Fragmento de trabajo realizado para presentación en mesa «Imperialismo, Soberanía y Derechos Humanos: de la ley antiterrorista a la militarización de América Latina», en el 4º Foro Nacional de Educación para el Cambio Social, 2012, Rosario.
«Hay que soñar, pero a condición de creer seriamente en nuestro sueño, de examinar con atención la vida real, de confrontar nuestras observaciones con nuestro sueño, de realizar escrupulosamente nuestra fantasía»
V. I. Lenin
«Cuando un hombre piensa en términos revolucionarios, a partir de ese día, está en guerra»
J. C. Marín
No hay poder sin resistencia. Nosotrxs somos parte organizada de esas resistencias que libra la humanidad para tomar forma, para erguirse y asomarse a la posibilidad de ser. Estas líneas buscan aportar a la reflexión sobre la construcción de las estrategias que como campo popular debemos desarrollar, y es para eso que se necesita comprender las nuevas dinámicas que el poder va tomando en concreto sobre el territorio, nuestro territorio. Lograr desarrollar una resistencia eficaz y duradera depende también de la capacidad que tengamos para entender el poder que enfrentamos, sus dinámicas, su capacidad real de intervención y producción (de bienes, ganancias, pero también de sujetos, poblaciones, territorios), su real peso cuantitativo y cualitativo en el mundo que se nos presenta. Si hay un aprendizaje, que debemos sacar de la lucha de clases reciente de nuestro país, es el que no debemos subestimar al enemigo (tampoco magnificarlo) sino conocerlo. Conocer al poder y sus dinámicas para poder resistir, sobrevivir, y, desde ahí, cambiar el mundo.
La gubernamentalidad no sólo ordena tiempos, cosas y cuerpos. Al hacerlo, administra también la vida y los elementos que la componen. Administrar la vida es regular (y recortar) los medios de subsistencia (tanto directos como directos), es intervenir en la salud de los pobladores, en la producción y canalización de energías corporales, y también en las dosis de esperanza o desesperanza que puede circular, los sentidos de las mismas, los objetos en los cuales canalizarla.
Pensar, entonces la resistencia frente al poder que se nos presenta, es mucho más amplio que estructurar la resistencia material frente a la violencia policial concreta. Aunque esta sea una dimensión fundamental de la misma, cuando observamos que la militarización del sistema económico y el poder cada vez más microscópico, avanzan sin descanso.
Y es entonces, que si las dinámicas del poder toman el camino del control, la contención y la represión más o menos abierta, es que debemos pensar cómo defendernos como una necesidad casi biológica, instintiva de sobrevivencia. Por eso que las organizaciones populares nos vemos obligados a pensar nuestra propia seguridad, la autodefensa. Y tenemos que pensar una seguridad que no puede (ni debe) entenderse en los mismos términos que la seguridad del poder. Nuestra seguridad es distinta, funciona distinta.
Nuestra seguridad o autodefensa, tiene que comprenderse en términos opuestos a los del control, y por el contrario, ligados a la idea de libertad. Seguridad no puede ser control, sino que debe dar resguardo a nuestras libertades (de seguir vivos, para seguir vivos). Podríamos proponer que el significado de seguridad para nosotrxs no sea otro que el de refugio, dando una idea más de cuidado, de protección, de amparo. Nuestra seguridad tiene que pensarse desde términos freno, como esos dispositivos que impidan, que no permitan, el avance de las lógicas gubernamentales, y así nos protejan en concreto de las agresiones, directas o indirectas, que el poder realiza.
Tenemos que pensar nuestra seguridad, despensando la del sistema capitalista y el poder gubernamental. Ese camino no puede encararse en abstracto, desde una discusión conceptual de laboratorio. Sino que debe desplegarse sobre la base de nuestra experiencia militante concreta, sobre lo que emerge en el caminar cotidiano por los barrios donde andamos, vivimos, construimos, nos organizamos y luchamos.
Partiendo desde ahí, es que nosotrxs partimos de nuestras experiencias para pensar la autodefensa. En lo que va del año, dos compañeros referentes de la organización en distintos barrios se suicidaron, y una compañera murió a causa de un aborto mal realizado. Lxs tres jóvenes y sin trabajo. A estos dolorosos hechos, debemos sumarle que durante el año anterior murieron tress compañerxs más. Una joven embarazada mal medicada en el dispensario de barrio Ferrer (que derivó en una explosión de bronca de lxs vecinxs y compañerxs que dejó como saldo la destrucción violenta del dispensario y posterior enfrentamiento con la policía durante algunas horas); un chango de Villa La Lonja asesinado por las balas de un policía de civil en plena calle; y por último, la muerte del hijo de otro compañero de Villa La Lonja, que golpeó duro al grupo familiar entero, todxs ellxs activos militantes de la villa. En ese caso, el nenito de dos años que entró al hospital con una tos, muere a los dos días, tras contraer un virus intra-hospitalario. Además del golpe duro que implicaron cada uno de estos hechos para el conjunto de lxs compañerxs desde lo humano, también fue un fuerte llamado de atención sobre qué implica autodefensa para nosotrxs, cómo debemos pensar y desarrollar esta dimensión organizativa, cuáles son al fin y al cabo las herramientas que debemos construir frente al panorama que tenemos adelante.
Entonces hay datos que no podemos no tener en cuenta, datos objetivos, como quién dice: y uno de esos datos es que entre 2010 y 2011, la represión en conflictos sociales mató a 14 compañeros (Job, 2011). Otro que debe sumarse, es que desde la vuelta de la democracia existen más de 3.000 casos de gatillo fácil según el informe de CORREPI. Además de eso, insistir en los 76.000 detenidos anuales por Código de Faltas en la provincia de Córdoba, por poner sólo uno de los ejemplos más brutales del nuevo dispositivo de bioseguridad del poder. Pero además de estos «datos» (que son vidas, que son historias, que son compañerxs), creemos que necesitamos sentipensar desde nuestra cotidianeidad, es decir, que además de las decenas de cumpas detenidos por Código de Faltas, y las numerosas causas penales abiertas contra varixs de nosotrxs (de quienes militamos en el Encuentro de Organizaciones de Córdoba, por ejemplo), y de las numerosas amenazas, torturas (sí, sin eufemismos ni exageraciones, torturas en cedes policiales), represiones, persecuciones, «pinchaduras de teléfono», y un largo y minucioso etcétera, también, insistimos, debemos tomar nota de lxs cumpas que el sistema nos arrebata por otros medios «indirectos», como las muertes por causas evitables (abortos, virus intrahospitalarios, falta o mala atención médica básica, suicidios, cáncer productos de fumigación, etc.).
Pensarlos para construir herramientas de nuestra propia seguridad, nuestra autodefensa. Porque si para las clases dominantes y el poder, su seguridad implica nuestra muerte sin más, para nosotros seguridad, es justamente defender la vida que ellos intentan arrebatarnos a cada paso. Nuestra seguridad-refugio, nuestra autodefensa tiene que pensar estructuras organizativas que permitan plantarse en la defensa de la vida y su dignidad, en fin, nuestra autodefensa tiene que pensarse desde una complejidad mucho mayor que la de un sistema que sólo entiende por seguridad la defensa incondicional de la propiedad privada. No tenemos más propiedad que defender que la vida misma, la de cada unx de nosotrxs, de quienes nos organizamos desde cada territorio posible. Nuestra autodefensa tiene que plantearse como objetivo la defensa de la vida de lxs nuestrxs, de lxs de abajo, frente a la violencia del arriba.
Y como vemos que esa violencia se expresa de distintos modos, tenemos que poder analizar cuáles son los frentes donde más nos atacan, y cuáles los métodos que utilizan para el mismo. Tenemos que, como recomendaba Benjamin, peinar la historia a contrapelo, pero también el presente. Y de eso modo visibilizar todas esas cosas que el arriba busca ocultar. Por ejemplo: que la tasa de suicidios en argentina es mucho más alta que la de asesinatos (una brecha de algo más 1.000 vidas entre una y otra desde el año 80). En 2009 la cantidad de homicidios dolosos fue 1.360, mientras que los suicidios treparon a 2.920. Esto nos arroja por resultado que cada 100.000 personas se producen 5.5 homicidios dolosos, pero 8,4 suicidios. En este ejercicio de desagregar números, sería importante agregar que según el informe de Correpi, de esos 1.360 casos, al menos 240 de ellos son asesinatos realizados por el Estado Argentino por medio de sus fuerzas de seguridad.
También creemos importante señalar que el comportamiento de ambas tasas muestra una constante a lo largo del periodo. Es decir, ambas tasas crecen o decrecen de modo conjunto. Comportamiento que en principio nos permitiría una inferencia no muy novedosa, ya Durkheim cuando el nacimiento de la sociología realizó un estudio que llegaba a una conclusión similar: el suicidio y el asesinato no son causas personales aisladas, sino que presentan estrecha relación con los avatares sociales, económicos, culturales y políticos. No extraña entonces, que la tasa más alta de suicidios y asesinatos en el periodo se observe precisamente entre los años 2002 y 2004.
¿Por qué puntualizar esto? Por un lado porque debemos marcar la diferencia epistemológica fundante que existe entre autodefensa o seguridad/refugio, respecto de la seguridad de los de arriba. Y en segundo lugar, porque entendemos que las herramientas organizativas que debemos desarrollar para la autodefensa de las organizaciones populares, tienen que surgir, justamente, para dar respuesta a las problemáticas que como campo popular nos afectan de modo directo. Y en este campo del saber, como en cualquier otro, los procesos de recolección y recuperación de saberes, de adquisición y circulación de los mismos, la actualización si fuera el caso, son procesos lentos, que llevan tiempo. Y ese tiempo que nos lleva son vidas que se van, entonces despacio pero sin pausa debemos comenzar a poner a la autodefensa como uno de los ejes centrales en el desarrollo de las organizaciones populares.
Y esto debemos hablarlo sin miedos, sin temores, porque de lo que estamos hablando es de defender y proteger la vida. Debemos dejar de lado tanto tabú. ¿Cómo puede ser que las clases dominantes puedan hablar con tanta impunidad, en cualquier medio, a cualquier hora, con esa «naturalidad» despreocupada, de la necesidad de más policías, de leyes más duras, de los villeros como delincuentes, o incluso de que «a los negros de mierda hay que matarlos a todos», y nosotros no nos animemos a hablar de defender la vida, de protegernos de ese fascismo criollo?
A esta altura pareciera que está todo «mezclado», y que no se sabe bien si hablamos de autodefensa en sentido específico, como formas organizativas que den respuestas a las agresiones directas de los aparatos represivos del Estado o paraestatales, o si nos referimos a la capacidad de respuestas concretas a las agresiones «indirectas» que atentan contra nuestra vida, de modo más cotidiano, pero con igual efecto demoledor. En realidad no es que mezclemos, es que entendemos que ambas dimensiones no son sino dos momentos de la misma agresión, y que en ambos momentos debemos tener capacidad de defender la vida, resistir los ataques que llueven desde arriba, para así construir un mundo nuevo.
Entendiendo que la lucha de clases en el capitalismo militarizado (Ceceña, 2011) no es más que una guerra global generalizada entre el arriba y lxs de abajo, donde las clases dominantes se valen de diversos métodos para llevarla adelante, observamos que existen puntos de despliegue de una estrategia de guerra de alta intensidad (Irak, Libia, Palestina, Siria, Afganistán) y otros de «baja» intensidad, como por ejemplo nuestro continente. Eso nos obliga a pensar en términos de guerra. Clausewitz insiste en que «la guerra surge primero con la defensa, porque ésta tiene como objetivo directo el combate, ya que la acción de detener el golpe y el combate son, evidentemente, una misma cosa. Detener el golpe es una acción dirigida por entero contra el ataque y, por tanto, lo presupone necesariamente» (1997; 222). Es por eso que no podemos separar un momento de la lucha de clases, de la defensa de la vida, del otro. Ambos se presuponen, se continúan y yuxtaponen. Una acción defensiva de cualquier tipo, presupone para los de arriba un «acto de guerra», por más que (o mejor dicho, justamente porque) nuestras batallas sean por defender nuestras vidas de la muerte que proponen desde arriba.
La autodefensa es una parte esencial del poder popular. Sin capacidad de defensa, de supervivencia es imposible pensar algún cambio social que supere la esfera de nuestros sueños, sobre todo cuando el capitalismo militarizado es la forma violenta que asume el capital financiero y el poder avanza en el control y la contención (Ferrero & Job, 2011), la regulación detallada de cuerpos y cosas. Crear poder popular es crear espacios para la esperanza y la vida, y para eso debemos enfrentar la muerte, ponerle un límite.
Como alguna vez planteara Foucault, nosotros también hemos renunciado hace tiempo a la idea que los intelectuales (incluso, o sobre todo, quienes nos posicionamos como «orgánicos» a una clase, a los de abajo) debamos dar recetas de qué hacer. Nuestra labor la entendemos como la de poder brindar herramientas analíticas y conceptuales, poner sobre la mesa escenarios reales y tangibles, examinarlos, exponerlos, democratizar el conocimiento y los saberes, poder construir una muestra lo más precisa posible de la problemática que estemos analizando. Es desde allí que avanzamos en la tarea analítica, y con esa intencionalidad se escriben estas (y todas nuestras) líneas. Esperamos aporten estos renglones a dejar el cuerpo del poder y del capitalismo, un poquito más diseccionado sobre la mesa, para que cada unx de nosotrxs, desde la labor organizativa cotidiana, podamos seguir construyendo un poder popular cada vez más democrático, más amplio, más eficaz, más popular, más revolucionario, para que así la tortilla se vuelva de una vez por todas.
Sergio Job y Mercedes Ferrero son integrantes del Colectivo de Investigación «El Llano en llamas» y militantes del Movimiento Lucha y Dignidad en el Encuentro de Organizaciones de Córdoba. Noelia Feldmann es integrante del Colectivo de Investigación «El Llano en llamas» y militante del Espacio de Resistencia al Código de Faltas.
Bibliografía
CECEÑA, A. E. (2004) «Los desafíos del mundo en que caben todos los mundos y la subversión del saber histórico de la lucha». En Revista Chiapas nº 16, México.
CECEÑA, E. (2011) Los peligros de la militarización en América Latina. http://www.rebelion.org/
FERRERO, M.M. & JOB, S. (2011) «Mi casa, mi vida: para la seguridad de ellos» en SCARPONETTI, P. y CIUFFOLINI, M.A. Ojos que no ven, corazón que no siente. Relocalización territorial y conflictividad social: un estudio sobre los barrios de Córdoba. Novuko. Bs. As.
JOB, S. (2011) Números para (des)armar. El problema de la (in)seguridad en Córdoba. http://www.rebelion.org/
MARÍN, J. C. (2009) Cuaderno 8. Colectivo Ediciones – PICASO. Bs. As.
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