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Cambiemos: de la mentira al grotesco

Fuentes: Rebelión

No resulta difícil enumerar, durante el gobierno de Mauricio Macri, el compendio de argumentos dolorosamente absurdos fabricados por la maquinaria del poder real para sostener sus propios intereses. Tanto el gobierno como sus aliados mediáticos y judiciales, en su desenfrenada carrera por sostener la reelección, apelaron y apelarán a cualquier estrategia, así contenga la dosis […]

No resulta difícil enumerar, durante el gobierno de Mauricio Macri, el compendio de argumentos dolorosamente absurdos fabricados por la maquinaria del poder real para sostener sus propios intereses. Tanto el gobierno como sus aliados mediáticos y judiciales, en su desenfrenada carrera por sostener la reelección, apelaron y apelarán a cualquier estrategia, así contenga la dosis de irrealidad y extrañeza que imaginó Franz Kafka en su obra.

Delincuentes denunciando dinero robado. Chantajistas juzgando a coimeros. Evasores republicanos de discurso ético. Impunidad para encarcelar sin pruebas. Pleitesía ciega de los magistrados. Guardaespaldas y patoteros mediáticos. Todo esto, que bien podría tratarse de la trama de una ficción, ocurre en la Argentina gobernada por una derecha dispuesta a cualquier cosa para evitar el regreso del populismo.

La búsqueda del dinero de la corrupción K llena aun las portadas y las pantallas de los grandes medios hegemónicos. ¿Alguna otra escena más grotesca que contemplar a los delincuentes económicos de la Patria offshore buscando dinero inmoral ajeno? Las desventuras de los operadores mediáticos en los paraísos fiscales, y las imágenes de las excavadoras en la Patagonia para hallar el supuesto dinero enterrado, harían las delicias de Kafka, Beckett o, incluso, nuestro Macedonio Fernández. Pero hay muchas más escenas como estas.

El fiscal que investiga la causa por coimas en la obra pública (el caso de los Cuadernos) acaba de ser denunciado por chantajear a un empresario a cambio de desligarlo de la causa. De esta forma, Carlos Stornelli (o «Extornelli», como se lo conoce en los pasillos de los tribunales de Comodoro Py), quien debe impartir justicia persiguiendo coimeros, es acusado de coimero. Un elogio de la absurdidad.

A su vez, la prensa oficialista, que se ha cansado de generar operaciones mediáticas para inculpar a ex funcionarios del gobierno anterior, acusó a la oposición de sabotear la credibilidad del fiscal. En fin, allí tenemos a los eternos operadores denunciando una operación en contra de Stornelli. Pero lo absurdo continúa: la misma prensa denunció a los presos K (detenidos según la Doctrina Irurzun) de haber sido los autores de la movida contra el fiscal. La propia Elisa Carrió, autoerigida como la Fiscal de la República, se apresuró en exculpar sin pruebas al fiscal acusado.

La Doctrina Irurzun es la que justifica la orden de detenciones de ex funcionarios que, por sus contactos, lazos o relaciones creadas por el poder que detentaron, puedan entorpecer el avance de una causa. Vale decir, estos ex funcionarios hoy detenidos precisamente para no entorpecer ninguna causa, lograron desde las sombras entorpecer una de ellas al operar nada menos que contra el fiscal que la investiga (¡!).

La propia causa de los Cuadernos también tiene su costado absurdo. Es la primera vez en la historia de la humanidad que con las fotocopias de unos supuestos cuadernos jamás hallados un juez se permite encarcelar a funcionarios y empresarios, tirando por la borda el debido proceso. El juez Claudio Bonadío, correveidile de la embajada de Estados Unidos, pretende lo que sus amos: entregar la obra pública a las empresas transnacionales, y proscribir a CFK. Al igual que su colega Sergio Moro en Brasil, Bonadío cumple con la función que el poder real le ha otorgado para sacar de la escena política al populismo. Pero sobre sus cabezas se divisan los piolines del titiritero, el Departamento de Estado.

Lo absurdo no es una exclusividad argentina: en Brasil, el juez Moro encarceló sin pruebas (por «íntima convicción«) a Lula, el candidato favorito a ganar las elecciones, allanando el camino para que el neofascista Jair Bolsonaro fuese elegido presidente. Y la parábola se completa con el nombramiento posterior de Moro como ministro de Justicia. Encarcelar con la «Doctrina Irurzun» o por «íntima convicción«: las garantías constitucionales vuelan por los aires en esta tragedia jurídica convertida en la quintaesencia de la pesadilla kafkiana.

Mientras tanto, los que asumieron diciendo que venían por la República la están despedazando; quienes dijeron perseguir la honestidad y la transparencia, están saqueando el Estado; los que venían por la verdad terminaron por instalar la mentira en todos sus formatos (ejércitos de trolls, fake news y blindaje mediático). Quienes venían a liberar a los argentinos de la cadena nacional terminaron vaciando la TV pública, la radio estatal y la agencia de noticias TELAM, y engrosaron las arcas de los monopolios privados de la comunicación.

Entre tormentas y crecimientos invisibles, el presidente Macri insiste en que la situación del país -luego de haber exterminado la economía real- se encuentra en una «posición más sólida que cuando asumió», hace tres años. Lo absurdo se manifiesta a flor de piel: vino por la pobreza cero y la aumentó; vino por el empleo de calidad y liquidó la industria y la producción; vino a bajar la inflación y la multiplicó; vino por la formalización del trabajo y lo precarizó aun más. Vino a no endeudarse y tomó deuda como nunca antes en la historia.

El esfuerzo de la maquinaria mediática por militar el ajuste y sostener como sea al gobierno neoliberal forma parte de una antología de la absurdidad, según se desprende de los siguientes titulares de la prensa oficialista, que ni de cerca agotan la lista: «La decencia de los que buscan entre la basura«, «Hallan el método más increíble para adelgazar: comer tierra» o «¿Vale la pena ir a la Universidad?». Por otra parte, la presencia de candidatos antediluvianos como el empresario salteño Alfredo Olmedo, con su discurso fascista y esperpéntico, le aporta una cuota mayor de inconsistencia a la grotesca realidad.

Pero, sin dudas, uno de los argumentos más absurdos que hemos conocido en estos años de retroceso es, ingratamente, el que surge de boca de muchos trabajadores que, militando la crisis, prefieren tropezar otra vez con la misma piedra: «aunque esté peor que antes, los volvería a votar«. Un sinsentido que, no obstante, explica el triunfo cultural del neoliberalismo en su pugna por las subjetividades.

Seguramente el gobierno de Macri será juzgado como aquel que restauró los privilegios conservadores y neoliberales. Pero, también, como el que exorcizó la realidad con un relato plagado de imágenes y argumentos inverosímiles. El oficialismo estuvo obligado a falsear la realidad, sencillamente porque su verdad es inconfesable: ajustar, excluir, concentrar mayor riqueza en los sectores dominantes, endeudarse, evadir y fugar. Nunca pudo ni podrá salirse del libreto sin colisionar contra sus propios principios.

Para el Gobierno, decir la verdad es exponerse brutalmente ante su vergonzoso secreto: el de seguir manteniendo los privilegios de una clase que todo lo tiene y todo lo quiere. Necesita atrincherarse detrás de un relato que la realidad ya se encargó de hacerlo inverosímil. Aunque, en su fase final luzca, cada día, un poco más disparatado.

Gabriel Cocimano (Buenos Aires, 1961) Periodista y escritor. Todos sus trabajos en el sitio web www.gabrielcocimano.wordpress.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.