Recomiendo:
0

Murió Kirchner y dejó una crisis política

¿Adónde va el gobierno de Cristina?

Fuentes: Rebelión

Detrás de las cínicas condolencias de sus acérrimos opositores e, incluso, de dirigentes del espectro del propio peronismo «amigo», están en curso encarnizadas disputas de poder. Más allá del presente de conmoción y aparente «unidad nacional», la súbita muerte de Néstor Kirchner abrió una crisis política que prepara mayores enfrentamientos y polarización entre los bandos […]

Detrás de las cínicas condolencias de sus acérrimos opositores e, incluso, de dirigentes del espectro del propio peronismo «amigo», están en curso encarnizadas disputas de poder. Más allá del presente de conmoción y aparente «unidad nacional», la súbita muerte de Néstor Kirchner abrió una crisis política que prepara mayores enfrentamientos y polarización entre los bandos capitalistas que disputan la escena nacional. De un lado, la burocracia sindical de la CGT que viene de recibir el repudio popular por el asesinato de Mariano Ferreyra, se postula para seguir siendo el principal sostén del gobierno de Cristina Kirchner, buscando, a cambio de ello, impunidad bajo su amparo. Del otro, el arco opositor que en el reciente coloquio de IDEA había reunido al establishment burgués debatiendo una salida a lo que ellos mismos denominaron un «fin de ciclo», presionará para condicionar al gobierno con sus demandas orientadas por los empresarios de la soja y los grandes industriales de la AEA.

Apenas un par de horas después de la muerte de Kirchner, en el diario La Nación el analista Rosendo Fraga escribió, como vocero de ese establishment, una especie de ultimátum al gobierno que se encontraba en shock. Básicamente exigiendo la separación de la presidenta de Moyano, que en realidad significa, bajo ese nombre, la exigencia de ruptura con los sindicatos y el fin de toda concesión al movimiento obrero, así sea a sus sectores en blanco y sindicalizados. Ya veníamos viendo como la descomposición de esa alianza de gobierno provocada por los hechos de sangre en Avellaneda, intentaban ser aprovechados por las patronales y los medios opositores para minar las organizaciones sindicales, sin distinción y no sólo a los burócratas sindicales. No puede haber confusión: la derecha patronal y sus voceros mediáticos (como Mirta Legrand) atacan a los sindicatos en tanto representan, aunque distorsionadamente, intereses obreros. Los revolucionarios luchamos para recuperarlos como herramientas de lucha de clases y no hacemos causa común con el Grupo Clarín que utiliza la tercerización de masas de empleados y prohíben la organización de comisiones internas en sus plantas.

Ahora con la muerte de Néstor Kirchner -de la misma manera que lo hicieron luego de la derrota oficial de la 125 y, otra vez, después del triunfo opositor en las elecciones del 28 de junio- la oposición patronal presiona para que, en su debilidad, Cristina se avenga al consenso, «rodeándola de apoyo» para imponerle una agenda común parlamentaria con el peronismo federal y la UCR. Una primera respuesta gestual parece descartar esta variante de «unidad nacional». La propuesta de Cobos de poner en marcha los preparativos para velar en el Congreso los restos del ex -presidente, fue respondida con la decisión oficial de hacerlo, por el contrario, en la Casa Rosada. Una disputa del «lugar del poder» que simboliza la polarización que viene.

No parece probable que se concrete el escenario que pretende la clase dominante, que desearía una abdicación de Cristina en pos de una candidatura presidencial de Scioli, y detrás alinear al peronismo federal, para disputar con la fórmula radical-socialista republicana de Alfonsín y Binner; es decir, entre dos fórmulas plenamente confiables en las elecciones del 2011.

Siendo así, ¿podrá Cristina darle continuidad al proyecto «kirchnerista sin Kirchner»?

La profundidad de la crisis política se debe, en primer lugar, al vacío que deja el hombre clave que -continuando la devaluación de Duhalde que hizo la «tarea sucia»- vino a comandar el «partido de la contención» a la irrupción de masas desatada en las jornadas revolucionarias de diciembre de 2001. Kirchner fue el armador, más que de un partido K, de una coalición inestable de gobierno, un líder que arbitraba entre «la gobernabilidad» que otorga el aparato del PJ, los gobernadores, intendentes del conurbano y los viejos dirigentes de la CGT, y los organismos de derechos humanos, artistas e intelectuales que le sumaban la atracción de sectores de centroizquierda. Aunque la pérdida del líder de esa coalición los vuelve a mostrar unidos, ese armado terminó de estallar con el reciente asesinato de las patotas comandadas por la Unión Ferroviaria. De fondo, se demuestra como una hipocresía la idea que Cristina Kirchner había trasmitido a la juventud K en el acto del Luna Park sobre la posibilidad de una convivencia «democrática» entre derecha e izquierda peronista que reparara el enfrentamiento de los 70. Por el brutal crimen de esa derecha peronista contra un militante trotskista, y por las promiscuas fotos en fiestas comunes entre los ministros y voceros de la centroizquierda K con los matones de la burocracia sindical. El intento oficial de remendar esa alianza en crisis, utilizando políticamente la muerte de Néstor Kirchner ante la que todos vuelven a unirse para «profundizar el modelo» y seguir su «legado» detrás de Cristina, no puede si no estar basada en un pacto de impunidad para los autores, sobre todo los intelectuales, de la emboscada y el asesinato de Mariano Ferreyra.

El gobierno de CFK se muestra endeble a pesar que la presidenta quede como la sucesora «natural» y, en cierta forma, beneficiada por la imagen, agrandada luego de su desaparición, de Néstor Kirchner. Sobre la base de la candidatura de Cristina 2011, la salida del kirchnerismo para «salvar el modelo» parece estar en manos de los gobernadores e intendentes peronistas, el otro poder real que venía en desbandada. La última mala noticia para el ex -presidente fue la decisión del gobernador oficialista Urtubey de Salta de adelantar las elecciones provinciales para despegar su suerte de la de su candidatura a presidente que, presumía, lo arrastraba a la derrota en su propio territorio. Asimismo, las tensiones que se vienen expresando entre los Kirchner, el gobernador Scioli y Moyano como jefe del PJ bonaerense, cada uno con su propio juego dentro de la alianza oficialista, acababan de tener nuevos capítulos. El día antes de la muerte del ex -presidente, Moyano no pudo obtener quórum en el Consejo Justicialista de Buenos Aires que preside, debido al vaciamiento de la reunión que le hicieron los intendentes del conurbano y los propios hombres de Néstor Kirchner. La muerte de quien arbitraba, ya sin mucho éxito, entre las distintas fracciones en disputa, va a imponer una renegociación entre ellos.

La «continuidad del proyecto» que muchos jurarán ante el féretro del ex -presidente, aunque se exprese detrás del intento de reelección de Cristina, estará ahora dominada por un peso cualitativamente mayor de los gobernadores «feudales» del interior y los intendentes derechistas, es decir, más condicionada por la voluntad del viejo aparato pejotista.

Como decimos en la declaración que sacamos a horas de la muerte de Kirchner todas las alternativas en que se dirime la crisis política de los de arriba son contrarias a los intereses de los trabajadores que deben organizar su propia salida independiente de todos los bandos capitalistas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.