En un reciente artículo, publicado en Rebelión (Alejandro Guerrero. Perón y la Triple A , 01-.07) , se deslizan una serie de apreciaciones, que partiendo de un hecho real y casi comprobado, como lo fuera la relación del General Perón con el origen de la banda parapolicial Alianza Anticomunista Argentina, se desarrollan conclusiones fuertemente antipopulares, […]
En un reciente artículo, publicado en Rebelión (Alejandro Guerrero. Perón y la Triple A , 01-.07) , se deslizan una serie de apreciaciones, que partiendo de un hecho real y casi comprobado, como lo fuera la relación del General Perón con el origen de la banda parapolicial Alianza Anticomunista Argentina, se desarrollan conclusiones fuertemente antipopulares, erróneas desde el punto de vista histórico; confundiendo hechos y fechas, afirmando argumentos que seguramente el autor desconoce o conoce a través de otros, de manera incorrecta. Notablemente, el autor repite -treinta años más tarde- en un reciclado casi alucinante, una vieja mirada ‘gorila de izquierda’, especialmente de una parte de la izquierda troztquista argentina, sobre Perón, el Peronismo, y su relación con la clase obrera. Y esta mirada no es moco de pavo. Detrás de ella los compañeros del PRT-ERP concluyeron que Perón venía a ‘robarles la Revolución’ y decidieron continuar la lucha armada contra el gobierno Peronista, llevando la situación a una ilegitimación de la lucha armada en la Argentina , que permitió el aislamiento y exterminio del conjunto de los luchadores sociales pertenecientes a casi tres generaciones de argentinos.
Siempre es imprescindible recordar, que los 30.000 desparecidos involucraban a muchos miembros de las organizaciones armadas y de la Izquierda Revolucionaria, pero en su esencia, el 55% de ellos fueron dirigentes sindicales de base. El accionar irresponsable, elitista y antipopular -en tanto y en cuanto ambos gobiernos Peronistas, el de Cámpora y el de Perón, fueron elegidos libre y mayoritariamente por el pueblo- arrastró al movimiento popular a una derrota sin salida, abriendo paso al genocidio. El artículo muestra una vez más, que la izquierda argentina -desconozco de cual de los miles de ‘partidos’ de la misma, es parte el autor-, sigue sin entender un ápice de la Cuestión Nacional, o de lo Nacional, incluso en tanto Latinoamericano y Cuestión Atiimperialista, Trotzky dixit .
Perón y la Triple A
En el 2006, el periodista rosarino Carlos Del Frade en su último libro,(9) aportó este dato hasta entonces intuido -se conocía la reunión, no lo tratado-, sobre la reunión en Gaspar Campos (casa comprada a Perón por la CGT para su retorno al país), el 8 de octubre de 1973, cumpleaños del General (si bien es cierto que el año de su nacimiento no parece ser el oficial sino dos años antes, el día parece ser el mismo; con lo cual ese día Perón cumplía 80 años(1)) sobre la reunión con 500 suboficiales Peronistas retirados y exonerados de las fuerzas armadas… por Peronistas. La reunión fue armada por Osinde -el hombre de las ‘tareas sucias’ del General. En nuestro libro La Esperanza Rota(4), hemos desarrollado en extensión las conexiones y relaciones existentes entre Perón, la represión ilegal y especialmente los hechos de Ezeiza y su pelea autoaniquilante con su rama juvenil. No hemos sido piadosos para juzgar lo que parece ser lo peor de Perón. Sin embargo nunca dejamos de verlo en su perspectiva histórica, de jefe del Movimiento de Liberación Nacional, con una fuerte impronta Socialista.
No fue Del Frade el primero en señalar hechos que vinculan a Perón con al aplicación de un determinado tipo de violencia paraestatal. Fue Horacio Verbitzky, en Ezeiza, el primero en decirlo, incluso abiertamente, aun cuando luego la ‘teoría de los demonios’ tapó sus dichos. Alejandro Horowicz en su brillante trabajo los Cuatro Peronismos, fue explícito en su análisis que, (cito de memoria) la única fuerza propia con que contaba el Tercer Peronismo era la policial, y que el delicado equilibrio que implicaba mantener el Pacto Social, incluía la utilización de pequeñas y milimétricas cuotas de terror, que obligaran a los «jóvenes díscolos» a cesar sus ataques al Estado y al Pacto social, so pena de que todo se fuera ‘al diablo’. Muerto Perón, esa violencia puntual o en cuentagotas, se transformó, en manos del Brujo e Isabel, en Terror de Estado, en gobierno fascista abierto. Palabras más, palabras menos, pero ese era el brillante concepto de Horowicz, que ubica el accionar de la violencia paraestatal. Luego Miguel Bonasso traería la anécdota referida por la hija de Oscar Bidegain, acompañante de Isabel Perón en el viaje a China, cuando el General habría expresado, ‘Lo que la Argentina necesita es un Somatén’. Haciendo referencia a los cuerpos de represión parapoliciales creados por Primo de Rivera en Catalunya para liquidar al movimiento obrero anarquista y comunista. Dicho cuerpo denominado Somatén, por supuesto, siguió en pie en tiempos de Franco.
Sin embargo, Perón no necesitaba que los franquistas se lo contaran como señala el artículo. El mismo mecanismo se utilizó en la Italia fascista y en la Alemania nazi, o ¿qué otra cosa eran las SA? Y se utilizó en la Unión Soviética, pero de forma menos sutil ¿Cómo se califica sino, cuando Trotzky alababa la acción de sus tropas contra los obreros sublevados en Konsdradt, ‘que caían como conejos ante nuestras armas‘? según nos relatara el Gran Lev Davidodich. Ni que hablar lo que después haría Stalin, que dejaba al Ducce a la altura de un demócrata liberal. O lo que haría la GPU en manos de V. Codovilla contra los anarquistas y trotzquistas en España. Perón ya había utilizado cuotas de terror en sus dos primeros gobiernos contra comunistas, anarquistas y opositores en general. Fueron memorables -y base de la fuerte oposición política innecesaria contra su gobierno- las ‘hazañas’ de Eliseo Lombilla, los hermanos Cardozo, Jorge Osinde y demás criminales y torturadores del primer Peronismo. Pero nadie puede seriamente decir que ese fue el contenido principal de su gobierno. Aun incluyendo el vil asesinato y desaparición en junio de 1955 del comunista Juan Ingalinella, o lo sucedido a Cipriano Reyes y a otros dirigentes sindicales indóciles con menos suerte que Don Cipriano, que pese a ser castrado por los torturadores, por lo menos vivió para contarlo.
Perón, bueno es saberlo, era profesor de Estrategia Militar de la Escuela Superior de Guerra y oficial de Inteligencia Superior(2). Fue el enviado del Ejército argentino al ‘teatro de operaciones’ de la Segunda Guerra Mundial para estudiar in situ la guerra. Allí conoció de sobra todas las formas de contención de la Revolución Proletaria que se usaban en Europa. Es bueno saber que a su regreso Perón comunicó que en su opinión, Alemania perdería la guerra por haber ‘cometido el grave error de atacar a la Unión Soviética’. Con posterioridad Eduardo Gurrucharri(3) en su biografía del Mayor Alberte, señaló varias veces las conexiones entre los grupos parapoliciales y Perón. Incluida su conexión con la represión a exiliados latinoamericanos de Brasil, Paraguay y Chile. Gurrucharri denunció la realización de una reunión de gabinete, en febrero de 1974, con presencia de Perón, donde se habrían pasado fotos de dirigentes ‘extremistas’ a ser liquidados, que el General no autorizó. Sin embargo la lista allí expuesta, comenzando por Ortega Peña, Julio Troxler y Silvio Frondizi fue ejecutada apenas muerto el General.
Cabe aclarar, como lo hemos dicho en el análisis de su gobierno(4), que el objetivo de Perón en Ezeiza no era aplastar a la JP, sino obligarla a cesar sus maniobras hegemónicas sobre el resto del Movimiento; es decir mostrarle tal poder de fuego propio que la disuadiera de no salir a disputar el control del acto. Exactamente esa fue la discusión en la noche del 19 de junio de 1973 en la Facultad de Agronomía de la UNBA, entre distintos sectores de la Tendencia Revolucionaria. ‘Si se debía o no aguar la fiesta del pueblo’. La actitud aparatista e irresponsable de Montoneros prefiguró todo su destino. Fue ‘al combate’ con palos y pistolas a enfrentar a bandas armadas con armamento pesado. Fueron derrotados política y militarmente; abriendo el camino a la derrota del proceso de masas creado a partir de la irrupción de la CGT de los Argentinos y del Cordobazo. En este caso, tampoco Perón actuaba porque sí: entre febrero y marzo de 1973, Quieto y Firmenich, viajaron a Madrid ‘a apretar al Viejo ‘. Le plantearon que no se desarmarían, que no estaban de acuerdo con la política del Pacto Social, que querían trescientos cargos en su gobierno y que el líder juvenil Galimebrti se había ‘encuadrado’ bajo su conducción -es decir respondía a ellos y no a Perón-. Quieto pidió además a Perón la lista de gorilas que había que ejecutar. La respuesta de Perón al ‘apriete’ fue Ezeiza, la defenestració n de Galimba y el derrocamiento de Cámpora, con la aquiescencia cómplice del Tío.
Decir toda la verdad
Sin embargo el artículo -y no parece ser por desconocimiento, pues esa fue la posición oficial del PRT-ERP, por ejemplo- cuenta una parte de la historia. La reunión del 8 de octubre de 1973 fue seguramente cierta. No lo es sin embargo, como señala el artículo, el hecho que Horacio Salvador Paino hiciera referencia a la misma, sino que la información surge de los dichos del hijo del Potrillo Castro, Jorge Castro, ex militante del PRT-ERP, a Carlos del Frade. Sin embargo faltan relatar dos hechos desencadenantes de esa reacción de Perón, después de los cuales les dice a viejos militares Peronistas -muchos de ellos Resistentes- ‘los voy a necesitar’. Y no es casual que estos dos hechos determinantes del accionar político posterior de Perón sean ocultados para el análisis. El primero es que el 6 de setiembre de 1973, es decir, más de un mes antes de la reunión de Gaspar Campos, el PRT-ERP atacó, sin ninguna provocación o hecho que lo justificase, el Comando de Sanidad del Ejército Argentino. Ese mismo día en Caracas, en la Conferencia de Ejércitos Americanos, el general Raúl Carcagno nuevo comandante en Jefe, decía que los ‘ejércitos latinoamericanos debían dejar de ser herramientas de la dependencia para pasar a ser herramientas de Liberación de sus pueblos’. Que eso era y es posible, lo muestra el proceso de la Revolución Bolivariana, que no considera a Perón casualmente un general fascista.
Cabe aclarar que, desde el 25 de mayo gobernaba un gobierno Peronista elegido por el 49% de los argentinos, en elecciones libres y limpias. Pese a que el artículo lo ignora -pues lo ubica al Tío aun durante el golpe en Chile, que fue en setiembre- ya no gobernaba Cámpora, quien había renunciado el 13 de julio de 1973, sino Raúl Lastiri, Presidente de la Cámara de diputados y yerno de López Rega. El 23 de setiembre de 1973 hubo nuevas elecciones nacionales, nuevamente libres y limpias. Perón fue electo Presidente con el 62% de los votos, el mayor porcentaje que haya obtenido presidente alguno de la historia argentina y muy por encima del 1.7% obtenido por el PST, por ejemplo, en la misma elección, o del 3% que sumaron todos los partidos de ‘izquierda’ en la última elección de 2005. Sin embargo, pese a este resultado, y he aquí el segundo hecho que podemos llamar determinante de la reunión de Gaspar Campos, el 25 de setiembre de 1973, es decir, a dos días de la elección, Montoneros asesinó a mansalva a José ignacio Rucci, secretario General de la CGT y hombre clave de Perón en la estructura del Pacto Social. Según diría años más tarde Firmenich: ‘le tiramos un cadáver sobre la mesa a Perón para obligarlo negociar‘. Parece que Perón no lo entendió así y apeló a sus ‘viejos amigos’ retirados y expulsados del Ejército argentino. No poseyendo fuerza propia en las Fuerzas armadas, y no quedando claro de que lado iban a jugar los ‘muchachos de la JP ‘ bajo su gobierno, Perón reaccionó como un viejo general nacionalista formado en Inteligencia y profesor de Estrategia. Creó su propia fuerza que, seguramente, habrá pensado él, controlaría y usaría a su voluntad, cosa que ocurrió mientras vivió.
Sin embargo la cosa no acabó allí. El 19 de enero de 1974, el PRT-ERP atacó la base militar de Azul -otra vez sin ninguna razón que lo justificara o explicase- , en un cruento operativo con muertos y heridos. No sólo el Potrillo Castro, la mayoría de los Peronistas, golpearon ese día su puño contra la mesa ante una provocación de tamaña magnitud, que ponía en peligro el régimen democrático recién reconquistado. Cabe aclarar, que muy pocos días antes, el 4 de enero de 1974, Luis Mattini, miembro de la conducción perretista se había reunido con Fidel Castro en la Habana solicitándole ayuda para armar una guerrilla en el Norte argentino. La respuesta de Fidel fue clara: ‘¿Cómo es eso, chico, de una guerrilla rural en pleno gobierno democrático?’(5) Cabe aclarar que un mes más tarde, el 25 de febrero de 1974, Perón rompió el bloqueo económico decretado por los Estados Unidos a Cuba, firmando con el gobierno de La Habana acuerdos económicos y políticos de todo tipo, brindándole una fuerte ayuda económica. Todo esto está claro, no justifica a Perón, pero permite entender su accionar y observar que si bien el terror desatado luego sería monstruoso, los códigos con que se movía la Izquierda Armada jugaban con fuego.
Por último, no es cierto lo afirmado por el artículo respecto del golpe en Chile. En un trabajo de próxima aparición cargamos las tintas sobre las actitudes tolerantes y complacientes de Perón y su gobierno respecto de la dictadura de Pinochet, pero cuando el golpe se produjo el 11 de setiembre Cámpora ya no estaba y, causalmente, la JP, el PC y otras fuerzas políticas produjeron las mayores manifestaciones, marchas y actos de solidaridad con Chile que se registraron en toda la historia argentina. Y no fue sólo durante unos días, sino que duraron varias semanas. La consolidación de la dictadura chilena no dependía sólo de la solidaridad del pueblo argentino, que fue amplia, generosa y total, sino de la propia resistencia chilena que no alcanzó para derrotar a los fascistas.
El contenido de Perón
Lo que realmente sorprende del artículo de marras es su visceral antiperonismo en un lenguaje que hoy hasta los gorilas se cuidan de usar, a la vista de lo que ha ocurrido con la Nación, luego de desmontada la Argentina construida por Perón a partir de 1945. El autor dice suelto de cuerpo: ‘Él (Perón), sin desarrollar jamás una política nacional democrática, que lo habría obligado a romper con el imperialismo -algo que en ningún momento se propuso-, hizo a los trabajadores concesiones democrático-sociales históricas y los integró al Estado burgués. Pero en 1973, cuando Perón regresó convocado por quienes lo habían derrocado en 1955, toda la acción del movimiento obrero se orientaba hacia la independencia de clase y, por tanto, apuntaba contra la línea de flotación del régimen político.’
Este análisis es falso, injusto y falta a la verdad histórica. Sólo diremos que el 25 de mayo de 1973, la clase obrera recibía el 36% del Ingreso Nacional. El 13 de octubre de 1974 -cuando Gelbard se retira del gobierno, y de alguna manera el Peronismo concluye como herramienta de transformación social- ese porcentaje había subido al 48%, en apenas 17 meses. (Cifra que el Peronismo neocolonial actual, trata de olvidar). Ese juicio encierra, además, una mirada de desprecio y descalificación sobre las mayorías, mirada que acercó siempre a las izquierdas argentinas con los conservadores y liberales. Desde esa óptica, ambos son tributarios del pensamiento de ‘civilización o barbarie’ . Unos desde el positivismo racista comtiano-victoriano y otros desde un marxismo de biblioteca, hueco, sin masas, sin lucha de clases concreta hispanoamericana y pensado desde Sarmiento, Mitre o Alberdi, pero sin Marx. Porque, si Perón ganó todas las elecciones a las que se presentó y, aun hoy, es el líder de los trabajadores, pero resulta que Perón era contrario a los intereses de los trabajadores, eso implica pensar que el pueblo es estúpido, que es bruto, ignorante, que hay que educarlo, formarlo, explicarle, cambiarle la cabeza, concientizarlo. Y todas las otras atrocidades positivistas y elitistas que encierra la Teoría de la Vanguardia; madre de todos los desastres cometidos en nombre del Socialismo.
¿Ese 62% que había votado a Perón, no eran acaso esencialmente la clase obrera y el pueblo trabajador? ¿Por qué no pensar que el Peronismo, que termina en 1955 otorgando el 54% del Ingreso Nacional a los trabajadores, tuvo que ver con el Socialismo de Estado (Capitalismo de Estado), que se expandió por el mundo luego que el Ejército Rojo ganara la Segunda Guerra mundial, en nombre del Socialismo, aun cuando no lo cumpliera en la URSS?
Es bueno recordar hoy que según lo último que nos dejara Lenin, lo único que podemos hacer por ahora es mantenernos por mucho tiempo en el Capitalismo de Estado, hasta que cuajen las relaciones culturales Socialistas. (10) En esta óptica compartimos lo que alguna vez dijera Vicente Zito Lema respecto que al Peronismo ‘debemos empezar a verlo como el Socialismo que pudimos construir’.
Entre 1945 y 1955, el Peronismo aportó una de importante experiencia nacionalista y obrera al mundo, construida desde el Estado y el movimiento obrero, que debemos recuperar y hacer nuestra. Cuando en 1943 se produjo el golpe del GOU, la Argentina era parte estructural del Imperio Británico, y prácticamente todo lo que en ella se consumía era de procedencia inglesa o europea, aun cuando una cantidad de productos se habían comenzado a producir como consecuencia de la guerra. El Banco Central era británico, como los ferrocarriles, la banca, los servicios públicos, la energía, los barcos que trasladaban nuestra producción, las empresas que la comercializaban, las compañías de seguros, los transportes y los combustibles, a excepción de una porción manejada por YPF. La Argentina, tal como se había ufanado Julito Roca, era la joya más preciada de la corona británica. Sostenida en su modelo agro-exportador, éramos la ‘granja británica ‘. El pueblo vivía pobremente -la Clase obrera recibía el 25% del IN-, había grandes bolsones de pobreza y miseria. En muchos lugares las condiciones de vida y trabajo eran -como lo son hoy- infrahumanas. El sistema político era el de la Década Infame, es decir, el del ‘Fraude patriótico’, con carencia de soberanía política y democracia real. En 1955, cuando Perón fuera derrocado por un golpe oligárquico-británico, la clase obrera y el pueblo disfrutaban del mas alto nivel de vida de su historia hasta hoy, los ferrocarriles, el petróleo, el gas, los teléfonos, el correo, los telégrafos, todos los servicios, los puertos, el comercio exterior y más de la mitad de la economía, eran del Estado nacional. La Argentina se había industrializado y producía tractores, aviones, barcos, tanques, automóviles, locomotoras, trenes. Había desarrollado energía nuclear propia, construía diques, represas, obras públicas de todo tipo, industria militar propia, estaba sentando las bases para la industria pesada y poseía el segundo PBI por habitante del mundo. Pero particularmente, los trabajadores y el pueblo gozaban de un sistema de distribución de la riqueza y de beneficios sociales único en el mundo. ¿O acaso en 1951 -por tomar un año- los trabajadores soviéticos o chinos, vivían mejor que los argentinos? ¿Y para el mismo año, cómo vivía y que derechos tenía, el proletariado negro-pobre norteamericano? Es imposible ignorar o denostar la Revolución Peronista en su esencia: el haber logrado una porción significativa -la más alta hasta hoy- de soberanía nacional, un altísimo nivel de justicia social y de autonomía económica. La Argentina no debió un solo dólar entre 1945 y 1955 y se negó a ser parte del FMI, cuando éste se fundara, ejerciendo una fuerte soberanía política y económica útil al resto de Latinoamérica.
Según parece nuestra ‘izquierda’ sigue sin entender de que se trató el Peronismo, y lo que es peor, sigue sin entender de que se trata la Nación. De allí que nuestra izquierda, a diferencia del resto de América Latina, sea todavía un lugar vacío. Podría por lo menos leer al enemigo para saber qué piensa el imperialismo de Perón. Seguramente sabrían, que hace unos meses Condolezza Ryce dijo que había que ‘ terminar con el mal ejemplo del nazi Peronismo en América latina, donde abreva Chávez.’ Se refería claro está a la idea de soberanía política e independencia económica, que el Peronismo mostró era posible en América Latina. Hubo también otros representantes imperiales que fueron más claros aun sobre el rol histórico de Perón. Winston Churchill, dijo en 1955: ‘La caída del tirano Perón en Argentina es la mejor reparación al orgullo del Imperio y tiene para mí tanta importancia como la victoria de la Segunda Guerra Mundial, y las fuerzas del Imperio Inglés no le darán tregua, cuartel ni descanso en vida, ni tampoco después de muerto.’ (6) El historiador británico Harry Ferns, señaló ¿proféticamente? en 1969: ‘Como no sea mediante una guerra civil devastadora, resulta difícil imaginar cómo puede deshacerse la revolución efectuada por Perón.’ (7) Más recientemente, el Comandante Fidel Castro, quien fuera detenido en el Bogotazo , de 1948, acusado por la CIA de ‘joven estudiante Peronista de origen cubano’, expresó una opinión contundente sobre Perón. ‘Perón, en Argentina (.. .), hay que ver en el momento en que surge, en 1943 lo nombran ministro del Trabajo y hace tales leyes que cuando lo llevan a las prisiones el pueblo lo rescata (…).
Perón era Agregado de Embajada, estuvo allá en Roma en los años treinta en la era mussoliniana y algunas de las formas y métodos de movilizaciones de masas que vio le impresionaron. Hubo influencia, incluso en algunos procesos; pero en estos casos que he mencionado esa influencia, Gaitán y Perón la utilizaron en un sentido positivo, porque hay que ver que Perón hizo reformas sociales. Perón comete, digamos, un error: ofende a la oligarquía argentina, la humilla, le quita el teatro simbólico y algunas instituciones simbólicas; trabajó con las reservas y los recursos que tenía el país y mejoró las condiciones de vida de los trabajadores y los obreros son muy agradecidos y Perón se convirtió en un ídolo de los trabajadores(8).‘ En la balanza del todo Perón es necesario ubicar su rol histórico de constructor de la mayor experiencia de nación justa, libre y soberana que vivimos los argentinos, así como su fuerte impronta de unidad continental, más allá de sus errores o desviaciones autoritarias. De las cuales no lo exculpamos, pero es bueno recordar, que de ello no estuvo exenta ninguna de las experiencias llamadas Socialistas hasta hoy.
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Notas
1.- Barreiro Hipólito, Juancito Sosa, El Indio que Cambio la historia, BsAs., 2000.
2.- García Lupo Rogelio, Últimas Noticias de Perón. BsAs. 2006
3.- Gurrucharri E., Alberte, Un Militar entre obreros y guerrilleros, Colihue, 2001
4.- Lapolla Alberto La Esperanza Rota , De La Campana 2005.
5.- Seoane María Todo o nada, Planeta BsAs., 1997. pag 176..
6.- Discurso de Winston Churchil en la Cámara de los Comunes 09-1955
7.- Ferns Harry S., La Argentina , Sudamericana, BsAs., 1971, pag247.
8.- Ramonet Ignacio, Biografía a Dos Voces. Ed., Debate. 2006
9.- Del Frade Carlos, El Litoral, 30 años después. Sangre, dinero y dignidad. Rosario, 2006.
10.- Lenin V. , Contra la Burocracia-Diario de las Secretarias de Lenin, Cd. Pas.yPte.,1974
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Alberto J. Lapolla es autor de Kronos, Una Historia de los años Setenta. Tomo I, el Cielo Por asalto: 1966-1972. Tomo II, La Esperanza Rota : 1972-1974, Tomo III: La Derrota , 1974-1976.