Apuntes del Movimiento Evita. Los inicios. Un itinerario errático. De la resistencia al Evita actual. La Economía popular. Resistir con resignación, la gran apuesta de Pérsico.
El politólogo e investigador del Conicet Francisco Longa ha publicado recientemente Historia del Movimiento Evita. La organización social que entró al Estado sin abandonar la calle, editado por Siglo XXI, donde se ocupa de una de las más importantes organizaciones de extensión nacional surgida de las astillas de la crisis de 2001, que en la actualidad se ha convertido en un importante actor político. Este libro reflexiona sobre una de las organizaciones piqueteras transformadas en entidades sociales de la llamada «economía popular». A lo largo del texto, se brindan claves para comprender los pasos que fue dando este movimiento, sus contradicciones y lo que el autor llama potencialidades para concluir que «más allá de la obediencia o del juego propio, de su autogestión o su dependencia de las arcas estatales, lo que se ve en el Evita es cambio, flujo; precisamente ‘movimiento'». Sobre el avance de su investigación trataremos algunos aspectos: los inicios; un errático itinerario; la economía popular.
Los inicios
Los noventa fueron el escenario del surgimiento de los movimientos de trabajadores desocupados que lograron trascender bloqueando rutas y se hicieron conocidos como «piqueteros». En Salta y Neuquén tuvieron origen los primeros movimientos combativos que no aceptaban la desocupación y luchaban por «trabajo genuino, trabajo para todos». Ya para comienzos del nuevo siglo, los MTD se identificaban con las nuevas teorías autonomistas: rechazaban las elecciones y se proponían desarrollar un contra-poder al Estado, en los bordes del sistema. En el 2002, un sector importante de estos movimientos incluido el que luego sería el Evita, declaraba: «El poder de la Patria, como poder popular se construye en la calle… El poder de la muerte se sienta en el escritorio del funcionario. […] La Patria no se recupera con prolijidad, sino con lucha» [p. 18]. Eran los tiempos de la resistencia.
La asunción de Néstor Kirchner en 2003, al que inicialmente quienes luego constituyeron el Evita rechazaban, se proponía la recomposición del sistema político y como contrapartida la pasivización de las masas y una renovación de la política hacia los movimientos sociales, que había dado los primeros pasos con Duhalde. Basada en la masividad de los planes sociales, buscaba desviar la pelea de «trabajo para todos» y el desarrollo de una burocracia piquetera, en las nuevas organizaciones sociales que se estaban conformando. Esto generó varios debates al interior del Evita. El autor señala «tres grandes perspectivas con respecto al vínculo con el Estado: ‘Presionar al Estado desde afuera’ […] Pérsico; ‘Insertarse en el Estado’ (ligado al partido Justicialista […] ‘Chino’ Navarro y una tercera de cuño piquetero […] privilegiar la auto-organización popular» [pp. 48-49]. Entre estos tres puntos de equilibrio se mantendría el Evita, oscilando hacia un lado y otro, pero de conjunto aceptaron la política de subordinación del movimiento al Estado y el rol de administradores de planes sociales por parte de cada organización.
Un par de años después, la confluencia de sectores del movimiento piquetero culminó en la fundación del Movimiento Evita (2004) anunciada públicamente el 10 de mayo de 2006. «El lanzamiento del Movimiento Evita colmó el Luna Park en apoyo al Gobierno. El bonaerense Pérsico y el secretario presidencial, Parrilli, fueron los principales oradores frente a varios miembros del gabinete» [1]. Visto retrospectivamente, la propuesta del Movimiento Evita, que pretendía constituir un sistema económico y social alternativo fuera de una perspectiva anticapitalista terminó, como no podía ser de otra manera, integrada al Estado.
Un errático itinerario
De la trayectoria del Evita, otro aspecto a mencionar es su errático itinerario político. Como planteamos inicialmente, su origen está emparentado con los MTD que se oponían al gobierno privatizador de Menem, la mayoría desde el trabajo social y barrial [2], y posteriormente participaron de la revuelta de 2001 que derrotó al gobierno de De La Rúa. En el 2003, frente al llamado a las urnas, formaron el espacio «Patria o Muerte», boicotearon las elecciones definiendo a Néstor Kirchner como una candidatura imperialista: «Guerra al imperialismo» era la consigna.
Un par de años después, se iniciaba el camino de acercamiento al Estado. ¿A qué se debió tal viraje? Uno de los motivos sin duda fue la aceptación de la asistencia que el Estado nacional promovió para recomponer el tejido social devastado por la crisis. Quienes al comienzo desconocían al Estado terminaron alineados a su política y estrategia de contención. En su lanzamiento en 2006 en el Luna Park, participaron con una gran Bandera con la leyenda «Vamos Kirchner», mientras Pérsico se dirigía así al presidente «nuestra estrategia es la estrategia central del gobierno». No sorprende que en 2009 Emilio Pérsico estuviera a cargo durante dos meses del programa Argentina Trabaja [p. 109] y en 2012, fuera subsecretario de Agricultura Familiar [p. 101].
Su política de conciliación de clases pega un salto en la alianza que establecieron con el gobernador Felipe Solá entre el 2002 y el 2007, incorporando al Estado provincial no solo a sus militantes, sino a Binstock como secretario de Derechos Humanos (!) y a Pérsico como subsecretario de Coordinación de Políticas Públicas. La complicidad y responsabilidad política del gobierno de Solá de la muerte en Avellaneda de los militantes piqueteros del MTD Maximiliano Kostequi y Darío Santillán, no fue impedimento para sumarse a las filas de este gobierno y que luego mantuvieron durante la gestión de Daniel Scioli.
En 2015, ante el desgaste del kirchnerismo, el Evita rompe con Cristina como parte de un reacomodamiento político más amplio. «En febrero de 2016, un grupo de catorce diputados con el ex-funcionario kirchnerista Diego Bossio a la cabeza rompen con el FpV […] en la cámara alta sucedió también algo similar […] en la figura de Miguel Ángel Pichetto» [p. 210].
Con la asunción de Macri (como parte de la CTEP) constituyeron con la CCC y Barrios de Pie el «triunvirato piquetero», los llamados «cayetanos», y volvieron a ganar las calles contra las políticas del nuevo gobierno. La presión dio resultado: las negociaciones con la ministra de Desarrollo Social Carolina Stanley eran el inicio del diálogo con el nuevo gobierno, porque según «Chino» Navarro: «si Macri cae, esto gira más a la derecha aún» [p. 14], buscando ser un aporte en sostener la institucionalidad. Unos meses después, se firmaría con el gobierno una ley de emergencia social por tres años aumentando los montos de los planes y un bono de fin de año. A condición… de que las organizaciones presentes se abstuvieran de cualquier situación conflictiva «cualquiera sea su naturaleza», así figuraba en la letra del acta-acuerdo. La contención social y la gobernabilidad de parte de los dirigentes del Evita estaba asegurada con la firma de la paz social. La ideología de la resignación que abrazan Pérsico y otros dirigentes sociales es cobertura de los acuerdos políticos en la búsqueda de ampliar los planes administrados por cada organización.
Casi dos décadas no pasaron en vano. Han ido delineando una organización con extensión barrial, territorial y nacional. El ciclo de cooptación de las direcciones de las organizaciones sociales delinearon la forma actual del Movimiento Evita. Hoy -frente a los aires de recambio de gobierno- se suman al Frente de Todos, junto a los barones del conurbano, a los gobernadores y a dirigentes como Massa, que promueve la intervención de la gendarmería en los barrios, junto a Felipe Solá y la burocracia sindical.
La Economía popular
El desarrollo de la crisis internacional desde el 2008 dejó en claro que el sistema capitalista ya no puede garantizar el pleno empleo que caracterizó la etapa fordista, que un sector de la población laboriosa ya no tendrá trabajo, ni los jubilados van a poder disfrutar de su vejez. En nuestro país, desde la ofensiva neoliberal, la pobreza estructural se ha mantenido en índices muy elevados [3] y un sector importante de la clase trabajadora ha sido «excluida» del trabajo formal, condenada a la desocupación o a realizar trabajos ultra precarios, obligándolos a buscar formas alternativas para la subsistencia como cartoneros, campesinos, ambulantes, costureros, albañiles, changarines, entre otros. A la vez que los trabajadores «formales» (registrados), son amenazados con suspensiones, aumento de la flexibilización laboral y pérdida de conquistas. Es inobjetable que la burguesía -en su crisis actual- se muestra incapaz de garantizar la existencia de sus propios esclavos.
Frente a esta dualidad del mundo del trabajo se fueron configurando dos alternativas burguesas vinculadas a lo que se denomina «economía popular», es decir, aquella que no depende directamente del mercado laboral. La primera, de perfil neoliberal, promueve una salida individualista, de emprendedores solitarios, basada en el mérito personal, con estímulo a la creación de pequeñas empresas para «reactivar la economía». Como si se pudiera resolver la crisis del trabajo en la economía capitalista, por la simple voluntad de las personas. La segunda -que reivindica el Evita- es otra variante que se desarrolla también por fuera del mercado laboral, con un carácter asistencialista y estatal, de ingresos mínimos, condicionados a contraprestaciones. Esta opción es la que se ha impuesto en un porcentaje muy amplio de trabajadores que, ante la necesidad urgente de conseguir un ingreso que asegure el sustento básico de sus familias, han encontrado en la autogestión, el trabajo comunitario o el subempleo, un paliativo para la miseria provocada por la desocupación.
¿Qué propone Pérsico al Evita?
Para la conducción del Movimiento Evita, el norte estratégico es una «Economía Popular» caracterizada por «el conjunto de actividades económicas generalmente de baja intensidad […] desarrolladas por los sectores populares con miras a garantizar o sostener, a través de la utilización mayormente de su fuerza de trabajo de los recursos disponibles y subsidios del Estado, la satisfacción de las necesidades básicas» [p. 68]. Y continúa Pérsico «la economía popular utiliza poca materia prima y mucho trabajo. Por lo tanto es mucho más saludable para el medio ambiente y el desarrollo de la humanidad» [p. 68]. Solo dirigentes ajenos a la rutina extenuante del trabajo pueden declarar que trabajar mucho es más saludable para «el desarrollo de la humanidad». La solución de utilizar «mucho trabajo» se parece a una versión moderna del esclavismo en el siglo XXI, pone un signo positivo -como norte estratégico- a una situación impuesta a la fuerza, por la miseria a la que condenan los capitalistas, a grandes sectores de la población.
La dirección del Evita naturaliza la fragmentación regresiva de las filas obreras, dando por sentado que el llamado capitalismo financiero no logrará incorporar al trabajo registrado (formal) a toda la población en condiciones de trabajar. Reivindica que hay que acostumbrarse a trabajar mucho y ganar poco, para cubrir las necesidades básicas. Y plantea también que: «el actual desarrollo de un capitalismo de consumo, financiero y más tecnificado, no logrará incorporar al trabajo formal a un amplio sector de la población trabajadora». Analicemos.
Que el capitalismo en medio de un importante desarrollo tecnológico, condene al hambre y la miseria a miles de millones en el mundo, a condiciones que se parecen a las de comienzos del siglo XIX, no puede atribuírsele al «Dios capitalismo» que impone su voluntad sobre la Tierra. Hay que decir las cosas como son. La ideología neoliberal trata de imponer como sentido común que el desarrollo tecnológico es responsable del agravamiento de las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo, ocultando la verdadera causa de la crisis social. ¿Por qué el desarrollo de la técnica no puede contribuir a mejorar las condiciones de vida cualitativamente para todos? Empezando por lo principal, reducir la jornada laboral para «trabajar todos, trabajar menos» y disfrutar del tiempo libre, de un ocio recreativo y enriquecedor.
¿Qué es lo que impide este desarrollo social? Es un sistema que se rige por la desenfrenada sed de ganancia, ese es el motor del capitalismo. Una sociedad donde los ricos poseen todo y los que producen todas las riquezas de la sociedad, no poseen nada. Es la tragedia de una clase social decadente que ha logrado la increíble hazaña que, sobre la base de la innovación tecnológica, se genere y profundice una enorme desigualdad social.
¿Hacer el aguante a la crisis?
¿Qué esconde esta ideología de la resignación? Que la situación en que se encuentran las masas laboriosas es modificable, no es eterna. Quienes han contribuido a que este horizonte no sea visible y parezca imposible son las direcciones de las organizaciones sindicales y sociales que se adaptan a las condiciones que impone la crisis capitalista. Una verdadera casta vitalicia que vive de privilegios, perpetuada en esas organizaciones, constituyendo un verdadero factor de contención y desmoralización de la confianza de los trabajadores en sus propias fuerzas.
El autor menciona la búsqueda del Evita de acercamiento a Moyano, para volver a unir a la clase trabajadora, y señala que «Según Natalucci, para el Evita ese objetivo requería organizar a los trabajadores ocupados y desocupados, con la CGT». ¿Cómo? con acuerdos en la cúpula. ¿Para qué? Nos responde sin vueltas: «como un gran arco de contención», y cuenta también el autor que «celebraron juntos varios actos por el día de la Lealtad los 17 de octubre» [p. 66]. En las antípodas de la política de contención y resignación para hacerle el aguante a la crisis de los capitalistas, los socialistas consideramos que, para frenar el desarrollo de la crisis internacional que se refracta en nuestro país, hay que organizar una lucha anticapitalista decidida, un potente frente único obrero en la acción de todos los trabajadores, en alianza con el pueblo laborioso [4].
La clase obrera es la única que puede encarar una lucha de fondo por su liberación y de las mayorías populares; logrando la unidad de sus filas y recuperando el control de sus organizaciones para que sean instrumentos del conjunto de la clase obrera o poniendo en pie nuevas formas de lucha. Unir sus filas en cada gremio y también entre ocupados, precarizados y desocupados, superando en su acción la ideología de la resignación. Liberándose -en su lucha cotidiana- de la tutela de la burocracia, la clase obrera autoorganizada, irá fortaleciendo su subjetividad y dando pasos decisivos en su hegemonía en la alianza obrera y popular.
El desarrollo de la tecnología puesto al servicio de las necesidades sociales podría transformar en realidad el programa del reparto de las horas de trabajo entre todas las fuerzas disponibles. Trabajar todos, trabajar menos, con igual salario afectando las ganancias de los capitalistas, serían las primeras medidas, elementales, en la lucha por una nueva sociedad sin opresión ni explotación, para disfrutar plenamente de la vida y así contribuir al «desarrollo de la humanidad». Esa es la perspectiva por la que los socialistas luchamos.
Notas
[1] Página/12, 10/05/2006.
[2] «[…] se dedicaron sobre todo al trabajo de base en los territorios marginales, apuntalando comedores barriales y espacios educativos para la niñez -también brindaron alfabetización para adultos-» [p. 34].
[3] Bajo el gobierno de Menem la pobreza llegó a 26,7 % en su segundo mandato. Con De la Rúa, y la crisis del 2001 alcanza un 35,4 % y con Duhalde (2002) un 49,7 %. Con Cristina Fernández de Kirchner, en el total de su mandato, la pobreza descendió de 37 % a fines de 2007 a 30 % a principios de 2015; con Macri entre 2018/2019, es de 32 % más 6,7 % de indigencia; según Infobae en marzo de 2019, 32 %, 14,3 millones de personas.
[4] Con la estatización de los sindicatos y las organizaciones sociales, los capitalistas buscan contener y disciplinar a 20 millones de asalariados (12,3 millones ocupados formales; 4,5 millones no registrados; 1,5 millones cuentapropistas en negro y 1,5 millones de desocupados). Fuente: Clarín, «Mercado Laboral – Radiografía de empleo en Argentina», febrero 2018.
Grace López Eguía. Militante de los años ’70, fundadora del PTS (Partido de los Trabajadores Socialistas). Coordinó, junto con Raúl Godoy y Alejo Lasa, el libro ZANON: Fábrica militante sin patrones.
Fuente: http://www.izquierdadiario.es/A-proposito-del-Movimiento-Evita-resistir-con-resignacion