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A quince días de las elecciones, las cartas están echadas

Argentina, de finales y comienzos

Fuentes: Rebelión

En algo más de 15 días, se realizarán las elecciones legislativas adelantadas en la Argentina. Serán el 28 de junio, es decir 4 meses antes de la fecha constitucionalmente fijada. Es la primer gran medida «salvadora», votar antes que estalle la crisis política y económica. Pero la incertidumbre para el segundo semestre no esconde algunas […]

En algo más de 15 días, se realizarán las elecciones legislativas adelantadas en la Argentina. Serán el 28 de junio, es decir 4 meses antes de la fecha constitucionalmente fijada. Es la primer gran medida «salvadora», votar antes que estalle la crisis política y económica. Pero la incertidumbre para el segundo semestre no esconde algunas cartas que ya están sobre la mesa en el panorama político argentino. Estas son las elecciones del fin de la transversalidad política de los Kirchner y -otra vez- el comienzo de otro desafío electoral para la izquierda, con el objetivo de frenar la derechización de la Argentina.

Aún en plena campaña, ya se puede decir que la «suerte está echada». Uno o dos puntos más o tres o cuatro puntos menos que lo que marcan las encuestas -para un lado o para el otro- no cambian nada, ya esta todo dicho al margen de los clásicos juegos de intereses que representan los medios de comunicación y aunque las encuestadoras sigan dando resultados diferentes, de acuerdo a los intereses de los que mandan a realizar el sondeo.

La suerte está echada, en parte, por lo que ya quedó atrás, más allá de los resultados. Veamos. Murió el movimiento transversal con el que Néstor Kirchner dijo llegar a la presidencia. Y no murió de muerte natural, fue una decisión politica del ex presidente. Si quedaba alguna duda de que Kirchner iba, ya desde hace tiempo en esa dirección, su lanzamiento de candidatura a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires simbolizó su apuesta total al Partido Justicialista y el abandono definitivo de la transversalidad política.

Es decir, apuesta total al peronismo clásico, tanto en liturgia como en el apoyo a los «coroneles del peronismo»: los intendentes del Gran Buenos Aires (se llama así a las ciudades que rodean a la Capital Federal constituyendo un sólo núcleo urbano de 13 millones de habitantes, estratégicos para cualquier proyecto político nacional) y a los gobernadores de provincia más fieles, sin que importe su pasado político ni sus administraciones en el presente.

El otro gran invento es el que la prensa denominó «candidaturas testimoniales»: dirigentes que encabezan las listas a diputados, legisladores o concejales para «calentar» las listas, pero que ya se sabe no asumirán y seguirán siendo gobernadores o intendentes, para lo que en definitiva fueron elegidos hace apenas dos años. Una demostración más de lo que es posible con la democracia burguesa. Es decir, chau transparencia y participación popular, propuestas con las que el mismo Néstor Kirchner llegó al Gobierno allá por el 2003, y que aún hoy se declaman en los discursos.

Sin lugar a dudas la provincia de Buenos Aires, fiel a su tradición centralista ya que es donde disputa el ex presidente, va a señalar quien ganó o perdió en estas elecciones. Obviamente, resultado al margen, pasarán a primar los números absolutos olvidando la cantidad de diputados conquistados o perdidos, aunque se trate, en rigor, de una elección legislativa.

Probablemente primero saldrá el Frente Justicialista para la Victoria, el sello con el que el PJ oficial se presenta a las elecciones. Seguidos de la alianza entre otro sector del peronismo junto a la derecha «moderna» que encabeza el Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri. Lejos quedaría el intento de Elisa Carrió -otrora radical y progresista y cada vez más conservadora, ya sempiterna candidata a todo- de terciar en la provincia de Buenos Aires. Otra vez, el peronismo disputa su interna en elecciones generales.

Resumiendo, lo que se ordenará de alguna manera tras el último domingo de este mes será el peronismo oficial, que abandonó (si es que alguna vez las tuvo) las banderas de unidad, apertura y participación. Después, un peronismo marcadamente de derecha con planteos filo fascista como el de la mano dura contra la «inseguridad», entendida esta más como construcción mediática que como dato de la realidad.

Terceros, más lejos, una coalición de viejos dirigentes de la casi inexistente Unión Cívica Radical, marcadamente de derecha y reaccionaria, a lo que se suman los representantes de los clásicos gobiernos provinciales de derecha (como los de las provincias de Mendoza, Salta y Neuquén, entre otros). Desde estas fuentes se constituirá el futuro escenario del Parlamento nacional y el mapa político que espera a los argentinos.

En esta marco, la izquierda y el centro-izquierda, no sumará y quedará con los pocos diputados que continúan en funciones (la cámara baja argentina se renueva por mitades, cada dos años), más los que pueda sumar en la Ciudad de Buenos Aires y, si la tendencia se mantiene, un par que pueda arrimar la provincia de Buenos Aires, a través de una formación a estrenar desde su nombre: el Nuevo Encuentro, una convergencia de sectores populares y experiencias de administración local con un concepto integrador y participativo.

Ellos tendrán que hacer ingentes esfuerzos y apelar a la organización y movilización popular para abrirse paso en un país que sigue girando a la derecha, para mantener las conquistas alcanzadas, pero fundamentalmente para no arriar las banderas de la lucha contra la pobreza, la distribución de la riqueza, evitar la criminalización de las protestas sociales e impedir la profundización de políticas reaccionarias en temas de seguridad, como las que ya campean.

Sin lugar a dudas, en un país corrido un poco más a la derecha -que discute espantada la presunta «chavización» del Gobierno- se impone desarrollar la unidad del movimiento social no sólo como forma de resistencia, sino y fundamentalmente, como instrumento de acción política para poder marchar hacia adelante. Y quizás, desde allí, avanzar en la unidad política para estar en condiciones de dar batalla estos dos años y tener otra presencia electoral en las 2011.