Todo tipo de denuncias y operativos mediáticos cruzados entre las principales candidaturas definen la renovación presidencial de este domingo 22/10 en Argentina, ocultando detrás de las diatribas la cuestión de fondo: un proceso inflacionario que afecta a la mayoría empobrecida del país. En efecto, un 12,7% de inflación en septiembre que se eleva al 14,3% en alimentos y bebidas no alcohólicas y al 15,7% en prendas de vestir y calzado, que anualizado alcanza al 138,3%.
La inflación es un mecanismo de transferencia de ingresos, desde la mayoría empobrecida a la minoría enriquecida. Es uno de los tantos mecanismos de apropiación de ingresos y de riqueza del poder concentrado y extranjerizado. El capitalismo local funciona con esa lógica de acumulación, que al tiempo que exacerba la desigualdad interna, reitera bajo la fuga de capitales una inserción mundial en la reproducción capitalista potenciando los rasgos de la dependencia y subordinación al poder mundial.
En rigor, a estos problemas locales debe sumarse la situación mundial, de alza de los precios internacionales, especialmente de alimentos y energía, ahora por el conflicto entre Palestina e Israel, como hace poco en Ucrania y antes a la salida de la recesión pandémica del 2020.
La incertidumbre global de estos años, con el trasfondo de la crisis mundial 2007/09 supone una recidiva de la estanflación. No solo, lo que crece es el peligro de la militarización, del armamentismo y sus secuelas de delincuencia, por el contrabando de armas y la circulación de bandas armadas que “justifican” luego intervenciones como la de Haití.
Asistimos a un mundo en peligro, que puede escalar a la confrontación nuclear, al despliegue de combates y guerras regionales, con trasfondo de disputa de poder global, alejando cualquier solución a problemas globales, sea el cambio climático o la desigualdad.
Se trata de un combo local y global que augura no solo la continuidad de los problemas actuales de la economía argentina, sino el augurio de más ajuste y empeoramiento de las condiciones de vida de la mayoría, especialmente asegurado con la continuidad del acuerdo con el FMI.
En el horizonte cercano existe presión devaluatoria, no solo porque hay resguardo de “riqueza” cambiando excedente en pesos por dólares, sino porque existe un accionar para condicionar cambios estructurales regresivos en las relaciones laborales y de la seguridad social, especialmente jubilaciones.
Se genera “miedo” en la población a la hiperinflación y con ello se empujan cambios políticos y económicos que perjudican a la mayoría que vive de ingresos fijos, sea con devaluaciones sucesivas o la posibilidad de la dolarización.
El próximo domingo 22/10 se juega quien gestiona el capitalismo local, pero también la composición del Congreso, territorio de realineamientos en la disputa política del nuevo turno de gestión.
Si el bi-coalicionismo reemplazó al bipartidismo, no dudemos que ahora se construye un nuevo orden en la correlación política, que no solo se juega en las instituciones, sino también en la reorganización de la sociedad y el movimiento popular.
Todos los espacios políticos juegan las dos cartas, la disputa por el ejecutivo y la del legislativo, ámbito de interés especial de la izquierda en una dinámica de acumulación de poder institucional que se jugará en la posibilidad de articular un proyecto más amplio.
Un proyecto de articulación social, cultural y político para la emergencia de un sujeto que pueda discutir el rumbo en el país más allá de la disputa electoral, que pueda discutir modelo productivo y de desarrollo, contra la explotación y el saqueo de los bienes comunes.
Julio C. Gambina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.
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