Hace unos años escuché preguntar ¿por qué quién hoy nazca en cualquier pueblito de las provincias de Formosa o Santiago del Estero, muy probablemente viva menos que la mayoría de otros nacidos en los residenciales barrios del Gran Buenos Aires como San Isidro o Vicente López?
Hoy, en pleno siglo XXI y atendiendo a las políticas públicas en danza, continúan siendo débiles las respuestas a ese interrogante.
No quedan dudas que la tecnología está proporcionando los instrumentos para que tengamos esos datos y las acciones que permitan corregirlas, pero de ellos se habla poco o nada. Quedan oscurecidos por generalidades que hablan mucho y dicen poco.
En el curso de los últimos días, circularon dos informes de los cuales se pueden sacar algunas conclusiones. En ambos aparece el tema del vínculo entre pobreza y salud. En un caso se trata acerca de la relación entre pobreza y genética; el otro refiere a la distribución de los médicos en la geografía nacional argentina. Ambos temas se vinculan y potencian mutuamente.
Genética de la pobreza
La información, sobre este vínculo, tomó vuelo a partir de publicaciones especializadas que dan cuenta de investigaciones. Llegó a nuestro país con un reportaje, publicado en la plataforma de Infobae, al cardiólogo Oscar Cingolani, un argentino que se desempeña en el Hospital Johns Hopkins (Baltimore, EEUU), donde se desarrollan las relaciones existentes entre las desigualdades sociales generadas por la pobreza y las modificaciones que se evidencian en el ADN de las personas.
Así es como se pudo comprobar que personas que tenían entre 30 y 35 años venían predispuestos a ciertas enfermedades crónicas y con menores defensas (Alzheimer, obesidad, artritis reumatoidea, diabetes, presión arterial) Sus organismos tenían las condiciones de personas de mayor edad.
Yendo para atrás en el tiempo, las investigaciones sobre esas personas permitieron determinar que ellas provenían de ambientes donde la desnutrición, la mala alimentación, consumos indebidos, hacinación, estaban construyendo las condiciones para la modificación en el ADN de esas personas.
Eso afectaba sus vidas y también las de su descendencia. La misma investigación permitió constatar que esas personas provenían de entornos donde el acceso a la salud era más difícil y su atención era de menor calidad.
Más allá de su manifestación concreta eran enfermedades hijas de la desigualdad y la pobreza y cuya continuidad no era inocua, porque afectaría a las generaciones futuras. Es decir, se crean las condiciones para que la vulnerabilidad actual se reproduzca en el tiempo.
Hoy, los datos indican que la pobreza es mayor en los menores. Eso nos está advirtiendo sobre las negativas perspectivas de futuro, si no se producen rápidas y profundas transformaciones socioeconómicas y culturales.
Esta incidencia de las carencias en la modificación del ADN es un tema científico que hace aún más dramático el tema de la pobreza. Al tradicional concepto que el ADN era una herencia familiar, se le agrega esta perspectiva donde las deficiencias –sobre todo alimenticias y durante la niñez- se van incorporando al ADN de las personas y se trasmiten a sus descendencias.
Distribución geográfica de los médicos en la Argentina
A ello se debe agregar algunos datos complementarios, publicados en “El Cohete a la luna”, sobre los médicos y su distribución. Es sabido el rol vital que éstos tienen en materia de atención al tema salud. Esa mala distribución fortalece lo que se viene construyendo desde que la “Generación del 80” (del siglo XIX) organizó este país portuario, luego de la derrota de los caudillos federales. Desde entonces, “Dios y los médicos atienden en Buenos Aires”.
Este es un aspecto, el más estudiado, pero hay otro que se repite y se da al interior de cada una de las provincias. Se trata –a su vez- de la concentración de médicos en los grandes centros urbanos o capitales. Todo ello en desmedro de la población que reside en el campo o las pequeñas localidades o poblados.
Dentro de las variadas formas de medir tal evolución aquí se tomarán algunos números respecto a dos aspectos: La evolución del total de médicos y su asentamiento geográfico.
Según los datos proporcionados por la Red Federal de Registros de Profesionales de la Salud (REFEPS) que depende del Ministerio de Salud de la Nación hay una desigual distribución de los médicos en los distintos puntos de la geografía nacional, con una mayor concentración en los sitios, de ingresos más altos y mayor población.
Los datos generales, respecto a la totalidad de médicos inscritos, indican que -para el año 2020- en el mencionado Registro figuraban 183.475 médicos activos, con un promedio de 3,88 médicos cada mil habitantes, una cifra parecida a la de los países centrales.
Ellos estaban distribuidos de tal modo que los números más altos (por cada mil habitantes) se distribuían de la siguiente manera: Ciudad Autónoma de Buos Aires –CABA-, 16,54 médicos; Santa Fe 4,58; Tierra del Fuego 4,42 y Córdoba 4,35. En el final de esta escala están las provincias con menor proporción de médicos: la encabezaba Santiago del Estero con 1,76 médicos; Misiones 1,86; Formosa 1,94 y Chaco 2,17.
Dentro de esa cifra general se puede incorporar la evolución –de la cantidad de médicos- desde el año 2014 hasta el 2020. Ese período tuvo un promedio nacional de crecimiento del 9,25%. Los números extremos indican que, durante el mismo, la cantidad de médicos asentados en la capital del país creció un 19%; mientras los asentados en Santiago del Estero disminuyeron en un 9,54%.
En materia de incrementos, le siguen a CABA: Entre Ríos (18,10%), San Juan (17,28%) y Misiones (16,68%). En el otro extremo, la disminución de dichos profesionales, siguiendo a Santiago del Estero son: La Pampa (con menos 1,95%) y Chaco (con menos 0,11%). Estas proporciones están estrechamente vinculadas al PBI per cápita de cada una de estos distritos.
La puesta en común de lo dicho en materia de los cambios genéticos que tienen su antecedente en la pobreza y la desigual distribución territorial de los médicos dan una idea del tipo de sociedad que estamos construyendo y sus perspectivas futuras.
Eso nos introduce en el crimen social, si dr continúa sin dar una solución al problema en material social, básicamente alimenticia, porque algunos efectos –de la mala alimentación actual- sobre la salud serán trasladados a las generaciones venideras, genéticamente predispuestas a variadas enfermedades de características crónicas.
Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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