Ha concluido el ensueño de una camarilla rapaz, encaramada en el aparato del Estado con el plan de constituirse en nueva burguesía y refundar un país capitalista.
En medio de la indiferencia popular, el 6 de diciembre un tribunal federal condenó a Cristina Fernández a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Sectores empresarios que acompañaron la aventura y embolsaron su parte, se muestran indecisos sobre el curso a seguir mientras el panperonismo ahonda su disgregación. La lucha interburguesa tiene así una crucial definición: el gran capital se quita de encima a los advenedizos. Aunque la guerra está lejos de haber terminado.
En cambio, esta condena es definitiva para el llamado “kirchnerismo”. Éste es el primero de los siete juicios en curso contra la vicepresidente. Los que vienen, entre ellos el de los famosos Cuadernos que expusieron el mecanismo de recaudación extorsiva, avalados ya por la confesión de decenas de altos empresarios, será todavía más oneroso en todo sentido para el elenco encabezado primero por Néstor Kirchner y luego por su viuda.
Un poder judicial cómplice de innumerables crímenes, desde su nacimiento mismo, es otra vez utilizado como ariete para sanear el insalvable sistema político argentino. En el período 1983-1985, con el juicio a las juntas militares, la gran burguesía logró su cometido. Tras enjuiciamientos y condenas sin precedentes en el mundo, el encarcelamiento de los 12 comandantes de la tortura, el asesinato y el robo, permitió frenar la fuerza antisistema que, desviada por Perón en 1974 y ahogada en sangre por las fuerzas armadas en 1976, amenazaba con reaparecer en 1983. La magnitud positiva de juicios y condenas encubrió la operación de salvataje. Sería el agravamiento en la erosión del sistema, cuya crisis estructural había llevado a los crímenes y desmanes de la dictadura, lo que a poco andar vendría a dar continuidad a la irrefrenable decadencia.
Condena judicial
Ahora el país asiste a otro giro de la misma rueda. Cristina Fernández es ostensiblemente responsable de un saqueo económico inconmensurable durante sus dos mandatos presidenciales, continuadores del mecanismo depredador puesto en marcha por su esposo fallecido. La ciudadanía lo sabe. Entre otras razones porque ellos mismos se ocuparon de exhibir su obsceno enriquecimiento.
Acumular riqueza y alardear de ella mientras crecía vertiginosamente la pobreza es no obstante un delito menor, frente a la estafa moral perpetrada contra la sociedad, muy en particular contra las juventudes, cuando para lograr base política Kirchner decidió disfrazarse de “progresista” y se lanzó a comprar al contado organismos de derechos humanos y agrupamientos de izquierda. Esta columna no esperó la sentencia para denunciar la corrupción y el desfalco moral de Néstor Kirchner y su esposa, expandido a su alrededor como fétida mancha de aceite.
Esa cuenta hubo de pagarla cada trabajador con su empobrecimiento, pero también la militancia resuelta a no someterse a la presión aplastante que dominó el panorama político durante dos décadas: un ala burguesa travestida, acompañada por el grueso de las izquierdas reformistas y parlamentaristas, presentándose -sin pudor ante el grotesco- como fuerza revolucionaria.
Lejos de haber terminado, el combate recién comienza. Habrá que realinear fuerzas y emprender el largo camino por la concientización de trabajadores y juventudes anestesiadas, enajenadas y con grandes franjas corrompidas al influjo de empresarios del sindicalismo, remanentes de partidos políticos en estado de descomposición, pseudonacionalistas a la intemperie, usufructuarios del hambre y reformistas de todo pelaje.
Nuevo período
Aún así, ya el país ingresó a una nueva fase. La iniciativa está en manos de representantes del gran capital que, pese a su fragmentación, hace frente contra los advenedizos y se propone construir un futuro a su medida. Dueño de todo el escenario político, sin presencia ni desafío a corto plazo por parte de la clase obrera, este sector hegemónico del gran empresariado, cuenta con la promesa de grandes saldos exportables basados en agricultura, ganadería, petróleo y gas, litio y otros minerales.
Sin embargo, el verdadero activo para tal empresa es la actual relación de fuerza entre las clases y el avasallamiento sin precedentes de la masa trabajadora, cuyos ingresos han sido llevados al mínimo extremo por la política idéntica de sucesivos gobiernos, aunados en aumentar sin pausa la tasa de plusvalía con la complicidad de una nueva especie: los empresarios sindicales, mezcla de mafia y clase media gerencial, quienes han sabido usufructuar el desmoronamiento político, intelectual y moral del grueso de las izquierdas.
En cuanto a la coyuntura y el futuro inmediato del panperonismo, carece de interés enzarzarse en sus maniobras y trapisondas para sostenerse en el poder. Si no ocurren episodios convulsivos provocados por la mitad de la sociedad bajo la línea de pobreza, inflación del 100%, recesión creciente y un insostenible endeudamiento sideral, las elecciones del año próximo mostrarán un agravamiento de lo que ya se vio en las legislativas de 2021: rechazo al panperonismo, toma de distancia frente a las fórmulas de Cambiemos, crecimiento de un payasesco liberal-fascismo y, acaso, crecimiento marginal -obligadamente fugaz e intrascendente- de la izquierda parlamentarista.
Mientras tanto la sentencia será apelada por defensores y fiscales. Luego, previsiblemente, irá a la corte suprema. Pasarán años antes de la definición. Fernández podrá ser candidata en las elecciones de 2023, 2025 y tal vez más adelante. Pero la suerte está echada.
Tres ignotos jueces federales avalaron su condena en que “Nos hemos encontrado ante un hecho inédito en la historia del país, pues se ha acreditado que ciertas decisiones trascendentales respecto de la marcha empresarial del grupo (de Lázro Báez) fueron adoptadas siguiéndose órdenes expresas de los más altos integrantes del Poder Ejecutivo Nacional”. La encausada respondió con una escena de histeria desde la presidencia del Senado en la cual calificó al tribunal como “Mafia judicial”. Un punto de coincidencia, con detalles a considerar: la mayoría de los jueces del actual poder judicial fueron designados en los tres períodos durante los cuales gobernaron ella y su esposo fallecido. La calidad de los magistrados la conocía muy bien la ex presidente, como quedó demostrado en las escuchas legales que la mostraron ordenando a uno de sus empleados: “hay que salir a apretar jueces”. Ahora los utiliza como excusa para anunciar su renuncia a cualquier candidatura el año próximo. Sondeos de todo tipo, aparte el clima palpable en la sociedad y al antecedente de la estrepitosa caída en 2021 (el panperonismo perdió 5 millones de votos respecto a los obtenidos en las presidenciales de 2019), están detrás de esa fuga hacia la nada que con certeza traerá enfrentamientos internos en las filas de todas las fracciones peronistas. Es probable también una ruptura de Cambiemos. Hay sectores de la UCR lanzados a la búsqueda de convergencia con franjas peronistas.
Como sea, Partidos, sindicatos, iglesias, todas las instituciones del Estado (eso son los señalados), se desmoronan por efecto del terremoto económico, pese a la pasividad social.
Si bien el desmantelamiento del Estado burgués tradicional es causado por una fuerza objetiva, inherente al sistema, la recomposición de organismos propios de la clase obrera requiere la activación de fuerzas externas aún ausentes, al menos de manera visible. Hay pequeños puntos, inervados por fracciones de izquierda revolucionaria, a contramano de esta dinámica. No son las expresiones infantoizquierdistas empeñadas en hacer ruido con vista en próximas elecciones. Son puntos valiosos aún no enhebrados en una red capaz de alcanzar la unidad social y política de la masa trabajadora en su más amplio espectro.
Así, la distancia entre la incapacidad de las clases dominantes para dar respuesta a la crisis y la capacidad de la clase obrera para encabezar una genuina revolución socialista, se ensancha cada día. Por esa brecha se introduce el detritus social creado por el capitalismo agónico en las clases altas, medias y bajas, para colmo autodenominado “libertarios”. Un fascismo travestido según la técnica de la familia Kirchner.
El fin de la utopía pequeño burguesa –para muchos un redituable negocio- marca el inicio de una trascendental batalla ideológica, política y organizativa.
@BilbaoL
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