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Argentina y América Latina contra la impunidad

Fuentes: Rebelión

Como las leyes del perdón se conocen a dos manejos jurídicos que impusieron la impunidad en un sistema supuestamente democrático, que le dio la libertad absoluta a militares y civiles argentinos que atentaron contra la vida de miles de jóvenes que se resistieron al gobierno de facto del general Videla, durante diez años (1973 – […]

Como las leyes del perdón se conocen a dos manejos jurídicos que impusieron la impunidad en un sistema supuestamente democrático, que le dio la libertad absoluta a militares y civiles argentinos que atentaron contra la vida de miles de jóvenes que se resistieron al gobierno de facto del general Videla, durante diez años (1973 – 1983) en la República Argentina.

La ley de Obediencia Debida y la Ley de Punto Final fueron dos artilugios que Raúl Alfonsín, un presidente electo por el pueblo del sur del subcontinente americano, decretó para acallar la memoria. Años después Menem atropelló nuevamente al pueblo indultando a los pocos militares que estaban detenidos por el asesinato y la desaparición de cientos de mujeres y hombres.

Finalmente, en el mes de agosto de 2003 el senado argentino anuló las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, gracias al lineamiento del Presidente Néstor Kirchner, quien con este fallo buscaba habilitar el juzgamiento de militares en la Argentina y no en el exterior.

Y hace unos días, una de las madres de Plaza de Mayo gritó de rabia diciendo que «a los militares queremos que se los condene por Genocidio». Y es que en los genocidios hay muchos cómplices «de los médicos, de los odontólogos que actuaban en la tortura, que les aplicaban a nuestros Hijos las terminales para que fueran torturados en las encías y en los dientes. Más de 400 jueces de los que nos decían ‘Señora no busque a su hijo que se fue con otra mujer’. Los burócratas sindicales que nos señalaban, los marcaban cuando nuestros Hijos hacían el sindicato que ellos querían, el de verdad para sus Compañeros, para los trabajadores».

Con el transcurso de los años el pueblo argentino aprendió a no creer en todo lo que se les había prometido, y aunque pareciera que le tomó demasiado tiempo despertar del mal sueño de la indiferencia ante la barbarie, hoy las voces empiezan nuevamente a reclamar justicia, porque al final de cuentas la desmemoria impuesta por el sistema de la impunidad termina por dejarle paso al recuerdo.

El recuerdo de los hijos que no tienen tumbas donde llorarlos, de los nietos que fueron entregados a los militares y que se quedaron sin pasado de un solo tirón, los trabajadores de la fábricas desaparecidos por creer en el hombre y no en el silencio, libros quemados que hablaban de voces y libertades, miradas perdidas ante locura vivida; la pobreza, la única que siempre se socializa y la muerte también, claro; la cal que deformaba los rostros muertos para que no fueran reconocibles ni reconocidos, la picana a diestra y siniestra para imponer el miedo, los hijos que se llevaron como castigo al padre y al poeta que se animó a decir que no estaba de acuerdo y me acuerdo de Juan Gelman.

La impunidad es un arma victoriosa del sistema, se salvan y continúan asesinando al pueblo mientras ella, la impunidad, vence la esperanza. Pero el tiempo de los pueblos está llegando y ahí están las voces de los sin voz para acallar al miedo y dejar que corra desbocada la denuncia y la libertad que nacerá sin duda de la memoria. Y ahí Evo que anda cantando con voz indígena sus cicatrices de pueblo saqueado y Kirchner que pide perdón aunque eso no baste, y Fidel que renace de sus gentes, y Lula que aunque a veces parece confundido abre los ojos a sus favelas, y Chávez por supuesto, guerreando contra molinos no de viento, sino de otros poderosos que también prefieren la amnesia.

Y ahí al final, estamos nosotros, las mujeres y hombres que no olvidamos. Que creemos aunque nos mientan, que creemos en los poderes creadores del pueblo del siemprevivo Aquiles Nazoa, del amor de Alí Primera, de los pasos andados de Miranda y algún gaucho libertario de las pampas, del Che y Tupac Amaru, de Martí y Roque Dalton, y al final, de todos aquellos que a los que por más que intentaron que olvidemos nunca olvidaremos. El punto y final, ahora es un punto y seguido para la justicia y sobre todo para nuestra historia.