No es la primera vez, no será la última. Este diario llegó al mundo con muchas buenas intenciones y un solo lema: «Nacido para molestar». De las intenciones concretó algunas y se esfuerza por alcanzar o recrear otras. Pero el lema lo cumplió con creces y, claro, también pagó por ello. Desde sus primeros días […]
No es la primera vez, no será la última.
Este diario llegó al mundo con muchas buenas intenciones y un solo lema: «Nacido para molestar». De las intenciones concretó algunas y se esfuerza por alcanzar o recrear otras. Pero el lema lo cumplió con creces y, claro, también pagó por ello. Desde sus primeros días Página/12 soportó distintas campañas de desprestigio destinadas a socavar su único capital: la credibilidad.
En los últimos días se vio envuelto en otra.
El viernes pasado uno de los columnistas de Página/12, Julio Nudler, entregó su nota pasados todos los horarios de cierre. En ella se hacían una serie de afirmaciones que la dirección del diario consideró que requerían mayores explicaciones antes de ser publicadas, tal como se hace normalmente con cualquier información. Este mecanismo, que se aplica con todos los periodistas y fue implementado sin conflictos en numerosas oportunidades con el mismo columnista, es necesario para mantener la calidad de las noticias que cada mañana llegan a los lectores. Página/12 pelea todos los días por seguir siendo el diario que más primicias publica, pero Página/12 también está dispuesta a perder una primicia que pueda transformarse en un fiasco. Página/12 fue muchas veces censurado. Página/12 no censura.
El propio director del diario se comunicó entonces con Nudler para ponerlo al corriente de la situación e invitarlo a conversar sobre la manera de avanzar en los temas en cuestión. Si el procedimiento del diario fue el de siempre, la respuesta de Nudler fue inusual, especialmente en una redacción en la que las diferencias siempre se zanjaron conversando y cotejando datos. Al día siguiente, sin mediar otra charla, Nudler dio a conocer una declaración en la que acusa a este medio de censurarlo. Esa carta se transformó en el mascarón de proa de una intensa campaña de mails que llegó a reflejarse en algunas radios y, especialmente, en el diario de negocios de su dueño (y algunos socios) Ambito Financiero.
Este diario, como hace siempre, se mantuvo fiel a su conducta de no hacer públicas las discusiones internas. Un camino elegido hace tiempo, sobre todo para preservar a los periodistas. Pero un dato obliga en este caso a modificar esa elección: Antes del inicio de su insólita actitud, Julio Nudler concretó un compromiso laboral con Sergio Spolsky.
Para desgracia de sus periodistas, hace dos semanas Spolsky hizo público que había adquirido el paquete mayoritario de la revista Veintitrés. Spolsky es más conocido por sus aventuras empresarias (fue protagonista de la escandalosa caída del Banco Patricios), y sus aventuras políticas dentro de la comunidad judía (el tribunal de ética de la AMIA lo condenó por las inversiones que hizo en su propio banco aprovechando su puesto de tesorero en la institución), pero además acumula un historial propio en los medios de comunicación.
Su primer intento importante por hacer pie en ese terreno fue la fallida sociedad con Gerardo Sofovich en pleno menemismo para llevar adelante un periódico que pudiese desplazar al molesto Página/12. Con ese objetivo inició una campaña difamatoria para la que hasta llegó a contratar a periodistas de este diario. El engendro (construido bajo la imposible ilusión de inventar un menemismo progresista) no llegó a ver la luz por la oposición del resto de la conducción del Banco Patricios, temerosa de los efectos de semejante apuesta sobre las ya débiles finanzas del grupo.
El segundo paso destacado llegó de la mano de Daniel Hadad, con quien desembarcó en el también casi fundido diario de negocios Infobae. La sociedad no duró demasiado, pero alcanzó para que después de abandonar el barco, Spolsky insistiera con su tercer intento: el diario universitario de distribución gratuita «La U».
En esta oportunidad, tampoco falló en la elección de sus socios. En primer lugar Luis Cetrá, dueño de la quebrada radio Rivadavia y principal hombre de Coti Nosiglia en temas de dinero. Con una participación minoritaria también asomaban los sobreviviente del grupo de delarruistas rama De Santibañes que se había hecho fuerte con los fondos de la Side. A la fiesta de lanzamiento, asistieron para no dejar dudas, el propio Coti Nosiglia, su perenne compañero José Luis Manzano, el ex jefe de la Side Hugo Anzorreguy y los lugartenientes de De Santibañes, Darío Richarte y Lautaro García Batallán.
Por la campaña que este diario sufre estos días, la llegada de Spolsky a Veintitrés promete repetir las anteriores hazañas. Desde sus esperanzados y sucios comienzos hasta sus estrepitosos finales.