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Apocalypse ¿now?

Fuentes: Tramas

El título de esta nota alude a ‘Apocalypse Now’, una película de la década de 1970 que ha sido enaltecida por una parte de la crítica como una obra maestra del cine universal. Dirigida por Francis Ford Coppola, se basa en una versión libre de ‘El corazón de las tinieblas’ una novela del escritor polaco-británico Joseph Conrad.

Después de que el poder legislativo aprobó la llamada “Ley bases” y el presidente logró que la mayoría de los gobernadores firmen el Pacto de Mayo, el pasado 9 de julio, se extendió la sensación de que el actual gobierno había dado un paso importante en cuanto a su estabilidad y proyección futura.

Comentaristas políticos y periodistas hablaron de la consolidación de la gestión y del liderazgo exhibido por Javier Milei.

Una y otro se habrían manifestado sobre todo a la hora de contrarrestar su condición más que minoritaria en el Congreso y su casi nulo poder territorial. Asimismo se analizó con sorpresa la capacidad negociadora exhibida.

No tanto por el presidente, que sigue con su cultivo de los insultos generalizados, sí por parte de colaboradores cercanos. Sobre todo el ministro del interior y después jefe de gabinete Guillermo Francos y el vicejefe de esta última área, José Rolandi, más alguna funcionaria de segunda o tercera línea.

El diagnóstico que se esparció a partir de esos éxitos es el de un salto de calidad en la “cintura política” del elenco de gobierno. Más allá de la sombra del poder creciente de la secretaria general de presidencia, Karina Milei y el asesor en jefe sin cargo formal, Santiago Caputo, no precisamente flexibles.

Javier Milei habría demostrado capacidad para rodearse no sólo con fundamentalistas del “libertarianismo”. Sino también lo entornarían “realistas” y “pragmáticos” que llevaron adelante las principales iniciativas del gobierno.

No era tan rápido, no era tan simple.

La protesta social, fuerte en los primeros meses de este período presidencial, entró en una suerte de interludio después de la aprobación de la ley y la signatura del “pacto”.

Quizás intervino el “anticlímax” del decaimiento de las expectativas optimistas. Nos referimos a las creencias de que el nuevo presidente carecía de aptitudes para el cargo, ya que sólo sabía pelearse e insultar, además del frecuente alarde con información económica inverificable. Además de la insistencia en una doctrina económica marginal y desprestigiada.

El vaticinio era que se produciría a gran velocidad un aislamiento del gobierno tanto en la política nacional como en las relaciones exteriores, en riña con casi todos los gobiernos menos EE.UU e Israel. Y en consecuencia, era más o menos inminente su pérdida de poder o su derrumbe liso y llano.

En función de esa supuesta ineptitud y carencia de alianzas y de capacidad de seducción, no tardaron en abrigarse esperanzas firmes de que Milei (Javier) tuviera que resignar gran parte, si no la totalidad, de su poder efectivo. Ya a los pocos días de iniciado el mandato, era frecuente que se diera por hecha la “colonización” del gobierno por parte de PRO y del expresidente Mauricio Macri. Con más experiencia y “espaldas”, léase respaldo del gran capital local e internacional, para ocupar el liderazgo.

Tanto que se comenzó a hablar y a escribir acerca de “el gobierno Milei-Macri”, a la espera de que el expresidente se apoderara de los resortes fundamentales del gobierno. Y se aguardaba que esto ocurriera en cuestión de días y que por añadidura resultara irreversible. No pasó.

En cuanto emergieron las disidencias entre el primer mandatario y la vicepresidenta Victoria Villarruel, cundió otra profecía. La de la inexorabilidad de que la vice reemplazara en un futuro próximo al “loco” que se encontraba “de carambola” al frente del poder ejecutivo nacional.

En este caso el optimismo se mezclaba con el estado de alarma, dado que Villarruel sobrepasa al presidente en cuanto a pétreo conservadurismo. Y ha encontrado en el “negacionismo” y la reivindicación de los genocidas casi la finalidad de su existencia.

Cuando la titular del Senado tildó a su compañero de fórmula de “jamoncito” entre Karina y ella, la convicción a propósito de la fragilidad presidencial se extendió y subió de tono. Nada de eso ocurrió hasta el momento. Y presidente y vice hasta posaron sonrientes encaramados a un tanque de guerra el 9 de julio pasado, en un desfile militar de las “gloriosas fuerzas armadas”.

Tal vez el principal sustento de la mirada apocalíptica acerca de la perduración del gobierno ha sido el contenido mismo de sus políticas. Acciones y también omisiones que configuran un ataque frontal y a fondo, contra el poder adquisitivo y las condiciones de vida y de trabajo de las mayorías.

Junto a la pretensión de reducir a la sociedad argentina a un grado de pobreza, precariedad, individualismo, desempleo y pérdida de derechos como no se vio en los peores momentos de crisis del pasado más o menos reciente.

¿Intervalo?

La protesta popular en las calles, desatada tan pronto como el 20 de diciembre, diez días después de la asunción del flamante gobierno, encendió las esperanzas respecto a un cercano “estallido”, tan espontáneo como masivo e imparable.

No faltaron sin embargo los “cautos” que sostuvieran que la ansiada explosión se produciría recién en marzo o abril, cuando se desplomaran sobre los bolsillos de la “clase media” las cuotas de colegios privados, los gastos de escolaridad y un incremento brutal de la medicina prepaga. Para unos y otros el cataclismo era una certeza, no una mera conjetura.

Las cosas no transcurrieron de ese modo, por lo menos hasta hoy, pese a que los desmedidos aumentos sí ocurrieron. Sí fue cierto que las movilizaciones sociales y paros se repitieron y profundizaron. Incluso con convocatoria o participación activa de la Confederación General del Trabajo (CGT) y todo un abanico de organizaciones sociales.

Las centrales obreras generaron dos paros generales en tiempo récord. Uno con relativo éxito huelguístico, pero movilización multitudinaria. Y el segundo, ya en el pasado mayo, si bien no ganó las calles, paralizó buena parte del transporte y la actividad en general.

Otros reclamos que se desplegaron en el espacio público fueron producto de la movilización, organizada o “espontánea”, de centenares de miles de ciudadanas o ciudadanos. Tal la manifestación que salió en defensa de las universidades públicas y su presupuesto, el 23 de abril.

Luego de estas movilizaciones y otras varias menos masivas pero de similar expresividad, la actual gestión de gobierno no cayó. Incluso se puede sostener que ni siquiera experimentó tambaleos.

Como no titubeó a la hora de reprimir con saña la concentración frente al Congreso Nacional con motivo de la sesión del Senado que culminó en la media sanción de la ley “bases”, ya en la primera quincena de junio. Ya en diputados la respuesta popular no fue la misma y la ley pasó.

El presidente siguió imperturbable con la “licuadora” para derruir salarios y jubilaciones y la “motosierra” que suprime obras públicas, organismos y empleos estatales, amén de normativa reguladora de cualquier actividad.

En la madrugada del 9 de julio, día de la independencia nacional, consiguió el asentimiento de la gran mayoría de los gobernadores, que ya hemos mencionado. El acuerdo consistió en entronizar la propiedad privada, las reformas antipopulares y el recorte del gasto público como principios irrenunciables.

Pese a que no tiene nombre de electrodoméstico, la gestión de gobierno tuvo tanta o más perseverancia en habilitar ventajas para el gran empresariado aún mayores de las que ya existen. Con la “ley bases” quedó abierto el Régimen de Incentivo a las grandes inversiones (R.I.G.I), con privilegios impositivos, aduaneros, laborales y cambiarios para todo aquél que disponga de un mínimo de 200 millones de dólares para su inversión en el país.

También mantiene incólume el régimen prebendario de las empresas electrónicas de Tierra del Fuego, criticado por todos y no alterado por nadie.

“Todo para el capital, nada para trabajadores, jubilados y pobres” podría ser un eslogan apto para enunciar la orientación principal de este gobierno. Para asistirlo y afianzarlo en esa senda ,Milei formalizó la participación en el gobierno de Federico Sturzenegger, el abanderado por excelencia no sólo del ajuste fiscal drástico. En particular impulsa una “reorganización” de la relación entre Estado y sociedad.

El nuevo ministro prepara profusa legislación contraria a las políticas sociales. Y proempresarial hasta la médula desde el nuevo ministerio de Desregulación y Transformación del Estado.

Para el ex presidente del Banco Central se ha creado un ministerio ex profeso Esto último representa bien a otra de las modalidades del gobierno: Poda en materia de acción social y asistencia a la pobreza; salud, educación públicas, y política de derechos humanos.

En cambio no tiene reparos en crear nuevas unidades administrativas o incrementos presupuestarios de las ya existentes. Siempre que se trate de fortalecer los rubros centrales del brazo represivo del Estado: La “seguridad”, la “defensa”, el “sistema de inteligencia” reorganizado y fortalecido. O bien la gestión de los intereses más concentrados.

Maldición, ¡Lo siguen apoyando!

El costado de la realidad más llamativo para muchas y muchos observadores es que el presidente ha conservado crédito del grueso de sus votantes. Y hasta el relativo beneplácito de una parte de quienes lo hicieron sólo en segunda vuelta o no lo votaron. El “descenso” de la inflación, desde alturas catastróficas a otras igualmente intolerables pero más “bajas”, parece tener protagonismo en esta persistente adhesión.

Los “tarifazos” en curso luz, gas, agua y cloacas, prepagas y comunicaciones pueden torcer el rumbo, está por verse.

Sin negar la influencia de los factores anteriores, los analistas más agudos agregan la gravitación del “compás de espera”. El que sería facilitado por la renuencia de los votantes del actual oficialismo a reconocer la comisión de un error a tan poco tiempo de haberse producido el yerro.

Las elevadas cifras de imagen positiva del jefe de Estado están acompañadas y agravadas, en la visión de sus críticos, por niveles similares de aceptación para la ministra de “seguridad”, Patricia Bullrich. Cuya línea fundamental es “limpiar” la calle de “piquetes”. Y en lo posible de cualquier movilización colectiva u organización popular.

En el sentido común Bullrich ha alcanzado cierto “éxito”, más allá de la información que podría proporcionar una lectura prolija de las cifras. En particular en lo que respecta a los cortes generados por organizaciones de desempleados, precarizados y/o titulares de algún tipo de plan.

Los millones de ciudadanos y ciudadanos que se muestran hastiados de los “cortes” miran por lo menos con algo de simpatía a las acciones de la ministra. Quizás sea esa complacencia la que reflejan las encuestas.

Aunado a lo anterior va la expansión de masas de la visión “punitivista”, acicateada por medios y redes. Que existe y se halla más o menos consolidada, más allá de la incidencia real de la delincuencia y la impunidad político-institucional y policial que refleja el caso “Loan” en la provincia de Corrientes.

Una conclusión factible es que los “éxitos” (desde el punto de vista del gobierno) en el control de la inflación y en el manejo de “la calle” se conjugan para morigerar la protesta de masas. A lo que hay que sumarle el desconcierto provocado entre los disconformes por la renovada actitud contemplativa de la CGT (por cierto no de todas las conducciones sectoriales). Y la desarticulación (cuando no el pase de bando) de una proporción sustancial de la dirigencia del peronismo.

Es sencillo generar prolongadas disquisiciones acerca de esos y otros factores en el reflujo de la movilización popular. Entre las observaciones posibles está que puede haber problemas de temporalidad. El tiempo se ha concentrado a causa del ritmo impuesto por la batería de iniciativas del actual gobierno. Y que cierta superstición de las redes sociales agiganta hasta las alturas el poder de convicción del “anarcocapitalismo”.

El presunto “intervalo”, si lo fechamos en la mencionada movilización contra la entonces inminente decisión del Senado, se ha iniciado hace tan sólo 45 días. Poco, poquísimo, a la hora de abrir juicio sobre el sendero y el destino de la acción social, política y cultural de las masas populares.

El juego está abierto, la confrontación continuará. Y, como diría Antonio Gramsci, los movimientos “ocasionales” de la “coyuntura” y de la “pequeña política” no deben taparnos las modificaciones “estructurales” que configuran la “gran política”.

Lo que no nos exime para nada del análisis minucioso y activo de la coyuntura. Y además del ejercicio intelectual se requiere la voluntad de transformarla a fondo. Nada peor que la “correlación de fuerzas” como pretexto para encubrir la vocación “moderada” o la tendencia a la parálisis.

Para el 7 de agosto, menos de una semana, se anuncia una marcha desde el santuario de San Cayetano a la Plaza de Mayo. Adhieren la CGT y las CTA y un conjunto de movimientos sociales y partidos de izquierda. ¿Fin del “intervalo” ¿Muestra de que la aparente desmovilización sólo fue un envión para tomar impulso? Restan pocos días para comprobarlo, o no…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.