El Indec acaba de informar la evolución de la actividad económica del tercer trimestre del 2018 (julio, agosto y septiembre), con una reducción del -3,5%, lo que supone un achique de la torta a repartir, y obvio, los sectores más concentrados nada resignan y por ende, a la mayoría empobrecida le toca menos. La consecuencia […]
El Indec acaba de informar la evolución de la actividad económica del tercer trimestre del 2018 (julio, agosto y septiembre), con una reducción del -3,5%, lo que supone un achique de la torta a repartir, y obvio, los sectores más concentrados nada resignan y por ende, a la mayoría empobrecida le toca menos.
La consecuencia directa es la suba del desempleo. Si en septiembre del 2017 el desempleo abierto alcanzaba al 8,3%, ahora es del 9% y la subocupación pasa de 10,8% al 11,8%, agravado con la presión sobre el mercado de trabajo de quienes buscan mejorar sus ingresos y condiciones laborales, que pasó del 29% al 32% en un año.
No cabe duda que la peor parte de la dura situación económica recae sobre los sectores de menores ingresos, los más vulnerables a las condiciones de funcionamiento económico bajo la policía hegemónica del capitalismo en la Argentina.
Según la Universidad Católica Argentina, la pobreza creció en más de 2 millones de personas, con un indicador del 33,6%, evidenciando el deterioro de las condiciones de vida de millones de personas.
Los indicadores económicos
Bajo estas condiciones no sorprende la baja de la producción y los servicios, con reducciones en el agro, la ganadería y la pesca de -5,2%; con la industria manufacturera con -6,6% y el Comercio mayorista y minorista cayendo en un -8,9%.
En sentido contrario, los servicios financieros crecieron 5,1% y la actividad inmobiliaria un 1,1%.
Así, el contraste es importante y todo aquello que está asociado a la producción se contrae, mientras crecen los rubros vinculados a la actividad especulativa.
En ese marco no sorprende la caída del .4,5% del consumo privado, explicada por la merma de ingresos de la mayoría empobrecida, o la baja del consumo público del orden del -5%, motivado en un ajuste continuado que se proyecta hacia el 2019 con el Presupuesto aprobado recientemente.
Más fuerte que la caída del consumo es la reducción de la inversión, un tema presente en el discurso oficial que sigue esperando el ingreso de capitales externos.
La inversión cae en el periodo con un -11,2% mostrando los límites actuales del capitalismo local, que sin inversiones dificulta el proceso de valorización de capitales.
De ese modo, la inversión en máquinas y equipos cae en un -13,3% y en equipos de transporte un -36%.
Importa destacar que ni el sector privado local ni el Estado disponen de recursos para resolver la disposición financiera para poner en dinámica inversiones locales y por eso se acude a la externa, que no llega, porque privilegia otros destinos, más aún cuando sube la tasa de interés en EEUU.
Con una suba incesante del riesgo país local, a unos 821 puntos por encima de la tasa de EEUU, los capitales buscan reguardo fuera de la Argentina.
Es discutible que el país no tenga recursos financieros, con 66.000 millones de dólares en las reservas internacionales, claro que gracias al swap suscripto con China y al último desembolso del FMI. Entre ambas operaciones se acumularon 15.000 millones de dólares en las reservas que administra el BCRA.
Claro que si se dispusieran de esos fondos para un proyecto productivo y de desarrollo que no se subordine a la lógica de la acumulación de los capitales hegemónicos, es poco probable que el FMI sostuviera su línea de apoyo financiero, pero vale mencionarlo para discutir la imposibilidad de recursos propios para un plan económico alternativo.
Oferta y demanda achicada
La ecuación macroeconómica supone pensar la igualdad entre la oferta y la demanda global. La oferta se constituye por el PBI, que como dijimos cayó un -3,5% más las importaciones, que producto de la recesión se redujeron en un -10,2%. Con estos datos, la oferta global cae -5,1%.
Del lado de la demanda global tenemos una baja del -5,1% (equivalente a la oferta) compuesto por una baja del consumo del -5%, del -11,2% de las inversiones y una reducción del -5,9% de las exportaciones.
Como la oferta es igual a demanda, lo que tenemos es una caída en todas las variables, afectando a la mayoría de la sociedad que ve reducirse la torta a repartir.
A una menor torta, los sectores enriquecidos disputan no ceder su pauta de ingreso regular y por ende empujan un ajuste en toda la línea a los sectores populares, lo que supone más pobreza, desempleo y baja de ingresos, por salario, jubilaciones o planes sociales.
La Argentina funciona con endeudamiento público deliberado, lo que sostiene al gobierno Macri.
Como el problema es que pasa al día siguiente…, es decir, en el 2020, el poder mundial que sostiene al macrismo con préstamos, abre el paraguas con el indicador del Riesgo País para presionar al ajuste y a la quita de derechos sociales, laborales y de la seguridad social, y así cobrar sus acreencias en el futuro.
Se propone así, inducir la llegada de inversiones externas para la recuperación de la economía con salarios rebajados y menores costos en la contratación de la fuerza de trabajo.
El momento de la ampliación del ajuste coincide con un tiempo electoral en el 2019 y por eso, ante la falta del estímulo económico para disputar el voto, se acude al accionar ideológico propagandístico con apoyo mediático y del entramado del poder del Estado en el ámbito municipal, provincial y claramente con complicidad parlamentaria y judicial.
¿Puede continuar el macrismo en 2019?
Solo si lo facilita una dinámica social dispersa y fragmentada en la crítica y la resistencia a las medidas oficiales, muchas veces acompañadas de la oposición que solo busca disputar la gestión del capitalismo local.
Una respuesta diferente requiere de una densidad social movilizada y organizada con importante conciencia de transitar un rumbo alternativo, incluso más allá del orden capitalista. Insistimos en ello porque es la gran tarea del momento.
Sin ganar en conciencia social de otro rumbo será muy difícil revertir los reaccionarios cambios que se consolidan en el orden vigente desde diciembre del 2015 y que pretenden consolidarse en 2019, mucho más si la oposición sistémica solo busca sustituir al gobierno para gestionar el rumbo anti popular.
No se puede especular con un resultado electoral anti macrista que no se sustente en dinámica social en conflicto, al que debe sumarse la conciencia de un programa de transformación social con eje en la satisfacción de las amplias necesidades sociales.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.