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Automotores Orletti: Memorias de la dictadura argentina

Fuentes: Rebelión

El lugar se conserva muy parecido al año 1976, aunque en claro deterioro. En la planta baja funcionaba el taller mecánico y consiste en un oscuro y frío salón de unos 8 metros de ancho por 30 de largo, con cables y ganchos fijados en el techo, un parlante atado a una viga metálica y […]


El lugar se conserva muy parecido al año 1976, aunque en claro deterioro. En la planta baja funcionaba el taller mecánico y consiste en un oscuro y frío salón de unos 8 metros de ancho por 30 de largo, con cables y ganchos fijados en el techo, un parlante atado a una viga metálica y horribles bombillos fluorescentes. A mano derecha unas escaleras viejas de madera llevan a la segunda planta. Al entrar sentimos escalofríos; pero no es nada comparado con lo que dentro de poco veríamos y escucharíamos al recorrer la parte de arriba.

El ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio Automotores Orletti, funcionó en la zona oeste de la ciudad de Buenos Aires, en un antiguo taller mecánico ubicado en el número 3519-21 de la calle Venancio Flores, frente a las vías del tren. El barrio es Floresta, tranquilo, de casas bajas, predominantemente residencial. Es aquí donde yacen las memorias de la última dictadura militar en la Argentina y aquí donde están los recuerdos de las atrocidades a las que sometieron a quienes pasaron por este lugar.

Los detenidos sólo recuerdan que los traían con los ojos vendados y los bajaban del carro. Los subían por una escalera y los metían en una especie de celda. Años después recordarían los detalles y los ruidos, ya que no sabían a dónde los habían llevado. Recordarían el sonido de la cortina metálica del taller, que se enrollaba al abrirse; el ruido del tren que aún pasa enfrente; y las voces y las risas de los niños cuando salen al recreo en el patio de la escuela Mauro Fernández, que colinda con el edificio.

Cuando llegamos, las cortinas metálicas estaban bajadas a la mitad. Nos recibe Alba Pereyra, argentina que trabaja junto a otros activistas en este lugar, denominado Espacio-memoria.

«Esto fue un centro clandestino de detención y la base de la Operación Cóndor», dijo. Se calcula que aquí estuvieron secuestrados unos 300 ciudadanos uruguayos, chilenos, bolivianos, paraguayos, cubanos y argentinos. La mayoría continúan desaparecidos.

Orletti ha quedado inmortalizado en los textos producidos por diversos organismos de derechos humanos como la sede de la Operación Cóndor.

El centro funcionó entre el 12 de mayo de 1976 y el 3 de noviembre de 1976, precisamente el año en que se organizó la Operación Cóndor, un plan de coordinación de operaciones entre las cúpulas de las dictaduras de Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, con la CIA de los Estados Unidos, y que se extendió hasta los años 80s. Consistió en la vigilancia, detención, tortura, traslados entre países y desaparición de personas consideradas subversivas o contrarias al pensamiento político de las dictaduras. Se calcula que durante este período desaparecieron 50,000 personas en el Cono Sur.

Durante la dictadura militar que se instaló en la Argentina a partir del 24 de marzo de 1976 y hasta 1983, Orletti fue uno de los más de 500 centros clandestinos de detención, tortura y exterminio instalados en el país y uno de los 45 que operaron en Buenos Aires. Estuvo bajo la órbita del Primer Cuerpo del Ejército y la Secretaría de Inteligencia de Estado argentina (SIDE) y fue base de las fuerzas de inteligencia extranjeras, entre ellas el Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA) y el Servicio de Inteligencia de Defensa (SID), ambos uruguayos, y la Dirección Nacional de Inteligencia chilena (DIS).

Los testimonios, el horror

La segunda planta de Orletti fue en el pasado una vivienda familiar que se conectaba con el taller. Subimos por una escalera y vemos el papel de las paredes descascaradas que llevan a un descansillo y luego a una cocina. Más allá empezamos a ver los cuartos. Tenebrosos, fríos, con marcas en las paredes, focos colgando del techo. Eran habitaciones con aislamiento acústico que fueron usados para los interrogatorios.

Dos salones más grandes tienen techos altos, ventanas con rejas desde las que no se puede ver el exterior y vigas metálicas en el techo. Fueron salas de torturas, donde por más que gritaran, nunca nadie escucharía a los de adentro. Los torturadores mantenían la radio a todo volumen para asegurarse de ello.

Quien nos guía en el recorrido es Ricardo Poggio, activista que trabaja en este Espacio-memoria.

Según nos cuenta Poggio, el primero en hablar de Orletti fue el periodista uruguayo de derecha Enrique Rodríguez Larreta Piera, quien llegó a Argentina buscando a su hijo desaparecido Enrique Rodríguez Larreta Martínez. El hombre fue identificado por los servicios de inteligencia, secuestrado y posteriormente llevado a Orletti, donde tenían a su hijo.

Esta es una parte del testimonio de Rodríguez Larreta en la denuncia judicial que presentó en 1977 en Londres: «La noche siguiente me toca a mí ser conducido a la planta alta donde se me interroga bajo tortura, como a los demás hombres y mujeres que estuvimos allí. Se me desnuda completamente, y, colocándome los brazos hacia atrás, se me cuelga por las muñecas hasta unos 20 minutos a 30 cm del suelo. Al mismo tiempo se me coloca una especie de taparrabos en el que hay varias terminaciones eléctricas. Cuando se le conecta la víctima recibe electricidad por varios puntos a la vez. Este aparato al cual llaman ‘máquina’ se conecta mientras se efectúan las preguntas y se profieren amenazas e insultos, aplicándose también golpes en las partes más sensibles (…) No puedo precisar con exactitud durante cuánto tiempo se me torturó. Creo que en mi caso no fue más de media hora, pero en la mayoría de los casos las torturas duraban, según mis cálculos de dos a tres horas».

Rodríguez Larreta fue eventualmente trasladado a Uruguay y liberado, al igual que su hijo.

Poggio también nos cuenta que en Orletti se dieron muchos casos de robos de bebés, que dieron a luz mujeres detenidas. Una de esas mujeres fue Macarena Gelman, nuera del poeta Juan Gelman. Vimos la habitación donde, embarazada de siete meses, estuvo detenida y fue torturada Gelman, junto a la cocina en la planta alta. Macarena Gelman, llamada igual que su madre, nació en cautiverio a fines de 1976 y fue entregada a un ex policía a principios de 1977. La joven fue recuperada en el año 2000 tras una incesante búsqueda y en el 2010 rindió testimonio en la causa judicial que se sigue por los crímenes perpetrados en Orletti.

El motivo por el cual se dejó de usar este sitio fue la fuga de Graciela Vidaillac y José Morales el 3 de noviembre de 1976. Graciela estaba desnuda, amarrada y colgada de una de las vigas metálicas en una de las habitaciones por donde caminamos. Poggio nos cuenta la historia. Los represores se fueron a comer y cada 15 minutos venían a ver qué pasaba con ella. En un momento dejaron de venir. Ella escuchó que roncaban. Empezó a aflojarse las vendas y se soltó. Graciela encontró a su marido en un cuarto pequeño con otras personas y lo desató. En ese momento los represores los vieron, Graciela le tiró a su marido una ametralladora y se produjo un tiroteo. Graciela fue herida en la axila izquierda; pero lograron bajaron la escalera hasta la calle. A media cuadra había un depósito de camiones y a las 6 de la mañana y ante la vista de los vecinos ocuparon un camión y lograron huir. Después la pareja se exilió en México.

La memoria histórica

Todos estos relatos, que aportan a la construcción de una memoria histórica en Argentina y en Latinoamérica, hacen pensar cómo el terrorismo de estado atravesó a toda una sociedad.

Desde el 2003 la Comisión de Derechos Humanos de Uruguayos en Argentina inició una campaña legislativa para lograr la expropiación del predio donde está Orletti. El 23 de marzo de 2009 la ciudad de Buenos Aires tomó posesión del inmueble.

Alba Pereyra ha seguido todo el proceso desde sus comienzos. La mujer trabajaba en la oficina central del Instituto Espacio para la Memoria (IEM) y escogió ir a trabajar en el Espacio-memoria Orletti porque tiene varios familiares que estuvieron presos y otros desaparecidos. En particular su padre fue víctima de la Operación Cóndor. Ella y su familia también estuvieron exiliados en Uruguay y posteriormente en España.

En el 2009 empezaron las tareas de investigación, preservación y sistematización de la información en este espacio; pero no fue sino hasta junio de 2014 que el grupo empezó a trabajar allí, organizando visitas guiadas, talleres, debates y ciclos de cine.

«El hecho de que se hayan expropiado estos lugares tiene que ver con una lucha de más de 30 años», expresó Pereyra. «Es importante que estemos trabajando en estos lugares y hablando de lo que ocurrió aquí. Se ha logrado mucho del 2003 hasta hoy. Yo creo que la sociedad va a tratar de sostener lo que se ha logrado, que sigan apareciendo nietos, que se sostengan los juicios. Todo eso es una fortaleza para resistir a la derecha, porque hay una embestida nuevamente de la derecha en todo el continente», continuó.

Georgina Andino es otra activista que trabaja en Orletti. Su padre, Jorge Andino, de 79 años, fue detenido y estuvo encarcelado en un centro similar durante la dictadura. «Es importante que esto esté abierto y que invite a la gente a entrar», opinó Andino.

Mientras que para Liliana Ferro, la transformación cultural que ha vivido la Argentina durante los últimos 10 años es irreversible. «Hemos ganado una batalla cultural. Ahora los derechos humanos se enseñan en las escuelas, ahora lo que hizo el terrorismo de estado se enseña en las escuelas; cuando yo fui a la escuela no pasaba eso», anotó la mujer, quien también guía los recorridos en el sitio.

En cuanto a la discusión de la diferencia entre lo que es un Espacio-memoria como Orletti y un museo, esto aún es un debate abierto en la sociedad argentina, así como la respuesta a la pregunta de ¿Qué contenido se le da a estos Espacios-memoria?

Para Pereyra, «un museo de la memoria puede estar en cualquier lugar y tener elementos traídos de cualquier lugar; mientras que estos espacios se recuperaron. Acá fueron los vecinos con las organizaciones de derechos humanos los que empezaron a hacer actividades para que todos conocieran dónde habían estado estos lugares».

Poggio señaló que «un museo cuenta hechos precisos que sucedieron a lo largo de un tiempo; mientras que un espacio es un lugar que tiene vida y todo el tiempo se va enriqueciendo con los testimonios, las experiencias, las vivencias».

«Hay marcas puntuales que hablan de que este es un sitio de memoria. La escalera vieja es uno de los sitios mencionados en todos los testimonios. La cortina metálica, con su sonido. Son confirmaciones del espacio. El gancho que quedó colgando aún es una prueba material que nos dice lo que estaba pasando ahí», agregó Poggio.

Y enfatizó: «Estamos en una etapa de denuncia permanente y cuando decimos ‘nunca más’, eso significa denunciar a los responsables.

En marzo de 2011, un Tribunal de Buenos Aires condenó a penas de entre 20 años de prisión y cadena perpetua a cuatro represores que operaron en Automotores Orletti. Desde marzo de 2013 hasta la fecha el mismo tribunal ha juzgado a 25 imputados por delitos de lesa humanidad cometidos en el marco de la Operación Cóndor, en perjuicio de 106 víctimas.

Muchas veces las personas desconocen que estos hechos se produjeron y de ahí la importancia de las marcas que invitan a reflexionar sobre el pasado.

Cuando íbamos entrando a Orletti, esa tarde de verano, unos chicos conversaban en un espacio verde al frente del taller. Uno de ellos le dijo al otro: «Ahí mataron gente».

La cortina metálica del taller Orletti estuvo bajada durante muchos años. Ya no más.

Fabiola Pomareda. Periodista San José, Costa Rica. Su blog es: http://fpomareda.blogspot.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.