El elemento más dinámico de la actual coyuntura sigue siendo la crisis política abierta en el gobierno de Néstor Kirchner, la más grave desde que asumió. Si bien mantiene su carácter de crisis en las «alturas», no por ello es menos real e incluso con consecuencias hacia abajo. Es decir, en lo que hace al […]
El elemento más dinámico de la actual coyuntura sigue siendo la crisis política abierta en el gobierno de Néstor Kirchner, la más grave desde que asumió. Si bien mantiene su carácter de crisis en las «alturas», no por ello es menos real e incluso con consecuencias hacia abajo. Es decir, en lo que hace al comienzo de una experiencia entre sectores de masas con el gobierno. Y, en ese marco, emergen una serie de luchas que, aunque en su mayoría están dirigidas por sectores de la burocracia sindical, no son por eso menos reales.
La expresión más definida de este trance político tiene que ver con una crisis de orientación del gobierno en una serie de frentes, así como a una indefinición más general: cómo afrontar el proceso eleccionario de 2007, que hasta hace poco se consideraba «pan comido».
De la desaparición de López a la crisis de las papeleras
La seguidilla de conflictos que le estallaron al gobierno en los últimos dos meses no deja de ser impactante. Comenzó con la desaparición de Jorge Julio López, que ha dejado abierto un impasse en lo que hace a toda la política gubernamental sobre derechos humanos. Luego vino la acción de la patota K en el Francés, que fue derrotada y echada por los trabajadores (incluyendo a la propia intervención patotera). Siguió con el bochorno de San Vicente, cuando el traslado de los restos de Perón, en manos de las patotas de la CGT. Posteriormente ocurrió la inesperada derrota política del gobierno en Misiones, que abrió un tembladeral en lo que hace a las perspectivas de reelección gubernamental para el año próximo.
Como si todo esto fuera poco, la saga continúa ahora con el escándalo de la política gubernamental respecto de las papeleras (ver aparte). Porque con el fallo de La Haya y sobre todo ahora con la cesión del millonario crédito del Banco Mundial a Botnia, queda al desnudo cómo Kirchner ha buscado conducir a los vecinos de Gualegaychu al callejón sin salida de los «organismos internacionales» del imperialismo.
A esto hay que sumarle un importante elemento de otra índole: la inflación creciente, que golpea el bolsillo de los trabajadores ahora con la suba del pan y la carne, muy lejos de las estadísticas y tejes y manejes oficiales alrededor de los controles de precios. Todo ese armado artificial con la vista puesta en el índice que elabora el INDEC mensualmente amenaza con venirse abajo en el mediano plazo, y puede significar un ajuste generalizado hacia arriba, tarde o temprano. No hace falta resaltar las consecuencias si esto explota antes de las elecciones.
Con la mira en 2007
Todo esto no significa que el gobierno haya dejado de moverse esmeradamente para cerrar la crisis. La tónica común ha sido intentar sacarle banderas a la oposición burguesa de derecha y no perder el pie entre amplios sectores de clase media y media alta con vistas a las elecciones de 2007.
De ahí esencialmente el carácter, en cierto modo, obligado por las circunstancias de las medidas recientemente tomadas, que expresan un giro a la derecha de orden «superestructural». Pero de ninguna manera esto se traslada al conjunto de la situación política, donde por abajo, en el terreno de la lucha de clases cotidiana, quedan partidos por jugar. [1] Es por esto mismo que preferimos hablar de una coyuntura con elementos de «polarización», más que de giro a la derecha, como postulan, de manera a nuestro entender impresionista, algunas corrientes de la izquierda.
En este marco, la medida más reaccionaria y de mayor valor simbólico ha sido la embestida sobre Irán alrededor al atentado a la AMIA de 1994. Sin prueba alguna, este ataque hace parte de la campaña mundial de Bush y el Estado sionista para relegitimar un Israel duramente golpeado luego de su derrota a manos de Hezbollah. Pero el momento «elegido» por Kirchner en su alineamiento con Bush no podía ser peor: precisamente cuando viene de una paliza electoral, lo que en todo caso es una muestra más de la crisis y el giro gubernamental. Por supuesto, sin perder de vista que los demócratas, incluida Hillary Clinton (del gusto de los esposos Kirchner y probable candidata a presidenta de EEUU), no se distinguen en nada esencial de las políticas que viene sosteniendo Bush. [2]
Otra respuesta han sido los pasos para rediseñar el plan reeleccionista. Aquí se inscriben desde los «renunciamientos» de Solá y Fellner, pasando por los globos de ensayo de la candidatura de Cristina Kirchner, a algo más de mediano plazo como la posibilidad de impedir la reelección indefinida de los intendentes de la provincia de Buenos Aires.
Por otra parte, no todas las iniciativas han sido hacia la derecha. En el caso del conflicto del Francés, se está ensayando una movida tan «progresista» como tramposa. Tras verse obligados a desplazar a la patota, se intenta reemplazarla por una nueva intervención con pergaminos de «seriedad», de la mano de un medico prestigiado y un Consejo Asesor integrado por Graciela Ocaña, la periodista Fanny Mandelbaum y el presidente de Citroen / Peugeot.
En este marco, hay un terreno donde el gobierno no ha logrado dar una verdadera respuesta y pende sobre él cual espada de Damocles: la desaparición de López. En realidad, sí hay una respuesta, tan grave como peligrosa. El gobierno se juega a la tercera desaparición del compañero, luego de confiar la «búsqueda» en los propios captores, torturadores y desaparecedores: la policía provincial y federal. Se trata de un verdadero encubrimiento, que ha contado con la complicidad tanto de Hebe de Bonafini como de Estela de Carlotto, pero que puede volver como un búmeran si llega a haber alguna aparición macabra.
El desarrollo de luchas obreras
Al compás de la crisis política y por las brechas que ésta deja, asoma un segundo componente de importancia en esta coyuntura. Se trata de que se viene desarrollando una serie de importantes luchas de los trabajadores que preanuncian un primer semestre de 2007 eventualmente bastante movido.
Entre las más importantes se encuentran las luchas del Hospital Francés, de los telefónicos, de los docentes de la provincia de Buenos Aires y los petroleros de Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz. En el caso del Francés, se trata de una dirección independiente de un conflicto que aún no ha sido resuelto. Pero se obtuvieron varios logros de importancia a partir de una lucha durísima, desde la reincorporación de los despedidos hasta la caída de la intervención patotera.
En el caso de telefónicos, docentes y petroleros, se trata de conflictos dirigidos por la burocracia de la CGT o el CTA. Caben aquí varias consideraciones. Entre los docentes, se trata del atisbo del conflicto de mayor importancia en mucho tiempo y donde la izquierda tiene un importante peso a partir de las seccionales opositoras. Esto le permite jugarse a hacer exitosas acciones independientes que significan una presión real sobre Baradel.
En el caso de los petroleros, tiene el valor de tratarse de un sector del proletariado industrial, es decir, trabajadores productivos con una gran capacidad de parar la producción. Si bien el conflicto estuvo dirigido por distintas expresiones de la burocracia del SUPE y la CGT, no se puede obviar -como trasfondo- el conflicto de Las Heras de comienzos del 2006. Tampoco el hecho de que durante el conflicto de los últimos días hubo acciones independientes de los petroleros de base, como en Neuquen (en el mayor centro de extracción del gas del país, «Loma de la Lata»), donde desde abajo se llegó a cortar el suministro de gas.
Es decir, se ha tratado o se trata de duros conflictos salariales en los que, si bien están dirigidos por una burocracia muy próxima al gobierno de Kirchner, no deja de estar presente el fantasma de sectores independientes como elemento de presión virtual o real sobre la propia burocracia.
En definitiva, es evidente que el actual salto en los conflictos resulta un elemento de enorme importancia en la actual coyuntura, razón por la cual jugarse a su desarrollo y al triunfo de las luchas en curso debe ser uno de los aspectos centrales -junto con la lucha democrática- en la orientación de los socialistas revolucionarios.