Espectáculo novelesco: empresarios de primera línea, altos funcionarios de gobierno, pillos de poca monta, todos revueltos y expuestos a la luz pública como protagonistas de un sistema de piratería oficial anclado en la Casa Rosada. Festín para la prensa comercial: profusión de revelaciones escabrosas, confesiones y delaciones; desfile de personajes famosos o desconocidos ante jueces […]
Espectáculo novelesco: empresarios de primera línea, altos funcionarios de gobierno, pillos de poca monta, todos revueltos y expuestos a la luz pública como protagonistas de un sistema de piratería oficial anclado en la Casa Rosada.
Festín para la prensa comercial: profusión de revelaciones escabrosas, confesiones y delaciones; desfile de personajes famosos o desconocidos ante jueces y fiscales; cárceles colmadas con esta nueva especie de reos, que incluye un ex vicepresidente, un súper ministro -el único que mantuvo su cargo durante los doce años de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en la Casa Rosada- dos docenas de empresarios tradicionales y advenedizos, más algún sindicalista.
Asombro, repugnancia, temor en la ciudadanía expectante, que no termina de creer lo que ve mientras siente que su salario se disuelve en una descontrolada carrera inflacionaria.
Parálisis, ostensible incapacidad para la acción en las cúpulas del poder burgués, mientras la sociedad los coloca a todos en la misma bolsa y las instituciones del capital parecen licuarse a mayor velocidad que la moneda.
Parálisis también en un activo político y sindical desconcertado, desarmado. Sin estrategia y sin otra táctica que demandar aumento salarial o condenar individualmente a tal o cual gobernante.
Estos son los rasgos sobresalientes a diez días de iniciada una cadena de revelaciones que expone el mecanismo sin precedentes para cobrar, trasladar, lavar, invertir y ocultar coimas en dimensiones fabulosas y sin precedentes. Es algo así como el encadenamiento molecular que desemboca en una explosión atómica.
No hay exageración alguna en esa comparación. Como centro de atención pública está la ex presidente (su esposo falleció en 2010). La catarata de denuncias, con pruebas sobradas y visibles, avaladas además por denuncias abrumadoras de su círculo más íntimo, augura un desenlace judicial que difícilmente pueda evitar su encarcelamiento. Pero eso es ínfimo en comparación con el verdadero fenómeno en curso.
Cobro y pago de coimas involucra a todos los partidos y a los más grandes empresarios tradicionales del país (déjese de lado a los advenedizos, nacidos precisamente para darle a este delito nivel de sistema); no deja al margen a las iglesias -en primer lugar la católica y su papa argentino- y, desde luego, apunta una filosa daga contra 9 de cada 10 jueces y fiscales. Más aún: es impensable el volumen de dinero en cuestión sin la participación del narcotráfico, el juego legal y clandestino, la trata de personas…
Dicho de otra manera: por mucho que esta inconmensurable purulencia se exponga alojada en un partido y algunos de sus más notorios representantes, en realidad afecta a las vigas maestras del sistema capitalista en el país. Y de allí proviene.
Responsabilidades
Atruena el silencio de las autoridades políticas. De las dirigencias sindicales. No sólo de derechas. Sólo por excepción alguna figura aliada a Cristina Fernández ha salido a decir que denuncias, textos, filmaciones, delaciones y declaraciones formales ante el juez a cargo sobre el trasiego de bolsos repletos de dinero es una trampa urdida por el gobierno y el diario La Nación contra la ex presidente. Han involucrado al papa Bergoglio en esa defensa. Más significativa, aunque menos visible, es la desaparición absoluta de los intelectuales del kirchnerismo: ni una palabra.
Militantes convencidos de que durante los tres gobiernos anteriores se intentaba hacer un país mejor, e incluso avanzar por el camino de la unidad latinoamericana y la revolución, contraponen esa idea con el gobierno actual y, en muchos casos, rechazan las pruebas de la realidad. Puede comprenderse tal reacción, al menos durante un primer período.
Como se ve, «la realidad no es la única verdad», por la simple razón de que siempre, en cualquier momento y toda circunstancia, lo que está en discusión es precisamente la realidad. Aun así, quienes defienden esa frase insustancial debieran ser consecuentes con la conclusión necesaria.
Más discutibles son aún las previsiones, lo cual no debe impedir ensayarlas: quienes se aferren a la defensa de lo indefendible, serán arrastrados al pantano junto con los nombres más notorios de este período.
No lo decimos ahora, cuando el árbol está caído. Caracterizamos a Kirchner y los suyos desde el primer momento (www.luisbilbao.com.ar; www.uniondemilitantes.com.ar). Denunciamos la falacia de que fuera un equipo político revolucionario. Enfrentamos la idea de que ese elenco gobernante pudiera ser utilizado para una transición en ese sentido.
En 2004 un libro titulado Argentina como clave regional, expuso sin cortapisas la opinión sobre lo que por entonces comenzaba a llamarse kirchnerismo.
En 2013, a causa de un texto contra Fernández titulado Tristeza, vergüenza, indignación, un diplomático venezolano lanzó una diatriba tan furibunda como irreflexiva. La obligada respuesta decía lo siguiente:
«En mi opinión eso (el carácter del gobierno argentino) resulta de, por ejemplo, pagarle 173 mil millones de dólares (cifras dadas por Cristina Fernández como reivindicación y ejemplo) de una deuda externa fraudulenta. No crea que olvido la cumbre de Mar del Plata. Pero, de qué vale acompañar el freno al Alca si luego, por vía directa, le entregamos tamaña riqueza al capital financiero internacional y la Presidente se jacta, con su estilo: «Más que deudores recalcitrantes, somos pagadores seriales». Lo pongo en cifras redondas para que quede claro: este gobierno recibió el país con 200 mil millones de dólares de deuda externa; pagó 200 mil millones de dólares y debe a la fecha 200 mil millones de la misma moneda. Favorecer al imperialismo es sumarse al G-20. O sentarse en una conferencia pública en Canadá con el presidente de la Barrick Gold, cometiendo la afrenta de poner detrás, como símbolo, la bandera argentina junto a la bandera de la transnacional que roba nuestras riquezas y destruye nuestro hábitat. O acordar con el Ciadi. O hacer del Indec un hazmerreír para después ir a arrodillarse otra vez ante el FMI… ¡para que nos enseñen estadística! O designar como jefe del ejército a un oficial comprometido con la represión. O privatizar primero y pseudoestatizar después a YPF, mientras se aniquila el autoabastecimiento energético. O tener como principal sostén sindical a Gerardo Martínez, secretario general del sindicato de la Construcción, adonde llegó durante la dictadura como informante del batallón 601, célebre por su actuación en la represión ilegal de aquellos años». (26/11/2013: http://www.luisbilbao.com.ar/?
En innumerables textos y exposiciones subrayamos desde la primera hora la ajenidad de Kirchner y su esposa respecto de cualquier política efectiva y consecuente de unión suramericana. Señalamos en cada oportunidad el doble discurso que se concretó siempre en el abandono a la Revolución Bolivariana y su líder, Hugo Chávez. Denunciamos la negativa a sumar a Argentina al Alba y, en su lugar, adosarse de manera parasitaria al G-20, para congraciarse con el imperialismo justo en 2008, momento de máxima crisis del sistema capitalista mundial, lo cual implicó entre otras cosas rechazar la creación de una moneda latinoamericana e impulsar el Banco del Sur y condenó al Alba al aislamiento.
Mientras se aplicaban estas políticas, ladronzuelos disfrazados con traje y corbata, encaramados en sitios de elevada jerarquía (por caso el vicepresidente, ahora preso, condenado a seis años de cárcel por su intento de apropiarse de una imprenta para hacer papel moneda), trasladaban maletas colmadas de dólares o euros a la Casa Rosada, a la residencia de Olivos o al domicilio personal de la familia Kirchner.
Es coherente y está probado. El país puede verlo cada día, ad nauseam, en los medios de prensa del capital. Hasta el ex jefe de gabinete de Fernández, Juan Abal Medina, reconoció que esto ocurría en su oficina, a metros del despacho presidencial. Dos presidentes de la Unión Industrial Argentina (UIA), acusados, se acogieron a los beneficios de la delación. Lo mismo ocurre con dos presidentes de la Cámara Argentina de la Construcción (CAC): Carlos Wagner y Juan Chediack, denunciaron con profusión de detalles el sistema de cobro y recaudación de coimas. Según informa Clarín, este último agregó un eslabón hasta ahora faltante: la participación de notorios banqueros en la tarea de lavar y trasladar fuera del país las ingentes sumas recaudadas. Habrá sorpresas en este rubro. Claudio Uberti, mano derecha de Kirchner hizo una narración minuciosa de sus andanzas como valijero de primer nivel. Son muchos más quienes se acogieron al régimen de delación premiada: recolectores, choferes, el piloto del avión presidencial y… cantidad de empresarios que pagaban para obtener obras a las que se le multiplicaban los costos para aumentar ganancias y a la vez pagar coimas desmesuradas. Un saqueo descarado a la sociedad expuesto con naturalidad por ancianos explotadores sin vergüenza.
Cuando asumió Mauricio Macri como presidente había más del 30% de la población bajo la línea de pobreza (por estas horas vuelve a aumentar vertiginosamente ese porcentaje fatídico). La infraestructura estaba -y sigue estando- devastada; los precios relativos desquiciaban todo y la macroeconomía era -y sigue siendo- insostenible. Mientras la sociedad se hundía en la pobreza y sus terribles secuelas, tenía lugar este robo a gran escala.
¿Es tan difícil comprender por qué ganó la derecha tradicional? Ciertamente no por responsabilidad de quienes en la base de la sociedad creyeron en el carácter «nacional y popular» de Kirchner y los suyos. Pero las dirigencias -peronistas o con diferentes ropajes supuestamente progresistas- no pueden eludir su responsabilidad, tanto en las políticas económicas de esos 12 años como en esta operación escandalosa de robo sistemático.
Más allá de toda acusación o prueba, sin embargo, hay un hecho fuera de discusión: según las propias declaraciones juradas, durante los doce años de gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, la cuantiosa fortuna familiar se multiplicó de manera desmesurada e inexplicable según las prácticas legales del capitalismo. ¿Es aceptable que aumente de tal manera la riqueza propia mientras se gobierna un país en crisis convulsiva y empobrecimiento vertiginoso? ¿Qué persona honesta -no digamos ya militantes con convicciones revolucionarias- aceptaría que su punto de referencia político enriqueciera mientras empobrece el país y el conjunto de la población?
Forma y dinámica de las revelaciones de corrupción
Son responsabilidades insoslayables, indelegables. Ahora bien: urge decir que la corrupción es una función del sistema en crisis. A crisis extrema, corrupción de parejo nivel. Durante los años del menemismo repetimos que las denuncias de corrupción sólo ocultaban el verdadero saqueo del país: pago de deuda y mayor endeudamiento, privatizaciones y otras tantas tropelías de un gobierno peronista del que unos pocos segmentos se desprendieron y diferenciaron.
Eso sigue siendo verdad: no han robado tanto cuanto pagaron en concepto de ilegítima deuda externa. La diferencia es que durante el kirchnerato la recaudación por corrupción aumentó cualitativamente y se transformó en formato de gobierno que al cabo expuso la descomposición de todo el sistema establecido. Multiplicada al infinito, la cantidad cambió la calidad del fenómeno.
La denuncia hecha a través de la filtración de cuadernos con minuciosos apuntes del chofer del recaudador del ministro Julio De Vido, llegó a manos de un periodista de La Nación. Según sus declaraciones Diego Cabot trabajó durante meses comprobando cada afirmación de la Bitácora de este chofer, un ex sargento del ejército. Cuando estuvo todo comprobado, llevó el material al fiscal Carlos Stornelli y al juez Claudio Bonadío, quienes comenzaron con una catarata de acusaciones multiplicada de inmediato por los acusados en busca de acogerse a la ley de arrepentidos. Detalle al margen: Bonadío fue miembro de Guardia de Hierro, la formación fascista del peronismo en los años 1960/70. Igual que Bergoglio, el jesuita ahora empeñado en probar que guarda las tradiciones de su orden.
Uno entre tantos ejemplos de la debacle: Aldo Roggio, titular de la centenaria empresa Benito Roggio, se declaró arrepentido el 15 de agosto y al día siguiente renunció a la presidencia del Directorio de este conglomerado que, con base en la construcción y las obras públicas, intentó ampliarse a otras áreas.
Este fenómeno de fisión nuclear en el aparato de poder político ocurre cuando la crisis económica reaparece con fuerza multiplicada. En la respuesta al diplomático interesado en defender a la Sra Fernández, decía el texto arriba citado:
«En los días siguientes (a la designacion de Jorge Capitanich como jefe de gabinete), personajes tales como Mauricio Macri (Internacional Parda) y Eduardo Duhalde (ídem), Sergio Massa (Departamento de Estado, ex jefe de gabinete de este gobierno, gran vencedor de las elecciones en octubre), acompañados por buena parte de las cúpulas empresariales y políticas, salieron a cantar loas a Capitanich. No cabe sorpresa por hallarme a mí al otro lado de la barricada. El ajuste iniciado con cuentagotas en noviembre de 2011 se blanquea ahora y adquiere todo el ímpetu que le impone la crisis. ¿Debería ocultar este curso ante mi clase y mis compatriotas?
Asistiremos a muchos zigzagueos oficiales en el próximo período. Pero no abrigo dudas sobre la resultante: será la misma que se ve luego de 10 años de doble discurso. Argentina va en sentido inverso a la unión del pueblo, la afirmación interna y la unidad latinoamericana. Se impone una aceleración en la desagregación de la alianza política que sostuvo a Néstor y Cristina Kirchner. Y la crisis económica es más seria de lo que todos los enemigos burgueses del gobierno admiten. Vienen momentos difíciles». (ibid)
No hay oportunismo, entonces, en afirmar ahora la pertinencia de las revelaciones que sacuden al país. Entendemos que el periodista hizo su trabajo y lo hizo bien. La Nación hizo el suyo, como portavoz del gran capital, especialmente empeñado en el saneamiento del sistema para reiniciar un nuevo ciclo. Según Cabot, un sargento de policía lo abordó en un supermercado para entregarle los cuadernos de marras, puestos en sus manos por su amigo el chofer del ministerio de Planificación, sargento del ejército.
¿Sargentos sin generales? No hay que ser Watson para incurrir en la obviedad de suponer la participación de servicios de espionaje en este maremoto. Tanto para que esa notable Bitácora existiera, como para que llegara a manos del periodista en el momento adecuado: cuando comienza la campaña por la elección presidencial del año próximo. Pero no sabemos nada al respecto, que en su significación fundamental es anecdótico, carece de toda importancia: consumada en Argentina la marcha «en sentido inverso a la unión del pueblo, la afirmación interna y la unidad latinoamericana», es obvio que el país está a merced de todo tipo de manejos, internos y externos, siempre en función de los intereses del gran capital. El hecho es que digitada o no, la operación inicial se fue de control.
A mediados de agosto esto significa un golpe demoledor para el peronismo y en primer lugar para el ala identificada con Cristina Fernández. En ese sentido favorece al gobierno. Pero a su vez amenaza a Macri y sus aliados porque él mismo -y muchos de sus colaboradores dentro y fuera del aparato oficial- proviene de la llamada «patria contratista». Sobre todo, combinada con el agravamiento de la crisis económica, la avalancha de denuncias plantea el riesgo de ingobernabilidad o, como mínimo, dificultades extremas para la estabilidad social y el equilibrio del poder político.
En pocas palabras: Argentina ingresa en una nueva fase de graves turbulencias con una burguesía sin partidos, una iglesia golpeada por su propia corrupción y por su reciente papel nefasto al impedir una ley que legalizaría el aborto, sin sindicatos reconocidos y respetados por las bases, con el empresariado expuesto en su impúdica desnudez, sin instituciones capaces de afrontar una explosión social espontánea y, por supuesto, sin un partido revolucionario con aval de masas.
Burguesía en emergencia
Pocas horas atrás, el 15 de agosto, se reunió la única organización del capital que se mantiene con un mínimo de coherencia: la Asociación Empresaria Argentina (AEA). Su máximo exponente, Paolo Roca, presidente del grupo Techint (la mayor empresa privada del país), está acusado de pagar coimas multimillonarias y se defiende de manera abyecta: uno de sus principales ejecutivos, quien se declaró arrepentido, dijo que pagaron a Kirchner para lograr que Chávez permitiera la salida de unos 500 empleados argentinos de la empresa Sidor, cuando ésta fue nacionalizada en Venezuela. Roca repitió el argumento. Es redondamente mentira que la coima se haya pagado para eso. No hubo, en absoluto, impedimento alguno para que empleados de Sidor regresaran a su país. La coima fue para que el ex presidente interviniera a favor de incrementar el monto por indemnización que pagaría Venezuela. Así incentivado, Kirchner presionó en declaración pública al gobierno de Chávez. Un editorial de La Nación citó con encomio la opinión del ex presidente.
Como sea, el hecho es que tras su mentira justificatoria, Roca dijo formalmente en la reunión de AEA: «Las rebajas de las retenciones, la reducción parcial de algunos reintegros o la postergación parcial de algunos aspectos de la reforma fiscal son sacrificios inevitables hoy para poder llegar a tener a mediano plazo un país con menor carga impositiva y un país creciente». En el mismo encuentro el titular de Pan American Energy, Alejandro Bulgheroni, expresó: «Tenemos costos laborales altos y productividad baja. Creo que deberíamos negociar nuevos convenios de trabajo donde se tenga en cuenta la productividad». Héctor Magnetto, titular del Grupo Clarín, declaró: «Por un lado, la extraordinaria versatilidad de nuestros recursos nos tiende a menudo la trampa de creernos más ricos de lo que somos y de gastar a cuenta» (todas las citas están tomadas de la página web del diario La Nación).
Traducido: apoyamos el ajuste; demandamos menor costo de la mano de obra; reclamamos acentuar el ajuste. En términos políticos, frente a la amenaza de la crisis económica y la involuntaria escalada contra el empresariado, el gran capital cierra filas con el gobierno.
También puede decirse de otra manera: en situación de emergencia, la gran burguesía avala el choque mortal con advenedizos y corruptos confesos, exige continuidad en el ajuste económico y juega su suerte con el gobierno de Macri. El Frente Amplio Burgués continúa vigente.
Una vez que AEA da la tónica, otras voces afinarán con ésta, aunque desconozcan el arte de la armonía y desafinen hasta lo insoportable: el FAB (sigla inexistente, por supuesto) buscará rearticularse.
Habrá que ver si lo consigue. Porque está en juego otra batalla, encubierta bajo el estrépito de la corrupción. En condiciones normales, mediante diferentes mecanismos el gran capital succiona a sus pares de menor envergadura una porción de la plusvalía que estos obtienen de sus trabajadores. En Argentina, una fracción advenediza de la burguesía parasitaria, circunstancialmente al comando de las palancas del Estado, encontró un modo singular de birlar riqueza a grandes empresarios. Llegada la hora política, la tortilla se vuelve. Los ganadores de ayer lo pagarán muy caro. El costo de este juego siniestro cae sobre los trabajadores y el conjunto de la población.
Lo que vendrá
¿Cómo saldrá el gobierno de la gravísima encrucijada económica, que algunos portavoces del gran capital igualan con 2001? ¿Cómo se cumplirá con los planes de obras públicas, base de cualquier reactivación económica, si los titulares de las empresas que deben hacer ese trabajo están presos, arrepentidos o sospechados de formar parte del sistema de corrupción organizado por el propio aparato del Estado? ¿Cómo resolverá el Ejecutivo la contradicción entre poder político y poder establecido?
No hay dos maneras. O el gobierno expropia, estatiza y toma el control de todas las empresas expuestas en la corrupción sistémica, o negocia con los supuestos arrepentidos.
Una tercera opción es llevar a la quiebra esas empresas y afrontar la desocupación de miles de trabajadores, pero sobre todo la imposibilidad de utilizar la capacidad productiva de ese conjunto para impulsar la reactivación y ganar puntos con vistas a las elecciones del año próximo.
¿Encontrarán los ministros de Macri un tercer camino? Es posible. Tanto como es seguro que cualquiera de las dos últimas opciones teóricas desembocaría en un rápido fracaso, con el consecuente agravamiento del cuadro general. Como es impensable que opten por la estatización de ese pozo de corrupción, resta prepararse para el resultado.
Al día siguiente de la AEA hubo un acto político-sindical convocado por Hugo Moyano, titular del sindicato de Camioneros, también él acorralado por numerosas acusaciones judiciales, aunque por diferentes razones. Aislado respecto del conjunto de la Confederación del Trabajo (CGT), Moyano dijo en su discurso: «los jueces y fiscales presionados por el Gobierno podrán quitarme la libertad, pero no la dignidad de defender a los trabajadores». No habló sin embargo de las acusaciones contra empresarios y funcionarios y no mencionó a Cristina Fernández, con quien hasta días antes apareció nuevamente asociado en la perspectiva de un frente electoral para 2019. En cambio presentó un programa basado en los Congresos de La Falda y Huerta Grande, referencias históricas del movimiento obrero.
Esta reivindicación de Moyano, avalada por un puñado de sindicalistas de escaso o nulo respaldo, merece un paréntesis. Con motivo del 40º aniversario de la insurrección obrero-estudiantil en Córdoba, revolucionarios de diferentes orígenes realizaron el Encuentro Huerta Grande-Cordobazo. El propósito fue unir hechos históricos como fundamento de un programa de acción frente al gobierno de Néstor Kirchner, ya claramente definido a favor de un «capitalismo serio», que tomaba a Alemania como modelo.
Moyano era por entonces oficialista. Y los sindicalistas que el 16 de agosto último lo acompañaron se habían deslizado a mayor o menor velocidad hacia el llamado «kirchnerismo». Nadie apeló a los fundamentos de los programas de Huerta Grande y La Falda para afrontar la coyuntura (estábamos en medio de una aguda recesión y Kirchner sería aplastado en las elecciones legislativas). Por el contrario, hicieron lo impensable para abortar aquel intento de retomar banderas históricas de lucha obrera y popular. Lo lograron. A la vuelta de 15 años, en medio de la descomposición nacional, reducidos a su mínima expresión, recuerdan aquellos programas. ¿Puede sorprender que los trabajadores, las juventudes, no les crean?
Enfundada en esa retórica se anunció la creación de una «Multisectorial 21 F». Se trata de una singular alianza evangélico-católica. La misma que movilizó considerables multitudes de inequívoco signo derechista y presionó sobre los senadores al punto de evitar la legalización del aborto. Moyano -acólito del movimiento evangelista- y numerosos aspirantes a representantes del papa -entre los cuales algunos fascistas de prosapia- lanzan esta supuesta multisectorial con la elección presidencial como objetivo. Involuntariamente ponen de manifiesto a la vez una debilidad insólita de la iglesia católica, el auge de las denominaciones evangelistas, la ausencia de puntos de apoyo firmes para una formación electoral burguesa y, último pero de primera importancia, la desorientación desesperada de sindicalistas otrora considerados combativos.
Con todo, aquellos conceptos para la acción afirmados por los trabajadores en Huerta Grande y La Falda continúan vigentes. Sólo que su aplicación requiere de una fuerza política independiente del capital, en combate franco con el intento de rearmar un frente capitalista para las elecciones presidenciales, religioso o no, encabezado o no por Cristina Fernández.
Recomposición
No hace falta decir que una institución tan putrefacta como el Poder Judicial no saneará un sistema político hundido en el lodazal. Mucho menos cabe esperar que el gobierno Macri, representativo del gran capital, lleve a la conclusión virtuosa el juicio a los principales exponentes de la burguesía, ahora mostrados en público como vulgares ladrones. Todo lo más, si acaso lo consiguen, pondrán fuera de juego -y tal vez en la cárcel- a figuras de la protoburguesía advenediza predominante en el último período.
Por mucho que se vista con ropas ajenas, la alianza en ciernes católico-evangelista, en caso de consolidarse no podría sino impulsar una deriva reaccionaria, oscurantista, mafiosa y por supuesto pro-capitalista, como lo mostró en su lucha contra la legalización del aborto.
En un momento clave para América Latina, con el sistema capitalista global convulsionado y en vertiginosa decadencia, Estados Unidos aprovecha la coyuntura local para acentuar el saqueo de riquezas pero, sobre todo, para usar al país como plataforma contrarrevolucionaria en el continente. Washington promueve la guerra como única respuesta a la crisis económica que carcome su poder.
Impensable la recomposición del país limitada a sus fronteras nacionales. Argentina no dejará de rodar hacia el abismo si hombres y mujeres conscientes no se disponen a llevar a cabo una muy honda revolución política, económica, social y cultural. Ese objetivo gigantesco sólo podrá ponerse en marcha y avanzar exitosamente a escala internacional y con base específica en América Latina. Este texto concluye en el día aniversario del Libertador José de San Martín. Hace 200 años él comprendió esta verdad elemental. Es hora de poner manos a la obra.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.