El sujeto histórico de las transformaciones y resistencias en la Argentina, el “peronismo” nacido el 17 de octubre de 1945, ha muerto. El nuevo sujeto que lo reemplazaría, no nace.
Hemos vivido desde el año 2001 intentos sociales y políticos de generar una fuerza política popular que revierta la política de la dictadura de 1976 y el gobierno peronista de Carlos Menem, que terminó transformando nuestro país a la medida de las necesidades de los grupos concentrados del capital transnacional y la geopolítica del Departamento de Estado norteamericano, recordemos que fue Menen quien retiró a la Argentina del grupo de Países No Alineados (MNOAL).
Con Néstor Kirchner se vislumbró el nacimiento de una nueva política desde las cenizas que dejó el incendio de lo peor del peronismo y el radicalismo, se rompía el bipartidismo que no permitía a la Argentina avanzar en un proyecto nacional, popular y transformador.
El año 2005, con el grito de ALCArajo en la ciudad de Mar del Plata, con las manos unidas de Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez, con el apoyo del futuro presidente de Bolivia Evo Morales, del ecuatoriano Rafael Correa y siempre la irredenta Cuba, se consolidaba una política regional que enfrentaría la construcción hegemónica en el “patio trasero” de los EE.UU.
Esto repercutiría en lo nacional, posicionando una construcción que a partir de ese momento se reconoció como “el kirchnerismo”, heredada al fallecimiento de Néstor por Cristina Fernández de Kirchner, la política más lúcida del momento que logró con sus dos períodos de gobierno estabilizar la economía y generar derechos sociales, a veces impensados, que fueron y son vanguardia en el mundo, pero no pudo, o no supo, o no quiso, transformar las estructuras económicas fundamentales de la economía, como la ley de entidades financieras, el monopolio del comercio exterior, la extranjerización de los puertos, etc., además de no reformar el Poder Judicial y la Constitución.
La juventud, la militancia movilizada contra las políticas injerencistas de recolonización continental del No al ALCA, recuperando la mística de aquellas movilizaciones populares contra el levantamiento militar carapintada de 1987 y que se perdiera tras la traición de “la casa está en orden”, luego demostrando que quien gane la calle tuerce la política de lo posible: en el año 2017 haciendo derogar el fallo del 2 x 1 que intentaba bajar las penas a los genocidas, las luchas de los pañuelos verdes y las de todos los 24 de marzo.
En estas calles se venía conformando ese nuevo sujeto, el del siglo XXI, alrededor del denominado Kirchnerismo, con el cual solo no alcanzaba, pero sin él no se podía, que no debía quedar aislado, y se demostró en las masivas concentraciones de los discursos de Cristina.
El peronismo como tal, el de Perón y Evita, el de 1946 a 1955, con el IAPI, la política de salud y educación, las empresas del Estado impulsoras de la economía, la Junta Nacional de Granos, el de la mística de la resistencia, hoy no existe.
El Frente de Todos, ahora Unión por la Patria, aglutinaba el embrión de la construcción de quienes podrían conducir los cambios estructurales que se necesitan para transformar la base económica de Argentina, avanzar en la recuperación de los resortes de decisión que permitan un desarrollo con distribución de los ingresos, que resuelva la grave situación social que se vive y cambie la matriz de acumulación y crecimiento, dictadas actualmente en las oficinas de Washington.
Fueron varios los referentes políticos que se decían peronistas que cambiaron de rumbo, volcándose a la expresión política de esta nueva derecha, cuasi mafiosa, que pretende eliminar los derechos laborales y sociales de los trabajadores, entregar los recursos naturales a las multinacionales por migajas y convertirnos en una colonia exportadora de materias primas. Por dar algunos nombres: Miguel Ángel Pichetto, Juan Schiaretti, Florencio Randazzo, Juan Manuel Urtubey, , Luis Barrionuevo, Patricia Bullrich, etc. Hay muchos que se han quedado en el Partido Justicialista pero que actúan al servicio de la oposición y las políticas extranjerizantes, Eduardo Duhalde, Juan Manzur, Héctor Daer, Gerardo Martínez, Carlos Acuña, Rubén Rivarola de Jujuy, y sigue la lista.
En los últimos años vimos como la política exterior nacional se debilitaba alejándose de los que Estados Unidos considera el “eje del mal”, enfriando las relaciones con Venezuela y Nicaragua, asumiendo una errática relación con Rusia, apoyando en forma ilógica y desagradecida las sanciones que se le imponían por la guerra con la Ucrania pro OTAN, además de mantener una línea zigzagueante con China, respondiendo a las presiones del gobierno norteamericano en lugar de mirar hacia la región y velar los intereses nacionales.
Las elecciones de medio término del año 2021 dejaron el sabor amargo de cuatro millones de personas que no votaron al Frente de Todos, desencantados, enojados, con cómo se desarrollaba el gobierno, donde solo se administraba la crisis, ahora estamos llegando a las postrimerías del mandato de Alberto Fernández sin mucho de lo que enorgullecernos.
Escuchando los discursos de Cristina, denunciando el bi monetarismo, la falta de redistribución de los ingresos, los acuerdos con el FMI, la inflación, etc., se esperaba que se cambiara la dirección frentista, al decidirse un nuevo nombre electoral “Unión Por La Patria”, podría marcar una reconversión e iniciar un nuevo debate, no de cargos, sino, de programas y proyectos.
Nada de eso ocurrió, nos acostamos con una decisión de política clásica y tradicional, buscando un nombre para gobernar, la pregunta es, ¿en nombre de quién y para quién?, nuevamente aparece el que puede aglutinar votos, se deja de lado la idea de una mesa frentista decisoria, para ganar las elecciones (lo mismo pasó con Alberto Fernández).
Pareciera que para debatir y ganarle votos a la mafia macrista, ahora en cabeza de Patricia Bullrich, o a un payaso manejado y financiado por los grupos económicos y fondos de inversión que solo tienen en mente la apropiación de todos los recursos naturales y dejar al país sin herramientas de decisión, necesitamos enfrentarlo con un discurso tibio, que tenga buena llegada a la Embajada de EE.UU. en Buenos Aires, que tenga buenos contactos en el empresariado ¿nacional?, que renegocie con el FMI garantizando el robo efectuado, sin explicitar un programa concreto de desarrollos, distribución y de recuperación de los espacios entregados por los gobiernos neoliberales, se definan como peronistas, radicales o liberales.
El pueblo argentino vive bajo el bombardeo mediático de la derecha comandada desde Estados Unidos, desde los gobiernos progresistas no se articula una política de enfrentamiento a esta situación, la pauta publicitaria no se toca, la ley de medios no se aplica, y se llega a las elecciones con una irritación y desencanto popular, además de desconocimiento de lo que significan algunas propuestas como la de eliminar el Banco Central o dolarizar, o achicar gastos en salud y educación.
Este desencanto inducido solo beneficia a los grandes actores del poder internacional, no fueron casualidad las visitas este último año de la jefa del Comando Sur de EEUU, ni las misiones para condicionar el desarrollo tecnológico argentino y los ya tradicionales cursos para jueces y fiscales, nacionales y provinciales, que vienen a dictar el Departamento de Justicia, el FBI y la DEA.
Mientras esto ocurre, el nuevo sujeto histórico, está ahí, debatiéndose, creciendo, pero sin asomar la cabeza, sin nacer, aunque el otro, el del 45, ya murió, el que se forjaba en la década del 70, con el Cordobazo como imagen fue desaparecido por la dictadura militar-empresarial de 1976, privándonos de una generación de dirigentes y logrando la gran derrota cultural del campo popular.
Es necesario abandonar los sectarismos, las políticas de quintitas, buscar una unidad estratégica entre las expresiones populares dispersas, movimientos sociales, pueblos originarios, partidos políticos, organizaciones barriales, que todos concluyan sobre un proyecto y estén decididos a llevarlo a cabo.
Para ello, es imprescindible el desarrollo y la difusión de cuál es el programa que se aplicará, no basta hoy con decir “el candidato es el programa” ya pasó, hay que definir claramente una política nacional y popular.
Algunos temas indudablemente no podrán soslayarse: nacionalización del comercio exterior, recupero estatal de los puertos, el canal magdalena, nacionalización de los depósitos bancarios y nueva ley de entidades financieras, desdolarizar la economía, control de las 300 empresas que monopolizan la producción y distribución de alimentos y sus precios, control de la cadena de producción y venta de los insumos de la canasta básica, reforma constitucional que permita nacionalizar los recursos naturales como minerales preciosos, litio, petróleo y gas, reconocimiento concreto de los pueblos originarios y sus tierras para producir, reforma total del sistema judicial, redistribución de los ingresos, renta universal mínima, dejar de financiar el monopolio mediático y desarrollo de una política nacional de medios, soberanía nacional como política de estado expropiando las tierras en manos de empresas y capitales extranjeros en zonas estratégicas (Lewis, Benetton, etc.), revisión de todos los acuerdos de seguridad con EE.UU e Israel, política de acuerdos multilaterales con el mundo e integración regional, entre tantas otras medidas.
Nada de esto se puede plantear sin una verdadera movilización popular, el pueblo debe recuperar las calles.
Recuerdo una consigna de los años setenta: “Con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes”.
Alberto Mas. Periodista y analista político. Licenciado en Administración.
Fuente: https://capac-web.org/argentina-a-la-deriva-y-en-el-ojo-de-la-tormenta/
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