Recomiendo:
0

Buenos Aires y los sarracenos

Fuentes: ANRed

Como siempre y, por lo tanto, de modo previsible, vinieron en masa los sarracenos y, mucho más que de costumbre, nos molieron a palos pues Dios está con los malos cuando son más que los buenos (y sobre todo cuando los supuestos buenos están lejos de serlo y tienen mucho en común con los malos). […]

Como siempre y, por lo tanto, de modo previsible, vinieron en masa los sarracenos y, mucho más que de costumbre, nos molieron a palos pues Dios está con los malos cuando son más que los buenos (y sobre todo cuando los supuestos buenos están lejos de serlo y tienen mucho en común con los malos).

El triunfo aplastante de Mauricio Macri en las elecciones porteñas -donde obtuvo el 47 por ciento de los votos contra el casi 28 de Daniel Filmus, el candidato del gobierno-difícilmente podrá ser revertido el 31 en la segunda vuelta pues a Macri le bastará para superar el 50 por ciento de los sufragios con obtener un puñado de votos de la Unión Cívica Radical y de la Coalición Cívica de «Lilita» Carrió, que ya le dieron su apoyo. El kirchnerismo podría lograr un milagro sólo si el vencedor perdiese un diez por ciento de sus votos porque una iluminación repentina los llevase a abstenerse o sólo si en la segunda vuelta un sector macrista, convencido de que Macri ya ganó, no votase y votara en cambio, para evitar el desastre, un diez por ciento del 25 por ciento que se abstuvo.

¿Por qué en Buenos Aires, puerto de mar, hay siempre tantos sarracenos? Una razón es que la riqueza que se produce en las pampas y en los suburbios industriales se realiza y se gasta en Buenos Aires, donde el Producto Interno Bruto es de nivel europeo y donde se concentra el poder y el lujo de los propietarios extranjeros y nacionales de las grandes empresas, de los especuladores y financieros, de los sojeros y del turismo con sus modelos de consumo despampanantes. Las diversas clases medias urbanas imitan a esos ricos y potentes y asumen sus valores. Por otra parte, dado que hace decenios que las grandes fábricas que tenía la ciudad están cerradas y que los obreros y clasemedieros pobres que en ella residían han sido expulsados hacia los suburbios, la influencia de los cientos de miles de obreros que llegaban todas las mañanas a trabajar en la Capital y en ella pesaban desapareció junto con la vida democrática, plebeya, de los barrios y la solidaridad vecinal.

El paisaje y la cultura urbanos sufrieron así un enorme deterioro y no hubo contrapeso social a la influencia de la televisión y de los grandes diarios que están en manos de la derecha, los cuales impusieron ideas, normas, gustos, modos de vivir a los porteños y difundieron la incultura pragmática y consumista de las «clases superiores» entre vastos sectores populares que dejaron de pensar en un avance social colectivo y se refugiaron en la pobre esperanza del ascenso social individual, imitando a los «Señores».

Macri no ganó sólo porque la propaganda oficialista fue estúpida y torpe. El macrismo se explica sin Macri. Por eso el kirchnerismo no convenció diciendo que Macri era estúpido, decía tonterías, no trabajaba, no hablaba para no decir barrabasadas -todo lo cual es verdad- ni que dejaba que las escuelas públicas y los hospitales se derrumbasen. Porque los más pobres odian tener que esperar largas semanas para ser atendidos en los hospitales públicos y desearían ir a clínicas privadas, no respetan ni la enseñanza pública ni a los maestros y creen que los colegios pagos son mejores. Y porque, sin darse cuenta de que el Estado nacional subsidia luz, agua, gas, transportes, alimentos, o sea, su nivel de vida, sostienen en cambio las ideas de la oligarquía sobre el carácter parasitario y la ineficiencia del Estado y la apoyaron políticamente en el llamado «conflicto del campo» (o sea, en la negativa de los grandes monopolios sojeros y de los grandes terratenientes a pagar impuestos como cualquier hijo de vecino).

El peronismo de Perón hablaba de soluciones colectivas, arrancadas por los sindicatos. Macri habla hoy, en cambio, como toda la prensa, de soluciones individuales y su lema «vos sos bienvenido» dirigido al vecino pobre quiere decir en realidad no será bienvenido el inmigrante boliviano o paraguayo que llega a tu barrio y obtiene casas, lugares en escuelas y en hospitales y llena el transporte a costa tuya. El sur de la ciudad, donde las fábricas desaparecieron junto con los obreros, y donde se amontonan los trabajadores de los servicios, mal pagados y precarios así como los desclasados, votó también igual que los barrios ricos por Macri porque éste cabalgó un racismo inmundo. O sea, los pobres del sur votaron por Macri para tener una identidad «superior» ante la gente que con ellos convive casi casa por casa. Y ven a los sindicatos como entidades ajenas, dirigidas por millonarios y ladrones. Para recoger esa subcultura, Macri nombró vicejefa de gobierno a una joven de Villa Lugano, como ejemplo de éxito, y le puso como condición que no se maquillara (en contraste con la siempre maquillada Cristina Fernández). El macrismo «popular» es la expresión del atraso, la xenofobia, la incultura y la despolitización y es el ala derecha y más primitiva del mismo sector donde recluta el kirchnerismo. Por eso buena parte de los votos de Macri en octubre podrá votar sin problemas por Cristina Fernández.

El macrismo, además, reclutó buena parte de sus activistas en el peronismo de derecha, que está acostumbrado a comprar votos en los barrios y a recorrerlos organizando ese clientelismo. Macri es además el aliado de ese peronismo ultraderechista, como el del empresario Francisco De Narváez, colombiano ligado a los narcos, que le ganó a Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Al mismo tiempo, como derechista, absorbió los votos de la Unión Cívica Radical (que obtuvo poco más del 2 por ciento tras haber gobernado la capital y el país) y de la Carrió, que sacó el 3 por ciento. Se produjo así una concentración de la derecha contra el kirchnerismo. No hay margen para el proyecto centroderechista de «Pino» Solanas, que perdió la mitad de sus votos. Por su parte la izquierda que lucha por el socialismo pasó del 2,04 en el 2007 al 1,2 en el 2011 pues al no comprender ni la ciudad ni el carácter del kirchnerismo quedó encerrada en la propaganda y la agitación.

Es urgente pues hacer un balance sobre qué es Buenos Aires y qué son hoy tanto el kirchnerismo como los movimientos reaccionarios de masas, como el macrismo, que tiene con aquél puntos de contacto sobre todo en los métodos y la organización. Sin ese balance no hay izquierda posible.

Guillermo Almeyra es Doctor en Ciencias Políticas (Univ. París VIII), profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco, de México, profesor de Política Contemporánea de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Campo de investigación: movimientos sociales, mundialización. Periodista por La Jornada de México.

Fuente: http://www.anred.org/article.php3?id_article=4330