El macrismo se adelantó a mostrar un triunfo nacional que se fue opacando con el pasar de las horas. Empate técnico en la madre de todas las batallas y en Santa Fe. El FIT resiste la polarización, consolida su espacio y realiza muy buenas elecciones en varios distritos del interior del país.
Con música de fiesta y el clásico merchandising PRO, el oficialismo pretendió congelar la fotografía que mostraban los primeros números oficiales de las elecciones primarias. Sin embargo, la victoria nacional fue mostrando las contradicciones en la película de trasnoche.
La coalición Cambiemos se impuso cómodamente en la Ciudad de Buenos Aires, en las provincias de Córdoba, Mendoza y Corrientes. También ganaba en Jujuy, Entre Ríos, La Pampa y Neuquén. Triunfó con gran diferencia en San Luis, el histórico reinado del clan Rodríguez Saá y en el presunto bastión kirchnerista, Santa Cruz, también se impuso por amplia diferencia. En Santa Fe, uno de los tres distritos más importantes del país, la elección estaba pareja.
Cuando se conocieron los primeros datos oficiales, el oficialismo pretendió imponer esa foto de éxito nacional. Sin embargo, avanzado el escrutinio, el resultado de la provincia de Buenos Aires -nada más y nada menos- opacó esa imagen. En el distrito más importante del país, donde se concentra el 38 % del padrón electoral, se impuso una fuerte polarización con Cristina Fernández de Kirchner y Unidad Ciudadana y un empate técnico con denuncias de maniobras para evitar que se conozca el resultado final.
En este territorio clave, designado como la madre de todas las batallas, la polarización alentada fuertemente por las corporaciones mediáticas fue más intensa. El voto a las dos fuerzas mayoritarias no se caracterizó por el respaldo a las propuestas o programas de cada una de las coaliciones. Primó el voto castigo o rechazo enérgico al contrincante.
Cristina Fernández centró su moderada y «muda» campaña en la denuncia del ajuste que lleva adelante Mauricio Macri, mostrando a los afectados por el plan de Cambiemos. Se postuló como el vehículo para castigar al Gobierno y enviar un mensaje para poner un límite. Cambiemos puso el eje en el «rechazo al pasado», golpeando sobre los inocultables hechos de corrupción del kirchnerismo y sobre el doble discurso que implicaba agitar, ahora, contra el ajuste y el deterioro de las condiciones sociales, cuando después de 12 años de administración, dejaron un país con más 30 % de pobreza, precarización laboral y estancamiento económico. En el último tramo de la campaña y con su figura más «taquillera» y de mayor perfil «social» a la cabeza, María Eugenia Vidal, el macrismo hizo proselitismo en modo «oposición de la oposición».
En ese contexto, el Frente Renovador de Sergio Massa, que acompañó fielmente al oficialismo en sus principales medidas, no resistió la polarización bonaerense y apenas superó el 15 % de los votos. Mientras que el gran derrotado de la jornada fue Florencio Randazzo: con el aparato del PJ a su disposición y el respaldo del grueso de la burocracia sindical, no alcanzaba el 6 % de los sufragios.
Pese al evidente deterioro de los indicadores de la economía y de todos los índices sociales producto del ajuste, el oficialismo logró imponer la polarización contra la eventual «vuelta del pasado». Contó con dos inestimables ayudas: los grandes aparatos mediáticos, altamente beneficiados por Cambiemos (con Clarín a la cabeza) blindaron al macrismo, ocultando los hechos de corrupción propios (Panama Papers, Correo, Avianca). Y la escandalosa desaparición de Santiago Maldonado luego de la represión de Gendarmería a la comunidad mapuche en Chubut tuvo un tratamiento verdaderamente bochornoso y cómplice. También hicieron su aporte ciertas fracciones del poder económico con el agite del «terror», con el método de empujar minicorridas contra el peso, para generar la exagerada sensación de que una derrota oficialista podía provocar una debacle económica.
La torpeza (intencional o no) del macrismo, festejando por anticipado provocó la algarabía del kirchnerismo cuando se equilibraron los números en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, el festejo del kirchnerismo también parece desproporcionado: la expresidenta obtuvo casi la misma cantidad de votos que la fórmula maldita de Aníbal Fernández-Martín Sabattella en las generales de octubre de 2015.
El oficialismo no puede leer estos resultados a nivel nacional como un respaldo contundente o un cheque en blanco para su programa neoliberal, que moderó con cierto gradualismo impuesto por la relación de fuerzas. Pese a que cuenta con un destacado apoyo de importantes sectores de clase media (que influye sobre otros sectores) que comparten la ilusión de que la situación puede mejorar y siguen rechazando fuertemente al kirchnerismo.
Cambiemos obtuvo triunfos que son simbólicamente estridentes (Santa Cruz, San Luis, Entre Ríos o La Pampa) que estaban en manos de los distintos peronismos, pero tomada la elección de conjunto los números no son tan contundentes. En Córdoba, una provincia tradicionalmente antikirchnerista es donde más funcionó la operación de polarización. El peronismo de esa provincia se caracterizó por su fuerte impronta macrista y fue de gran ayuda: antes de votar a la fotocopia se votó al original.
El contundente triunfo de Elisa Carrió en Ciudad Autónoma contiene algunas contradicciones destacables: no pertenece al personal del «PRO puro» y tiene un alto componente de lo que llaman un «voto honestista». Actuó como denunciadora serial del kirchnerismo, pero también hizo demagogia, acusando a figuras impresentables que pertenecen al oficialismo (el operador macrista Daniel Angelici o la segunda jefa de los servicios de inteligencia, Silvia Majdalani). En ese marco, es la emergente y catalizadora de un fracaso del oficialismo que va por los dos años de gestión: la supuesta lucha contra las mafias.
En Mendoza, otro bastión del oficialismo, la ventaja de Cambiemos fue de ocho puntos (41 a 33), en Jujuy de seis (35 a 29). Al cierre de este artículo, en Santa Fe había un empate técnico con guarismos bajos (27 puntos cada uno) y en lo mismo sucedía en la provincia de Buenos Aires con poco más de 34 puntos. En las dos últimas provincias había denuncias del kirchnerismo por la demora en la carga de los datos.
Por el lado del peronismo, la «remontada» de Cristina Fernández (que en el bunker de Unidad Ciudadana se vivió como un triunfo) y las derrotas de los peronismos provinciales varios (Córdoba, San Luis, con la excepción de Juan Manuel Urtubey en Salta), además de las malas elecciones de Massa y Randazzo, dejó más que abierta la crisis de liderazgo del peronismo en su conjunto.
En este escenario con fuertes tendencias a la polarización, el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (ver nota aparte) consolidó su espacio en la provincia y la ciudad de Buenos Aires y realizó una histórica elección en Jujuy y muy destacada en Mendoza, así como en Neuquén, Salta y Santa Cruz. Pasaron las PASO y se abrió la batalla camino a octubre con el desafío y la posibilidad de avanzar en la presencia del FIT en el Parlamento Nacional y en las legislaturas de todo el país.
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