás medios puestos de acuerdo con Gobernación para crear un ambiente de supuesto control de la situación al mostrar el escarmiento ejemplar a los estudiantes.

La represión no llegó solo como se pudo observar, hubo persecución política en diferentes zonas de la ciudad. Los estudiantes detenidos fueron trasladados en autobuses custodiados por los militares, sentados sin que se comunicaran entre ellos, sin una orden de aprehensión específica, sin decirles dónde serían conducidos, intimidados en el camino y al llegar a cada instalación fueron bajados con la cabeza abajo y las manos en los bolsillos, quienes no seguían esas reglas eran agredidos a patadas en fila por los militares y policías judiciales.

Dentro de cada instalación fueron registrados, fichados, auscultados sin ropa delante de todos, los hicieron permanecer de pie durante horas como método de tortura física-psicológica, y solo se les permitió que entraran familiares 12 horas después, la búsqueda para los padres fue angustiante. Dentro los juzgadores agentes del ministerio público trataban de que alguno inculpara a los llamados líderes del movimiento. Militares de la PFP, grababan todo desde distintos ángulos. Los observadores de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) querían convencer de que los estudiantes declararan y no documentaban las quejas y violaciones de derechos.

Mientras las noticias de los medios de comunicación seguían difundiendo la supuesta recuperación de las instalaciones universitarias, daban las justificaciones morales de sus conductores que de eso saben poco, los intelectuales asumiendo su responsabilidad pero deslindándose de la violencia que ellos mismos habían avalado al firmar por el in de la huelga; mostrando imágenes de manifestaciones como si fueran actos violentos o prohibidos para convencer a la sociedad que habían hecho lo correcto con la represión ejercida por el Estado, como en el 68.

El operativo fue planeado en sus mínimos detalles desde el día, la hora y cómo entrar, junto con la propaganda mediática para que fuera menos el impacto psicológico social que hiciera estallar una revuelta en las calles. Hubo convoyes militares, de policía judicial federal, escuadrones de asalto desde un helicóptero militar, se hizo un cerco en formación de pinza dentro del casco universitario; agentes de Gobernación y el CISEN se apostaron durante la noche en las cercanías de CU. Todo un aparato de inteligencia y represión para detener estudiantes que se oponían al aumento de cuotas y la privatización de la educación superior.

El aparato represivo del Estado tomó el control de la situación de forma violenta, pero ni aun así logró detener las manifestaciones que se realizaron el mismo día desde la mañana para exigir la libertad de los estudiantes detenidos, hubo padres de familia que salieron a las calles a detener los autobuses. Sin embargo el presidente de Zedillo a través de los medios de comunicación daba las justificaciones chocantes de su actuar; persiguió aun después del rompimiento de la huelga, buscando estudiantes, sobre todo dirigentes, mantuvo ordenes de aprehensión como amenazas, hablaba como un castigo ejemplar.

Trató de acallar al movimiento con diversas mentiras, hasta prometer el restablecimiento de la “normalidad académica”, la promesa de un foro universitario para solucionar las demandas estudiantiles. Se buscó grupos afines a las autoridades para pactar una simulación y desmovilizar al CGH, hubo persecución. Pero nada de eso detuvo a ese movimiento de la llamada Generación x.

Las asambleas continuaron fuera de CU; unas se realizaron en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y otras en sedes de sindicatos solidarios, y en cuanto hubo clases se retomaron las brigadas de información, de toma de cubículos, de reagrupamiento e incluso paros en escuelas. La represión aun no acababa, seguían presos varios estudiantes, había procesos de expulsión contra otros tantos, pero nada de eso detuvo ese vendaval de estudiantes que buscaron la democratización de la universidad y su gratuidad permanente para las nuevas generaciones como un acto de justicia que marca la Constitución, un acto de solidaridad a futuro.

El gobierno nunca estuvo dispuesto a dialogar ni negociar, no quería ninguna transformación fuera de su orden pero si buscó la privatización de la universidad. Quiso acallar las voces que tenían mucho la razón, generada por el mismo conocimiento. Hasta nuestros días se busca desaparecer de la historia a un movimiento estudiantil más coherente y auténtico como el del CGH, que ha sido considerado radical por querer ir más allá de una simple mediana solución, y es por eso que no se le reconoce ni se le menciona como periodo histórico.

Muchos de los que obstaculizaban las decisiones de asamblea pertenecientes al ala moderada trabajan en el gobierno del partido Morena del presidente López Obrador, son ahora quienes buscan tergiversar la historia de ese movimiento tan importante que pudo detener la privatización de la educación pública universitaria. Su violencia llega hasta estos días de esa manera, ocultando, manipulando la historia, cooptando y negando un periodo de una generación que aún tiene mucho que aportar.

No hay que olvidar que fue ejemplo para universidades de otros países, dejaron su testimonio en el Encuentro Internacional Estudiantil Universitario, organizado por el CGH en el año 2000 en la Normal del Mexe, Hidalgo, en el que vinieron estudiantes de Grecia, Italia, España, Canadá, Inglaterra, Estados Unidos, Brasil, Alemania y Austria. De tal magnitud ha sido ese movimiento estudiantil que alcanzó influencia en otras latitudes, sin las tecnologías de ahora.

Sus repercusiones llegan hasta nuestros tiempos porque influyen en los recientes movimientos ambientales, de derechos humanos, feministas, comunitarios, etc. Por eso se le oculta para que no sirvan de ejemplo a otras luchas, de sus formas de organización, de su compromiso incondicional a la sociedad, por eso su violencia primigenia, pero los levantamientos vuelven.

Referencias

Hemerografía:

Axel Didriksson. “ANUIES en el país de las maravillas y la huelga en la UNAM”. Memoria No. 133, marzo de 2000.

Alejandro del Palacio. “UNAM Company”. Revista Macroeconomía, México, noviembre de 2000.

Bibliografía:

SOTELO Valencia, Adrián (2000), La huelga en la UNAM a finales de siglo, México, El Caballito.

ABOITES, Hugo (2000), «El movimiento estudiantil universitario en la UNAM y el CENEVAL» en Enrique Rajchenberger y Carlos Fazio (coords.), UNAM. Presente… ¿y futuro?, México, Plaza y Janés, pp. 135-148

MENESES Reyes, Marcela (2019), ¡Cuotas no! El movimiento estudiantil de 1999-2000 en la UNAM, PUEES Universidad Nacional Autónoma de México.