La mentira ha sido siempre el refugio de los cobardes. El neoliberalismo se ha caracterizado por un cinismo desmesurado, que siembra exclusión social, política, económica y cultural allí por donde pasa; al mismo tiempo que ofrece un futuro plagado de ilusiones para aquellos a los que se dispone a saquearle sus recursos. El Gobierno de […]
La mentira ha sido siempre el refugio de los cobardes. El neoliberalismo se ha caracterizado por un cinismo desmesurado, que siembra exclusión social, política, económica y cultural allí por donde pasa; al mismo tiempo que ofrece un futuro plagado de ilusiones para aquellos a los que se dispone a saquearle sus recursos.
El Gobierno de Mauricio Macri es una versión escandalosa de ese modelo económico que sólo tiene para ofrecerle a nuestro pueblo un destino de miseria planificada. La mentira atraviesa su discurso, la oferta de un futuro de pleno empleo y pobreza cero, resulta lacerante para un sentido común al que los grandes grupos económicos encargados de la comunicación pretenden sepultar.
Hace pocos días, por intermedio de la cartera que conduce Carolina Stanley, y por orden impartida desde el despacho del hombre de los farmanegocios, Mario Quintana, se anunció el desmantelamiento de los pocos programas de empleo vigentes en la Argentina que aún no habían sido alcanzados por el ajuste estructural, mas allá de su estancamiento en relación a la desmesurada inflación acumulada.
Los programas «Argentina Trabaja» y «Ellas Hacen» fueron suprimidos como herramientas de política de empleo y los han transformado en el programa «Haciendo Futuro». El anuncio fue adelantado por meses desde las editoriales del ajuste (La Nación, Clarín e Infobae) y se lo presentó, con habitual hipocresía, como el fin de los planes sociales en la Argentina.
El mito del eterno retorno
El capitalismo ha intentando presentar como una verdad irrefutable que los modelos de acumulación económica son incapaces de satisfacer la demanda de trabajo existente en el conjunto de la sociedad moderna. Aceptar esa premisa, implica lisa y llanamente, renunciar a la justicia social como anhelo de aquellos que seguimos mirando nuestro futuro a la luz de una revolución inconclusa muy reciente en nuestra historia. Sencillamente, porque la riqueza en nuestro país no se evapora, tan sólo se concentra en muy pocas manos.
Los programas de empleo «Argentina Trabaja» y «Ellas Hacen» fueron creados en el marco de un país que había logrado crear millones de puestos de trabajo formales, que había recuperado algunos resortes de desarrollo productivo e industrial que permitían comenzar a responder a la demanda de empleo acumulada durante décadas de exclusión social y desocupación creciente. «Argentina Trabaja» implicaba un ingreso directo a una población de beneficiarios y beneficiarias sin ocupación formal, y en el caso del programa «Ellas Hacen» las beneficiarias tenían la particularidad de haber sido víctimas de violencia de género.
Desde sus orígenes, los fundamentalistas de la concentración de riqueza, han montado un estigma sobre los programas de empleo, catalogándolos como planes sociales, con sentencias estigmatizadoras relacionando los ingresos como un financiamiento directo de la vagancia. Lo cierto, es que lo que diferencia un programa de empleo y un plan social, es la contraprestación que implica ser beneficiario del programa.
En ambas políticas públicas, los beneficiarios tenían la responsabilidad de ejecutora obras socio comunitarias, participar en talleres productivos y capacitarse para el trabajo. La segunda responsabilidad que asumían, era integrar una cooperativa de trabajo como experiencia colectiva de producción que permitiera, por el camino de la organización popular, incorporar capacidad de desarrollo productivo y sustituir los ingresos subsidiados, por ingresos genuinos.
Mas allá de la eficacia, los programas de empleo desmantelados por el Gobierno de Mauricio Macri, tenían como objetivo la recuperación de la cultura del trabajo para todo aquél que, como sentenciaba la milonga, cargaba con un linaje acumulativo de misiadura.
Desde su irrupción en el gobierno, Mauricio Macri y los gerentes que orquestan el saqueo, han iniciado un plan de desmantelamiento progresivo de los programas de empleo. Iniciaron su camino con la descooperativización del programa, quitando la obligación de pertenecer a una experiencia autogestiva como requisito para ser beneficiario. Acompañaron esa decisión con la baja sistemática de matrículas a cooperativas de trabajo, y comenzaron a mal administrar centralmente desde el Ministerio de Desarrollo la ejecución de una cantidad enorme de materiales que debían destinarse a la proyección de obra pública por intermedio de las cooperativas de trabajo.
El encarcelamiento de Milagro Sala, y sus compañeras, mientras llevaban adelante un acampe frente a la gobernación de Jujuy para defender los puestos de trabajo cooperativo de miles de compañeras y compañeros que construían viviendas sociales en la provincia y en la Argentina, es una brutal gestualidad que gráfica el asunto.
Los planes de Mauricio
Los planes sociales han sido una nostálgica restauración del Gobierno de Mauricio Macri. La ley de emergencia social, que cuestionamos al momento de su sanción, e independientemente de confiar en la buena intención de muchos legisladores que acompañaron la iniciativa y de las organizaciones que proclamaron su conquista, fue una oportunidad para establecer un nuevo modelo de plan social, además de cristalizar la administración de la miseria que tenían destinada para los humildes de la Argentina.
En aquella ley de emergencia social se destinó un presupuesto de 30.000 millones de pesos a distribuir entre cuatro años en una masa de desocupados que se fue incrementando con cada día de los patrones en el Gobierno. Mientras tanto, durante el 2016, en apenas doce meses, las 22 empresas que cotizan en bolsa, han registrado ganancias cercanas a los 50.000 millones de pesos. La transferencia de recursos en su mas cruda y pornográfica versión.
Al mismo tiempo, estableció un ingreso directo que no posee contraprestación alguna, que carece de registración en el monotributo y carece de aporte previsional alguno, se ha extendido como el plan social emblema de éste gobierno, el cual fue administrado discrecionalmente por la cartera de Jorge Triacca y de Carolina Stanley durante dos años de mandato.
El Gobierno de la alianza Cambiemos ha utilizado los planes sociales para intentar apagar el incendio que crece a medida que avanza el desmantelamiento del aparato productivo nacional, con cada decisión que ajusta sobre los humildes para garantizar mayores ingresos registrado en los balances de las principales empresas de la Argentina, y que va engrosando las filas de la desocupación para alcanzar la anhelada flexibilización de las condiciones de trabajo.
La promesa del «Haciendo futuro» con el que pretenden desmantelar la capacidad productiva de los beneficiarios de los programas de empleo, completa su círculo de cinismo edulcorado del neoliberalismo, con la propuesta de asegurar la terminalidad educativa y la formación de los integrantes de las organizaciones populares, dando por cierto la pesada herencia de la barbarie que pesa sobre nuestras espaldas.
El Gobierno que cierra escuela y cursos, que desmantela los programas de terminalidad educativa, que disciplina salarialmente a los docentes con amenazas extorsivas, que invierte fortunas en tergiversar la historia con sus manuales prefabricados, nos pretende dar lecciones de ética educativa a los Movimientos Populares, los que abrazamos la educación popular para resolver la crisis de nuestras compañeras y nuestros compañeros con la educación formal, abriendo bachilleratos, programas FINES y cuyos militantes se desloman para acompañar las clases de apoyo escolar en cada barriada de la Argentina.
El plan de Mauricio Macri está claro, es ofrecerle a nuestro pueblo un futuro plagado de exclusión. Porque la miseria, es culpa de los hombres miserables.
Fernando Gomez. Director de Oveja Negra, Secretario Político de Descamisados, integrante del Frente por el Trabajo y la Dignidad Milagro Sala.
El presente artículo fue publicado en la revista Contraeditorial.
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