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Burócratas y «progresistas», la fórmula del engaño

Fuentes: IAR Noticias

El gobierno Kirchner acaba de cerrar un trato mafioso y millonario con la burocracia sindical, mediante el cual los nuevos convenios contarán con una cláusula, obligando a los obreros involucrados en los acuerdos – incluídos los no afiliados – a pagarle la cuota a los sindicatos. Pero ese no es el único aporte jugoso que […]

El gobierno Kirchner acaba de cerrar un trato mafioso y millonario con la burocracia sindical, mediante el cual los nuevos convenios contarán con una cláusula, obligando a los obreros involucrados en los acuerdos – incluídos los no afiliados – a pagarle la cuota a los sindicatos.

Pero ese no es el único aporte jugoso que recibirán los dirigentes traidores. El sindicato de los camioneros administrará – a través de su abogado, Juan Rinaldi – un presupuesto de más de 350 millones dee pesos [100 millones de euros] anuales correspondientes a la Administración de Programas Especiales.

Por otro lado, el CTA – en la figura de su principal dirigente piquetero Luis Delía – controlará los planes de vivienda de más de un millón de personas.

Kirchner sumó así a la mayoría de los burócratas a su gabinete, con el objetivo de utilizarlos para desviar y desmovilizar las luchas, preparando el terreno para una confrontación más directa con la resistencia, que sigue siendo el principal escollo para la profundización del ajuste.

Por eso, mientras apuestan a futuro, invirtiendo millonadas en el reequipamiento y reorganización de las Fuerzas Armadas, depositan ahora sus principales esfuerzos en la tarea de minar las fuerzas de los batallones de vanguardia de la clase obrera, utilizando a los burócratas y a los políticos progresistas.

Los primeros, para llevar los conflictos a la vía muerta de la «negociación colectiva» y los segundos, para adormecer a las masas, convenciéndolas del carácter «nacional y popular» del gobierno kirchnerista.

Pero, aunque el gobierno privilegie ese tipo de políticas, sale a pegar fuerte apenas las circunstancias se lo permiten. Así lo demostró en la provincia del presidente – Santa Cruz – que es el lugar en el país donde más se reprime, encarcela y tortura; o en el norte, donde uno de sus principales aliados, el gobernador de Salta, acaba de reprimir violentamente a los pobladores de Tartagal.

Ese fue el camino que intentaron transitar en varios de los conflictos más importantes que se sucedieron en el 2005, como cuando el Ministerio de Trabajo pretendió ilegalizar la huelga de los pilotos o cuando montaron una campaña «sucia» a través de los medios contra el Garrahan. Y en esa dirección camina el proyecto de ley del gobernador Solá, que – de concretarse – prohibirá las huelgas en el ámbito estatal.

En la medida en que la situación social se vaya radicalizando comenzarán a combinar esa política represiva «institucional» con mecanismos parapoliciales, como ya sucedió con la bomba que explotó en Plaza de Mayo en medio de las columnas de izquierda o cuando las patotas de Patria Libre apalearon al activismo en Tucumán o en Rosario.

Los activistas concientes y la izquierda deberían analizar el discurso pronunciado por Humberto Tumini – principal dirigente de Patria Libre – cuando en el acto de conmemoración del aniversario de esa agrupación «izquierdista» ultraoficialista, amenazó a la izquierda con «seguir rompiendo cabezas»…

Comisiones de lucha y piquetes, la fórmula de la resistencia

La vanguardia del nuevo proletariado forjado por la reconversión económica, recién está dando sus primeros pasos, es inexperta, muy débil y no cuenta aún con una visión política independiente.

Sin embargo su virtud radica en que no tiene puntos de contacto ni acercamiento con los viejos burócratas sindicales del PJ o los «nuevos» dirigentes conciliadores de la CTA y demás aparatos burocráticos.

Esa característica, sumada al hecho de que la izquierda – aún a pesar de su crisis y dispersión – sigue siendo el único sector político que apoya las luchas, acerca objetivamente a estos jóvenes activistas a las posiciones de los socialistas. Una situación favorable para comenzar a construir una nueva conducción obrera.

Pero para que la nueva vanguardia se convierta en la dirección que reclaman las circunstancias, deberá elevarse políticamente, encarando la tarea de unificar la resistencia contra el gobierno y su ajuste.

El primer paso en ese sentido es impulsando consecuentemente la realización y masificación de las asambleas de base. Ese es el terreno en el cual deberá imponerse el método de la democracia obrera.

Los nuevos dirigentes tendrán que organizar conducciones eficaces para los conflictos, superando de esa manera los límites que imponen los cuerpos de delegados e internas, organizando a los mejores activistas en comisiones de lucha.

Estos organismos para la acción directa deberán ser mucho más que un mero «soporte» de los delegados y de la comisión interna, una verdadera dirección para la guerra contra la patronal y el ajuste.

Pero esta guerra de clases se planteará en términos difíciles, ya que las patronales y el gobierno se aprestan para confrontar duramente contra la resistencia y no habrá manera de derrotarlos sin ubicarse a la altura de esas circunstancias.

Las asambleas y comisiones de lucha deberán resolver y organizar los piquetes obreros para defenderse de los ataques – tanto oficiales como parapoliciales – de las patronales, la burocracia y el gobierno.

La izquierda debería ponerse a disposición de los nuevos dirigentes y de los organismos de lucha que estos encabezan, para ayudar a organizar los piquetes, comenzando por ponerse al frente de los mismos.

Unidad y coordinación de las luchas, la tarea por cumplir

Una manera táctica de lograr que las luchas avancen en la unificación es haciendo votar en las asambleas y plenarios de delegados la exigencia a los burócratas para que estos convoquen a medidas de lucha del conjunto. Allí donde las condiciones todavía no maduraron para pasar por encima de la burocracia, este será el primer escalón a transitar.

Sin embargo no será más que una cuestión táctica al servicio de que las bases terminen de hacer la experiencia con los dirigentes tradicionales y se terminen de unir en la acción los sectores de vanguardia con los de la retaguardia. Apenas haya un mínimo de condiciones la nueva vanguardia deberá jugarse a desbordar los cuerpos orgánicos y coordinar las luchas de su sector, gremio o región.

La única manera de torcerle el brazo a las patronales y al gobierno será poniendo en pie un centro coordinador que centralice las luchas en la perspectiva de organizar desde las bases una poderosa Huelga General que imponga una salida obrera y popular a la crisis.

Para avanzar hacia ese objetivo las conducciones combativas, como la que integran los compañeros del subte, ferroviarios, seccionales docentes de oposición y las organizaciones de izquierda deberían juntarse y constituir un comando central de la resistencia, cuya primer resolución sea impulsar las peleas reivindicativas parciales y rodear de solidaridad activa a todos los que luchan.