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Arde Tucumán en los espejos latinoamericanos

Fuentes: Rebelión

En ocasiones, la relativa estabilidad democrática de la región a lo largo de más de una década ha producido cierto distendimiento de nuestra memoria. La evocación del pasado represivo y violento gana espacio solo en términos reparatorios, pero jamás como parte de una ecuación que el campo popular debería analizar. El retorno democrático de la […]

En ocasiones, la relativa estabilidad democrática de la región a lo largo de más de una década ha producido cierto distendimiento de nuestra memoria. La evocación del pasado represivo y violento gana espacio solo en términos reparatorios, pero jamás como parte de una ecuación que el campo popular debería analizar. El retorno democrático de la mano del alfonsismo y su consolidación en estos 32 años pulieron un prisma de sentido común que atribuye una masa muscular inexpugnable a la democracia argentina, la cual puede resistir la tensa disputa entre las mayorías populares y las derechas. Sin embargo, pareciera que ese análisis se mimetiza en un deseo y no en la capacidad de acción de la derecha.

La más larga primavera latinoamericana desde los tiempos de la independencia alcanzó un grado de sofisticación inédito suscitando una reacción acorde, demorada por la búsqueda de afincar posiciones geopolíticas en otras latitudes, pero ahora golpea nuestra puerta. Tiene sentido, incluso pudiera decirse que era previsible, puesto que este proceso de los pueblo modificó en parte el flujo de riqueza de la periferia al centro. No fue solo el esquema distributivo, ni la presión impositiva al capital, sino cierto proceso productivo y de integración regional que lograron un parcial desacople de la matriz del norte; También debe consignarse la reapropiación de las diversas instituciones del estado en clave regulatoria. Arde Tucumán y los filosos caninos del germen violento de las derechas nos sacude recordándonos un paradigma de la historia universal: cuando las élites no pueden asegurar su reproducción ampliada o mantener la tasa de ganancia acorde a sus expectativas a través del esquema institucional que contiene el entramado democrático, concluyen que éste se ha convertido en un escollo, y no dudarán ni por un instante en apelar al amplio bagaje desestabilizador e incluso a la violencia para removerlo.

Tomó algún tiempo que los países centrales retomasen las riendas de las variables más importantes, y vaya si lo hicieron, véase el proceso coyuntural de altos precios de los comódities que indujo al error por estas latitudes, al generar una apuesta a los altos rendimientos de las materias primas, concluyendo con la consabida re primarización de muchas de las economías. Intervenidos los precios internacionales, vuelve el pobre a la pobreza, salvo países como Argentina o Brasil que han apostado al fortalecimiento sostenido de un proceso industrial con resultados dispares.

Tucumán no es ni más ni menos que otro eslabón de una cadena que busca generar por acumulación las condiciones para, de ser necesario, irrumpir. Nisman, la huelga policial, los saqueos, la falsa violencia política, la sistemática esmirilización de la figura presidencial, la presentación de un estado asfixiante, la insinuación sobre corrupción generalizada en la clase política, el potencial asilamiento internacional, la sequía de la plaza en dólares son condiciones necesarias para tal objetivo.

A los personajes que posaron para la foto de la unidad opositora en el jardín de la república, les tiene sin cuidado el acceso a una gobernación insignificante en términos cuantitativos, representando solo el 3.6% del padrón nacional; no reparan, ni por un segundo en los hechos fácticos sucedidos puesto les es indistinto las responsabilidades de la quema de urnas, no está en sus inquietos espíritus subsanar las aristas perfectibles de la normativa electoral tucumana; pero sí son conscientes del efecto simbólico que generó el accionar de la liga opositora, ese es el resultado buscado. Indudablemente disputan liderazgos, a sabiendas que en el contexto democrático esa carrera esta relativamente abierta para cualquiera; por eso la premura, puesto que, si la ofensiva se desatara el poder real definirá a dedo a su gerente para administrar sus negocios.

Los espejos latinoamericanos reflejan la conciencia de no haber logrado construir un grado de integración que fomentara una sinergia que cumpliera la función de escudo sobre los territorios de este extraordinario proceso. Las cartas están sobre la mesa, cada cual librado a la correlación que supo construir. Se me dirá que quedan en el haber herramientas del calibre de la CELAC, si es cierto. Pero las batallas por venir para frenar la ofensiva neoliberal a escala planetaria en el contexto de un capitalismo envejecido requerirán contar con mayores fortificaciones.

La coartada que trasviste toda la operación ofensiva del capital esta, en primera medida, dictaminada por la impostura; se impostan los verdaderos objetivos perseguidos, se soslaya lo inconfesable buscando ampliar la base de sustentación dentro del sistema, no sin dejar consignado que de no dar resultado se apelará a lo de siempre: Honduras, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay y ahora Brasil y Argentina. Es el discurso velado del laberinto opositor, pero también de los tibios. Este es el contexto de hostigamiento, visible en las calle brasileñas y en la frontera venezolana donde, luego de 12 años de kirchnerismo redistributivo la opción es resistir la esperable andanada restauradora, peleando en todas los ámbitos. Las tensiones recrudecerán con resultado incierto, pero definitivamente no puede cederse nada de buena voluntad, y si existiesen perdidas de derechos han de ser el resultado de triunfos parciales de las derechas y no la genuflexión del pueblo. No obstante lo cual, decía que el arte de la impostura lo invade todo, entre ello, los planes sobre el Estado, objetivo táctico de primer orden. Así existen quienes suscriben otra forma de lidiar con la ofensiva; ésta radica en quitar presión a la contiendo a través de la propia administración del proceso. Dicho de otro modo, utilizar al Estado para la tarea de reducir la disputa, cediendo lo necesario para alcanzar un estado de cosas manejable que permita mantener algunos derechos. Luego la conducción política cerrará el drenaje de derechos; es el llamado ajuste por goteo. Sabiendo que este esquema se encuentra en la hoja de ruta de dirigentes que articulan en el campo popular, nuestra tarea es sacar a superficie estos debates y militar en la generación de una fuerza popular que impida que el enfrentamiento con la ofensiva neoliberal se dé utilizando el Estado popular que supimos construir.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.