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A Paris ella se fue…

Fuentes: Rebelión

Como Manuelita, el sudor y esfuerzo de la clase trabajadora argentina, se marchó para Paris. El pasado martes, la Presidenta de la Nación Cristina Fernández, comunicó desde el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, donde la escuchaban empresarios, que acababa de firmar un decreto para disponer la cancelación de la totalidad de la deuda […]

Como Manuelita, el sudor y esfuerzo de la clase trabajadora argentina, se marchó para Paris. El pasado martes, la Presidenta de la Nación Cristina Fernández, comunicó desde el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, donde la escuchaban empresarios, que acababa de firmar un decreto para disponer la cancelación de la totalidad de la deuda con el Club de París. Le respondieron con una ovación. El gasto será de aproximadamente 6.706 millones de dólares. El dinero saldrá de las reservas del Banco Central, que bajarán a alrededor de 40.500 millones. Saldar la deuda era un reclamo del Club de París, de las potencias del G-7 y de preponderantes empresarios locales.

Un escenario típico de la historia nacional, allí estaba una parte de la clase dominante: empresarios nacionales y extranjeros muy contentos, felices de los negocios que hicieron, hacen y harán, aplaudiendo a los representantes políticos (clase dirigente) que hacen todo lo posible para que eso (los negocios) siga sucediendo.

Sobre este polémico tema van a existir múltiples opiniones, muchas motivadas por oposición política partidaria, como las de muchos que han hablado criticando la medida porque ésta se hizo mal, porque se debió hacer antes o porque no fue al congreso. Otros, dentro de los que me incluyo, opinamos que primero se debió investigar la deuda y sólo pagar la que sea legitima y sólo cuando las condiciones sociales del país lo permitan.

El 13 de julio de 2000, tres meses después de la muerte del periodista e historiador Alejandro Olmos, el juez federal Jorge Ballestero declaró el endeudamiento extranjero contraído durante varios gobiernos como «ilegal, inmoral, ilegítimo y fraudulento». La moderna deuda argentina es parte de la planificación de destrucción de la última dictadura militar. Se secuestró y asesinó a 30 mil militantes por medio de las armas, pero también como escribió Rodolfo Walsh en marzo de 1977  » En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada. En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familia».

Este terrible plan sostenido por las armas y apoyado por civiles se terminó de plasmar en la década del noventa con la desarticulación del Estado. Y gran parte de la deuda fue contraída por empresas privadas, pero durante la última dictadura un tal Domingo Cavallo, traslado la deuda privada al Estado. ¿Todos tenemos que hacernos cargo de esas monstruosas decisiones anti populares?

Por todo lo dicho, hoy vemos que hay niños que no van a la escuela para ir a «tomar» un basural y allí construir con sus manos un lugar donde sobrevivir, o los que dejan la escuela para ir a sostener una banderita mientras los dueños de la tierra le fumigan el cuerpo, o los que van a cosechar con sus manos el arandano, o los que piden en un semáforo o en las calles, o los que viven de la basura, los que nacen desnutridos o los que tienen a su padre invalido después de trabajar unos años en alguna fábrica a un ritmo aterrador por un salario miserable.

Por todo lo mencionado, escuchamos en la calle que «me echaron del laburo, estaba en negro y no tengo indemnización», que «no tengo trabajo, vivo de la basura y de changas», «no me alcanza para comer, mi sueldo está debajo de la línea de la pobreza». La aberrante explotación patronal, la cómplice y humillante desidia y falta de políticas sociales estatales y la inadmisible liviandad de las clases acomodadas y parte de la clase media que revientan a golpes una cacerola por las tasas de ganancias de los empresarios pero nunca por la salud y la educación pública, forman el combo ideal para que la historia no se repita sino que continué.

Por todo esto y por muchas otras cosas que sería imposible describir en este espacio, surgen algunas preguntas, ¿Por qué pagarle 6 mil millones al capitalismo internacional, en vez de con ese dinero acabar con la indigencia o reconstruir a nuevo el sistema ferroviario que privilegie el mercado interno y una flota marítima? O ¿Por qué con ese dinero no se estatizó el petróleo, la electricidad o las empresas telefónicas que se llevan fortunas? Y alguno me contestará «pero bueno, igual las reservas quedaron en 40.500 millones y hay un superávit fiscal muy alto». Le digo que las reservas respaldan el dinero circulante y que se vienen usando gran parte para mantener un dólar alto, que favorece a exportadores, tanto a sojeros como a industriales. Por lo cual no van a tocar más dinero de las reservas.

Entonces, déjenme soñar un poco más y preguntar ¿Porqué con ese dinero no se reconstruyó a nuevo la infraestructura del sistema educativo nacional y del sistema de salud pública? Y permitanme soñar más ¿Porqué el Estado no invirtió en fabricas agroindustriales para darle valor agregado a los bienes primarios y que estas fabricas sean gestionadas cooperativamente por los trabajadores o de forma mixta con el Estado?

O ¿Por qué no se conforman cooperativas de trabajo rural para descomprimir el hacinamiento urbano? ¿Por qué no se conforman cooperativas para fabricar manufacturas que importamos en dólares? Para esto podrían seguir el extraordinario ejemplo del Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas, verdaderos héroes nacionales.

¿Por qué? Porque sigue primando la ideología capitalista, porque en el discurso la Presidenta dijo que eran los empresarios los responsables de generar la riqueza, y me pregunto ¿Alguien lo vio a Bulgheroni, (presidente de Pan American Energy), o a Ratazzi (dueño de Fiat) laburar alguna vez? Esta gente era la que estaba feliz el martes, los grandes industriales, los bancos privados y el mayor multimedios del país.

Mientras tanto, la clase obrera urbana y rural, los asalariados, los que verdaderamente producen con su trabajo, su esfuerzo y su sudor la riqueza de este país, siguen esperando, tanto del Estado como de las patronales privadas un pequeñito aumento, o un pago en blanco o un premio para la navidad o una bolsa de pañales por la maternidad y otras tantas formas de «redistribución y generosidad». Entonces, mi última pregunta es ¿Hasta cuando la clase trabajadora va a seguir esperando? Porque su esfuerzo se marchó, a Paris él se fue y como canta León Gieco «Seguimos siendo colonia, de la gallina de arriba, federalismo mentira desde que tengo memoria, allá se inventa la historia, aquí se escribe con sangre…»