La República Argentina, que en el pasado fue el «granero del mundo» donde millones de inmigrantes buscaron paz y trabajo, en la actualidad se ha transformado en una tierra «circense» en la que el pueblo con amargo desazón observa como sus dirigentes políticos realizan, con notable destreza, «acrobacias ideológicas» que les permiten balancearse entre la […]
La República Argentina, que en el pasado fue el «granero del mundo» donde millones de inmigrantes buscaron paz y trabajo, en la actualidad se ha transformado en una tierra «circense» en la que el pueblo con amargo desazón observa como sus dirigentes políticos realizan, con notable destreza, «acrobacias ideológicas» que les permiten balancearse entre la izquierda y la derecha sin sonrojarse.
Así, por ejemplo, el pasado 24 de julio mientras que la presidenta argentina, Cristina Kirchner, nombraba Jefe de Gabinete de Ministros a Sergio Massa quién, en la década pasada, militó en la derecha argentina que -en forma latente o manifiesta- avaló al régimen de terror instaurado por los militares en la década del `70 y apoyó las «escandalosas» privatizaciones realizadas a comienzo de los `90, en forma paralela el Poder Judicial Argentino condenaba al represor Luís Benjamín Menéndez a cumplir una condena de reclusión perpetua en una prisión común ya que se logró probar que, durante la última dictadura militar, perpetró numerosos delitos contra la humanidad, y la esperanza del pueblo argentino, relacionados con la privación ilegítima de la libertad, tortura, violaciones y homicidios de presos políticos.
Por su parte, el mismo 24 de julio el Poder Ejecutivo Argentino envió al Poder Legislativo Argentino un proyecto de ley a través del cual busca traspasar las líneas aéreas Aerolíneas Argentinas y Austral, junto con un pasivo de aproximadamente 890 millones de dólares y un déficit operativo de 30 millones de dólares mensuales, al Estado. Según muchos analistas este proyecto se asemeja a la política económica implementada por el último gobierno militar que, tiempo antes de abandonar el poder, estatizó la deuda que habían contraído las empresas privadas y, de esta forma, implícitamente condenó a millones de argentinos a la muerte o a tener sus necesidades básicas insatisfechas. Según lo sostuvo el diputado Claudio Lozano «si se confirma que esto es un negociado para cubrir la deuda de casi 1.000 millones de dólares, habrá elementos para cuestionar la operación… tenemos que ver si estamos ante una tradicional operación de Estado bobo que asume el pasivo de los empresarios privados».
Por otro lado, Cristina y Néstor Kirchner mantienen una estrecha relación con el Secretario General de la Confederación General del Trabajo, Hugo Moyano, quién judicialmente fue acusado de haber delatado a trabajadores que desaparecieron en la última dictadura militar (época en la que Moyano ya era sindicalista). En relación a este tema la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, recientemente sostuvo «Todos sabemos que los sindicatos estaban gobernados por los pactos y eran los que denunciaban a nuestros hijos. Y que el 54% de los desaparecidos son trabajadores y delegados sindicales. Así que no me queda duda que Moyano es culpable y responsable de haber participado en la Triple A «.
Y, por último, el Poder Ejecutivo Argentino que se autodefine como «nacional, progresista y popular» tiene gran predilección por el actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y ex vicepresidente argentino durante la presidencia de Néstor Kirchner, Daniel Sciolli quién ingresó a la política de la mano del ex mandatario argentino Carlos Saúl Menem quien, en la década del ´90, encaró un proceso de privatización de empresas estatales que tuvo como dramática consecuencia el vaciamiento del país, el aumento de la desocupación, la miseria y el hambre de la población argentina.
En este contexto «circense» de obscenas «acrobacias ideológicas y políticas», muchos analistas sostienen que la presidenta argentina, Cristina Kirchner, no se encuentra verdaderamente interesada en realizar un cambio social que de manera real, y no solo decorativa, produzca una equitativa distribución de la riqueza que pueda radicalmente transformar aquello que el Padre Jesús Olmedo, integrante del Movimiento Claretiano, definió como « la Argentina profunda imaginada y olvidada, por los gobiernos, por la sociedad e incluso por la Iglesia… – la Argentina que vive- una situación de tanta pobreza, de tanta injusticia, de tanta necesidad alimentaria, de tanta vida machacada por el dolor y por el sufrimiento».